Sobre la ambici¨®n nacional
Una oyente llama a la SER para quejarse de los nacionalismos y despotricar sobre su car¨¢cter retr¨®grado. Carles Francino le pregunta: ?Esto vale para el nacionalismo espa?ol tambi¨¦n? No, responde la se?ora: "Espa?a es Espa?a, Espa?a es el mundo". Es el destino del nacionalismo: ver siempre la paja en el ojo ajeno, pero nunca la viga en el propio. "La patria es la patria. La patria es el mundo". Nos llega ahora una nueva ventolera que surge de una de estas manufacturas: el anuncio de Ibarretxe de convocar un refer¨¦ndum, se supone que en relaci¨®n con el derecho a decidir de los vascos, con fecha precisa pero con contenido totalmente incierto. Naturalmente, en Espa?a se ha producido una tempestad y en Catalu?a amenaza lluvia.
Quedan tres opciones: el constitucionalismo con acento confederal, el confederalismo puro y duro y la independencia. ?Cu¨¢l es la ambici¨®n del nacionalismo de CiU?
En medio de las turbulencias que generan los choques entre nacionalismos, hay que empezar recordando lo obvio: cualquier dirigente pol¨ªtico tiene derecho a plantear un proyecto con la ¨²nica condici¨®n de que respete los principios democr¨¢ticos b¨¢sicos. Por tanto, Ibarretxe tiene perfecto derecho a proponer una v¨ªa de cambio de las estructuras del Estado actual, siempre que su trazado respete las condiciones ambientales definidas por el marco jur¨ªdico y sus mecanismos evolutivos. Pero un pol¨ªtico, adem¨¢s de ideas, ha de tener responsabilidad, especialmente, si est¨¢ ocupando cargos institucionales. Y hay un principio no escrito de la responsabilidad democr¨¢tica que dice que s¨®lo se pueden emprender cambios de fondo, que modifiquen el modelo de Estado o de sociedad, a partir de amplias mayor¨ªas que garanticen los equilibrios sociales y que impidan que entre en funcionamiento la m¨¢quina de excluir. En su d¨ªa, fue famoso un art¨ªculo del entonces secretario general del partido comunista italiano, Enrico Berlinguer, considerado el texto fundacional del llamado eurocomunismo, que criticaba la experiencia de la unidad popular de Salvador Allende por haber intentado transformaciones profundas de la sociedad a partir de mayor¨ªas exiguas.
Ibarretxe se lanza a la aventura, sin haber consultado a los dem¨¢s partidos del espectro vasco, y sabiendo que para sacar adelante su propuesta en Euskadi -paso previo a trasladarla al Gobierno y al Parlamento espa?ol- tendr¨¢ que apoyarse inevitablemente en el voto abertzale de obediencia a ETA. Lanzar un ¨®rdago, en contra del ordenamiento jur¨ªdico, de modo unilateral, sin contar con una amplia mayor¨ªa de apoyo y sabiendo, como algunos dirigentes del PNV admiten ya, que no llegar¨¢ a llevarse a cabo, es decir, que tendr¨¢ un destino parecido al del plan Ibarretxe, es por lo menos una frivolidad. Por mucho que Ibarretxe lo ali?e siempre con una ret¨®rica de apelaci¨®n m¨ªstica a las entra?as de un pueblo que, dice el lehendakari, sin rubor alguno, tiene 7.000 a?os.
