Los libros y los amigos
La Feria del Libro de Francfort, que se celebra hasta el 14 de octubre, es la ¨²nica feria internacional del libro a la que asisten pr¨¢cticamente todos los editores del mundo. Sin despreciar otras ferias, como la BEA estadounidense, la Feria del Libro de Londres, la Feria del Libro de El Cairo, Liber, el Salon du Livre, Jerusal¨¦n, la Feria del Libro de Buenos Aires, las ferias del libro de Nueva Delhi, Varsovia y Calcuta -y probablemente una decena m¨¢s-, Francfort, que se celebr¨® por primera vez en 1454, es la abuela de todas ellas. (Hubo un interregno que comenz¨® en 1764 y en el que Leipzig sustituy¨® a Francfort, pero la sede volvi¨® a cambiar tras la era nazi, en 1949, despu¨¦s de que Leipzig pasara a formar parte del bloque sovi¨¦tico).
Desde el siglo XV, impresores cargados con barriles llenos de libros viajaban durante meses a pie, a caballo o en barco para asistir a la muestra
Cuando la electr¨®nica entr¨® en la feria no se pod¨ªa predecir la actual importancia de la edici¨®n en ese formato
Cada vez se publican m¨¢s libros, pero cada libro vende menos y los ¨¦xitos de ventas venden mucho m¨¢s que antes
Este a?o estar¨¦ en la Feria del Libro de Francfort por cuadrag¨¦simo cuarta vez. Como casi todo el mundo, tuve que alcanzar cierto grado de veteran¨ªa para que mis jefes me permitieran disfrutar de un billete de avi¨®n, una habitaci¨®n de hotel y una semana sin ir al despacho. La primera vez que vine fue a instancias del conocido editor alem¨¢n Andreas Landshoff, amigo m¨ªo y ya entonces un veterano, que nunca dej¨® de asistir a la feria hasta hace poco. Su tarea como editor en Abrams inclu¨ªa la coproducci¨®n de los libros visuales de Abrams, y Francfort era fundamental para su trabajo.
Al principio, yo iba como editor de libros de bolsillo, luego empec¨¦ a interesarme fundamentalmente por la compraventa de derechos, y luego, sobre todo, por las reimpresiones. Los derechos que vend¨ªa, primero en nombre de Avon Books y luego de Penguin, eran los de las ediciones en lenguas extranjeras de libros que nosotros ya ten¨ªamos. La venta de derechos era un aspecto comercial que, a veces, nos permit¨ªa cubrir los gastos de la feria, y a mis autores les gustaba que yo volviera a casa y les contara sobre los derechos que hab¨ªamos logrado vender. Sin embargo, nada, ni entonces ni ahora, me ha dado nunca tanta satisfacci¨®n como el hecho de encontrar un libro nuevo para publicar. La labor editorial se alimenta del entusiasmo ante un futuro impredecible, y creo que siempre ser¨¢ as¨ª. Los libros que adquirimos son la base sobre la que el p¨²blico puede valorar las decisiones culturales y comerciales del editor: culturales en el caso de los libros de m¨¢s calidad, y comerciales en el sentido de que la editorial necesita vender para poder seguir editando libros.
A lo largo de mi vida, el gran acontecimiento de octubre ha cambiado, pero merece la pena dedicar un instante a esbozar una historia resumida de la feria. En los primeros tiempos, desde el siglo XV hasta principios del XX, era una feria sobre todo alemana, desde luego, pero desde muy temprano tuvo una faceta internacional. Impresores de Italia, Suiza, los Pa¨ªses Bajos, Polonia, Francia y otros pa¨ªses, cargados con barriles llenos de libros, viajaban durante meses a pie, a caballo y en barco para asistir a la muestra. Si el libro empez¨® a internacionalizarse tan pronto fue gracias a Gutenberg y su invenci¨®n del tipo m¨®vil y la imprenta en 1450, que hizo posible la impresi¨®n de m¨²ltiples ediciones. Desde luego, su invento contribuy¨® m¨¢s que ning¨²n otro a la lectura de libros y la difusi¨®n del conocimiento, tanto en lat¨ªn como en las lenguas vern¨¢culas. El hecho de que una obra se leyera m¨¢s en una lengua determinada hac¨ªa que los editores de otros pa¨ªses quisieran traducirla. Pero esa faceta internacional no adquiri¨® verdadero impulso hasta el desarrollo de los viajes y las comunicaciones, que permitieron el aumento de los intercambios culturales. Se sabe que las primeras ferias alemanas ya ten¨ªan la vista puesta en el extranjero, como lo demuestra la existencia de un cat¨¢logo de la Feria de Francfort en ingl¨¦s, que empez¨® a editar el librero John Norton en 1608- 1618; no obstante, la lengua franca de las obras y los participantes sigui¨® siendo el lat¨ªn.
