Naomi Klein. La marca de la pol¨ªtica
Econom¨ªa pura, pol¨ªtica dura. O viceversa. De ambas unidas; del poder del corporativismo. De eso trata el nuevo libro de la canadiense Naomi Klein (Montreal, 1970), la musa de la antiglobalizaci¨®n que vendi¨® m¨¢s de un mill¨®n de ejemplares con su No logo (2000). Versaba ¨¦ste sobre el poder de las marcas y sus maniobras feroces para colocar sus productos; The New York Times lo defini¨® como "biblia del movimiento antiglobalizaci¨®n", y la revista liberal The Economist le dedic¨® una portada r¨¦plica que titul¨® 'Pro logo'. Ahora presenta en Europa su nuevo libro, La doctrina del shock, y siempre acompa?ada de su marido, Avi Lewis, Klein se aloja en un hotel del Soho londinense y anda inquieta porque mantiene abierto un foro caliente con lectores de The Guardian, diario del que es columnista, al igual que del semanal izquierdista norteamericano The Nation.
"A la luz de la doctrina del 'shock', la historia pol¨ªtica de los ¨²ltimos 35 a?os adquiere un aspecto distinto"
"La Administraci¨®n de Bush es tan terrible que hay gran cantidad de activismo en EE UU, pero se centra en odiarla"
"A no ser que tengas un verdadero plan para cambiar el sistema, es mejor y m¨¢s efectivo quedarse fuera"
"Hay una idea consumista del cambio, como de ir de compras... El activismo es una lucha muy larga, de por vida"
El libro ha causado expectaci¨®n en el Reino Unido, y hay debate, desde luego, a tenor de las respuestas en distintos medios o de las recogidas en el citado foro digital: desde el "¨¦ste es un libro que deber¨ªa leer gente de todo el espectro pol¨ªtico", de un blogero llamado Richard Marcus, hasta la de otro, de nombre Tim Worstall, que se despacha: "?Que la ca¨ªda de los s¨®viets es un crimen contra la democracia? ?Pero qu¨¦ se ha fumado esta mujer?".
Ella -nieta de sindicalista en la empresa-marca Disney e hija de una pareja formada por una artista feminista y un objetor de la guerra de Vietnam huido a Canad¨¢-, seguidora entusiasta de los trabajos de Eduardo Galeano, John Berger o Susan Sontag, responde con detenimiento y seriedad a todos: "Se trata de intercambiar informaci¨®n, no de despotricar; de generar pol¨¦mica. Esta obra es un inicio, no un punto y final". Para esta mujer, el activismo es su escritura. Y la editorial en Espa?a, Paid¨®s, la presenta as¨ª: "Como pas¨® con No logo, ahora, con La doctrina del shock, Klein va a volver a sentar c¨¢tedra porque... vuelve a desarrollar una teor¨ªa fruto de la observaci¨®n in situ del avance demoledor del capitalismo". En un volumen de casi 600 p¨¢ginas, la autora no deja t¨ªtere con cabeza en el entramado de los intereses econ¨®micos y pol¨ªticos de EE UU, donde se public¨® a inicios de septiembre.
?Est¨¢ siendo diferente la respuesta hacia este libro que con 'No logo'? Su nueva obra es a¨²n m¨¢s pol¨ªtica...
La respuesta es distinta. Cuando sali¨® No logo, yo no era conocida, por lo que no hab¨ªa un deseo expreso de atacarlo; eso sucedi¨® despu¨¦s. En principio, las cr¨ªticas fueron positivas, y luego vinieron las negativas. Con ¨¦ste ha habido pol¨¦mica inmediata. Es controvertido. Cuento con que algunos se sientan amenazados: cuestiona una versi¨®n de la historia que siempre se ha aceptado, y la gente tiende a proteger su territorio. Habr¨¢ respuestas encolerizadas, otras le quitar¨¢n importancia, otras hablar¨¢n de conspiraci¨®n, y otras, encantadas.
Naomi Klein, que algunos columnistas brit¨¢nicos presentan como "apasionada abogada de las teor¨ªas de Keynes y Galbraith", describe el auge del capitalismo del desastre y sus efectos devastadores sobre los ciudadanos de a pie. "De c¨®mo forrarse con la desgracia ajena", se podr¨ªa titular. Si la historia oficial indica que el triunfo del capitalismo nace de la libertad, que el libre mercado desregulado va de la mano de la democracia..., ella asegura: "La historia del libre mercado contempor¨¢neo -el auge del corporativismo, en realidad- ha sido escrita con letras de shock". Una doctrina creada y recreada durante las ¨²ltimas tres d¨¦cadas que ella hace met¨¢fora y lleva del cuerpo f¨ªsico al pol¨ªtico.
