Efectos colaterales
En Madrid, en el Parlamento, preparan una ley que, adem¨¢s de favorecer a quienes padecieron persecuci¨®n o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura de Franco, acabe con los homenajes al r¨¦gimen triunfador. Los legisladores quieren que edificios privados como las iglesias y los colegios religiosos retiren las l¨¢pidas que recuerdan a los "ca¨ªdos por Dios y por Espa?a". As¨ª llamaban los vencedores a sus muertos, fueran voluntarios para el frente o seminaristas. En Berja, provincia de Almer¨ªa, acaban de colocar en el cementerio una placa en memoria de los m¨¢rtires o, traduciendo el lenguaje cat¨®lico, de los que entregaron la vida por Jesucristo, seis sacerdotes enterrados all¨ª, p¨¢rrocos de pueblos entre las Alpujarras y la Sierra de G¨¢dor, fusilados en 1936. El Obispado de Almer¨ªa dice que estos p¨¢rrocos granadino-almerienses figuran en la causa de beatificaci¨®n de 498 religiosos y seglares espa?oles que concluir¨¢ en Roma el 28 de octubre. Paga la placa el Ayuntamiento de Berja, del PP, seg¨²n informaba el viernes en estas p¨¢ginas M. J. L¨®pez D¨ªaz.
No creo que el Estado deba inmiscuirse en c¨®mo la Iglesia cat¨®lica honre a sus muertos, siempre que no atente contra el C¨®digo Penal. ?C¨®mo se puede impedir que una confesi¨®n religiosa considere p¨²blicamente ejemplares a algunos de sus miembros? Si, como informaba Gin¨¦s Donaire ayer, en la catedral de Ja¨¦n cuatro losas recuerdan a 125 "reverendos sacerdotes diocesanos asesinados por la revoluci¨®n marxista", s¨®lo cabr¨ªa que alg¨²n interesado en el debate y la precisi¨®n les sugiriera a los obispos que en 1936 no hubo tal revoluci¨®n sino una sublevaci¨®n militar de derechas, aunque no creo que a estas alturas las jerarqu¨ªas cat¨®licas vayan a cambiar su punto de vista cient¨ªfico, hist¨®rico, es decir, pol¨ªtico. En lo que no deber¨ªan entrometerse las autoridades civiles es en c¨®mo, dentro del respeto a la ley, un particular recuerda a sus difuntos.
Me acuerdo de lo que dec¨ªa Leonardo Sciascia a prop¨®sito de Italia: no hay nada aqu¨ª que ocurra sin doblez. En Espa?a, tampoco. El Parlamento espa?ol, por ejemplo, nunca ha condenado a Franco, por m¨¢s que, a trav¨¦s de la Comisi¨®n Constitucional, el 20 de noviembre de 2002 declarara que "nadie puede sentirse legitimado, como ocurri¨® en el pasado, para utilizar la violencia con la finalidad de imponer sus convicciones pol¨ªticas y establecer reg¨ªmenes totalitarios... lo que merece la condena y repulsa de nuestra sociedad democr¨¢tica". ?Mencion¨® a Franco el Parlamento? El ser an¨®nimo que en 2002 no pod¨ªa sentirse legitimado para usar la violencia, ?pudo sentirse legitimado en las circunstancias del pasado, 1936, por ejemplo? Pero el Parlamento pod¨ªa estar refiri¨¦ndose a cualquier golpe hispanoamericano del siglo XIX. Parece que la nueva ley ser¨¢ m¨¢s clara y rechazar¨¢ por fin expl¨ªcitamente el franquismo. Eso est¨¢ bien, aunque inevitablemente perdurar¨¢ el franquismo inconsciente: el callejero andaluz abunda en apellidos anodinos de antiguos gobernadores civiles y militares, jefes de polic¨ªa, funcionarios en general, incluso artistas y p¨¢rrocos, protagonistas o colaboradores en la vigilancia y persecuci¨®n de personas molestas al r¨¦gimen de Franco.
La ley a favor de las v¨ªctimas de la Guerra Civil y de la dictadura, que tal como se proyecta tendr¨ªa pocas consecuencias jur¨ªdicas reales, puede causar dos efectos interesantes: quiz¨¢ haya ayuntamientos que la aprovechen para retirar alguno de los pocos y humildes recordatorios en honor de la Rep¨²blica y sus defensores derrotados. Y quiz¨¢ la Iglesia cat¨®lica se acoja a la posibilidad imperiosa de adecentar las paredes donde en su d¨ªa grab¨® los emblemas de los vencedores, sus homenajes a Franco y a su Movimiento Nacional. Se trata de una excelente ocasi¨®n para borrar las huellas de su alianza de muchos a?os con un r¨¦gimen que naci¨® como amigo de Hitler y Mussolini y acabo siendo el modelo del Chile de Pinochet. Pero a nadie ofende que las listas de los m¨¢rtires de la Iglesia cat¨®lica cubran las paredes de sus lugares consagrados, entre otras cosas porque padecieron persecuci¨®n y violencia durante la Guerra Civil. Y ni siquiera llegaron a saber lo que ser¨ªa el franquismo.
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