Acoso real
Bastantes asuntos pol¨ªticos deben solventarse en marzo como para que, adem¨¢s, el papel de la Monarqu¨ªa se convierta en innecesaria, extempor¨¢nea y peligrosa materia de confrontaci¨®n electoral. Los incidentes relacionados con el Rey y su entorno familiar se han multiplicado desde que la justicia decidi¨® secuestrar la revista sat¨ªrica El Jueves, haciendo intervenir una instancia penal que, ayer mismo, volvi¨® a activar la fiscal¨ªa al solicitar un castigo de prisi¨®n para los j¨®venes de Girona que quemaron fotograf¨ªas del Monarca. Se trata de un grave error que, lejos de proteger a una de las instituciones que m¨¢s ha contribuido al advenimiento y consolidaci¨®n del r¨¦gimen democr¨¢tico en Espa?a, la deja a merced de una estrategia de acci¨®n y reacci¨®n que s¨®lo favorece a las minor¨ªas extremistas, desde los independentistas hasta la ultraderecha. No se puede pasar por alto que esta tormenta tan artificial como insensata ha producido extra?os compa?eros de viaje: la radio de los obispos no est¨¢ pidiendo algo muy distinto de lo que reclaman las algaradas independentistas.
No es cierto que en Espa?a se haya abierto un debate sobre la forma de Gobierno aplazado desde los inicios de la transici¨®n; lo que sucede es que una exigua y heterog¨¦nea minor¨ªa ha vuelto a hacer lo que ha venido haciendo desde hace 30 a?os, aunque sin los efectos desestabilizadores que ahora est¨¢n facilitando los errores cometidos al combatirla. Hoy como ayer, esa minor¨ªa est¨¢ cuestionando no la Monarqu¨ªa, sino el sistema institucional que ha garantizado tres d¨¦cadas de libertades, y del que la Monarqu¨ªa parlamentaria forma parte. La peor respuesta que cabr¨ªa imaginar desde los partidos parlamentarios es convertir este desaf¨ªo perpetrado por fuerzas marginales en el centro de la confrontaci¨®n pol¨ªtica, y franquearle el paso al interior de las instituciones. No se trata de intentar demostrar qui¨¦n es el m¨¢s en¨¦rgico defensor de la Monarqu¨ªa, sino de establecer una estrategia compartida en defensa del sistema constitucional. El Partido Popular se est¨¢ dejando arrastrar por la tentaci¨®n de abrir un nuevo flanco al Gobierno present¨¢ndose como el ¨²nico garante de la instituci¨®n mon¨¢rquica, al igual que hizo con la Constituci¨®n en el pasado. Ser¨ªa un grave error jugar con la Monarqu¨ªa para sacar ventajas electorales y una iron¨ªa todav¨ªa mayor que fueran mon¨¢rquicos quienes lo hicieran. Pero ser¨ªa combatir error con error que el Ejecutivo se precipitase a ese terreno para contrarrestar los embates electoralistas del PP.
La enso?aci¨®n republicana que parece adue?arse de algunos sectores que hasta ahora hab¨ªan aceptado el modelo establecido en la Constituci¨®n de 1978 consiste en creer que se puede prescindir quir¨²rgicamente de la Monarqu¨ªa y mantener las libertades. Prescindir de la Monarqu¨ªa ser¨ªa prescindir del pacto en el que se fundan esas libertades. Es m¨¢s que dudoso que, en las actuales circunstancias, ning¨²n otro pacto fuera posible.
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