As¨ª empieza su exposici¨®n, con las torturas y shocks infligidos sobre ciudadanos por agentes de la CIA durante los a?os cincuenta -descritos en manuales no hace mucho desclasificados-, y lo extiende a la pol¨ªtica econ¨®mica internacional implantada en distintos Estados en coyunturas concretas: Argentina y Chile, en los setenta; China y Polonia, al caer los ochenta; Rusia, la ex Yugoslavia, pa¨ªses de Asia o ?frica, en los noventa, y luego el mismo Estados Unidos e Irak, en el inicio del siglo XXI. Todos, laboratorios de esta doctrina que necesita para aplicarse, "sin ning¨²n tipo de restricciones, alg¨²n tipo de trauma colectivo adicional que suspenda temporal o permanentemente las reglas del juego democr¨¢tico".
Detr¨¢s de todo ello: la ideolog¨ªa y pr¨¢ctica de la Escuela de Chicago, con Milton Friedman, el gur¨² neoliberal estadounidense y premio Nobel, a la cabeza. "Su teor¨ªa se impuso en todo el mundo desde los setenta, pero hasta hace poco su visi¨®n jam¨¢s se hab¨ªa aplicado totalmente en su pa¨ªs de origen". Hasta que lleg¨® el 11-S y los neoconservadores se toparon con terreno abonado: p¨¢nico, incertidumbre, el enemigo terrorista..., y descubrieron las mil posibilidades del pa¨ªs de Sadam".
A la luz de esta doctrina, sigue Klein, la historia pol¨ªtica de los ¨²ltimos 35 a?os adquiere un aspecto muy distinto del que nos han contado. "Algunas de las violaciones de derechos humanos m¨¢s despreciables de este siglo se articularon activamente para preparar el terreno e introducir las reformas radicales que habr¨ªan de traer ese ansiado libre mercado". Nada como la frase de un ex agente de la CIA para orientar: "Para nosotros, el miedo y el desorden representaban una verdadera promesa".
Su obra ser¨¢ especialmente criticada por los relacionados con la filosof¨ªa o las teor¨ªas de la Escuela de Chicago.
S¨ª, s¨ª, pero un libro como ¨¦ste no puede medirse por sus cr¨ªticas. A alguien de izquierdas, le gustar¨¢; alguien de derechas, quiz¨¢ lo odie. Para m¨ª ser¨¢ un ¨¦xito si estas teor¨ªas salen a la luz, y si son capaces de abrir discusiones sobre c¨®mo llegaron a dominar.
Otra respuesta a un forero para atajar cr¨ªticas: "Quiero aclarar lo que es y no es este libro: no es la historia exhaustiva de todas las formas de uso del shock y las crisis para introducir medidas impopulares. S¨¦ que los reg¨ªmenes totalitarios comunistas y fascistas usaron tales t¨¢cticas. La diferencia es que dichas ideolog¨ªas han tenido que rendir cuentas por sus cr¨ªmenes. El capitalismo contempor¨¢neo nunca se ha planteado tal responsabilidad?, y ya es hora".
Vestida con vaqueros y camiseta roja, media melena de corte perfecto y gafas a ratos, de aspecto m¨¢s maduro que anta?o, la autora, periodista y activista se deja fotografiar con parsimonia y contesta de forma apasionada a todas aquellas cuestiones referidas al contenido del libro; las otras las evita, le exasperan: "Mi vida no importa, intereso por lo que hago". Se entusiasma al citar el corto documental que le ha preparado Alfonso Cuar¨®n (se ha visto ya en festivales) como aperitivo de su nueva publicaci¨®n: "El futuro que ¨¦l hab¨ªa creado en Children of men era muy cercano al presente que yo estaba contemplando en zonas devastadas...".
El libro expone mucho, describe un panorama desolador de maniobras pol¨ªticas y econ¨®micas, y? nos deja sin aliento. Si todo est¨¢ tan mal, la reacci¨®n del lector puede ser m¨¢s bien la contraria a lo que usted querr¨ªa como activista; es decir, ?pasemos de todo...!
?Que la reacci¨®n puede ser negativa?
S¨ª. Si todo est¨¢ perdido, se puede producir una huida hacia adelante?
