Un mundo sin humanos

Hagamos un ejercicio de imaginaci¨®n apocal¨ªptica de la mano de los expertos. ?C¨®mo ser¨ªa el planeta si de repente desapareci¨¦ramos todos? ?Qu¨¦ pasar¨ªa un d¨ªa despu¨¦s? ?Y pasados 300.000 a?os? Ciudades invadidas por la vegetaci¨®n y las fieras. Atm¨®sfera radiactiva. El viaje resulta inquietante.

Imagine por un momento que un d¨ªa se despierta y descubre que es el ¨²nico habitante de la Tierra. De la noche a la ma?ana, la totalidad de la humanidad se ha evaporado por arte de magia. Si vive en una ciudad, descubrir¨¢ que las calles est¨¢n vac¨ªas, los autom¨®viles detenidos, aunque los ciclos de los sem¨¢foros prosigan. Las chimeneas de algunas f¨¢bricas en las afueras siguen echando humo, pero ya no hay nadie en su interior. Las luces de emergencia nocturnas siguen vigentes en los edificios de las grandes compa?¨ªas, hospitales, grandes almacenes? y los paneles luminosos de los anuncios comerciales se encienden y apagan como si nada. Se siente alarmado, presa de una mezcla indefinible de soledad y cosas que funcionan solas. Enciende los interruptores de su casa. A¨²n hay luz. La nevera funciona. Pero la radio escupe un siseo, sin voces ni m¨²sica, y lo mismo sucede con la televisi¨®n: una carta de ajuste, o simple nieve electrost¨¢tica.

Transcurrido un a?o del abandono, el pavimento de las calles se llena de grietas. De ellas salen plantas y musgos

Los caballos pueden sobrevivir. Los perros lo tienen crudo. Cucarachas y ratas lo pasar¨¢n mal en climas fr¨ªos.

Las cer¨¢micas quedar¨ªan casi como ¨²nico vestigio cultural. Los grandes museos y sus obras durar¨ªan dos siglos

?Qu¨¦ es lo que m¨¢s resistir¨ªa? Los trabajos hechos con pl¨¢sticos y PVC, bronce, vidrio y fibra de vidrio

Recuperar ¨ªntegramente la atm¨®sfera que respir¨¢bamos antes de la era industrial llevar¨ªa unos 300.000 a?os

Y se pregunta: ?qu¨¦ va a ocurrir? ?Persistir¨¢ el suministro el¨¦ctrico? ?Hasta cu¨¢ndo? Intuye que no va a tener problemas en alimentarse; bastar¨¢ romper las cerraduras de cualquier comercio. ?Y qu¨¦ va a suceder dentro de un a?o?, ?y de diez? O quiz¨¢, en su imaginaci¨®n, pueda transportarse al futuro, un siglo hacia adelante, o pongamos diez siglos, cientos de miles de a?os, millones de a?os. ?C¨®mo cambiar¨¢ el mundo, las ciudades, los animales y el clima? ?Podr¨ªa la naturaleza curarse del indudable da?o cometido por el hombre? Sin duda, se trata de un experimento de la ecolog¨ªa imposible de realizar. Para encontrar una respuesta, Alan Weisman, profesor de periodismo cient¨ªfico de la Universidad de Arizona y reputado escritor de ensayos cient¨ªficos en revistas como Discover o The New York Times, decidi¨® consultar con decenas de expertos en ecolog¨ªa, biolog¨ªa de la extinci¨®n e ingenieros, y agrupar todas las respuestas en un libro que acaba de ver la luz en Estados Unidos, The world without us (El mundo sin nosotros. Editorial Debate).

Llegar¨¢ un momento en que los interruptores de la luz no funcionen. La mayor¨ªa de las centrales el¨¦ctricas tienen sistemas de seguridad que cortan el funcionamiento si detectan que no existe mantenimiento por parte de los seres humanos. Las t¨¦rmicas ?que queman carb¨®n o petr¨®leo para producir electricidad? ser¨ªan las primeras en pararse. En cuanto a las centrales hidroel¨¦ctricas, una tormenta puede jugar una mala pasada en cualquier momento; las ramas y desperdicios que recibe una presa podr¨ªan obstaculizar la salida de agua y la producci¨®n el¨¦ctrica. Weisman describe el caso de la ciudad de Panam¨¢, donde "los seres humanos controlan la fuerza del caudal del r¨ªo Chagres para ver cu¨¢ndo tienen que abrir las esclusas y dejar pasar el agua". Sin ese control, la electricidad no tardar¨ªa en esfumarse. Cuesti¨®n de pocos d¨ªas.

