El secreto que vino de Alemania
Eran j¨®venes, muchos llegaron a casarse, a empe?arse y morir en su nueva tierra; y hasta hablaron la lengua. En el en¨¦simo capricho de la Historia, los alemanes que hoy invitan a la cultura catalana a la feria m¨¢s importante del libro son los que llevaron hace seis siglos el secreto de la impresi¨®n a Catalu?a, editando las primeras p¨¢ginas de la que hoy es una de las industrias punteras de Europa, algo por lo que nadie hubiera apostado en 1473.
Un falso Eldorado editorial.
Fruto de la censura franquista, los 865 t¨ªtulos editados en catal¨¢n en 1936 no se recuperaron hasta 1976
Catalu?a, en el siglo XV, era un Eldorado por descubrir en la edici¨®n: no hab¨ªa casi talleres de imprenta. As¨ª se lo hicieron saber los mercaderes alemanes a sus compatriotas impresores. Una asociaci¨®n de tres de ellos -Heinrich Botel, Georg von Holtz y Hans Plank- dar¨ªa el primer libro publicado en Catalu?a: una traducci¨®n latina de Ethica. Politica. Oeconomica, de Arist¨®teles, seguramente impreso en Barcelona en 1473. El primer libro datado y hecho en Barcelona llegar¨ªa en 1475: Rudimenta Grammaticae, de Niccol¨° Perotti, tambi¨¦n de los alemanes Georg de Salzburg y Paul de Constanza. El primero en lengua catalana se imprimi¨® en 1474 en Valencia: Obres o trobes en llaors de la Verge Mar¨ªa; en Catalu?a ser¨¢ una traducci¨®n, el Regiment de pr¨ªnceps, de Egidio Colonna, fruto del obrador de, claro, otro alem¨¢n, Nikolaus Spindeler, en 1480. Cuando la Abad¨ªa de Montserrat -uno de los sellos editoriales en activo m¨¢s antiguos del mundo- se encarg¨® de editar sus libros lit¨²rgicos, fueron a buscar al alem¨¢n Joan Luschner, que traslad¨® su imprenta al monasterio, donde en 1499 sac¨® sus primeros vol¨²menes, con tirajes de 800 a 1.000 ejemplares.
Tal tr¨¢nsito de impresores alemanes provoc¨® que otro compatriota, Hans Rosenbach, publicara en Perpi?¨¢n en 1502 un ¨²til vocabulario catal¨¢n-alem¨¢n y alem¨¢n-catal¨¢n. Pero la iniciativa enga?a: sin capital y con talleres peque?os, los impresores trabajan para un mercado interior reducido y que tuvo en Tirant lo Blanc su primer best seller en catal¨¢n: 715 ejemplares (8.500 de hoy) en su primera edici¨®n en Valencia, que llev¨® en 1497 a una reimpresi¨®n de 300 ejemplares ya en Barcelona. Es una excepci¨®n. El libro universitario de gran formato, siempre en la lengua de la cultura sin fronteras que era el lat¨ªn, llegaba a mejor precio importado de Europa. S¨®lo 18 talleres, en 7 localidades, se contabilizan en Catalu?a, proporcional a las 52 imprentas en 23 lugares del resto de Espa?a; s¨ª, mejor que las 4 de Inglaterra, pero muy lejos de las 500 italianas, las 200 alemanas o las 160 francesas, como fija Manuel Llanas (Sis segles d'edici¨® a Catalunya. Eumo/Pag¨¨s). Necesitados de un socio capitalista, los impresores har¨¢n doblete haci¨¦ndose libreros, algo m¨¢s rentable.
Baja el catal¨¢n, sube Cervantes.
