Pestes
Una decisi¨®n sin precedentes, la del juez de lo contencioso administrativo de Barcelona, al ordenar que un tuberculoso fuera retenido en el hospital para evitar el contagio de otras personas.
Quiz¨¢ todav¨ªa recuerden aquel episodio tan peliculero de un paciente estadounidense, abogado de 31 a?os, puesto en busca y captura "solo" porque estaba infectado de uno de los tipos de tuberculosis especialmente peligrosos. La peripecia de sus vuelos transatl¨¢nticos diseminando bacilos (se supone que sin saberlo) fue publicada en todo el mundo. Tras ser localizado vino la foto espectacular de la entrada en cuarentena, bajo custodia de alguaciles enmascarados, y las indagaciones sobre todas las personas que pod¨ªan haber sido alcanzadas por la "peste blanca". Esa que tuvo su momento de gloria tiempo atr¨¢s, cuando m¨¢s que una plaga se la consideraba la enfermedad de las pasiones tristes y frustradas. Porque la tuberculosis, como anot¨® Susan Sontag, tambi¨¦n tiene sus met¨¢foras.
El aura de los personajes t¨ªsicos, consumidos rom¨¢nticamente, ha dejado rastro indeleble en la literatura y otras bellas artes. La Dama de las Camelias en papel y escenarios; Bernardette Soubirus y Santa Teresita de Jes¨²s en el altar; Botticelli y su Venus-Simoneta; Chejov, Gorki, Paganini, Leopardi, B¨¦cquer y John Keats; Chopin el de los dedos cer¨²leos y la Mim¨ª de La Boheme...Sin olvidar a tantos m¨¦dicos e investigadores que sucumbieron contagiados por su dedicaci¨®n, perdidos entre cavernas pulmonares.
A los enfermos, en los libros, parece sentarles bien la est¨¦tica enga?osa de La monta?a m¨¢gica: ese ideal de belleza del siglo XIX que se refleja en la l¨¢nguida consunci¨®n, la p¨¢lida delgadez, los ojos hundidos vagando por paisajes nevados y decorados modernistas... Son personajes dignos, incluso sublimes, a la espera de una muerte dulce que abrir¨¢ el camino hacia la redenci¨®n y la santidad.
Pero en la vida real de las toses secas, soplos pulmonares, condensaci¨®n de tejidos y estertores..., las cosas son bien diferentes. La tuberculosis a¨²n tiene mucho de estigma porque sigue siendo engordada por la pobreza, las adicciones, la inmunodepresi¨®n y otras miserias humanas. Todav¨ªa m¨¢s cuando su repunte en el mundo rico vino asociado a la irrupci¨®n del sida. En estos casos, e incluso sin VIH, ha comportado a las personas que la padecen m¨¢s aislamiento y m¨¢s marginaci¨®n. Son los restos de la tuberculofobia, que ya a principios del siglo XX inspiraba en Francia medidas extremas.
Con la mejora de las condiciones de vida, alimentaci¨®n e higiene, con los descubrimientos cient¨ªficos para prevenir, diagnosticar y curar, se dieron grandes pasos adelante. Europa ha conseguido controlar bastante la propagaci¨®n de la epidemia, excepto en Portugal y Espa?a, donde los ¨ªndices siguen siendo preocupantes. Porque con las terapias incumplidas entra en liza uno de los peores enemigos: las resistencias a los f¨¢rmacos que, mal administrados, acaban por no hacer efecto. Por eso se dice que en tuberculosis, como en VIH, los ¨¦xitos casi nunca son definitivos.
Esto es lo que ocurre con parte de los enfermos marginales: que les incomoda seguir un tratamiento de varios meses y dicen que "todo les da igual", aunque tambi¨¦n quiz¨¢ haya quien no tenga f¨¢cil acudir al hospital donde se suministra la terapia para mejor control.
Se ve que estamos preparados para restaurar el tejido pulmonar pero no el social, que no hay mecanismos para ayudar a estas personas a cuidar su salud f¨ªsica y ps¨ªquica. Ni para impedir que no atenten contra las de los dem¨¢s.
Hasta la sentencia de Barcelona, los facultativos s¨®lo pod¨ªan intentar convencerles. Y si no, mirar para otro lado, lo que debe ser duro a sabiendas de que sale a la calle una bomba de relojer¨ªa: un estornudo, un beso..., y ya est¨¢. Es un grave problema de salud p¨²blica que no parece que est¨¦ siendo abordado con la firmeza necesaria ni por las autoridades sanitarias, ni por las pol¨ªticas, ni por las judiciales.
Otra cosa: retener a un enfermo durante 20 d¨ªas, como en Barcelona, no sirve de gran cosa, s¨®lo para dar titulares. Quienes lo entienden aseguran que los tratamientos verdaderamente eficaces son bastante m¨¢s largos.
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