Aunque, en gran parte, las ferias de Francfort y Leipzig siguieron constituyendo los lugares de encuentro de editores y libreros alemanes, al mismo tiempo contribuyeron a ese intercambio de ideas y a fomentar el debate sobre la labor editorial en general. En las ferias, los editores entraban en contacto con las nuevas tecnolog¨ªas relacionadas con el papel, la tinta, la impresi¨®n y la encuadernaci¨®n, e incluso diferentes m¨¦todos de dise?o, ventas y distribuci¨®n. Aunque el libro era un objeto cultural, la tecnolog¨ªa era y sigue siendo su accesorio indispensable.
La llamada Feria del Libro de Francfort ha ido incorporando todos esos aspectos auxiliares, y otros productos no auxiliares como mapas, carteles y calendarios, y en tiempos m¨¢s recientes cintas de audio y CD, descargas digitales, juegos, etc¨¦tera. Internet y la digitalizaci¨®n auguran todav¨ªa m¨¢s cambios para el futuro, del mismo modo que las ediciones de bolsillo -iniciadas por Tauchnitz en Leipzig, en 1841, y por Penguin en formatos m¨¢s "de masas" en 1935, en Inglaterra- revolucionaron la producci¨®n, el precio y la venta del libro, los h¨¢bitos de lectura en todo el mundo y la forma de presentar y vender los libros, al ampliar los formatos de la informaci¨®n y el entretenimiento.
En cuanto a la feria en s¨ª, que
inicialmente era una feria profesional y comercial -a la que el p¨²blico asist¨ªa m¨¢s o menos dependiendo de las reglas cambiantes de la muestra-, con el tiempo se fue entretejiendo con la econom¨ªa social. Por un lado, esa evoluci¨®n se debi¨® al desarrollo del comercio nacional e internacional. Pero, por otro, en los a?os setenta, pasaron a primer plano las distintas sensibilidades y las tendencias pol¨ªticas. Empezaron a verse, en ocasiones, protestas llamativas e incluso violentas, como las manifestaciones de una izquierda cada vez m¨¢s combativa contra las publicaciones de Axel Springer, la ocupaci¨®n del pabell¨®n griego por parte de disidentes en 1967 y la protesta de la Federaci¨®n de Estudiantes Socialistas y el movimiento contra Leopold Senghor en 1968, a?o en el que se le concedi¨® el Premio de la Paz de Francfort, el prestigioso galard¨®n que concede la feria cada a?o en la iglesia de San Pablo. La direcci¨®n de la feria, como es comprensible, asumi¨® una postura inflexible ante toda esa politizaci¨®n, pero acab¨® viendo que era imposible, con la presencia de los medios de comunicaci¨®n, aislar por completo los acontecimientos mundiales de la cultura y el comercio del libro. Por ejemplo, la fatua dictada por el ayatol¨¢ Jomeini en 1989 contra Salman Rushdie y todos los que difundieran Los versos sat¨¢nicos dej¨® claro que la seguridad f¨ªsica ya no estaba garantizada. La feria tuvo que a?adir un n¨²mero cada vez mayor de medidas de seguridad en las entradas, una situaci¨®n que empeor¨® todav¨ªa m¨¢s tras el 11-S.
