Gustav Courbet, a contracorriente
Una gran retrospectiva en el Grand Palais de Par¨ªs saca al pintor de su encasillamiento
Primero en Par¨ªs, en el Grand Palais. Desde hoy al 28 de enero. Luego, durante la primavera, en Nueva York, en el Metropolitan Museum. Por ¨²ltimo, durante el verano, en el Mus¨¦e Fabre de Montpellier. ?se es el programa de la gran retrospectiva de Gustave Courbet -120 telas, dos cuadernos de dibujos, 60 fotograf¨ªas relacionadas o utilizadas por el pintor- que pretende sacar al artista de dos encasillamientos: el del realismo y el de la pintura social.
Durante d¨¦cadas, Courbet (1819-1877) fue considerado como un pintor realista y social. En 1849, firm¨® Los picapedreros, un cuadro sobre un humilde empleo que raramente atra¨ªa la curiosidad de artistas. En 1871, participa a su manera -salvando el Louvre y las obras en ¨¦l guardadas- en el ef¨ªmero gobierno de la Comuna de Par¨ªs. Esa asociaci¨®n con los revolucionarios le valdr¨¢ la c¨¢rcel, la confiscaci¨®n de todos sus bienes y el tener que exiliarse en Suiza para escapar a la inicua multa que el Estado quiere obligarle a pagar.
S¨®lo se preocupaba por el arte y por su persona. No le perdonaron su orgullo
En la exposici¨®n de Par¨ªs, Courbet se revela como un artista a contracorriente. De entrada, asume dos grandes retos: pintar la carne humana y pintar la nieve, dos problemas t¨¦cnico-est¨¦ticos que pocos pintores resuelven de manera satisfactoria. Luego se revela como alguien capaz de renovar la tradici¨®n pict¨®rica: los grandes formatos, tradicionalmente reservados a temas de historia o mitol¨®gicos, le sirven para evocar situaciones cotidianas.
En las grandes composiciones se burla de los equilibrios internos, de todas las normas de composici¨®n. En una de sus telas m¨¢s c¨¦lebres -Un entierro en Ornans, 1849- no sabemos qui¨¦n es el muerto. Cuando pinta desnudos, pinta mujeres reales y no bellezas idealizadas. Su Origen del mundo (1866) es una provocaci¨®n pues muestra un sexo femenino y s¨®lo eso.
Los comisarios de la exposici¨®n han agrupado las obras tem¨¢ticamente. Se arranca con una impresionante serie de auto-rretratos en los que ¨¦l se inventa su propio personaje a trav¨¦s de m¨²ltiples disfraces. El mundo familiar y su tierra natal le inspiran otra serie de cuadros. Ciertas monta?as o grutas le atraen lo suficiente como para realizar series sobre sus formas, al igual que el potente oleaje del mar -"cuando te pones de espaldas al cuadro, a¨²n oyes el estr¨¦pito de sus olas", dec¨ªa Joan Mir¨®- o los temas cineg¨¦ticos, melanc¨®licos a la vez que desmesurados.
Courbet, que era hijo de una familia de ricos terratenientes, que era pacifista, republicano, socialista y, sobre todo, partidario de los placeres de la carne, ha sido objeto de todos los equ¨ªvocos. En su d¨ªa se le reivindic¨® como padre del realismo socialista cuando supo ser m¨¢s rom¨¢ntico que todos los rom¨¢nticos. No se somet¨ªa a lo que ve¨ªa sino que se apoderaba de ello. Se le etiquet¨® de pol¨ªtico cuando s¨®lo se preocupaba por el arte y por su persona. No le perdonaron su orgullo. El conde de Nieuwerkeke, enviado por Napole¨®n III para convencerle de que realice una obra para la Exposici¨®n Universal, se encuentra con la siguiente respuesta: "?C¨®mo ese gobierno se atreve a ofrecerme algo cuando yo solo ya soy todo un gobierno? No necesito de nadie para hacer mi exposici¨®n. Ustedes monten su pabell¨®n, yo tendr¨¦ el m¨ªo". Y as¨ª fue. "Se?or Courbet, es usted muy orgulloso", dijo el conde. "Me sorprende que s¨®lo ahora se aperciba de ello. Soy el hombre m¨¢s orgulloso de Francia". Y mi pintura es la m¨¢s potente, hubiera podido a?adir.
Babelia
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