Las elecciones marroqu¨ªes, inicio de explicaci¨®n
Marruecos ha pasado en los ¨²ltimos a?os de un autoritarismo apoyado en el aparato de represi¨®n a un autoritarismo institucionalizado y legitimado por los antiguos y nuevos partidos de la oposici¨®n (PJD). La nueva f¨®rmula no puede responder ni a las necesidades de una democratizaci¨®n aut¨¦ntica ni a las de la integraci¨®n de las corrientes islamistas. En efecto, ese nuevo autoritarismo de rostro humano simplemente parece haber invertido el funcionamiento del antiguo concentrando la decisi¨®n desde arriba en una oligarqu¨ªa tecnocr¨¢tica y concediendo poca importancia a las formas y a la negociaci¨®n con las formaciones pol¨ªticas -a diferencia del antiguo, que pon¨ªa buen cuidado en llegar a cierto consenso con esas elites-. De modo que en un caso (autoritarismo anterior) se practicaba cierta apertura en la c¨²spide al tiempo que se cortaba las alas a la base mediante el estrecho control de las elecciones y la amenaza de represi¨®n, y en el otro se cultiva la amplia apertura en la base combinada con las limitaciones impuestas a la c¨²spide mediante las comisiones reales y los c¨ªrculos allegados al palacio. Un autoritarismo legalizado que ha renunciado a la represi¨®n como sistema de gobierno, que concede m¨¢rgenes de libertad bastante holgados, pero que no se ensambla con ninguno de los mecanismos capaces de impulsar el cambio.
Ahora, las elecciones del 7 de septiembre cierran el anterior per¨ªodo de prueba y emiten un juicio, al parecer decisivo, sobre este ¨²ltimo. Esta especie de evaluaci¨®n ha tenido lugar en un clima nuevo del que es importante levantar acta.
Las votaciones, y hay que felicitarse de ello, se han desarrollado en calma y seg¨²n unas reglas admitidas por todos, pese a las irregularidades denunciadas por una prensa atenta. La Administraci¨®n supo ser neutral, por mucho que haya sido una neutralidad m¨¢s bien negativa. Y, aunque el tr¨¢fico de influencias y la corrupci¨®n hicieron acto de presencia, se produjo una importante novedad: ahora, los participantes saben que est¨¢n siendo observados y vigilados. Finalmente, y por primera vez, el mapa pol¨ªtico que se desprende de las elecciones refleja, m¨¢s o menos, la realidad del pa¨ªs.
No obstante, los resultados expresan una toma de posici¨®n del pueblo sobre la apertura democr¨¢tica y el per¨ªodo de prueba. El masivo porcentaje de abstenci¨®n, que alcanza el 63%, indica un distanciamiento, si no una protesta contra las elecciones y contra un Parlamento que, en realidad, no representan sino una democracia nominal. Sin duda, hay que tener en cuenta las dificultades t¨¦cnicas que pudieron afectar a ciertas capas sociales (especialmente a las iletradas), as¨ª como la complejidad del procedimiento. Pero el peso aplastante de la abstenci¨®n y el mill¨®n de papeletas nulas o blancas demuestran que la mayor¨ªa del pueblo considera que este juego electoral tiene poco que ver con los verdaderos desaf¨ªos del pa¨ªs y que los medios pol¨ªtico-econ¨®micos, lo mismo que el poder de decisi¨®n, se concentran en manos del centro mon¨¢rquico y sus engranajes. El desencanto general y el boicoteo activo de las urnas preconizado por corrientes islamistas tambi¨¦n parecen haber desempe?ado un papel importante en la abstenci¨®n.
Por supuesto que no se puede afirmar que la mayor¨ªa de los abstencionistas son opositores a la Monarqu¨ªa. Pero s¨ª se puede considerar que la abstenci¨®n y el voto nulo constituyen un mensaje dirigido a un sistema que exhibe ciertos signos de democratizaci¨®n pero cuyo funcionamiento sigue siendo autoritario. El hecho es m¨¢s significativo si se comparan los porcentajes de abstenci¨®n de las dos ¨²ltimas elecciones: 48% en 2002 y 67% en 2007; un aumento brutal.
Pasemos ahora a los otros resultados. El reparto de esca?os ha causado sorpresas: el Istiqlal, en cabeza, seguido del Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD, islamista) y, muy distanciada, la USFP (Uni¨®n Socialista de las Fuerzas Populares), que qued¨® por detr¨¢s de las formaciones tradicionalistas y lealistas (Movimiento Popular y Reagrupamiento Nacional de Independientes). El voto de castigo contra la USFP es evidente y se explica por su abandono de las posiciones hist¨®ricas y por una gesti¨®n ineficaz. En lo que se refiere al trabajo de proximidad en los barrios, su acci¨®n no puede rivalizar con la del Istiqlal ni con la del PJD.
