?Doble rasero para cofias y sotanas?
Los musulmanes espa?oles apelan a la Constituci¨®n y piden libertad e igualdad de trato
"Es un derecho constitucional, el derecho a la propia imagen. En el islam es una opci¨®n personal. No se puede imponer el velo, pero tampoco se puede prohibir". Es la tesis, expresada con energ¨ªa, casi con cansancio (por tanto repetirla) del presidente de la Junta Isl¨¢mica Espa?ola, el psiquiatra cordob¨¦s Mansur Escudero. Su vicepresidente, Abdelkarin Carrasco, lamenta que este tipo de "incidentes se saquen del contexto religioso".
Mansur y Carrasco fueron cristianos antes de convertirse al islamismo. Conocen, por tanto, c¨®mo son las ceremonias del catolicismo, y la diversidad de interpretaciones que tienen los velos de la mujer en las misas. Y c¨®mo una exigencia religiosa se convierte al fin en un h¨¢bito social. Con el velo musulm¨¢n, en su opini¨®n, pasa lo mismo. Termina siendo una manifestaci¨®n cultural, m¨¢s que religiosa.
El asunto, por tanto, es la libertad: el derecho a vestir como se quiera. Y, sobre todo, se trata de un problema de igualdad. Shaima, la ni?a musulmana vetada en un colegio p¨²blico de Girona, tiene tanto derecho a acudir a clase con un pa?uelo blanco en la cabeza por la ma?ana y otro verde y amarillo por la tarde, como el cura que da clase de religi¨®n en el mismo colegio a vestir larga sotana negra con blanco alzacuello, la monja a cubrirse la cabeza y media frente con una cofia, o el chico del Opus Dei a llevar un vistoso crucifijo en la pechera. Salvo que una norma general decida algo concreto para todos, por ejemplo la vuelta a un uniforme, como en la Francia del presidente Nicolas Sarkozy, la libertad de Shaima no puede tener cortapisa alguna, de momento. Su opci¨®n por el velo, aun por indicaci¨®n de sus padres -como cualquier otro ni?o en su edad-, es constitucional, inatacable.
Espa?a no ha asumido a¨²n, con normalidad, el derecho a la diferencia -y a la igualdad de trato- entre religiones. Dos ejemplos, uno de 2002 en San Lorenzo de El Escorial (Madrid), y otro algo m¨¢s cercano, en una comisar¨ªa de polic¨ªa en Granada. En este ¨²ltimo caso, se trat¨® de dos j¨®venes musulmanas (de nacionalidad espa?ola) que acudieron a sacarse el carn¨¦ de identidad. O se quitaban el velo, o no hab¨ªa DNI. Decenas de monjas lo hab¨ªan obtenido all¨ª mismo sin problema, vestidas con impolutas cofias.
El otro episodio ocup¨® espacios de gran audiencia en las televisiones. En las im¨¢genes, dos mujeres, tambi¨¦n: una monja concepcionista argumentando por qu¨¦ su colegio en El Escorial negaba la entrada a la ni?a F¨¢tima Elidrisi porque iba con el hiyab (pa?uelo) cubri¨¦ndole la cabeza. La monja, directora del centro, expon¨ªa sus argumentos vestida con cofia y largo h¨¢bito. Sorprend¨ªa que no hubiera ca¨ªdo en la cuenta del detalle. El colegio era concertado -pagado con fondos p¨²blicos-. Finalmente, el Gobierno de la Comunidad de Madrid, en manos del PP, busc¨® a la
atribulada adolescente del pa?uelo isl¨¢mico un hueco en otro colegio, p¨²blico por supuesto.
El uniforme de las alumnas concepcionistas era anta?o bien vistoso. Tocadas con un casco de fieltro que parec¨ªa de soldado alem¨¢n, vest¨ªan un traje gris con tablas adornado con una banda azul, a modo de c¨ªngulo de castidad. A¨²n hoy, no hay nada m¨¢s parecido a un hiyab marroqu¨ª que los velos cristianos de las concepcionistas y tantas otras animosas congregaciones dedicadas a la docencia.
El Gobierno descarta decidir contra el velo isl¨¢mico (que muchas veces no es m¨¢s que una convenci¨®n cultural), porque entonces deber¨ªa legislar sobre asuntos que en el pasado armaron grandes revuelos eclesi¨¢sticos. Por ejemplo, la episcopal guerra de los crucifijos, en la d¨¦cada de los noventa del siglo pasado -la decisi¨®n, nunca ejecutada del todo, de retirar de las escuelas el crucifijo que presid¨ªa cada aula.
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