Educaci¨®n para la ciudadan¨ªa ?hasta cu¨¢ndo? ?hasta d¨®nde?
La oposici¨®n a la Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa y los Derechos Humanos (EpC), en la que ha tenido especial protagonismo una parte importante de la jerarqu¨ªa cat¨®lica, utiliza cono argumento principal el siguiente: "Su objetivo es la formaci¨®n de la conciencia moral de los alumnos. Se intenta imponer una formaci¨®n moral determinada". Pero nadie demuestra c¨®mo ni por qu¨¦. La realidad es que nuestra sociedad es plural en lo cultural, en lo ideol¨®gico y en lo religioso. Parece razonable definir unos principios b¨¢sicos de convivencia, como elementos de una ¨¦tica civil com¨²n. Entre los objetivos oficiales de EpC, no se encuentra nada que pueda calificarse como adoctrinamiento o ataque a ninguna moral racional determinada, ni mucho menos a la cat¨®lica. ?O es que un sector de la Iglesia no est¨¢ de acuerdo con el respeto a los derechos humanos, a las personas de otras culturas, a los y las homosexuales que deciden vivir su opci¨®n personal? Si es as¨ª, d¨ªgase de una vez. ?Se quiere seguir apedreando con el desprecio y el rechazo a las personas separadas y divorciadas que rehacen su vida, a tantas realidades familiares nuevas? A veces, parece que algunos desde las alturas han olvidado lo de la primera piedra. Por cierto, uno de los pocos estados del mundo que a¨²n no ha firmado la Carta de los Derechos Humanos es el Vaticano. ?Hasta cu¨¢ndo?
?Pretende quiz¨¢ alguna iglesia o religi¨®n concreta el monopolio de la formaci¨®n moral de las sociedades plurales y democr¨¢ticas? ?Qu¨¦ ocurre cuando se ignora a las mujeres, impidi¨¦ndoles llegar a determinados cargos o dignidades que se reservan para el var¨®n? ?O cuando en caso de adulterio se lapida o ahorca a la mujer, despachando al hombre con unos azotes o una reconvenci¨®n? Familias educadas as¨ª est¨¢n entre nosotros. Es razonable que la sociedad se proteja de determinados comportamientos y que a las futuras generaciones de esas familias se les ofrezca la posibilidad de conocer y adoptar otros c¨®digos de conducta. Las religiones no pueden ni deben tener el monopolio de la formaci¨®n. Por otro lado, es cierto que las familias son las primeras responsables de educar. Pero no son las ¨²nicas, ni las m¨¢s eficaces. No pueden pretender reservarse en exclusiva toda la competencia en cuestiones morales e ideol¨®gicas, pues eso es imposible y hasta peligroso. Los ni?os/as no son juguetes, ni barro moldeable. Son personas creciendo para ejercer sus responsabilidades en libertad.
?Puede un estado democr¨¢tico implantar en la escuela una asignatura con elementos filos¨®ficos, pol¨ªticos y morales? La respuesta es s¨ª, como dice el Consejo de Europa. Adem¨¢s, esto se ha estado haciendo a trav¨¦s de asignaturas como la filosof¨ªa, la ¨¦tica o la propia religi¨®n. Asimismo, la historia y la econom¨ªa -que tambi¨¦n contribuyen a formar a la persona- se pueden ense?ar de formas muy distintas. Pero no importa. Se ha tomado con la EpC.
Qu¨¦ ha ocurrido?. Pues una especie de comuni¨®n de intereses de la derecha pol¨ªtica y la derecha religiosa. Unos, para sacar tajada electoral. Otros, para mantener posiciones de privilegio con la formaci¨®n y control de las conciencias, apegados quiz¨¢s a conceptos de poder poco compatibles con su fundador, Jesucristo. No es aceptable, tampoco, que el Gobierno permita que se degrade sustancialmente la EpC, para contentar a todos, En esto no caben rebajas por intereses electorales. ?Hasta d¨®nde?
Tambi¨¦n hay peligros a evitar, como que la EpC se convierta en el ¨²nico reducto de la formaci¨®n en valores olvidando actitudes como el respeto y la tolerancia, que deben seguir presentes, transversalmente, en todas las materias, o que el debate actual camufle los problemas reales de nuestro sistema educativo (elevadas tasas de abandono y la convivencia).
En contra de la EpC puede haber gente de buena fe. Pero tambi¨¦n hay a?oranza por algunos de una sociedad autoritaria, conservadora y cerrada, donde se exclu¨ªa al diferente. Afortunadamente, la mayor¨ªa de los ciudadanos ya est¨¢ curada de ciertas nostalgias.
Ignacio Garc¨ªa es parlamentario andaluz y portavoz de Izquierda Unida en la Comisi¨®n de Educaci¨®n.
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