"?Qui¨¦n dice que todo est¨¢ perdido?" [aqu¨ª encaja la frase de Mercedes Sosa]. No. Hay esperanza en el hecho de que las ideas progresistas y de izquierdas no perdieron la batalla ideol¨®gica; fueron forzadas, y fue una crisis lo que las derrot¨®. Pero las crisis son temporales. Si te fijas en lo que pasa en Latinoam¨¦rica hoy, se trata de un continente que ha sufrido todo tipo de crisis, y aun as¨ª, 30 a?os despu¨¦s, las ideas y la esperanza reaparecen. Y se est¨¢n encontrando nuevas formas para protegerse de crisis futuras. La ¨²nica cosa peor que el capitalismo es esa otra opci¨®n que sugiere que no hay alternativas. Precisamente yo digo que las hay, que las hubo siempre, que la gente las eligi¨® y que fueron derrotadas en guerras sucias, tanto intelectuales como reales. Esto deber¨ªa dar confianza a la gente...
En 'No logo' dec¨ªa que hab¨ªa que poner m¨¢s atenci¨®n a las estrategias de las marcas..., pero han pasado seis a?os y las cosas no han cambiado mucho...
?No logo no pretend¨ªa eliminar las marcas! Era un libro de pol¨ªtica y hablaba de un sistema comercial injusto. Yo dec¨ªa que las marcas son s¨®lo s¨ªmbolos, puertas de entrada al debate sobre el tipo de sistema comercial que queremos. Que era el momento de entrar por esa puerta. Y de eso trataban las protestas en Seattle contra la OMC, en Washington contra Banco Mundial y FMI, y en G¨¦nova contra el G-8; contra este sistema. Y si nos fijamos en d¨®nde estamos en 2007, vemos que esas organizaciones est¨¢n en crisis. Hay un cambio enorme.
Bien. Pero para muchos perdura la idea de que 'No logo' iba contra la industria, contra la econom¨ªa en general...
Estaba en contra de la explotaci¨®n de los trabajadores.
... y sin consumo, sin gente que consuma, no hay econom¨ªa...
S¨ª, pero ¨¦se es un an¨¢lisis muy tonto.
?Como el de la revista 'The Economist', al sacar una portada titulada 'Pro logo'?
Exacto. Cuando The Economist dice algo as¨ª, es una estrategia pol¨ªtica. Hay una expresi¨®n para esto: "Construir un hombre de paja para luego poder derribarlo". En tal batalla pol¨ªtica, yo estoy a un lado, y The Economist, al otro. Por supuesto que va a malinterpretar mis ideas, pero eso no es problema a no ser que s¨®lo creas lo que dice esa revista.
?Est¨¢n m¨¢s concienciadas las empresas ahora que hace un lustro?
No creo. Ha habido cambios, pero no hay ning¨²n sistema de control, as¨ª que ?c¨®mo lo sabemos? Pero el plan que exist¨ªa, y que buscaba formas m¨¢s profundas y r¨¢pidas de liberalismo corporativo, se ha estancado. Es decir, no est¨¢ mejorando, pero tampoco empeorando. A eso me refiero cuando digo que las negociaciones de la OMC llevan paradas cuatro a?os, que el FMI ha perdido poder, que el Banco Mundial est¨¢ en crisis y que los intentos de expansi¨®n de las ¨¢reas de libre comercio se han detenido. Yo s¨¦ que no hay utop¨ªas, pero, a d¨ªa de hoy, el poder parar estas cosas es en s¨ª una victoria: el principio.
Hablando de victorias, la sensaci¨®n en Europa es que los estadounidenses no reaccionan mucho con la guerra de Irak.
Es verdad, creo que es una de las iron¨ªas de la era George Bush. Esta Administraci¨®n es tan terrible que hay una gran cantidad de activismo; la gente tiene m¨¢s conciencia pol¨ªtica ahora que hace cinco a?os. Pero todo est¨¢ centrado en odiar a Bush o a Cheney, en conseguir que Obama o Hillary salgan elegidos. Todo se centra en las elecciones, en esas personas. Se ocupan menos de cuestiones como el cambio clim¨¢tico o la guerra, y m¨¢s del enfrentamiento entre dem¨®cratas y republicanos.
Usted dijo en Francfort en 2002 que la esperanza para el futuro del movimiento antiglobalizaci¨®n era Europa... ?Por qu¨¦ cree que es aqu¨ª diferente a EE UU?