Atra¨ªdos por los maestros alemanes, las imprentas catalanas se llenan en el siglo XVI de franceses. Sigue faltando mano de obra cualificada y papel y tama?o para ser competitivos con Europa y as¨ª bajar precios y no tener que importar. La producci¨®n catalana se encorseta en el mercado interior: devocionarios, bulas, cartillas de lectura..., que en el XVII se convertir¨¢n en el 40% de la producci¨®n. A ello se suma la pujante demanda del resto de Espa?a, que pide los textos de la buena literatura del Siglo de Oro: la novela picaresca, La Celestina, El Quijote... La "dimisi¨®n ling¨¹¨ªstica" de autores y de lectores en catal¨¢n, como la bautiz¨® el ensayista Joan Fuster, es tal que quedan el castellano y el lat¨ªn como lenguas de prestigio. En Barcelona, las editadas en catal¨¢n pasan del 46% al 18% en apenas medio siglo, mientras en castellano crecen del 14% al 55%. El lat¨ªn tambi¨¦n baja: del 40 al 27%. La cantidad de restricciones legales, censuras y tributos que le caen al libro, as¨ª como las arbitrariedades en Catalu?a en los privilegios de impresi¨®n y la prohibici¨®n de ciertos libros en catal¨¢n fruto del reinado de Felipe V a partir de 1714, dejan mal parado al sector, que hasta entrado el XVIII no levanta cabeza.
La ¨²nica buena nueva la proporciona el impresor Jaume Romeu, que en 1641 lanza el primer semanario m¨¢s o menos period¨ªstico, Gaseta vinguda esta ciutat de Barcelona, per l'ordinari de Paris, vui a 28 de maig, any 1641, notas traducidas de Gazette de France. La otra buena nueva, moral, la proporciona Miguel de Cervantes al hacer que su Quijote visite, en Barcelona, una gran imprenta, la que el escritor visit¨® en 1610: el taller de su conciudadano de Alcal¨¢ de Henares Sebasti¨¢n Cormellas, que con sus 250 libros impresos ser¨¢ el obrador m¨¢s prol¨ªfico del siglo.
Industria para todo.
Las divergencias regionales que se dan entre Valencia, Catalu?a y Baleares se acent¨²an y la dialectalizaci¨®n dificulta a¨²n m¨¢s la edici¨®n en catal¨¢n. A mediados de siglo, s¨®lo un 5% de la impresi¨®n se hace en esa lengua, en un marco triste: entre 1715 y 1744 se imprimen una media de 6,6 libros al a?o, inferior a los ocho de 1705-1714.
El ¨²ltimo tercio de siglo, y a pesar del alto analfabetismo, una ligera mejora educacional incrementar¨¢ la capacidad lectora de la sociedad. Entre 1800 y 1850 se censan en Catalu?a 150 impresores-editores. La saga de los Piferrer (de 1702 a 1868) ejemplifica el cambio: siempre desde la barcelonesa plaza del ?ngel, la mayor librer¨ªa de la ciudad (250.000 ejemplares de casi mil t¨ªtulos en 1794) editar¨¢ a Cadalso, Jovellanos y Voltaire y ser¨¢ la gran distribuidora para Am¨¦rica Latina. Antoni Bergnes de las Casas, entre 1830 y 1843, editar¨¢ 450 libros, la mitad, traducciones.
El alud de innovaciones tecnol¨®gicas tras la llegada de la litograf¨ªa (a manos, en 1820, de la familia Brusi, editora de Diario de Barcelona) va acompa?ado de nuevos sistemas de comercializaci¨®n, en los que Catalu?a espabila: suscripciones para vender enciclopedias muy ilustradas; las novelas por entregas, g¨¦nero iniciado en 1841 en Barcelona y que hasta 1860 tendr¨¢ una audiencia masiva y que permite al editor ajustar ventas; o los folletines de los peri¨®dicos, donde Barcelona, a trav¨¦s de El Nacional, de nuevo es pionera.
Las nuevas t¨¦cnicas facilitan la llegada de la edici¨®n industrial que, ayudada por la Renaixen?a (movimiento de recuperaci¨®n cultural apoyado en el editor Francesc Matheu y su revista Ilustraci¨® Catalana), dar¨¢ aut¨¦nticos best sellers: Jacint Verdaguer, ?ngel Guimer¨¤ y Narc¨ªs Oller. Hay espacio para todo, como la religi¨®n, que contraataca al laicismo con el padre Claret, superventas en catal¨¢n y castellano (817.000 ejemplares) con Camino recto y seguro para llegar al cielo. O para el libro ilustrado, que en 1860 empieza a mover un analfabeto pe¨®n, repartidor de publicaciones, Jos¨¦ Espasa, con los a?os promotor de la proeza de Enciclopedia Espasa (72 vol¨²menes). O Montaner y Sim¨®n, que aunar¨¢ calidad y cantidad y se convertir¨¢ en la gran exportadora del recuperado mercado latinoamericano.
