El rostro de la resistencia
Aung San Suu Kyi simboliza la esperanza de los birmanos en la democratizaci¨®n del pa¨ªs
Sonrisa de terciopelo en voluntad de acero. Aung San Suu Kyi, de 62 a?os, se ha convertido en el rostro de la resistencia birmana y en la esperanza de los miles de manifestantes que estos d¨ªas han pedido justicia, libertad y democracia por las calles de todo el pa¨ªs.
Recluida en la c¨¢rcel o bajo arresto domiciliario durante m¨¢s de 12 a?os de los 18 que lleva en Myanmar (la antigua Birmania), la Nobel de la Paz de 1991 no sali¨® de su pa¨ªs para recoger el premio y ni tan siquiera acudi¨®, en 1999, al lecho de muerte de su marido y padre de sus dos hijos, el brit¨¢nico Michael Aris. La l¨ªder de la opositora Liga Nacional para la Democracia (LND) temi¨® que si sal¨ªa del pa¨ªs, los militares jam¨¢s la dejar¨ªan volver a entrar y se neg¨® en rotundo a aceptar cualquier acuerdo que la dejara a ella en libertad, pero mantuviera en las mazmorras del r¨¦gimen a miles de presos pol¨ªticos.
La junta la someti¨® a chantaje psicol¨®gico y no la dej¨® hablar con sus hijos en meses
En su intento por doblegarla, los generales no excluyeron el chantaje psicol¨®gico, y durante meses no le permitieron siquiera hablar con sus hijos. Mientras, Michael Aris, que no logr¨® que la junta le concediese un visado para viajar a Birmania a ver a su esposa, mor¨ªa de c¨¢ncer en Londres, donde vivi¨® la familia hasta que Suu Kyi decidi¨® volver a su pa¨ªs para cuidar a su madre moribunda. Se encontr¨® entonces con una revuelta estudiantil contra la dictadura de Ne Win -iniciada en 1962-, que la llev¨® a sumarse en cuerpo y alma a la protesta.
Hija del general Aung San, padre de la independencia birmana, asesinado en julio de 1947, poco antes de que se produjera ¨¦sta, Suu Kyi declar¨®: "Como hija de mi padre, no pod¨ªa permanecer indiferente ante lo que estaba pasando".
La nueva junta, que se hizo con el poder tras la inesperada dimisi¨®n de Ne Win, acept¨® con grandes restricciones el proceso de democratizaci¨®n y las elecciones, pero no tard¨®, en 1989, en colocar bajo arresto domiciliario a Suu Kyi. Pese a ello, en las elecciones de 1990, la LND gan¨® el 82% de los sufragios emitidos. La junta militar rechaz¨® tajantemente el resultado y los diputados electos cambiaron el esca?o en el Parlamento por la c¨¢rcel o el exilio.
Licenciada en la Universidad brit¨¢nica de Oxford, Suu Kyi ampli¨® estudios en Jap¨®n y trabaj¨® un tiempo en Naciones Unidas. Reconocida como presa de conciencia por Amnist¨ªa Internacional, asegura que su "inspiraci¨®n y su fuerza" proceden de las "gentes que sufren en silencio" y, como el Mahatma Gandhi, ha hecho de la desobediencia civil y de la pol¨ªtica de la no violencia su v¨ªa para derrocar a los militares.
Suu Kyi mantiene que toda negociaci¨®n para la democratizaci¨®n de Birmania debe de pasar por la aceptaci¨®n del resultado electoral de 1990, algo totalmente inadmisible para los generales al mando. La Asociaci¨®n de Naciones del Sureste Asi¨¢tico (ASEAN), que en 1997 invit¨® a Myanmar a ingresar en el grupo con la esperanza de que facilitara la apertura del r¨¦gimen, ha instado tambi¨¦n a la l¨ªder de la LND a "suavizar" su posici¨®n para facilitar el inicio del proceso de democratizaci¨®n. Hasta ahora, Suu Kyi, al igual que EE UU, ha defendido la necesidad de que Naciones Unidas imponga sanciones a la junta militar y ha criticado las inversiones exteriores en Birmania -fundamentalmente de chinos, indios, tailandeses, rusos y japoneses-, que "ayudan a sostener el r¨¦gimen".
El enviado de Naciones Unidas, Ibrahim Gambari, que ayer se reuni¨® con Aung San Suu Kyi, pretend¨ªa, adem¨¢s de expresar el apoyo de la comunidad internacional a la premio Nobel de la Paz, obtener una cierta flexibilidad de la l¨ªder opositora que facilite las negociaciones con la junta para impedir un nuevo ba?o de sangre e impulsar la transici¨®n del pa¨ªs.
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