Pir¨®manos peligrosos
La Monarqu¨ªa ha sido siempre una instituci¨®n pol¨¦mica en la historia constitucional espa?ola. En el origen de todos nuestros ciclos constitucionales est¨¢ una crisis de legitimidad de la instituci¨®n mon¨¢rquica. En 1808, la abdicaci¨®n de Carlos IV y la transmisi¨®n de la Corona a la familia Bonaparte. En 1833, la muerte de Fernando VII sin descendiente var¨®n. En 1868, "La Gloriosa". En 1931, las elecciones municipales que trajeron la Segunda Rep¨²blica. En 1975, tambi¨¦n. La aceptaci¨®n o no de la Monarqu¨ªa "restaurada" por el r¨¦gimen del general Franco era el primer problema constituyente con el que ten¨ªa que enfrentarse la sociedad espa?ola. Ese problema se resolvi¨® antes de la convocatoria de las elecciones del 15 de junio de 1977, que no se habr¨ªan celebrado si todos los partidos no hubieran aceptado que la Monarqu¨ªa no se pondr¨ªa en cuesti¨®n por las Cortes que nacieran de dicha convocatoria.
El poder constituyente del "pueblo espa?ol" no se extendi¨®, pues, a la Monarqu¨ªa. Se extendi¨® a la configuraci¨®n de la Monarqu¨ªa como parlamentaria y a la posici¨®n de la Corona en la arquitectura constitucional, pero no a la instituci¨®n de la Monarqu¨ªa en cuanto tal. Para poder acudir a las urnas el 15 de junio, los partidos hab¨ªan tenido que aceptar que no se plantear¨ªa la alternativa Monarqu¨ªa-Rep¨²blica en el debate constituyente. Como contrapartida se dise?¨® la arquitectura constitucional m¨¢s republicana de toda nuestra historia, en la que el principio de legitimaci¨®n democr¨¢tica del poder se expresa de forma m¨¢s di¨¢fana.
El compromiso constituyente: no poner en cuesti¨®n la Monarqu¨ªa con la condici¨®n de que no interferir¨ªa en la expresi¨®n del principio de legitimidad democr¨¢tica del poder, ha funcionado de manera mucho m¨¢s que satisfactoria. Creo que ha sido uno de los compromisos m¨¢s fruct¨ªferos de los que se alcanzaron en la Transici¨®n.
En mi opini¨®n, ha sido un compromiso interiorizado por la sociedad espa?ola. Quienes cuestionan ese compromiso son minor¨ªas muy reducidas, cuyas acciones tienen un impacto me atrever¨ªa a decir que insignificante. La caricatura de El Jueves o la quema de fotos del Rey por j¨®venes gerundenses no va a poner en cuesti¨®n el compromiso constituyente de 1978 entre Monarqu¨ªa y Democracia. No le hace ni un rasgu?o.
Lo que no puede soportar dicho compromiso es la utilizaci¨®n del C¨®digo Penal para defenderlo. O dicho con otras palabras: no es la caricatura de El Jueves sino la reacci¨®n de la Fiscal¨ªa lo que puede acabar poniendo en cuesti¨®n la Monarqu¨ªa, de la misma manera que no la ponen los j¨®venes que queman las fotos del Rey, sino el juez Grande-Marlaska.
El compromiso Monarqu¨ªa-Democracia soportar¨ªa perfectamente un debate frente a la alternativa republicana en la sociedad espa?ola en este momento. Lo que no puede soportar es que a la gente se la meta en la c¨¢rcel para proteger dicho compromiso. Un debate de naturaleza pol¨ªtica es soportable. Un debate de naturaleza penal no lo es.
?Por qu¨¦ no puede un joven, o un no joven, expresar su preferencia por la Rep¨²blica quemando una foto del Rey? Es una manera inocua de expresar el rechazo de la Monarqu¨ªa. No quiero que el se?or cuya foto estoy quemando sea el Jefe del Estado de mi pa¨ªs, porque no acepto una magistratura hereditaria, sino ¨²nicamente magistraturas elegidas. Eso y nada m¨¢s que eso es lo que est¨¢n diciendo los j¨®venes que queman las fotos.
Frente a eso no debe haber ni reacci¨®n penal, ni reacci¨®n de condena de los partidos, como ha pedido el presidente del Gobierno. Sobre esa conducta no hay que abrir ni un debate penal ni un debate pol¨ªtico institucionalizado. Los j¨®venes gerundenses han ejercido su libertad de expresi¨®n de manera pac¨ªfica y se podr¨¢ estar o no de acuerdo con ellos, pero no hay nada que reprocharles.
Los pir¨®manos peligrosos no son los j¨®venes gerundenses, sino los fiscales y los jueces. Ellos son los que est¨¢n convirtiendo las quemas de unas fotos en un incendio.
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