El jefe de Los Jefes
Un gaitero y flautista, Paddy Moloney, fund¨® hace 45 a?os The Chieftains, la m¨¢s ilustre de las bandas de Irlanda. Tras medio centenar de discos y m¨¢s de 5.000 conciertos, el grupo sigue liderando la m¨²sica celta. Su nuevo disco, de dos horas y media, es un nost¨¢lgico viaje por el tiempo.
Suena el tel¨¦fono en la casa de Paddy Moloney, un precioso chal¨¦ en el condado irland¨¦s de Wicklow. El fundador y l¨ªder de The Chieftains observa por unos instantes la pantalla de cristal l¨ªquido y respira hondo. Cree saber de qui¨¦n se trata.
??S¨ª, d¨ªgame?
??Paddy? ?brama una voz de fiera enjaulada al otro lado del hilo telef¨®nico. Van Morrison no acostumbra a utilizar el vocativo con demasiada afabilidad.
"Nos gusta el reto de encontrar territorios musicales comunes entre Irlanda y otros puntos del planeta"
"Quedan muchas cosas por hacer, y es dif¨ªcil decir adios porque cada nueva experiencia sirve como restituyente"
?S¨ª, Van, soy yo. ?C¨®mo est¨¢s?
??Qui¨¦n demonios ha sido el encargado de mezclar Shenandoah, esa canci¨®n que grabamos juntos el otro d¨ªa?
?La verdad es que la he producido yo personalmente ?admite Moloney tragando saliva.
?Mmm. No est¨¢ mal, no est¨¢ mal. Llamaba para decirte que puedes seguir contando conmigo para lo que quieras.
La an¨¦cdota ilustra bien los poderes de Moloney, un flautista y gaitero dublin¨¦s al que contemplan 69 primaveras. Paddy aprendi¨® a tocar el tin whistle (flaut¨ªn irland¨¦s) a los seis a?os de forma completamente autodidacta. Y algo calamitosa: durante mucho tiempo utiliz¨® la mano derecha para la parte superior del instrumento, y la izquierda, para la inferior, justo al contrario de lo que marca la academia. Coquete¨® durante sus a?os mozos con el skiffle, la m¨²sica que devoraba la chavaler¨ªa irlandesa antes del advenimiento del rock and roll. Y por fin, en noviembre de 1962, hace ahora justo 45 temporadas, acert¨® a poner en marcha The Chieftains (Los Jefes). Empezaron ensayando en una habitaci¨®n de ocho metros cuadrados y grabando su primer disco con sonido monoaural, pero el tiempo les ha colocado como una de las formaciones m¨¢s ilustres y veteranas que ha conocido el planeta Tierra.
Todo tiene un punto hiperb¨®lico en el historial de la banda. Les contemplan 43 discos de estudio, infinidad de antolog¨ªas, media docena de premios Grammy, un Oscar (por Barry Lyndon), m¨¢s de 5.000 conciertos por todo el mundo ?nadie, en el grupo ni en su entorno, se atreve a precisar la cifra exacta? y una longevidad que s¨®lo encuentra parang¨®n con la de sus amigos The Rolling Stones, los otros ilustres representantes en activo de la cosecha de 1962. The Chieftains parecen indemnes al paso de los d¨ªas. Ni siquiera la desdichada p¨¦rdida del arpista Derek Bell, que falleci¨® en octubre de 2002 por unas complicaciones tras una operaci¨®n quir¨²rgica rutinaria, ha mermado su actividad. Han pasado de quinteto a cuarteto ?"enseguida comprendimos que Derek era insustituible"?, pero mantienen una agenda igualmente intensa. Y eso que, por aquello de hacer caso a los m¨¦dicos, no aceptan todas las actuaciones que se les proponen.
Espa?a tiene, adem¨¢s, una importante deuda contra¨ªda con Moloney, aunque no muchos lo sepan. La primera visita a Espa?a del iracundo Van Morrison fue, precisamente, de la mano de los Chieftains, cuando ambos acababan de grabar al alim¨®n un precioso ¨¢lbum de canciones tradicionales irlandesas, Irish heartbeat (1988). El 15 de mayo de aquel a?o, en el antiguo Rock¨®dromo de Madrid, Van the Man se encaramaba por vez primera, con 42 a?os, a un escenario espa?ol. Y la cosa no pudo comenzar con peor pie. Mientras el de Belfast arrancaba el concierto con Spanish steps, un operario irrumpi¨® en escena con su c¨¢mara a fin de captar im¨¢genes para las pantallas gigantes. Morrison, que desconoc¨ªa ese detalle, mont¨® en c¨®lera e interrumpi¨® la actuaci¨®n, entre grandes aspavientos. Hab¨ªan transcurrido cuatro minutos escasos.
