Recetas y disparates
No hay mayor ciego que el que no quiere ver, pero hay miradas refractarias que simulan ceguera porque ven s¨®lo lo que quieren ver. As¨ª, para Ibarretxe I Di¨¢sporo, c¨¦lebre te¨®crata vascongado, el problema de Batasuna es simplemente un problema de ideas. "El camino no es el de ilegalizar las ideas", nos dice el hombre, rodeado de diasp¨®ridos felices y olvid¨¢ndose de los vascos infelices. En efecto, el camino no es el de ilegalizar las ideas, pues de ser as¨ª no cabe duda de que tambi¨¦n hubieran ilegalizado las suyas -tentaci¨®n que, dicho sea de paso, no deja de rondar por las cabezas de los de la amplia tribu los banderines-. No, el camino es el de la ilegalizaci¨®n del crimen, que es de lo que se trata, aunque ¨¦l parezca no darse por enterado y aunque a muchos nos causen reparos los equ¨ªvocos y arbitrariedades que est¨¢ provocando la aplicaci¨®n de esa ley necesaria.
En el Ulster, en efecto y como nos recuerda nuestro hombre, el Gobierno brit¨¢nico no ilegaliz¨® el Sinn Fein, pero suspendi¨® la autonom¨ªa y envi¨® all¨ª el ej¨¦rcito, recetas que, si el Gobierno espa?ol las hubiera aplicado en Euskadi, no nos hubieran permitido conocer a nuestro actual lehendakari ni a sus predecesores, y que habr¨ªan tenido un resultado final muy similar al que han tenido en el Ulster: una autonom¨ªa p¨ªrrica con un gobierno coasociado en el que no hubiera participado el PNV. Supongo que hoy el se?or Ibarretxe estar¨ªa encantado con un gobierno Batasuna-PP, o similar, y sin Concierto Econ¨®mico. Con todo, lo m¨¢s triste de esa conclusi¨®n hubiera sido el inmenso vac¨ªo que habr¨ªa padecido la di¨¢spora, ya que, falta de conocerlo a ¨¦l con la llegada del segundo milenio, habr¨ªa tenido que esperar al tercero para vivir tama?a exultatio.
No menos sagaz que el lehendakari se nos presenta, entre los vapores emocionales del Kilolitroak, la portavoz del Gobierno vasco, Miren Azkarate, para quien los ¨²ltimos atentados de ETA y los actos de kale borroka suponen "volver a recetas del pasado", que se ha visto que no conducen a "v¨ªas de soluci¨®n". ?De qu¨¦ habla esta se?ora que confunde la pervivencia del crimen con un recetario y que admite la posibilidad de que el crimen haya podido ser la v¨ªa de soluci¨®n del crimen? Habla, al parecer, de ideas, como su jefe te¨®logo, de ideas que un d¨ªa pudieron valer pero que hoy no sirven, ideas que, si las cuantificamos, resultan ser 800, es decir, 800 asesinatos, a los que hay que a?adir miles de damnificados y decenas de miles de perseguidos, asesinatos y perjuicios que la se?ora consejera convierte en recetas. ?Cielo santo!, ?c¨®mo podemos soportar a estos dirigentes sin caer en la vileza?
?Y c¨®mo podemos soportar igualmente la confusi¨®n en la que nos ahogamos? Volemos a la tregua. En su transcurso, era factible que cualquier enviado gubernamental pudiera entrevistarse con discreci¨®n con miembros en activo de ETA sin que el hecho constituyera un delito, pero era objeto de persecuci¨®n policial cualquier contacto de esos mismos representantes con miembros de Batasuna, situaci¨®n que nos resultaba incomprensible. Los contactos con ambas organizaciones ilegales respond¨ªan a una decisi¨®n pol¨ªtica del presidente del Gobierno, respaldada por el Congreso y leg¨ªtima por ello, para tratar de poner fin a cuarenta a?os de horror.
Curiosamente, esa decisi¨®n condujo a un conflicto entre poderes, de tal forma que la actuaci¨®n de los jueces hac¨ªa inviable una decisi¨®n pol¨ªtica del Ejecutivo que contaba con el acuerdo parlamentario, situaci¨®n que provoc¨® un dictamen del Supremo que puso las cosas en su sitio, aunque hoy todo el mundo parece haberlo olvidado. El hecho resultaba a¨²n m¨¢s absurdo porque se aplicaba una ley, la de Partidos, para impedir unos contactos que trataban de superar las circunstancias que constitu¨ªan la raz¨®n de ser de la ley misma. No se me ocurre otra cosa, para explicar esa anomal¨ªa, que recurrir a un atraco con rehenes que se hubiera solucionado gracias a las negociaciones entre atracadores y polic¨ªas, pero que hubiera conllevado el procesamiento de unos y otros no por el atraco, sino por las conversaciones para resolverlo.
Lo que el c¨¦lebre proceso fallido demostr¨® fue que la ley de Partidos, necesaria para combatir a ETA, pod¨ªa convertirse en un f¨®rceps pol¨ªtico, al determinar la ¨²nica v¨ªa pol¨ªtica posible para dar fin a un problema que no por terrorista deja de ser pol¨ªtico. Un disparate que vuelven a poner de actualidad los mal¨¦volos corifeos del por qu¨¦ s¨ª ahora y no entonces, corifeos entre los que los dirigentes del PP y nuestro Gobierno vasco se llevan la palma.
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