La marca
Antes de que el ni?o llegue al uso de raz¨®n, su cerebro ya ha sido inoculado con todos los elementos fundamentales de los que no podr¨¢ desprenderse a lo largo de la vida. La papilla de cereales ir¨¢ acompa?ada con canciones de cuna, que hablar¨¢n de ¨¢ngeles, nubes blancas y dulces sue?os, con palabras pronunciadas en una lengua que ya ser¨¢ para siempre indeleble. ?ste es el primer ingrediente de la magdalena de Proust. De las cuatro esquinas de la cama los ¨¢ngeles saltar¨¢n directamente al fondo del subconsciente de la criatura y enseguida llegar¨¢ tambi¨¦n la figura del demonio junto con el miedo a la oscuridad. El complejo de Edipo o de Electra comenzar¨¢ a desarrollarse cuando un desconocido la tome en brazos y le pregunte a qui¨¦n quiere m¨¢s, a pap¨¢ o a mam¨¢, exigi¨¦ndole una respuesta s¨²bita. El ¨¢rbol de la ciencia del bien y del mal a cuya sombra germinar¨¢ la inteligencia, est¨¢ lejos todav¨ªa. Durante los primeros siete a?os, el cerebro del ni?o se halla a merced de todas las sensaciones y con ellas la magdalena de Proust ir¨¢ tomando condimento, volumen y perfume. Las lecciones del catecismo, las caricias maternales, el pan de la alacena, las primeras advertencias del padre, el fuego del infierno, el aprender a atarse los zapatos, el volteo de campanas, la historia sagrada, los primeros juegos, los s¨ªmbolos de la patria, las banderas, el equipo de f¨²tbol, los himnos, los cuadernos, el primer castigo, el ¨¢lbum de cromos, los escudos, el primer premio, el amor de los hermanos, las primeras l¨¢grimas, la tarta de chocolate de cumplea?os y envuelto en papel de regalo, Dios propiamente dicho formando el sabor de la magdalena de Proust, que un d¨ªa lejano ascender¨¢ a la superficie mojada con camomila. La Iglesia considera que este territorio le pertenece por derecho divino, no est¨¢ dispuesta a negociarlo con nadie y lo defiende a cara de perro contra el Estado. Aparte del negocio de la ense?anza, la Iglesia sabe muy bien que cualquier sensaci¨®n irracional que se acu?e en la virginidad de la conciencia se convertir¨¢ en una marca imborrable. Cuando la inteligencia ocupe el c¨®rtex del cerebro y el individuo trate de desmontar todas las piezas que constituyen su esp¨ªritu, le ser¨¢ imposible separar la raz¨®n y la creencia, la educaci¨®n y la memoria. A la Iglesia le importa muy poco lo que aquel ni?o haga a lo largo de la vida, porque est¨¢ segura de que en una tarde de melancol¨ªa le emerger¨¢ Dios dentro de una magdalena y al final, aunque solo sea como cad¨¢ver, espera que vuelva al templo.
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