En realidad, la apuesta de Ibarretxe tiene por encima de todo clave vasca. Busca despertar las fibras nacionalistas, hastiadas y adormecidas tras el fracaso del proceso del fin de la violencia, y resolver, con la huida hacia delante, una nueva crisis de las dos almas del PNV. Es un recurso conocido. Los nacionalismos cuando se sienten impotentes tratan de disimularlo alardeando de gran ambici¨®n. Es decir, de grandes palabras y pocas concreciones. Que Ibarretxe haya puesto fecha al desaf¨ªo no a?ade nada a la t¨¢ctica, salvo espectacularidad. ?l sabe, como todos, que lo m¨¢s probable es que el refer¨¦ndum no se haga nunca. Es m¨¢s, todo esto podr¨ªa acabar con lo que Josu Jon Imaz, que opt¨® por la retirada ante la incapacidad de frenar el ¨®rdago del lehendakari, pretend¨ªa en su estrategia moderada en lo t¨¢ctico y modernizadora en lo estrat¨¦gico: avanzar hacia un nuevo estatuto con amplio apoyo parlamentario, lo cual ser¨ªa una confirmaci¨®n de que no hay para tanto ruido como el que se ha desencadenado en buena parte de la prensa espa?ola.
La buena nueva del presidente Ibarretxe ha ca¨ªdo en Catalu?a en la resaca de un debate de pol¨ªtica general que si ha sorprendido por algo ser¨ªa por su normalidad. El tripartito ha aprendido a aparentar cohesi¨®n por encima de sus naturales desavenencias. Artur Mas ha sorprendido al abandonar el papel de presidente alternativo que hab¨ªa ejercido siempre, desde que el tripartito lleg¨® al poder, para presentarse como un bronco l¨ªder de la oposici¨®n. Y Daniel Sirera, el sustituto de Piqu¨¦, ha dejado claro que los discursos del PP catal¨¢n ya vuelven a escribirse en la calle de G¨¦nova de Madrid, como debe ser.
Desde el tono gris y contenido que le caracteriza, el presidente Montilla defini¨® los t¨¦rminos de su estrategia, lo que podr¨ªamos llamar un constitucionalismo con acento confederal. Para ello es, seg¨²n Montilla, tan importante evitar los enfrentamientos innecesarios con Espa?a como defender los intereses de los ciudadanos de la naci¨®n catalana. Para CiU y para la opini¨®n nacionalista este planteamiento demuestra falta de ambici¨®n, la regionalizaci¨®n de Catalu?a, la reconversi¨®n al modelo pedig¨¹e?o del "Teruel tambi¨¦n existe". Artur Mas afirm¨®: "el d¨ªa que deje de existir el dilema entre Catalu?a y Espa?a, Catalu?a habr¨¢ desaparecido". Yo me atrever¨ªa a a?adir, y Espa?a tambi¨¦n. Porque Artur Mas no ha hecho m¨¢s que describir uno de los elementos caracter¨ªsticos de cualquier nacionalismo: la necesidad de definirse y buscar la cohesi¨®n colectiva contra el vecino.
Pero lo que me interesa, lo que me gustar¨ªa saber es cu¨¢l es la ambici¨®n que el nacionalismo catal¨¢n propone.
Durante muchos a?os, CiU practic¨® la conllevancia, con notable habilidad a juzgar por los resultados electorales acumulados. Ahora, hay coincidencia bastante general en que este modelo est¨¢ agotado. Quedan entonces tres opciones: el constitucionalismo con acento confederal, el confederalismo puro y duro y la independencia. ?Cu¨¢l es la ambici¨®n del nacionalismo de CiU? ?Con cu¨¢l de estas tres opciones se queda? No se me ocurre otra cuarta. Ni la interpreto de las declaraciones de los dirigentes nacionalistas. Con lo que me temo que la cuarta o es el pesimismo -la regionalizaci¨®n de Catalu?a es inevitable- o es pura ret¨®rica. Lo de siempre: estadistas de d¨ªa y soberanistas de noche, para ir alimentando la fogata, conscientes de que no hay una mayor¨ªa social suficiente para cotas m¨¢s ambiciosas. O sea, que tengo la impresi¨®n que la ambici¨®n nacional, para CiU, no es una cuesti¨®n de proyecto, es, simplemente, gobernar. Como si por el hecho de estar ellos en las instituciones, y no los dem¨¢s, la ambici¨®n se diera por a?adidura.
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