Si usted viviera en una ciudad alimentada por una central nuclear, es posible que consiguiera un poco de tiempo extra de energ¨ªa, aunque el precio le saldr¨ªa caro. Sin mantenimiento, una nuclear corta el suministro de electricidad, aunque lo ¨²ltimo en dejar de funcionar dentro de su sistema nervioso ser¨ªa el circuito de agua que refrigera el reactor. La central de Palo Verde, en EE UU, es una de las m¨¢s modernas, y dispone de generadores di¨¦sel capaces de mantener vivo este circuito durante siete d¨ªas. Despu¨¦s, sin agua que lo enfr¨ªe, el reactor se fundir¨ªa. Las 441 plantas nucleares que existen en el mundo entrar¨ªan, una a una, en piloto autom¨¢tico, y se quemar¨ªan, liberando su contenido radiactivo a la atm¨®sfera. Y s¨®lo han transcurrido diez d¨ªas desde que empez¨® la pesadilla: ahora, el mundo que antes conoc¨ªa est¨¢ a oscuras. Y su aire es mucho m¨¢s radiactivo.

Con el tiempo, los edificios y las estructuras urbanas tampoco permanecer¨ªan impasibles. El gran enemigo, dice Weisman, es el agua. En el caso de la isla de Manhattan, muy rica en fuentes y acu¨ªferos subterr¨¢neos, los ingenieros tienen constantemente que bombear agua para que no se inunden los t¨²neles del metro, que quedar¨ªan anegados en un par de d¨ªas. Algo parecido podr¨ªa ocurrir con Londres, Washington y Nueva York. Aunque Weisman no ha estudiado el caso de Madrid, sin duda el hecho de tener un r¨ªo como el Manzanares ofrece la posibilidad de que en el futuro se desborde. Con el tiempo, el agua deshace el hormig¨®n. Incluso aunque est¨¦ infiltrado por barras de acero o hierro, el agua terminar¨¢ por oxidarlas. Y un metal oxidado se expande, resquebrajando el hormig¨®n que lo envuelve. No es necesario viajar al futuro para que ocurra. Incluso con mantenimiento e ingenieros, el agua ha ocasionado desastres en infraestructuras imponentes. A principios del pasado agosto, un puente de Mine¨¢polis, en EE UU, se desplom¨®, con su entramado met¨¢lico retorcido, causando la muerte a siete personas. Ya se hab¨ªan detectado signos de corrosi¨®n en la estructura del puente y p¨¦rdidas de hormig¨®n, seg¨²n Weisman.

Transcurrido un a?o, la ciudad en la que usted vive ya ofrece un aspecto distinto. El pavimento de las calles se ha agrietado, consecuencia del agua infiltrada que en invierno se congela, y se expande cuando vengan tiempos m¨¢s calurosos (todo el mundo sabe que no se puede meter una botella de agua en el congelador). En esas grietas comienzan a brotar plantas y musgos, y tras unos cuantos a?os, ¨¢rboles. ?De d¨®nde han salido? Las semillas que proceden de ¨¢rboles como el ailanto ?un ¨¢rbol ornamental de crecimiento r¨¢pido, bastante com¨²n en una ciudad como Nueva York o Madrid? no han sido barridas ni retiradas de las calles. Este invasor procedente de China lanza sus ra¨ªces a m¨¢s de cien metros de profundidad, y es capaz de superar con facilidad los veinte metros de altura. El ailanto y otras especies arb¨®reas se expandir¨¢n sin necesidad de jardineros. En la capital espa?ola, de acuerdo con Gin¨¦s L¨®pez Gonz¨¢lez, experto del Real Jard¨ªn Bot¨¢nico de Madrid, la falta de riego pondr¨ªa dif¨ªcil las cosas a algunos ¨¢rboles y abrir¨ªa el camino a otros, como el olmo siberiano, "capaz de nacer entre las grietas de los adoquines y en los muros".

