Antes del baile de las hojas
Cinco bosques para empaparse de vivos colores oto?ales
El espect¨¢culo de la oto?ada acaba de levantar su tel¨®n. Las hayas se coronan ya de amarillo dorado, y los robles y casta?os motean sus hojas de ocre. La gama de verdes se torna en un multicolor abanico de dorados y granates que se mezclan con los perennes verdores de acebos, abetos y pinos. En las monta?as, se trata de un periodo corto que, muchos a?os, tan s¨®lo dura unas semanas, pero, por ser tan fugaz, es a¨²n m¨¢s intenso. Cientos de bosques de toda la Pen¨ªnsula muestran durante este periodo su mejor estampa.
1 Las selvas atl¨¢nticas del Ibias (Asturias)
El r¨ªo Ibias tiene sus nacederos en lo alto del puerto de Cerredo, desde donde atrocha a borbotones por un valle salpicado de prados y bosques, para convertir su escaso centenar de kil¨®metros de vida en uno de los tramos fluviales mejor conservados de Asturias. Las sierras de Tablado y Ra?adoiro encajonan el r¨ªo a su paso por la localidad de Lar¨®n, ocultando las aguas en una tortuosa umbr¨ªa emboscada de fresnos, alisos, robles y casta?os que acompa?aran a las aguas hasta muy cerca de San Antol¨ªn de Ibias, capital de la comarca.
Entre los peque?os pueblos de Lar¨®n y La Viliella parte una vieja senda que acerca los pasos, por la orilla del Ibias, hasta la aldea abandonada de Corral¨ªn, a trav¨¦s de un hermoso bosque olvidado. Sin duda, se trata de una de las mejores excursiones para disfrutar del colorido oto?o que pinta las laderas de estos montes astures. Colgado a media ladera y sujeto en ocasiones por gigantescos murallones de piedra, cruza este camino carretero entre prados, robledales y casta?ares.
La espesura de la galer¨ªa boscosa alimentada por el r¨ªo oculta las trazas fluviales en casi todo su recorrido, sabiendo de ¨¦l por el estr¨¦pito de sus aguas. Tras seis kil¨®metros de senda, una peque?a casa rehabilitada como ermita muestra el ¨²nico edificio que queda en pie de la vieja aldea, y donde cada 29 de septiembre los antiguos vecinos de Corral¨ªn regresan para celebrar la festividad de su patr¨®n, San Miguel.
2 Los casta?ares del valle del r¨ªo Ambroz (C¨¢ceres)
Situado entre las cacere?as sierra de Gata y comarca de Las Hurdes, se abre de norte a sur un pasillo verde que recuerda m¨¢s a las tierras gallegas que a las extreme?as: el valle del r¨ªo Ambroz. La orientaci¨®n de estos montes resguarda el valle de los fr¨ªos vientos del Norte, para propiciar un clima suave que se ve agraciado por las intensas lluvias. Condiciones excepcionales que convierten la vega del Ambroz y las laderas de sus montes en tupidos bosques de casta?os y robles.
Uno de estos bosques de casta?os es el que se encuentra en la localidad de Herv¨¢s, en las inmediaciones de la carretera que lleva a Cabezuela del Valle. La subida a la cumbre del monte Pinajarro, que domina desde su altura todo el valle, da una visi¨®n de la hermosura de estos bosques y prados emparentados con los paisajes norte?os de la cornisa c¨¢ntabra.
El agua es el protagonista en los paisajes de este valle extreme?o, con arroyos, fuentes, nacederos y veneros que crean por s¨ª mismos el entorno natural de sus montes. Pero, adem¨¢s de ¨¦stos, los manantiales de aguas sulfurados¨®dicas de la localidad de Ba?os de Montemayor dieron origen a la construcci¨®n de unas termas en la ¨¦poca romana, que a¨²n funcionan, dadas sus reconocidas propiedades curativas y profil¨¢cticas.
3 Los ¨²ltimos bosques de Babia (Le¨®n)
Babia forma parte de la hermosa orograf¨ªa leonesa, donde sus altivas monta?as guardan peque?os valles y bosques dormidos que oto?an entre la memoria de su antigua cultura pastoril.