La estanter¨ªa y la sociedad de masas ya dan para polos opuestos: el italiano Manuel Maucci optar¨¢ desde 1892 por grandes tiradas, bajo precio y calidad muy discutible, produciendo 25.000 libros a la semana en 1935. L'Aven? encarnar¨¢ la referencia cultural del modernismo con su revista e imprenta, de donde sale su Biblioteca Popular L'Aven?. Gustavo Gili pasar¨¢ del libro religioso al t¨¦cnico; Seix Barral empezar¨¢ en 1911 con el libro escolar; la Fundaci¨®n Bernat Metge se permitir¨¢ el lujo desde 1922 de traducir s¨®lo a cl¨¢sicos griegos y latinos, y el libro infantil estallar¨¢ entre 1912 y 1936, con un cenit de masas en la revista En Patufet (1904-1938 y 65.000 ejemplares semanales), cuyo secreto estaba en el popular autor Josep Maria Folch i Torres.
Contenidos flexibles.
El 5 de marzo de 1939, con la nota de la censura franquista que reciben los editores, empieza otro libro: s¨®lo cuatro editoriales subsistir¨¢n y el primer permiso para editar en catal¨¢n no llegar¨¢ hasta 1946. Los 865 t¨ªtulos en esa lengua en 1936 no se recuperar¨¢n hasta 1976. El 69% de los sellos afincados hoy en Catalu?a se crearon a partir de 1971. Aun as¨ª, qued¨® un poso de tradici¨®n que permiti¨® que en 1949 nacieran dos futuros imperios: Planeta, de Jos¨¦ Manuel Lara, y Grijalbo (¨¦ste en M¨¦xico, por el exiliado Juan Grijalbo, que regres¨® con ella en los sesenta). Y 10 a?os despu¨¦s, Danae, editorial que dio origen al grupo Oc¨¦ano de Josep Llu¨ªs Monreal. Todas aguantaron la crisis de los ochenta tras caer el mercado de ultramar.
Hoy, afiliadas a su gremio, en Catalu?a hay 278 editoriales, que editan el 45% de los t¨ªtulos de Espa?a (octavo pa¨ªs en la Uni¨®n Europea) y que por su facturaci¨®n tienen el 53,2% de la cuota del mercado, en un duelo cl¨¢sico con Madrid que, desde su atalaya imparcial como director general de C¨ªrculo de Lectores, Joan Tarrida considera desfasado. "No se trata de tener la hegemon¨ªa en Espa?a sino a nivel global", afirma. Y lanza envites universales: "?Por qu¨¦ no editamos en ingl¨¦s? ?Por qu¨¦ no compramos la alemana Suhrkamp en vez de ir a la tan poco rentable Am¨¦rica Latina? ?Por qu¨¦ las agentes literarias espa?olas no representan al Nobel Pamuk? Se trata de ambici¨®n: se vende hoy igual desde Nueva York que desde Barcelona". Pero s¨ª detecta d¨¦ficits: "En Catalu?a tenemos un equipo profesional de primer nivel, pero falta la red de gran distribuci¨®n; Barcelona no tiene decisi¨®n de compra, que est¨¢ en Madrid: El Corte Ingl¨¦s, Carrefour, Fnac y Casa del Libro".
A esa lista de carencias, el secretario general del Gremio de Editores de Catalu?a, Segimon Borr¨¤s, a?ade los grandes medios de comunicaci¨®n. Pero le preocupa m¨¢s que se d¨¦ "una crisis de resituaci¨®n", como la ya vivida en los setenta, con Edicions 62 (primer intento de aunar cultura y negocio) y tras un exceso de oferta al que contribuyeron hasta los sellos castellanos publicando en catal¨¢n, que ahogaron el incipiente mercado. "El porcentaje de producci¨®n en catal¨¢n es hoy superior al de ventas, que a su vez es superior al de lectores", resume Borr¨¤s. Y como ant¨ªdoto, apunta que los editores lo sean "de contenidos flexibles para cualquier tecnolog¨ªa y canal, con visi¨®n global no re?ida con la local". Un poco como la que tuvieron los impresores alemanes que llegaron hace seis siglos a Catalu?a.