En los a?os setenta, quiz¨¢s hacia 1975, seg¨²n cuenta Peter Weidhaas -durante muchos a?os responsable de la feria y recientemente jubilado- en su libro A History of the Frankfurt Book Fair, que se publicar¨¢ este mismo a?o, tambi¨¦n se produjeron otros cambios, relacionados con lo que se consideraba el marketing que nos llegaba de Estados Unidos. La promoci¨®n a bombo y platillo y la preocupaci¨®n por crear best sellers se convirtieron en partes tan importantes del encuentro -en todos los aspectos, desde las vitrinas en los pabellones hasta los carteles callejeros que se ve¨ªan en las proximidades de la feria- que los organizadores se preocuparon seriamente. Weidhaas y su consejo directivo tuvieron que preguntarse si los elementos culturales de la feria estaban vi¨¦ndose eclipsados por la comercializaci¨®n. La venta de derechos sobre libros de autores famosos, autores a punto de ser famosos y autores que pronto iban a quedar olvidados, que los agentes y editores sol¨ªan llevar a cabo -en los tiempos previos al tel¨¦fono m¨®vil- a base de subastas peripat¨¦ticas de libros todav¨ªa no escritos, a partir de unas propuestas de tres frases, coexist¨ªan inc¨®modamente con un esfuerzo cada vez mayor de los editores de libros de arte para encontrar socios que coprodujeran los libros con ellos, unos socios que entonces eran todav¨ªa m¨¢s necesarios que ahora para amortizar los costes de desarrollo de la impresi¨®n en color para una sola vez. Tambi¨¦n empezaron a ocupar tiempo y espacio las empresas dedicadas a la liquidaci¨®n internacional de libros, as¨ª como las ventas -muchas veces no autorizadas- de libros promocionales por encima de fronteras nacionales con contratos exclusivos: todo ten¨ªa hueco en una Feria de Francfort que evolucionaba. En gran parte, se deb¨ªa al enriquecimiento de la sociedad occidental, que tuvo como consecuencia el exceso de producci¨®n tanto de t¨ªtulos como de ejemplares de cada libro. Pod¨ªa decirse que la feria avanzaba cada vez m¨¢s en paralelo con un mundo comercial independiente de los libros.
Tambi¨¦n hay que dejar constancia del crecimiento de la propia feria. En 1970 hab¨ªa aproximadamente 2.500 participantes, procedentes de 66 pa¨ªses. En 1990 estuvieron presentes 90 pa¨ªses y los expositores ascend¨ªan a m¨¢s de 6.000. Y as¨ª sucesivamente. Como dice Peter Weidhaas en A History of the Frankfurt Book Fair: "En un periodo de 30 a?os, el espacio dedicado a los expositores hab¨ªa multiplicado casi por cinco la superficie original en metros cuadrados (de 39.000 a 198.558). Un visitante que pretendiera ver todas y cada una de las casi 7.000 casetas habr¨ªa tenido que recorrer m¨¢s de 30 kil¨®metros. Tal vez el Libro Guinness de los R¨¦cords estar¨ªa interesado en saber si alguien ha sido capaz de hacerlo.
El n¨²mero de visitantes aument¨® en la misma proporci¨®n. Al empezar ese periodo, el p¨²blico corriente representaba aproximadamente el 70% de los visitantes. Las ma?anas estaban reservadas para los profesionales. Sin embargo, en el ¨²ltimo decenio del siglo XX, el asombroso incremento del n¨²mero de visitantes profesionales oblig¨® a limitar el acceso del p¨²blico. A partir de entonces, s¨®lo se permiti¨® los dos ¨²ltimos d¨ªas, que siempre eran un fin de semana".
En 1993 se produjo una trans
formaci¨®n importante, que situ¨® la feria en lo que, a partir de ese momento, pudo considerarse una plataforma de lanzamiento para el siglo XXI. Ese a?o, el mercado de la informaci¨®n electr¨®nica, constituido por los fabricantes de software, empez¨® a ocupar un lugar especial en la feria y pas¨® a ser parte formal de ella. Evidentemente, en 1993 nadie pod¨ªa predecir que, en 2007, la edici¨®n electr¨®nica -paralelamente a la edici¨®n impresa tradicional- iba a tener una importancia tan grande para una nueva generaci¨®n de lectores. En esa transformaci¨®n y su trayectoria se encuentra la gran inc¨®gnita de los pr¨®ximos 10 a?os.