Durante los tres cuartos de hora siguientes, s¨®lo las grandes dotes diplom¨¢ticas de Moloney lograron persuadir en los camerinos al Tigre de Belfast de que deb¨ªa retomar aquel concierto maldito. Y lo hizo, aunque fuera a rega?adientes, con gesto hura?o y mascullando todo el repertorio restante con manifiesta desgana. Desde entonces, ning¨²n artista internacional ha pisado ni de lejos Espa?a tantas veces como el autor de Brown eyed girl, que suma ya unas 80 apariciones por estas latitudes. Y aunque sigue sin caracterizarse por su sociabilidad, ahora casi siempre concluye sus recitales sin incidentes. Hasta en alguna rara ocasi¨®n se le ha visto atender peticiones de los espectadores?
Ogros y corderitos, hombretones vanidosos y t¨ªmidos principiantes. Paddy Moloney tiene, aparentemente, la rara habilidad de hacer buenas migas con todo el mundo. Y eso que quienes le conocen m¨¢s de cerca aseguran que le gusta mandar, y mucho. Nadie dijo que un grupo pueda aguantar casi medio siglo en pie sin una mano f¨¦rrea que lo sustente, ll¨¢mese Jagger, Richards o Moloney. Pero en las distancias cortas, el diminuto Paddy se muestra risue?o, vivaracho, encantador. Son muchas horas de vuelo.
En sus ¨²ltimos discos han contado con decenas de invitados del m¨¢s alto nivel, desde Sting hasta Ry Cooder, John Hiatt, Sin¨¦ad O'Connor, The Corrs, Emmylou Harris, Mark Knopfler, Elvis Costello? y hasta los Stones. Alg¨²n mal pensado dir¨¢ que no conf¨ªan en su propia solvencia instrumental y necesitan recurrir a otros artistas ilustres?
No se equivoque, amigo. Llevamos ya cuatro d¨¦cadas y media en la carretera y otros tantos discos publicados, de los que no menos de 25 diseccionan la historia de nuestra m¨²sica irlandesa desde la perspectiva m¨¢s pura y tradicional. Parece l¨®gico que en estos ¨²ltimos a?os nos haya atra¨ªdo el reto de encontrar territorios musicales comunes entre Irlanda y otros puntos del planeta. Hemos ahondado en las relaciones del legado celta con la m¨²sica country, con la de Extremo Oriente y otros muchos lugares y estilos. ?Hasta el reggae! ?sa, y no otra, es la raz¨®n de que hayamos dispuesto de tantos colaboradores.
Llama la atenci¨®n que en tan nutrida lista no figure hasta la fecha U2, acaso la ¨²nica banda irlandesa que les sobrepasa en popularidad. ?A qu¨¦ es debido?
Es curioso, s¨ª, sobre todo porque Paul McGuinness, el representante de estos chicos, reside a muy pocas manzanas de mi casa. Coincidimos con frecuencia y lo comentamos: "Eh, deber¨ªamos hacer algo juntos". Y en ¨¦sas estamos. Si no ha surgido hasta la fecha es porque a¨²n no he encontrado la canci¨®n adecuada para sumar ambas bandas.
?Considera a Bono como uno de sus pocos compatriotas capaces de eclipsarle en un evento social?
Bono ha hecho una gran contribuci¨®n a la cultura irlandesa. ?l es un buen m¨²sico de rock, y yo, un buen m¨²sico tradicional. Puede que nuestro p¨²blico sea algo menos multitudinario que el de U2 y que no muestre tanta histeria, pero tambi¨¦n se compra sus entradas con muchos meses de antelaci¨®n. Ah, y despu¨¦s de los conciertos, en los camerinos, nos traen vinilos de hace 40 a?os para que se los firmemos, cosa que a Bono a¨²n no le puede suceder, ?verdad?
?Le gusta sentirse embajador de la cultura irlandesa? A veces parece que a The Chieftains se les queda peque?a su condici¨®n de grupo musical. Ustedes se comportan casi como una instituci¨®n.
[Risas] Eso ha estado bien, s¨ª. La pura verdad es que el Gobierno de la rep¨²blica nos regal¨® hace unos a?os unos maletines muy elegantes con la inscripci¨®n 'Embajadores de Irlanda' en grandes letras doradas. Eso s¨ª, todav¨ªa seguimos pagando los impuestos en nuestro pa¨ªs, ?je, je, je!
Imposible averiguar si el comentario es una andanada m¨¢s o menos maliciosa contra (sin ir m¨¢s lejos) el propio Bono o una peque?a muestra de ese humor irland¨¦s, ¨¢cido pero benevolente, al que Moloney parece permanentemente abonado. Son las cosas de un eterno dicharachero.