En cuanto a las casas, el proceso destructivo empieza en los techos, que conectan una pared vertical con otra, y que son los puntos m¨¢s d¨¦biles. En esas uniones golpear¨¢ el agua. Las goteras inevitables. "Cualquier persona que se ocupe del mantenimiento de edificios lo sabe", explica Weisman. En una o dos d¨¦cadas, la estabilidad de muchos techos estar¨¢ comprometida. Y acabar¨¢n por derrumbarse en 50, puede que en 80 a?os. Aunque en Espa?a muchas cubiertas est¨¢n hechas con tejas de cer¨¢mica, muy resistentes, lo cierto es que las goteras y la gravedad terminar¨¢n el trabajo. La mayor¨ªa de las casas que antes cobijaban a seres humanos se abrir¨¢n a la intemperie para su colonizaci¨®n. En cien a?os quiz¨¢.

Y los edificios m¨¢s grandes, como los grandes museos, puede que duren un poco m¨¢s, quiz¨¢ dos siglos, aunque inevitablemente el agua y la humedad aumentar¨¢n en su interior ?especialmente en los niveles m¨¢s subterr¨¢neos? hasta el punto de arruinar la mayor¨ªa de las obras de arte, en lo que Weisman califica como "un criadero de insectos". La humedad y las materias org¨¢nicas son un caldo perfecto para la explosi¨®n de las bacterias; pinturas y frescos arruinados, obras de arte, libros, pel¨ªculas? sin las personas que se encargan de su cuidado, la inmensa mayor¨ªa del arte humano desaparecer¨¢. No es lo mismo preservar las obras del pasado, por muy deterioradas que est¨¦n, que dejarlas a la intemperie. Si exceptuamos las cer¨¢micas. Son extraordinariamente resistentes al paso del tiempo. El barro quedar¨ªa casi como el ¨²nico elemento para que el arte sobreviva al tiempo.

La arqueolog¨ªa de las ruinas mayas puede ofrecernos una pista del aspecto que tendr¨ªan Madrid o Nueva York con el paso de los siglos; aunque el material del que estaban hechas -piedra natural en la mayor¨ªa de los casos- es mucho m¨¢s resistente que el hormig¨®n o el acero de las casas del siglo XXI. A¨²n no est¨¢n claras las causas del desplome de la civilizaci¨®n maya, ocurrido entre los a?os 800 y 900 antes de Cristo. La selva tropical tard¨® diez siglos en engullir sus estructuras, pir¨¢mides y edificios. As¨ª que es muy posible que ¨¦sa sea la visi¨®n que ofrezcan nuestras ciudades un milenio despu¨¦s del abandono; edificios resquebrajados, llenos de humedad, plantas, musgos y toda suerte de curiosos moradores, especialmente los insectos.

No tendr¨ªa que esperar tanto para ver c¨®mo se derrumban algunas de las grandes obras arquitect¨®nicas que suponen un orgullo para los ingenieros; los c¨¢lculos indican que la mayor¨ªa de los puentes colgantes de EE UU se desplomar¨ªan transcurridos apenas 300 a?os. Si usted pudiera dar un paseo por su ciudad, encontrar¨ªa ¨¢rboles creciendo dentro de casas derrumbadas, con nidos en sus copas; los lobos y coyotes patrullar¨ªan los barrios urbanos derruidos en busca de presas. Y el cielo estar¨ªa dominado por halcones y ¨¢guilas.

Le asalta una pregunta: ?qu¨¦ materiales hechos por humanos podr¨ªan aguantar pr¨¢cticamente intactos? Pl¨¢sticos y PVC, "hasta que aparezcan microbios capaces de digerirlos", responde Weisman. Y el bronce, una aleaci¨®n de metales muy resistente. En esta lista habr¨ªa que a?adir el vidrio convencional -los hallazgos arqueol¨®gicos indican que ya se fabricaba a orillas del Nilo hacia el a?o 1250 antes de Cristo- y su hom¨®logo m¨¢s sint¨¦tico, la fibra de vidrio, "un material pr¨¢cticamente indestructible al estar hecho de arena".

Algunas de estas sustancias perdurables con la marca humana impresa en ella no van a gustarle. Los elementos radiactivos de los misiles nucleares se liberar¨ªan a la atm¨®sfera por culpa de la corrosi¨®n acelerada, aunque eso no suceder¨ªa hasta transcurridos 5.000 a?os, pero permanecer¨ªan all¨ª mucho m¨¢s tiempo... Al igual que los contaminantes y los is¨®topos de las centrales nucleares. El plomo exhalado por el tubo de escape de los coches y depositado en el suelo tardar¨ªa unos 35.000 a?os en disiparse.

