Variaciones monocromas
La pintura monocroma ha discurrido hist¨®ricamente entre los t¨¦rminos de un radicalismo vanguardista embarcado en la tarea de la b¨²squeda de los l¨ªmites de la obra enteramente depurada, y los de un radicalismo de sesgo posmodernista instalado ya en esos l¨ªmites. Dicho de otro modo, la actitud vanguardista de un Mal¨¦vich formaba parte de una especie de ofensiva, mientras que la de un Reinhardt, por ejemplo, se encontraba en una situaci¨®n que ten¨ªa algo de defensiva. Entretanto, el monocromo ha podido jugar con la mirada contemplativa (Rothko, Teixidor) tanto como con la acci¨®n (Klein), o con la autoconciencia (Richter, Ryman) tanto como con la luz (Turrell, Yturralde). Finalmente, hasta en el ¨¢mbito de la pintura monocroma se reconocen en nuestros d¨ªas los rasgos de la dispersi¨®n en que se mueve el arte.
ANA PETERS
IVAM. Guillem de Castro, 118 Valencia
Hasta el 4 de noviembre
En este contexto, la pintura monocroma de Ana Peters cuenta con el m¨¦rito de haber logrado seguir un camino propio. Nacida en Bremen en 1932 e instalada en Valencia diez a?os despu¨¦s, y tras una trayectoria que ha tenido algo de intermitente, la muestra que ahora presenta, comisariada por Barbara Rose, se compone b¨¢sicamente de trabajos (¨®leos y obra sobre papel) realizados entre 1990 y 2005. Se trata de una pintura fundamentalmente silenciosa, de orientaci¨®n po¨¦tica, en donde la autora presenta sus variaciones monocrom¨¢ticas a manera de paisajes naturales, de espacios en los que la mirada implica al cuerpo, de modo que, como dice la comisaria, se "nos libera f¨ªsicamente", y uno siente poder "flotar, bucear o planear" en ellos.
Ana Peters maneja los colores trabajando lentamente la tela, poniendo pintura, pero tambi¨¦n frot¨¢ndola o rasp¨¢ndola. En ese camino (en un sentido que se hace particularmente claro en sus dibujos, m¨¢s indiciales que ic¨®nicos), va dejando huellas: trazos, peque?as manchas, acaso para retener la mirada del espectador y subrayar el hecho de que lo m¨¢s importante de la obra estriba no en la evidencia crom¨¢tica, sino en los matices con que se nos aparece y lo que con ello es capaz de hacer la imaginaci¨®n. En conjunto, lo que Ana Peters nos ofrece es un ejemplo de la manera en que sigue siendo posible el cultivo de una forma de pintura de ya larga tradici¨®n. Y, en su caso, del modo en que el espacio en ellas construido puede remitirnos a la dimensi¨®n del tiempo, un tiempo siempre lento, incluso detenido.
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