?C¨®mo me han dejado hacer esto?
ARQUITECTURA
En marzo de 1999, a?o y medio despu¨¦s de la apertura del Museo Guggenheim Bilbao, el diario The Washington Post lanzaba la siguiente pregunta: ?puede por s¨ª solo, un edificio contempor¨¢neo levantado en un antiguo astillero, dise?ado por un afable arquitecto californiano (de origen judeo-canadiense), insuflar nueva vida cultural y econ¨®mica a una ciudad en decadencia, situada en la cornisa industrial del norte de Espa?a? Seis a?os m¨¢s tarde, la Escuela de Dise?o de Harvard la reformulaba diciendo: ?puede repetirse el ¨¦xito del Museo Guggeheim Bilbao? No hay duda, Bilbao est¨¢ ya en el mapa, tambi¨¦n en la prensa y en las universidades.
El magnetismo de Bilbao es analizado en la mayor¨ªa de las escuelas de dise?o urbano como el efecto Bilbao a partir del cual el valor de la arquitectura como imagen de marca est¨¢ adoptando una posici¨®n clave en la nueva econom¨ªa globalizada. El fen¨®meno se asocia tambi¨¦n a otra palabra de nueva creaci¨®n starchitect, (arquitecto+estrella), que es un t¨¦rmino peyorativo utilizado para nombrar a los ¨ªdolos de la arquitectura que se dedican a sembrar iconos medi¨¢ticos por todo el mundo. Sin embargo, para Bilbao el efecto no ha podido ser m¨¢s positivo. El primer a?o, despu¨¦s de la apertura, el museo recibi¨® 100.000 visitantes al mes y ahora el flujo se ha estabilizado en la cifra de un mill¨®n de entradas anuales.
"Sin la visi¨®n de Utzon, dif¨ªcilmente podr¨ªa existir el Guggenheim en Bilbao", dice Frank O. Gehry
Hace s¨®lo unas semanas, en un art¨ªculo publicado en The New York Times, se dec¨ªa que diez a?os despu¨¦s Bilbao se ha convertido en una atracci¨®n para el turismo. El peregrinaje a Bilbao es obligado y los efectos penitenciales del viaje reconfortan y purifican a todo aquel que sea iluminado por los reflejos met¨¢licos del titanio.
El corresponsal de viajes de este peri¨®dico neoyorquino, Denny Lee, ha visitado Bilbao recientemente y se sorprende del profundo cambio sufrido por una ciudad que, hace ocho a?os, recordaba por el horrible olor a podrido de su r¨ªa. La imagen que le qued¨® grabada fue la de un museo de primera clase nadando en un entorno infeccioso y tercermundista. Ahora, la ciudad est¨¢ irreconocible, con muchas de sus calles peatonalizadas, con su Casco Viejo renovado, con la colecci¨®n de obras de los arquiestrellas repartidas a lo largo de una r¨ªa que, seg¨²n Lee, no tiene el color azul del Danubio, pero en la que se practica el remo y sobre la que se deslizan parejas de cormoranes.
El factor ?guau!
Desde finales de los noventa, a?os en los que se termin¨® el Museo Guggenheim Bilbao, se han venido utilizando las palabras wow factor, (factor ?guau!), como concepto para referirse a esos edificios espectaculares que act¨²an como factores destacados en determinados procesos de regeneraci¨®n urbana. De acuerdo con este nuevo par¨¢metro se est¨¢n realizando estudios sobre qu¨¦ es lo que piensan de un edificio las personas que pasan delante de ¨¦l y si se ha tenido en cuenta el factor ?guau! a la hora de dise?arlo, adem¨¢s del programa y del coste.
Frank O. Gehry (Toronto, 1929) tiene un problema, y es que quiere ser un chico bueno. Desea agradar a todo el mundo, siendo al mismo tiempo un tipo muy competitivo. Thomas Krens, director de la Fundaci¨®n Solomon R. Guggenheim, ha dicho que no hay que dejarse enga?ar por ese aspecto que tiene el arquitecto canadiense, a imagen del inspector Colombo, con esa gabardina arrugada y esa seguridad en s¨ª mismo. Gehry nunca pens¨® que Bilbao fuera a tener la repercusi¨®n que ha tenido. Lo ha comentado con su amigo Sidney Pollack en la pel¨ªcula Sketches of Frank Gehry, 2005: "Cuando fui a Bilbao por primera vez y lo vi (el Museo Guggenheim), me dio verg¨¹enza. Pens¨¦, ?Dios m¨ªo! ?C¨®mo me han dejado hacer esto?".
Independientemente de las consecuencias del permiso otorgado y del riesgo asumido, la elecci¨®n del lugar fue decisiva. Krens ten¨ªa claro que Bilbao necesitaba un edificio que produjera pasmo y admiraci¨®n y que, al mismo tiempo, contribuyera a caracterizar la imagen de la ciudad. Tanto Krens como Gehry coincidieron (sin que estos t¨¦rminos estuvieran todav¨ªa acu?ados) en que el Museo Guggenheim Bilbao ten¨ªa que ser un edificio con un elevado factor ?guau!
El mal ejemplo de Sidney
Se ha asociado el caso con la ?pera de Sidney, 1957-1973 (J?rn Utzon, Copenhague, 1918), comparando los dos edificios por su semejante importancia simb¨®lica. Gehry ha llegado a afirmar que: "Sin la visi¨®n de Utzon, dif¨ªcilmente podr¨ªa existir el Guggenheim en Bilbao". Pero ni la personalidad perfeccionista de Utzon, quien abandon¨® la obra, ni la dedicaci¨®n (la oficina del arquitecto no estuvo operativa durante los seis meses que dur¨® el traslado de Dinamarca a Australia, precisamente en la fase en la que era m¨¢s necesaria la asistencia al proyecto) fueron comparables a la maleabilidad de Gehry, ni a los medios que se asignaron a la producci¨®n del Museo Guggenheim Bilbao. La concepci¨®n y construcci¨®n de la ?pera de Sidney se alarg¨® diecis¨¦is a?os, cost¨® diez veces m¨¢s de lo previsto y supuso el quebranto de las relaciones que Utzon mantuvo con la ingenier¨ªa de Ove Arup. En Bilbao, la habilidad de Gehry, el saber hacer de la ingenier¨ªa local Idom y la generosidad del cliente hicieron que todo fuera mucho m¨¢s f¨¢cil.
Fondo para retrato de boda
Peri¨®dicamente, el Museo Guggenheim Bilbao se adorna con piezas colocadas alrededor del edificio. Primero fue Puppy, de Jeff Koons; luego sigui¨® Maman, de Louise Bourgeois; despu¨¦s Tulips, tambi¨¦n de Koons, todas figurativas y ahora, para conmemorar el d¨¦cimo aniversario de la apertura, Daniel Buren ha vestido el p¨®rtico del puente de La Salve con traje rojo. Los fines de semana, en una performance ritual y como una obra de arte m¨¢s, las novias de Bilbao son fotografiadas y expuestas delante del Guggenheim siguiendo las anotaciones de Marcel Duchamp para su obra La Mari¨¦e mise a nu par les celibataires: "Disposici¨®n gr¨¢fica: larga tela, cayendo. La novia en alto, los c¨¦libes debajo". Esto demuestra que ha sido un ¨¦xito.
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