Desaparecido el ser humano, ?tenemos que presumir que el resto de los animales saldr¨ªa beneficiado? Si se ha catalogado al hombre como el mayor destructor de especies -una peste planetaria para los ecologistas m¨¢s extremistas-, su extinci¨®n definitiva dejar¨ªa un mundo de ganadores y perdedores. En opini¨®n de Edward O. Wilson, bi¨®logo de la Universidad de Harvard, los animales dom¨¦sticos ser¨ªan los primeros en perder la batalla, una vez evaporados sus protectores humanos. Y desde luego, los cultivos y plantas tra¨ªdos por la mano humana ser¨ªan "barridos de la Tierra en uno o dos siglos", seg¨²n coment¨® Wilson a Discover.

Las primeras v¨ªctimas nos resultan muy familiares: vacas, toros, bueyes, cerdos, gallinas, cabras, ovejas... Una regresi¨®n del ganado dom¨¦stico a sus antecesores silvestres parece bastante improbable. El auroch, un toro prehist¨®rico, fue la ¨²ltima forma salvaje, y se extingui¨® en 1627. Hoy, sus descendientes domesticados apenas tienen capacidad de defensa "Los hemos convertido en m¨¢quinas de digerir", dice Weisman; m¨¢quinas que necesitan de la protecci¨®n de los pastores, las cercas, los vaqueros... Sin humanos, a los carn¨ªvoros de todo el mundo les espera un gran fest¨ªn, como si antes de despedirse les hubi¨¦ramos regalado una cantidad inconcebible de filetes gratis.

No existen pr¨¢cticamente lugares en la Tierra privados de la presencia humana, salvo algunas partes de la Ant¨¢rtida y las cimas de los tepuyes venezolanos. Se trata de monta?as que se yerguen en la sabana y en la selva, formaciones de arenisca de 3.600 millones de a?os que a veces alcanzan m¨¢s de 2.000 metros de altura, en cuyas cimas presumiblemente han vivido plantas y animales evolucionando de forma aislada. Los tepuyes son un caso excepcional, y algunos nunca han sido hollados por el hombre. Sin embargo, no buscamos una naturaleza primigenia; el experimento consiste en observar si un ecosistema que contuvo seres humanos puede retornar a ser lo que fue.

Uno de ellos es una franja desmilitarizada de terreno de 250 kil¨®metros de largo por cuatro kil¨®metros de ancho, que separa las dos Coreas. Fue instaurada en 1953 despu¨¦s de la guerra, y durante m¨¢s de medio siglo ha permanecido libre de influencia humana, quedando prohibidas las incursiones por ambos ej¨¦rcitos. Desde el espacio, la zona (conocida en sus siglas inglesas como DMZ) ofrece una visi¨®n imponente; al este, el terreno monta?oso est¨¢ forrado de una densa jungla, mientras que en la parte m¨¢s occidental, los r¨ªos se retuercen en una red compleja formando deltas y marismas.

T¨¦cnicamente, despu¨¦s de la firma del armisticio, la zona DMZ sigue estando en guerra ?vigilada por dos millones de soldados? y, parad¨®jicamente, se ha convertido en un para¨ªso. Se calcula que 20.000 especies de aves migratorias acuden all¨ª a refugiarse; acuden osos y leopardos amur (pr¨¢cticamente desaparecidos) e incluso se piensa que existen tigres tibetanos, oficialmente extinguidos en Corea. Lo ir¨®nico del caso es que si los dos pa¨ªses firmasen la paz, se abrir¨ªa la puerta a la agricultura y al asentamiento por parte de los coreanos, lo que significar¨ªa el fin de este curioso Shangri-La. Aunque es una franja privilegiada, la presi¨®n humana a ambos lados sigue al acecho. En un mundo sin personas, de acuerdo con Wilson, depredadores como el leopardo amur y el propio tigre tibetano conocer¨ªan una libertad que no ser¨ªa posible de otra forma, expandi¨¦ndose a otros lugares desde este para¨ªso-prisi¨®n llamado DMZ.