Fue tierra de pastores trashumantes que pasaban el invierno al abrigo de las dehesas de Extremadura. Al llegar estas fechas oto?ales, mientras las nubes de panza de burro amenazaban las cumbres, zagales, rabadanes y mayorales reun¨ªan sus reba?os para emprender la marcha hacia el sur por la ca?ada real de La Plata.
Corzos, lobos, jabal¨ªes y osos merodean por estos territorios del norte leon¨¦s repletos de caminos y cordeles ganaderos que permiten al viajero recorrer f¨¢cilmente los distintos enclaves naturales que perviven aqu¨ª. Entre el bosque predominan los robles, pero son tambi¨¦n frecuentes las hayas, los abedules, los acebos y los arces, que, aunque no forman las extensas manchas arb¨®reas de anta?o, todav¨ªa cubren muchas de las laderas desde el puerto de Somiedo al de la Ventana.
Una de las posibilidades m¨¢s atractivas es el ascenso hasta la laguna de Las Verdes, acunada en el regazo de un a?ejo glaciar, tras una caminata de 10 kil¨®metros entre la ida y la vuelta. La localidad de Torre de Babia ser¨¢ la que despida los primeros pasos ascendentes hasta la laguna, adornada de forma natural con lirios, orqu¨ªdeas y an¨¦monas, mientras por las pe?as cercanas asoman rebecos y sobrevuelan algunas rapaces amigas de los riscos.
4 Los hayedos del Moncayo (Zaragoza)
La sierra del Moncayo levanta la cota m¨¢s alta del Sistema Ib¨¦rico entre la meseta castellana y la depresi¨®n del Ebro, cobijando en su ladera ma?a uno de los hayedos m¨¢s bellos del centro peninsular. Casi toda la extensi¨®n de este bosque se sit¨²a sobre la vertiente norte, donde tienen origen las primeras aguas de los r¨ªos Queiles y Huecha. Estos rodales de arboleda vieja son conocidos como Dehesa del Moncayo y encierran los mejores rincones de todo el entorno, con zonas de gran valor paisaj¨ªstico, bot¨¢nico y faun¨ªstico.
La vegetaci¨®n var¨ªa notablemente seg¨²n la altitud, encontrando bosquetes de encina, carrasco y rebollo hasta los primeros mil metros de altura. M¨¢s arriba de esta cota son frecuentes los rodales de hayas, sobre todo en las proximidades del barranco de Castilla, intercalados con rebollares y grandes extensiones de pino silvestre de repoblaci¨®n. Una de las mejores formas de recorrer este parque natural es seguir las sendas que parten desde el Centro de Interpretaci¨®n, en el paraje de Agramonte, hacia el santuario de la Virgen del Moncayo.
5 Hoz de Pelegrina, en el r¨ªo Dulce (Guadalajara)
La paramera alcarre?a pr¨®xima a la localidad de Sig¨¹enza se rompe de forma brusca por una fisura en cuyo fondo se contonea el r¨ªo Dulce. Durante 14 kil¨®metros, el curso fluvial rompe los esquemas de este terreno reseco repleto de barranqueras y cubierto en algunas zonas de amplias masas de carrascas y sabinas.
El p¨¢ramo castellano, de la provincia de Guadalajara, se traga este ca?¨®n de excepcional valor natural y paisaj¨ªstico que se hunde y retuerce formando hoces; la m¨¢s llamativa, la que rodea al peque?o pueblo de Pelegrina, cuyas casas se aferran a la ladera de una de las curvas custodiadas por las ruinas de un castillo. La subida se hace obligatoria, porque desde esta atalaya se obtendr¨¢n las mejores impresiones visuales de la hoz de Pelegrina, y de las galer¨ªas de chopos, ¨¢lamos, nogales y cerezos que colorean la oto?ada de este espectacular ca?¨®n fluvial.
El doctor F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente dio notoriedad a este paraje, que sirvi¨® de escenario en varios de sus episodios televisivos. En honor del malogrado naturalista existe un mirador con su nombre que ofrece una buena panor¨¢mica de los inicios del ca?¨®n y de la cascada Gollor¨ªo, que descuelga con gran estruendo las aguas de un peque?o arroyo sobre el r¨ªo due?o del desfiladero.
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