Da la impresi¨®n -si se examina lo ocurrido en las industrias de la m¨²sica y el cine- de que la complicada recompensa de la digitalizaci¨®n y la llegada de diversos aparatos lectores como el Sony Reader (con su reserva de 80 libros en la tarjeta de memoria) podr¨ªan suponer enormes cambios; pero lo que no se sabe es si la gente querr¨¢ utilizar ese m¨¦todo para leer por placer. Tal vez la tinta negra sobre papel blanco, basada en la f¨®rmula de Gutenberg de hace m¨¢s de 500 a?os, p¨¢gina a p¨¢gina, siga prevaleciendo sobre una nueva generaci¨®n apoyada en una pantalla. Es posible que haya un lento cambio en el p¨²blico, en relaci¨®n con algunos libros, no con todos. Tal vez el factor decisivo sea el contenido, y no el contexto. Varios cr¨ªticos y editores como Andr¨¦ Schiffrin y Jason Epstein han hablado de los cambios pol¨ªticos, culturales y tecnol¨®gicos que est¨¢n produciendo la creaci¨®n de conglomerados y la tecnolog¨ªa. Desde luego, la Feria del Libro de Francfort representar¨¢ cualquier cosa que surja de esta y otras profec¨ªas.
Hay que decir que la introducci¨®n de temas en la feria se hizo, en parte, para contrarrestar el avance hacia la comercializaci¨®n de la muestra; la primera feria tem¨¢tica fue la de 1976 (literatura latinoamericana), en la que se dedic¨® gran atenci¨®n a Cien a?os de soledad, de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Desde entonces, en todas sus ediciones -salvo alguna excepci¨®n-, la feria ha destacado una regi¨®n o un tema no regional, que centra la atenci¨®n de todos y, fundamentalmente, de los medios alemanes especializados. Este a?o es Catalu?a, una regi¨®n de la geograf¨ªa pol¨ªtica de Espa?a. Los temas han contribuido a impulsar a¨²n m¨¢s el car¨¢cter internacional de la feria. En realidad, ¨¦sta s¨®lo fue exclusivamente alemana un a?o, en 1949. Cinco a?os despu¨¦s ya hab¨ªa m¨¢s participantes internacionales que alemanes (hoy es la feria de Leipzig la que permanece exclusivamente dedicada a lo alem¨¢n).
Desde mi punto de vista personal la feria, dado el mundo en el que vivimos, representa una mezcla razonable de comercio y cultura, que otorga cada vez menos importancia -por el desarrollo de las tecnolog¨ªas de impresi¨®n- a las coproducciones de libros visuales. En los libros no visuales existe cada vez menos inter¨¦s por las obras procedentes de Estados Unidos y m¨¢s por compartir con otros pa¨ªses nuestras respectivas culturas. El papel de Estados Unidos es peculiar. Su enorme poder medi¨¢tico hace que menos del 5% de los t¨ªtulos publicados proceda de pa¨ªses de habla no inglesa. Esta vergonzosa paradoja se da en todo el mundo anglosaj¨®n: por ejemplo, el Reino Unido, cuyos medios tienen mucha menos influencia, no parece estar tampoco muy interesado por la literatura extranjera. A pesar de esa anomal¨ªa y otras semejantes, la Feria de Francfort, en la ciudad natal de Goethe -el alem¨¢n m¨¢s universal-, sigue siendo una feria comercial que conmemora la diversidad de los componentes culturales de las distintas naciones y regiones del mundo. Ahora bien, algunos podr¨ªan criticarla alegando que la mano de los grandes conglomerados empresariales y la tendencia a publicar con la vista puesta en los beneficios (en vez de la diversidad que ser¨ªa de esperar) han reducido esa variedad que parec¨ªa posible. Es verdad que cada vez se publican m¨¢s libros en todo el mundo, pero cada libro vende menos, y los ¨¦xitos de ventas venden mucho m¨¢s que antes. ?Acaso el triunfo el hombre corriente presagia el fin de la diversidad?
