Contra los socorristas
Empe?ados en aparecer con el perfil de salvadores, algunos se esfuerzan en dar la bienvenida a las galernas, a?adir fuerza a los vientos y asegurarse la condici¨®n de ¨²nicos socorristas. Alguien deber¨ªa explicarnos el porqu¨¦ de ese af¨¢n que invade a nuestro pa¨ªs de eliminar hasta el ¨²ltimo vestigio de la concordia, bajo cuya bandera se puso en marcha la venturosa transici¨®n pol¨ªtica que tanta admiraci¨®n nos conquist¨® del mundo entero. Ning¨²n episodio hist¨®rico resiste la prueba del microscopio electr¨®nico y despu¨¦s de Agustina de Arag¨®n ning¨²n h¨¦roe queda indemne tras su examen por la prensa del esc¨¢ndalo o, peor a¨²n, por los amigos declarados dispuestos a vender esa cercan¨ªa para el negocio editorial.
Recuerdo con cu¨¢nta pasi¨®n el pr¨ªncipe de los periodistas espa?oles, Luis Mar¨ªa Anson, repet¨ªa cada verano antes del despacho del presidente con el Rey en Palma de Mallorca, su editorialito de Abc dedicado a resaltar c¨®mo en medio de muchos errores de diferente calibre cargados en la cuenta del Partido Socialista nadie deber¨ªa discutir la impecable actitud del presidente Felipe Gonz¨¢lez respecto a las Fuerzas Armadas y la Corona. Llegados aqu¨ª, ser¨ªa sin duda excesivo aducir que la naturaleza copia al arte pero el reconocimiento de esa actitud impecable hacia la Monarqu¨ªa por lo menos en absoluto era desalentador. La situaci¨®n actual es distinta y, desde la que se pensaba prensa mon¨¢rquica, se zahiere de modo permanente al Gobierno socialista de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, se le alinea con los nacionalistas que se revuelven estos d¨ªas contra el Rey y se le declara culpable.
Parecer¨ªa que la nueva tarea se hubiera invertido. En lugar de trabajar para que todos se sumen a la Constituci¨®n y al Rey, se cobra la impresi¨®n de que ahora la preferencia es la de centrifugar a los adversarios pol¨ªticos de modo que acampen fuera de lo que nos ha venido uniendo a todos. La ventaja de nuestro himno nacional es que no tiene letra y la de nuestra Monarqu¨ªa es que para nada necesitaba de mon¨¢rquicos. Quienes quieren crear la demanda pueden precipitarla en el abismo. En su manifiesto Al Pa¨ªs, que public¨® Abc el 17 de abril de 1931, Alfonso XIII dec¨ªa: "Un Rey puede equivocarse y sin duda err¨¦ yo alguna vez; pero s¨¦ bien que nuestra Patria se mostr¨® en todo momento generosa ante las culpas sin malicia"; y a?ad¨ªa: "Soy el Rey de todos los espa?oles y tambi¨¦n un espa?ol". A nuestro Rey Juan Carlos I, que no es venturosamente San Juan de la Cruz, hemos de reconocerle antes las decisivas aportaciones que ha prestado para llegar hasta aqu¨ª.
En la pel¨ªcula Mar¨ªa Antonieta, de Sofia Coppola, queda claro que la m¨¢s acendrada afici¨®n cortesana es la de la maledicencia. Un deporte muy distinguido de cuya pr¨¢ctica quedaban excluidos quienes estaban fuera de ese c¨ªrculo del favor real. Eliminada la corte, en nuestros tiempos algunos han encontrado otra manera de rentabilizar la proximidad con el recurso a la prensa o a los programas del coraz¨®n. Todo est¨¢ a la venta y adem¨¢s se enmascara el negocio bajo el ep¨ªgrafe de un esforzado tributo a la libertad de expresi¨®n. La radio de propiedad episcopal emprende una campa?a contra el Jefe del Estado y el cardenal de Toledo, primado de las Espa?as, como si pudiera sentirse ajeno, se arranca pidiendo oraciones por el Rey. Repite lo sucedido cuando las manifestaciones en pro del Gibraltar espa?ol ante la embajada brit¨¢nica. El ministro de la Gobernaci¨®n llamaba al representante de Su Graciosa Majestad para preguntarle si quer¨ªa m¨¢s polic¨ªas y el diplom¨¢tico le dijo que muchas gracias, que le bastaba con que le enviara menos estudiantes. As¨ª que menos rezos y mantengan el respeto elemental. Otra vez andamos entusiasmados en una prueba de resistencia de materiales. Pero ?cuidado con la fatiga! que ha causado la ca¨ªda de tantos puentes. Nunca pasa nada hasta que pasa. La Monarqu¨ªa ha sido y es funcional. Este verano, interrogado sobre su condici¨®n de republicano, un acreditado intelectual respondi¨® que segu¨ªa si¨¦ndolo pero sin prisas. Tambi¨¦n supimos que un primer ministro socialista sueco justific¨® que se eliminara del programa electoral la abolici¨®n de la Monarqu¨ªa porque la cuesti¨®n divid¨ªa al pa¨ªs y que si llegaba a extinguirse ser¨ªa por incomparecencia de sus titulares. El Rey don Juan Carlos sostiene que hay que ganarse el puesto cada d¨ªa.
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