Si lo dije en 2002 fue porque tras el 11-S hab¨ªa p¨¢nico en EE UU y muchos activistas dejaron de serlo por miedo a parecer antipatri¨®ticos. La guerra contra el terrorismo se us¨® como arma frente al activismo. Precisamente he escrito este libro para que mis compa?eros estadounidenses vuelvan a hablar sobre sistemas. Porque antes del 11-S, lo importante del debate que exist¨ªa sobre la globalizaci¨®n es que no era sobre Bush, Cheney o Clinton, era sobre sistemas y mentiras. Y tenemos que volver a eso.
La g¨¦nesis del nuevo libro se produjo durante el a?o en que vivi¨® en Argentina, mientras rodaba junto a su marido la pel¨ªcula La toma, sobre obreros en plena crisis que sacan adelante una f¨¢brica; all¨ª sus amigos le hablaron de las sangrientas ra¨ªces del proyecto de la Escuela de Chicago: "A menudo, compartiendo sus propios recuerdos y tragedias personales y familiares conmigo. Ellos cambiaron la forma en que ve¨ªa el mundo", recuerda Klein. Aquel primer destino le llev¨® luego a un periplo por el mundo que le marc¨®. Especialmente, Irak: "Cuando volv¨ª en 2004 ten¨ªa claro que deb¨ªa escribir sobre aquello. Estaba obsesionada con el asunto del shock: era la met¨¢fora elegida por los invasores y por los economistas. As¨ª que empec¨¦ a investigar acerca del shock verdadero de forma cient¨ªfica, y a ver m¨¢s similitudes entre el shock cient¨ªfico y lo que estaba pasando en estas zonas de conflicto".
?Se les ha ido la mano en esa guerra?
Sin duda, la guerra de Irak no ha salido seg¨²n lo previsto. Y conocemos el plan porque Paul Bremen entr¨® en Irak e intent¨® convertirlo en zona de libre comercio; dej¨® papeles que lo demuestran. Pero la ideolog¨ªa (del shock) ha tenido tanto ¨¦xito que ha penetrado en el coraz¨®n del Gobierno estadounidense. Incluso cuando la guerra fracase, sigue trat¨¢ndose de un ¨¦xito econ¨®mico para las empresas privadas; gran parte de la guerra la est¨¢n librando ellas. As¨ª que, cuanto peor est¨¢n las cosas, m¨¢s beneficioso es para estas compa?¨ªas.
?Las de armas, de seguridad...?
No s¨®lo armas, va m¨¢s all¨¢. Es muy radical lo que ha hecho esta Administraci¨®n; cosas como el espionaje, los interrogatorios de prisioneros, la construcci¨®n de c¨¢rceles? Tareas que son el n¨²cleo de lo que entendemos por Estado han sido privatizadas.
Siempre se benefician y pierden los mismos. Y esto es desesperante...
No hay nada desesperado cuando tienes claro a qui¨¦n te enfrentas. Lo es m¨¢s pensar que los dem¨®cratas van a arreglarlo todo en las pr¨®ximas elecciones. Deprimen m¨¢s las falsas esperanzas.
Tampoco parece que la izquierda tenga ideas o margen de maniobra...
Bueno, en Espa?a ten¨¦is un ejemplo de esto; tuvisteis unas elecciones en las que decidisteis que quer¨ªais salir de Irak, y as¨ª fue: un milagro. Y esto nos demuestra que es posible tener una democracia en la que haya una relaci¨®n entre lo que se vota y la realidad.
Precisamente muchos integrantes del movimiento antiglobalizaci¨®n no votan.
Yo, s¨ª.
?Y qu¨¦ piensa sobre ello?
Hay mucho escepticismo debido a la experiencia de votar para el cambio y no conseguirlo. Eso aumenta el desaliento. Pero si la gente ve que se consiguen resultados, se implica m¨¢s. Hay muchas situaciones en las que boicotear las elecciones fue una opci¨®n racional. Si tienes un sistema roto... Por ejemplo, Argentina antes del derrumbamiento: muchos votaron a un personaje de dibujos animados porque no ten¨ªa manos y no pod¨ªa robar. Fue un voto de protesta que ven¨ªa a decir que todos eran ladrones y que no quer¨ªan participar en eso. Cuando un sistema est¨¢ corrupto, como el de Estados Unidos, es una postura muy leg¨ªtima no seguir fingiendo que esto va a funcionar. Pero si se pueden tener elecciones reales, como, espero, en Ecuador o Bolivia, la gente recupera la fe en la democracia.
Usted es de izquierda, de familia y pensamiento... ?Cree que los partidos pol¨ªticos de izquierda deben plantearse una vez m¨¢s lo de renovarse o morir?