Los caballos, de acuerdo con Weisman, s¨ª podr¨ªan sobrevivir. Proceden de Am¨¦rica del Norte y se extendieron posteriormente a Europa y Asia. La llegada del hombre al continente americano supuso su extinci¨®n en estas tierras, pero sus hom¨®logos fueron domesticados posteriormente por los europeos. El caballo fue reintroducido en Am¨¦rica con la llegada de los primeros colonizadores espa?oles. Lo que se ha observado es que, a pesar de su domesticaci¨®n, estos animales pueden adaptarse f¨¢cilmente a la vida salvaje (en Asia ya existen en estado silvestre). Un destino parecido podr¨ªan seguir los burros. Los perros, sin embargo, encontrar¨ªan una fuerte competici¨®n en este mundo pos-humano por parte de los coyotes y los lobos, y aunque no hay que descartar futuros h¨ªbridos y cruzamientos, su futuro es incierto. Los gatos, sin embargo, no han sido domesticados completamente. "Incluso con el est¨®mago lleno, comienzan a cazar de inmediato". Su instinto les permitir¨ªa convertirse en formidables competidores de zorrillos y otros peque?os carn¨ªvoros.

Entre los perdedores, dos sorpresas: las cucarachas y las ratas. Para las primeras, el clima es un elemento que puede decantar la balanza hacia un lado o hacia otro. Si usted viv¨ªa en una ciudad de un clima relativamente fr¨ªo, como Nueva York, Londres o Estocolmo, los edificios, sin electricidad ni calefacci¨®n, dejar¨¢n inermes a las cucarachas, que ser¨¢n pasto f¨¢cil para otros depredadores. En otras ciudades de clima m¨¢s c¨¢lido y tropical, la historia podr¨ªa reescribirse de forma completamente distinta. En cuanto a las ratas, las que infectan las ciudades norteamericanas ?las ratas noruegas? vinieron transportadas por los colonos, y pr¨¢cticamente viven de las sobras que la sociedad humana les deja. En un mundo donde la basura terminar¨¢ por desaparecer, las ratas podr¨ªan ser pasto f¨¢cil de aves rapaces, lobos y coyotes. "Pueden esconderse en las alcantarillas, pero si no hay seres humanos no habr¨¢ comida y tendr¨¢n que subir a la superficie", dice Weisman. En cuanto a las ratas de campo, se ha comprobado que actualmente compiten con bastante ¨¦xito contra sus hom¨®logas urbanas. Sin personas, es probable que encuentren su propio camino.

En un mundo a merced de las tormentas, las inundaciones, los incendios, ?que suceder¨ªa con el clima y los oc¨¦anos? Al igual que la zona DMZ, en el mar todav¨ªa existen Shangri-Las. Uno de ellos es el arrecife Kingman, un para¨ªso coralino ubicado a 1.600 kil¨®metros al suroeste de Oahu, en el Pac¨ªfico. All¨ª no vive gente, y de acuerdo con el ocean¨®grafo Jeremy Jackson, del Instituto Scripps de Investigaci¨®n Oceanogr¨¢fica, en una zambullida uno puede ver "hasta veinte o treinta tiburones grises", acompa?ados de otros peces de gran tama?o. En la isla de Palmira, que tiene una poblaci¨®n que no llega a veinte personas, es dif¨ªcil percibir el fondo debido a la abundancia de animales. Sin embargo, en otros lugares cercanos, como el atol¨®n de Kiribati -con una poblaci¨®n de 5.000 personas-, el pobre aspecto de los corales rodeados de peces min¨²sculos da una idea del impacto humano y sus consecuencias. El oc¨¦ano del futuro, describe Jackson, es un lugar de aguas pobres en ox¨ªgeno, ricas en bacterias y medusas por culpa de los fertilizantes que ahora recibe. Sin seres humanos, los mares dejar¨ªan de ser las cloacas del mundo. La mayor¨ªa de los grandes depredadores marinos -ahora en declive- se "recuperar¨ªan". Volver¨ªamos a los mares de los tiempos de Col¨®n, cuyas tripulaciones se encontraban a menudo con diez tipos de bestias marinas m¨¢s grandes que sus carabelas. En el Caribe es posible que usted pudiera orientar su embarcaci¨®n "por culpa de los sonidos de las tortugas verdes al nadar", tal como describ¨ªa el pirata franc¨¦s Alexandre Olivier Exquemelin a finales del siglo XVII. O, si se tratara del Pac¨ªfico, es muy posible que "hordas de voraces tiburones mordieran los remos" de su bote en las aguas de la isla de Navidad, en Kiribati, seg¨²n el testimonio escrito en 1777 por James Trevenen, el oficial a bordo del barco del Capit¨¢n Cook.