Est¨¢ usted a punto de alcanzar la condici¨®n de septuagenario. ?Ha pensado en la posibilidad de escribir o dictar sus memorias?
Me lo han sugerido en infinidad de ocasiones. Me invitan a clubes, universidades o mesas redondas, y all¨ª, igual que usted me preguntaba por U2 o por Van Morrison, siempre termino contando batallitas que divierten a la gente. Pero no tengo buena retentiva: se me olvidan nombres y lugares, confundo las fechas? Cometer¨ªa demasiadas imprecisiones. No, no me considero lo bastante cualificado.
?C¨®mo concibe entonces el futuro? ?Le quedan cosas que hacer al frente de The Chieftains?
Desde luego que s¨ª. En el ¨²ltimo a?o y medio hemos visitado a Elton John en su castillo, colaborado con la Orquesta Sinf¨®nica de Dubl¨ªn o con esos chicos tan simp¨¢ticos de Yat-Kha [una banda de Tuva, cerca de Mongolia, que alterna guitarras el¨¦ctricas con los ancestrales cantos bif¨®nicos de la comarca], o actuado junto a Elvis Costello en el Carnegie Hall; un escenario, por cierto, que hemos abarrotado en unas 22 ocasiones. ?Qu¨¦ quiere que le diga? Es muy dif¨ªcil decir adi¨®s en estas circunstancias, porque cada nueva experiencia nos sirve como reconstituyente.
?Ni siquiera percibe una mayor necesidad f¨ªsica de descansar?
?Insin¨²a que deber¨ªamos retirarnos? ?Si no nos dejan! Todav¨ªa quedan demasiadas cosas por hacer. All¨¢ por donde pasamos, desde Armenia hasta San Francisco, vamos encontrando nuevos clubes de gaita irlandesa. No, a¨²n no hemos terminado. ?No hay descanso que valga!
En los ¨²ltimos a?os se escucha con cierta asiduidad que la m¨²sica celta ha perdido algo de atractivo, como si al p¨²blico hubiera dejado de interesarle. ?Es cierto?
Oh, no, qu¨¦ va. Cuando escucho algo as¨ª no puedo por menos que sonre¨ªrme, porque la experiencia ?y de eso s¨¦ algo? me dice exactamente lo contrario. La tradici¨®n celta mantiene toda su vigencia, sin duda. Est¨¢ en crisis la industria, y eso afecta tanto a este g¨¦nero como a todos los dem¨¢s, en mayor o menor medida. Pero Irlanda y el Reino Unido atraviesan una eclosi¨®n c¨¦ltica como yo no recordaba. S¨®lo en mi pa¨ªs hay unas 1.200 bandas nuevas, toda una generaci¨®n joven y talentosa de la que yo s¨®lo puedo aspirar a conocer una parte peque?a, m¨ªnima. Y en Estados Unidos se publican largas secciones de contactos en revistas y peri¨®dicos para formar grupos celtas. Es incre¨ªble.
Para conmemorar su onom¨¢stica han publicado un doble ¨¢lbum, 'The essential Chieftains', pero a sus seguidores les parecer¨¢, probablemente, que se les han quedado muchos temas en el tintero?
Pido disculpas de antemano, pero era materialmente imposible dar cabida a todas nuestras piezas m¨¢s o menos relevantes. Cualquier aficionado echar¨¢ en falta alguna de sus melod¨ªas favoritas. Con todo, creo que esas dos horas y media de m¨²sica sirven para hacerse una buena idea de qui¨¦nes son estos viejos irlandeses. Esos discos son un buen retrato del viaje de los Chieftains a lo largo de todo este tiempo.
?Tiene la sensaci¨®n de que el trabajo le ha privado de otras cosas en la vida?
Los m¨²sicos siempre echamos en falta un poco m¨¢s de vida familiar, pero a m¨ª me ha dado tiempo a criar a tres hijos de los que me siento leg¨ªtimamente orgulloso? La ¨²nica chica se gana el pan como actriz en Nueva York, el mayor de los varones trabaja como arque¨®logo y el otro es el primer cient¨ªfico irland¨¦s que la NASA ficha para sus oficinas centrales en Houston. En estos momentos me gustar¨ªa ejercer m¨¢s como abuelo: ¨¦sa es mi aut¨¦ntica perdici¨®n. Y aunque a mis nietos les veo demasiado poco, no me acuesto ninguna noche sin haber charlado un rato con ellos por tel¨¦fono.
En cualquier caso, ?c¨®mo le gustar¨ªa que le recordasen?
Como un m¨²sico feliz y una persona feliz que ha sido feliz con su trabajo. ?ste es el esp¨ªritu con el que he procurado viajar por los cinco continentes. As¨ª se puede decir.
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