Gran pregunta, pero es dif¨ªcil para m¨ª generalizar; puedo hablar de situaciones concretas, de cada pa¨ªs. Decir en EL PA?S que todos los partidos de izquierda deben morir puede ser mala idea.
?Han perdido la conexi¨®n con la gente joven? ??sta no se siente representada por los partidos de izquierda?
Mira lo sucedido en Italia con el partido comunista. Un grupo de activistas se present¨® a las elecciones, hubo una renovaci¨®n; despu¨¦s, coalici¨®n con Prodi, y poco ha cambiado... Muchos movimientos sociales muy efectivos para presionar al Gobierno est¨¢n apartados... Creo que, a no ser que tengas un verdadero plan para arreglar el sistema, y no s¨®lo sentarte y ocupar sitio en el Parlamento, es mejor y m¨¢s efectivo quedarse fuera, estar bien organizado y ejercer presi¨®n. As¨ª que depende; deben ser estrategias bien pensadas. Dir¨ªa que mi generaci¨®n de activistas no se toma el poder pol¨ªtico en serio.
?Por qu¨¦ no?
Porque es posible cambiar el sistema no s¨®lo present¨¢ndose a las elecciones, sino con un plan serio de reforma constitucional y pol¨ªtica. Eso es lo que est¨¢ pasando en parte de Latinoam¨¦rica. En Europa y Am¨¦rica del Norte no parece haber tanta prisa, pero ocurrir¨¢.
?Cu¨¢ndo comenz¨® a interesarse por la pol¨ªtica? Ha contado en alguna ocasi¨®n que era muy consumista de joven.
S¨ª, cuando era adolescente.
?Por qu¨¦ cambi¨®?
Porque dej¨¦ de ser adolescente.
Usted cambi¨® esa conducta. Si tuviera que decirle a alguien c¨®mo hacerlo...
Le dir¨ªa que me le¨ª un libro que se llama No logo y ya no pude ir de compras.
?Ahora es m¨¢s 'no logo' o 'pro logo'?
No soy pro logo, pero no creo que mis compras sean relevantes.
Y en lo pol¨ªtico, ?d¨®nde podemos hacer algo los ciudadanos?
Bueno, ¨¦sa es la raz¨®n por la que escrib¨ª el libro: el tipo de cosas que cuento van a seguir pasando. Cada vez hay m¨¢s crisis y desastres, el mercado est¨¢ en crisis en Am¨¦rica del Norte, tenemos amenazas de ataques terroristas todo el tiempo, el clima enloquece... Lo escrib¨ª para que cuando esto ocurra, la gente est¨¦ informada, sepa c¨®mo funciona, defienda sus derechos y tambi¨¦n use esos momentos para decir con m¨¢s claridad qu¨¦ tipo de sociedad quiere.
Y ah¨ª estamos. "La informaci¨®n es el ¨²nico medio de resistencia ante el shock. Arm yourself", dice.
Klein no acepta el pesimismo. Se resiste. Rebate preguntas, las devuelve. "?Piensas que el activismo no puede cambiar nada y que todo lo que existe en torno a la globalizaci¨®n no ha conseguido nada? Pues te puedo dar ejemplos de situaciones en las que s¨ª se han cambiado cosas. El problema es que los medios tienden a ser esc¨¦pticos en cuanto a las posibilidades del activismo. Y yo no lo soy porque creo en ¨¦l, paso mucho tiempo con distintos movimientos sociales, y eso es lo que me inspira. Acabo de volver de Nueva Orleans: all¨ª he conocido a padres, profesores y alumnos que intentan recuperar sus escuelas, y es duro, pero lo hacen. Veo a gente que es activa y que tiene muy poco. Gente que lo ha perdido todo y se organiza".
E insiste en que parte del problema est¨¢ en creer que con el activismo se consiguen resultados inmediatos: "Se trata siempre de una lucha muy larga, de toda la vida, que unas veces se gana, y otras, no". Que algunos le dicen: fui a una manifestaci¨®n contra la guerra, y como eso no ha servido, ya no voy a hacer nada nunca m¨¢s. "En cierto sentido, ¨¦sta es una idea consumista del cambio; es como ir de compras: salir a la calle para que se acabe la guerra y esperar que sea ya, as¨ª, de inmediato".