El binomio Homo sapiens-oc¨¦anos tiene mucho que ver con el clima y el calentamiento global. Con las chimeneas apagadas y los coches detenidos, ser¨ªa como reescribir un nuevo Protocolo de Kioto en su versi¨®n m¨¢s radical: nada de gases de invernadero, emisiones cero. ?Cu¨¢nto tiempo se precisar¨ªa para que las concentraciones de di¨®xido de carbono retornaran a las de la ¨¦poca preindustrial? El mar es el mayor sumidero de este gas, junto con las plantas. Las aguas que est¨¢n en la superficie son las que absorben CO2, aunque tienen un l¨ªmite -se van haciendo m¨¢s ¨¢cidas- mientras que se intercambian con las aguas del fondo cada mil a?os, seg¨²n los expertos. El mar "tardar¨ªa unos mil a?os en absorber el 80% de todo el exceso de carbono que hemos echado a la atm¨®sfera durante la ¨¦poca industrial", indica Weisman.

Recuperar ¨ªntegramente la atm¨®sfera que respir¨¢bamos antes de empezar a quemar carb¨®n -o, en otras palabras, absorber el 20% restante- llevar¨ªa unos 300.000 a?os. No son noticias alentadoras ante un mundo que se replantea en la actualidad c¨®mo luchar contra el calentamiento global frenando en lo posible las emisiones de gases de invernadero.

En este ejercicio de ecolog¨ªa-ficci¨®n, usted es testigo de un mundo sin humanos desde su desaparici¨®n hasta este momento. ?Que ocurrir¨ªa tras millones de a?os? ?Encontrar¨ªa quiz¨¢ a otro ser inteligente que ocupar¨ªa el lugar del hombre? Por su propia naturaleza, la evoluci¨®n biol¨®gica resulta impredecible; al contrario que Hollywood, cuya versi¨®n de la evoluci¨®n rebobinada al rev¨¦s produce los monos parlantes de El planeta de los simios.

Hoy existen unos 6.600 millones de primates b¨ªpedos ?el Homo sapiens?, un n¨²mero astron¨®mico respecto a nuestros primos m¨¢s cercanos, los chimpanc¨¦s. A principios del siglo XX se estimaba una poblaci¨®n en ?frica que rondaba los dos millones de individuos. En la actualidad podr¨ªan quedar unos 150.000. Los gorilas no corren mejor suerte (la especie de llanura estar¨ªa representada por unos 94.000 individuos, en declive por culpa del ?bola y el furtivismo, y el de monta?a no sobrepasar¨ªa los 700). Si la presi¨®n de miles de millones de seres humanos se evaporase, ?c¨®mo afectar¨ªa a la poblaci¨®n de grandes monos? De acuerdo con Weisman, los babuinos podr¨ªan tener su buena oportunidad. Seg¨²n Michael Wilson, director del Centro de Investigaci¨®n de Campo en Gombe (Tanzania) y reputado primat¨®logo, estos primates se han adaptado perfectamente al h¨¢bitat boscoso como la sabana. Podr¨ªan ser los primeros en prosperar, mientras que los chimpanc¨¦s ?perfectos matadores con un ¨¦xito en sus cacer¨ªas boscosas de hasta un 80%? les seguir¨ªan, con el presumible avance de los bosques.

Un planeta Tierra sin seres humanos deja un h¨¢lito de cierta nostalgia y tristeza, y no es algo ni mucho menos deseable, concluye Weisman. Al fin y al cabo, el hombre es una parte integral de la naturaleza.

Hay una conclusi¨®n inesperada, y es el resurgimiento -y un profundo respeto- de lo que Weisman califica como "los h¨¦roes que mantienen nuestra civilizaci¨®n"; una larga lista de operarios, t¨¦cnicos de mantenimiento de edificios, barrenderos, trabajadores que recogen la basura y que limpian calles, puentes, cristales, y que impiden que el agua penetre en los tejados. En definitiva, personas cuyos empleos no est¨¢n bien pagados, cuyos trabajos est¨¢n considerados injustamente como "de perfil bajo". "Durante mi investigaci¨®n no necesit¨¦ hablar con ning¨²n pol¨ªtico. En realidad, no nos hacen falta; sin pol¨ªticos seguir¨ªamos haciendo arte, comercio... Pero sin las personas que mantienen los pavimentos, puentes, t¨²neles de metro... ocurrir¨ªa un desastre. No tendr¨ªamos civilizaci¨®n".