En otras palabras, la feria es una representaci¨®n aut¨¦ntica de lo que ocurre en el mundo editorial en general, y tanto Sigfred Tauber como Peter Weidhaas, y hoy Juergen Boos, han introducido esos cambios con el crecimiento f¨ªsico y la adaptaci¨®n de las infraestructuras de la feria, en un intento de ofrecer ant¨ªdotos contra los problemas que, decenio tras decenio, siguen apareciendo.
Una vez m¨¢s, desde mi perspectiva personal, yo voy a la feria a trabajar, m¨¢s a comprar libros para publicar que a vender derechos de libros para que los publiquen otros. Pero, adem¨¢s del trabajo, voy a ver a mis amigos.
Tanto si es en la cena Peter Ma
yer, de nombre ligeramente inadecuado, sufragada por los que asisten a ella -ninguno de ellos invitado por m¨ª-, como en las numerosas recepciones y cenas y los encuentros casuales con viejos y nuevos conocidos, siento que formo parte de una gran reuni¨®n de un club. Se bebe y se trasnocha mucho; se pierde la voz. Sonr¨ªo a gente cuyas caras conozco pero cuyo nombre he olvidado en los ¨²ltimos 12 meses. Me entero de qui¨¦n est¨¢ casado con qui¨¦n y qui¨¦n se ha separado, cu¨¢ntos hijos tiene cada uno, c¨®mo se llevan esos hijos, d¨®nde viven los amigos; a veces he tenido la suerte de poderles visitar en sus respectivos pa¨ªses o han venido a visitarme. Un a?o pude llevarme a mi hija y presentarla a diversas personas que llevaban 23 a?os viendo sus fotos. Tambi¨¦n he tenido la suerte de ver la feria a trav¨¦s del prisma de una gran editorial como Penguin, con un pabell¨®n en la feria en el que podr¨ªan cultivarse cosas, y ahora desde otra m¨¢s peque?a, la neoyorquina The Overlook Press, que ocupa la mitad de una caseta compartida con Duckworth, de Londres, y el dise?ador y editor holand¨¦s Joost Elffers.
Los libros y los amigos son lo que verdaderamente me importa. Siempre me entristezco cuando alguien a quien he llegado a conocer mucho, despu¨¦s de verle todos los a?os en la feria, deja de ir porque se jubila o por motivos de salud. De pronto, cuando paso por una caseta en la que estaba acostumbrado a ver una cara amiga, ¨¦l o ella ya no est¨¢ ah¨ª. ?C¨®mo es posible?, me pregunto. Y lo mismo me pasar¨¢ a m¨ª alg¨²n d¨ªa.
La labor editorial no s¨®lo tiene que ver con hacer libros, aunque eso es lo que pensaba cuando era joven. Yo vivo en una comunidad de libros, una comunidad que me importa, y Francfort es un gran lugar de encuentro. La Feria del Libro de Londres ha crecido y ha ganado en importancia, y abundan las ferias en otros lugares. Con un buen capital, ser¨ªa posible viajar constantemente por el mundo dedic¨¢ndose a comprar libros y sin tener nunca tiempo de publicarlos.
Sin embargo, Francfort, que data de hace m¨¢s de 600 a?os, que ha vivido tantos cambios en Alemania y el resto del mundo, y tantos cambios en la propia edici¨®n de libros, sigue siendo, para los que pertenecemos al gremio, algo m¨¢s que una ciudad junto al r¨ªo Main.
Peter Weidhaas. A History of the Frankfurt Book Fair. Traducci¨®n de C. M. Gossage y W. A. Wright. Dundurn Press, 2007. 218 p¨¢ginas. Peter Mayer fue editor de Penguin. Actualmente es responsable de The Overlook Press. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.


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