Para la escritora, la soluci¨®n de muchos males pasa por alejar el dinero de la pol¨ªtica. "En EE UU, lo m¨¢s urgente, si se quiere un cambio, es la reforma electoral, para que las corporaciones que est¨¢n financiando a los pol¨ªticos y comprando anuncios de televisi¨®n tengan menos poder; en la actualidad, presentarse a presidente es cosa de ricos".
En su libro aparecen algunos personajes, como Milton Friedman, que debieron de ser una aut¨¦ntica pesadilla...
Bueno, ¨¦l es ejemplo de una forma de pensar. Escribo de ¨¦l para mostrar c¨®mo se extendieron sus ideas. Pero es mucho m¨¢s que el individuo en s¨ª. Siempre ha sido apoyado por Wall Street, y forma parte de una batalla. En EE UU se trata de una batalla entre los keynesianos y Wall Street. Y la mayor¨ªa de los economistas se refieren a ¨¦l como una contrarrevoluci¨®n, una revoluci¨®n que se dio tras la II Guerra Mundial con la aparici¨®n del Estado de bienestar, que perjudic¨® los beneficios de los m¨¢s ricos. Veo a Friedman como una herramienta de estos poderes; no le considero por su ideolog¨ªa, no le veo como alguien especialmente malo. Era una persona que cre¨ªa en la ley de la oferta y la demanda. Y en ese momento hab¨ªa demanda de Friedman, precisamente; ¨¦l proporcion¨® estas ideas.
Hay otros muy interesantes, que atrapan en su evoluci¨®n... Por ejemplo, Jefrey Sachs. Usted cuenta c¨®mo empez¨® en Bolivia, c¨®mo fracas¨® en Rusia...
Si no hubiera personas concretas en el libro ser¨ªa muy dif¨ªcil de leer, ser¨ªa s¨®lo teor¨ªa. Sachs se enfrentaba a unas fuerzas que eran m¨¢s poderosas que ¨¦l. La suya es una historia que trata sobre la importancia de los individuos y a la vez de los l¨ªmites, de aquello que los individuos no pueden conseguir frente a la fuerza de la historia.
Adem¨¢s de personajes, Klein, que estudi¨® filosof¨ªa y letras, y que procede del mundo de la cultura -"supongo que escribo sobre econom¨ªa de la misma forma en la que lo har¨ªa sobre libros, con las mismas herramientas; si no fuera as¨ª, yo tampoco leer¨ªa un libro de econom¨ªa"-, usa situaciones pol¨ªticas, describe maniobras detalladas, incluso localizaciones concretas que son como im¨¢genes detenidas, cinematogr¨¢ficas, para contar lo que quiere contar: "La econom¨ªa es muy importante, hay que leerla. Muchos no lo hacen porque parece un tema complicado, muy masculino, exclusivo, que hay que haber ido a la universidad para poder leer esa informaci¨®n. Y no tiene por qu¨¦ ser as¨ª".
Cita lo masculino... ?Qu¨¦ importancia le da hoy a ese otro pensamiento, el femenino? ?El de autoras como Susan George, Arundhati Roy, Anita Roddick...?
Mucha. No es tanto que est¨¦ unificado, sino que hay afinidad entre mujeres escritoras. Me da pena que no se mencione a m¨¢s en el libro, pero el que se narra es un mundo de hombres y no creo que sea coincidencia. Esta forma de pensar del mundo de hoy no la comparten muchas mujeres. S¨®lo Condoleezza Rice; es la ¨²nica a la que he escuchado usar este lenguaje al hablar de la guerra de L¨ªbano. Me considero feminista, y confundir creaci¨®n con destrucci¨®n tiende a ser patolog¨ªa muy masculina.
?Cu¨¢nto de capitalista tiene usted?
Es algo con lo que lucho cada d¨ªa; lucho por vivir una vida con diferentes valores en una sociedad de consumo hipercapitalista, as¨ª que yo dir¨ªa que es algo que fluct¨²a, sube y baja.
?Qu¨¦ le gustar¨ªa cambiar de s¨ª misma?
Todo, soy muy autocr¨ªtica; pero ser autocr¨ªtica en una entrevista con un peri¨®dico... es otra cosa.
?Incluye el libro todo lo que quer¨ªa?
No, no lo incluye, pero no me siento limitada. Siempre vi esta obra como un comienzo. Soy consciente de sus limitaciones, igual que lo era con No logo.
?Qu¨¦ portada sacar¨ªa 'The Economist' ante 'La doctrina del shock'?
?sa es la cuesti¨®n [se r¨ªe].
"?Pro shock, quiz¨¢?", apunta Avi, su marido, por detr¨¢s.
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