Es importante observar de cerca el caso del PJD, que part¨ªa como favorito en las elecciones. Pese a lo que parec¨ªan indicar unas previsiones precipitadas, este partido tambi¨¦n recibi¨® un voto de castigo: s¨®lo gan¨® cuatro
esca?os, cuando todo apuntaba a que duplicar¨ªa su presencia en el Parlamento. Pese a un considerable esfuerzo de organizaci¨®n, una actividad vigorosa en el campo social y las garant¨ªas que supo ofrecer a la Monarqu¨ªa, el PJD pag¨®, probablemente, el precio de su acercamiento a las elites y a formaciones demasiado propensas a las componendas. Por otra parte, su posicionamiento demuestra que la cuesti¨®n de la integraci¨®n de las llamadas corrientes islamistas sigue en suspenso, as¨ª como el problema de su radicalizaci¨®n.
El fracaso relativo del PJD y el ¨¦xito de los partidos tradicionales plantean la problem¨¢tica de las formaciones que practican las pol¨ªticas del Islam bajo otra luz. El pueblo marroqu¨ª considera que todos sus componentes son musulmanes, y los electores parecen votar sobre todo a grupos y personalidades que se vuelcan en apoyar sus intereses y resolver sus dificultades. Eso significa que votar por el Istiqlal, el PJD o los partidos tradicionales no es votar a favor ni contra el Islam -que no es una baza electoral-, sino m¨¢s bien votar por la labor de proximidad.
Sin embargo, en la interpretaci¨®n global de estas elecciones debe prevalecer la prudencia, pues con s¨®lo un 37% de participaci¨®n, tanto las victorias como las derrotas son relativas. Pero el hecho es que la modernizaci¨®n, sabiamente emprendida en la etapa actual, muestra sus l¨ªmites. Por supuesto, esa modernizaci¨®n proyecta una imagen hacia el exterior, pero los electores saben que la m¨¢quina democr¨¢tica gira sin engranar con los mecanismos reales del poder.
De hecho, estas elecciones han puesto sobre todo de relieve la nueva vida pol¨ªtica que se instala en Marruecos, as¨ª como el nuevo estado de opini¨®n del pa¨ªs, en el que las combinaciones electorales ya no pueden apoyarse en el peso del mundo rural -pilar hist¨®rico de la Monarqu¨ªa-, ahora menos fuerte que el medio urbano. ?Es posible avanzar hacia un nuevo estado de opini¨®n m¨¢s favorable a la participaci¨®n del pueblo, en saludable cooperaci¨®n con el Estado? Una cosa es segura: mientras la gente no tenga la n¨ªtida convicci¨®n de que las elecciones le permiten influir sobre las decisiones pol¨ªticas y econ¨®micas, seguir¨¢n privilegiando otras esferas de acci¨®n: la emigraci¨®n, la actividad informal a todos los niveles, la formaci¨®n de redes de solidaridad de todo tipo, o bien los caminos de la insubordinaci¨®n y la violencia. Ahora, la clase pol¨ªtica sabe que la mayor¨ªa del pueblo ya no la sigue. Tambi¨¦n ha podido constatar -enorme novedad- que esa mayor¨ªa permaneci¨® insensible al llamamiento real a favor de la participaci¨®n electoral.
El autoritarismo institucionalizado con amplios espacios de libertad a¨²n puede tener una larga vida por delante. Las elecciones de 2007 abren una etapa clave. Sientan las bases de un debate sobre la necesidad de un nuevo consenso con objetivos y reglas del juego que impliquen a todas las partes. Abren la discusi¨®n sobre esta democracia nominal y sus escasas posibilidades de convencer y perdurar. Por razones vinculadas a la historia y la cultura marroqu¨ª, y tambi¨¦n a las conquistas de este per¨ªodo de apertura que vivimos, la suerte de Marruecos es que la discusi¨®n se desarrolla hoy por medios pac¨ªficos. En otros pa¨ªses han dejado que se deslice hacia la violencia. Esperemos que la instituci¨®n mon¨¢rquica, la clase pol¨ªtica y todas las dem¨¢s partes sepan seguir debatiendo pac¨ªficamente entre s¨ª, aceptando ir hacia una democracia real.
Moulay Hicham es investigador en la Universidad de Stanford, primo hermano del rey Mohamed VI y segundo en la l¨ªnea de sucesi¨®n al Trono de Marruecos. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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