Nombres para una larga ¨¦poca
Vicent Clavel. Afincado en Barcelona desde 1920, donde hab¨ªa trasladado su editorial Cervantes, el valenciano Clavel (1888-1967) propuso en 1923 la creaci¨®n de un D¨ªa del Libro, a celebrar el 7 de octubre, fecha del supuesto nacimiento del autor de El Quijote. La primera edici¨®n fue en 1927. En Madrid tom¨® un aire m¨¢s acad¨¦mico y en Barcelona, m¨¢s popular. Debido al mal tiempo y la cercan¨ªa de la campa?a del libro de texto, a partir de 1931 la jornada pas¨® al 23 de abril, d¨ªa de la muerte segura del escritor y tambi¨¦n de la de Shakespeare. Desde 1995 es D¨ªa Mundial del Libro.
Juan Grijalbo. Aunque proven¨ªa de la banca, ser delegado de la Generalitat en 1937 en la C¨¢mara del Libro marc¨® la vida de Grijalbo (Gandesa, Tarragona, 1911- Barcelona, 2002). Se exili¨® a M¨¦xico, donde en 1939 trabaj¨® para la editorial Atlante. En 1949 fund¨® Grijalbo, que en una decena de a?os ten¨ªa sedes en casi toda Am¨¦rica Latina. Regres¨® a Espa?a con ella y tras cobijar en 1976 a la editorial Cr¨ªtica, estuvo atento tanto a ¨¦xitos de Estados Unidos (El Padrino, de Mario Puzo) como a buscar libros clave de la historia reciente espa?ola (Thomas, Jackson, Gibson...) o a abrirse al c¨®mic, con J¨²nior y Grijalbo/ Dargaud, que introdujo a Ast¨¦rix. En 1989 vendi¨® a Mondadori.
Josep Jan¨¦s. "Soy un hombre de letras... de cambio", bromeaba el precoz periodista (a los 23 a?os hab¨ªa fundado dos ef¨ªmeros diarios y una revista) y editor nato Josep Jan¨¦s i Oliv¨¦ (Hospitalet de Llobregat, 1913), fundador en 1934 de la colecci¨®n Quaderns Literaris, por precio, af¨¢n y dise?o precursora del libro de bolsillo en catal¨¢n. Tras el conflicto, edit¨® en castellano con tantas penurias como rigor: Tolst¨®i, Saroyan, Waltari, Zweig, Mann... A su muerte, en 1959 en un accidente de coche, Germ¨¢n Plaza compr¨® su rico fondo (1.600 t¨ªtulos) y cre¨® el sello Plaza & Jan¨¦s.
Antoni L¨®pez Llaus¨¤s. Como una caja china, la Llibreria Catal¨°nia que fund¨® en 1924 L¨®pez Llaus¨¤s (Barcelona, 1888-1979) era tambi¨¦n imprenta, editorial y distribuidora. Cobij¨® las revistas m¨¢s modernas de los a?os veinte y treinta (D'ac¨ª i d'all¨¤, Imatges) y public¨® la obra magna de Pompeu Fabra: su Diccionari general de la llengua catalana. Josep Maria Cruzet (19031962), cofundador de Catal¨°nia, cre¨® Selecta en 1946 con la que la edici¨®n catalana asom¨® la nariz tras la Guerra Civil: obras completas de Verdaguer, primer intento de las de Josep Pla, promotor de los premios de Santa Ll¨²cia y la gran Biblioteca Selecta: 325 t¨ªtulos a su muerte.
Jaume Mass¨® i Torrents. Mass¨® es una cabecera, la de la revista L'Aven?, que fund¨® en 1881, y tambi¨¦n una editorial. Ambas fueron estandarte del modernismo. Con 400 t¨ªtulos, incorporaron a las letras catalanas el latido espiritual europeo del momento: casi la mitad de su famosa Biblioteca Popular de l'Aven? (1903-1916) eran traducciones. Tambi¨¦n public¨® a una legi¨®n de autores catalanes. El esfuerzo no fue rentable y en 1918 se deshizo de ¨¦l.
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