Che
Un editorial de EL PA?S publicado el pasado mi¨¦rcoles ha puesto en pie a muchos lectores de Espa?a y de Am¨¦rica. Caudillo Guevara es el t¨ªtulo del editorial que ha generado la mayor protesta de los lectores que este defensor recuerda. Las cartas y llamadas recibidas transmit¨ªan tanto sorpresa como indignaci¨®n por la valoraci¨®n que realizaba el editorial de la figura hist¨®rica de Ernesto Guevara, el Che, con motivo del 40? aniversario de su fusilamiento en Bolivia.
Sobre el Che se ha escrito mucho. Cualquier lector interesado puede encontrar una bibliograf¨ªa abundante, detallada -diarios, memorias, ensayos, biograf¨ªas, novelas, pel¨ªculas, canciones-, para contrastar sus propias impresiones. Porque su imagen, la imagen que tom¨® el fot¨®grafo Korda en el puerto de La Habana, y que ha sido impresa en camisetas y banderas, en pasquines y paredes, forma parte ya de la iconograf¨ªa del siglo XX entre los emblemas de la revoluci¨®n. Y no s¨®lo de la Revoluci¨®n Cubana.
De las protestas de los lectores elegir¨¦, con la arbitrariedad con que fraccionamos la realidad los periodistas, tres cartas, entre muchas. Llegan tanto de Am¨¦rica como de Espa?a. A Cristina Retta von R?mer, Jos¨¦ Manuel R¨²a y Carlos Neri, lectores que han protestado, les une un elemento com¨²n, constante en otras cartas y llamadas. En su inmensa mayor¨ªa advierten de que no hay que ser guevarista, ni extremista, "ni siquiera de izquierdas", para discrepar o criticar el editorial.
"Cualquier latinoamericano honesto, dotado de un m¨ªnimo sentido com¨²n, de informaci¨®n aut¨¦ntica y sensibilidad social, sabe distinguir entre lo que son 'asesinos disimulados' bajo la fachada del 'm¨¢rtir', de la acci¨®n de hombres que, equivocados o no con los m¨¦todos a seguir, pretendieron ser coherentes con un ideario tendente a revertir situaciones de verdadera violencia social en que Am¨¦rica Latina estuvo inmensa por siglos: dependencia econ¨®mica, explotaci¨®n del campesinado, analfabetismo, pobreza extendida, desigualdades e injusticias sociales a granel", escribe Cristina Retta.
"Hoy, Latinoam¨¦rica vive en gran parte de sus pa¨ªses un giro pol¨ªtico importante, al que se denomina de 'izquierda', tendente a atender la acuciante situaci¨®n de esas sociedades en movimiento. Los cambios se imponen implacables, por maduros y exentos de violencia. Pero sin la revoluci¨®n social de los a?os sesenta, fracasada, dictaduras militares de por medio, la realidad de hoy no ser¨ªa la misma", a?ade Retta.
Desertor del poder
Jos¨¦ Manuel R¨²a considera que "el punto ¨¢lgido de la perversi¨®n" llega en el editorial al convertir al Che en coartada para los reg¨ªmenes represivos de Am¨¦rica Latina. "Seg¨²n este razonamiento, el que lucha contra la opresi¨®n no hace otra cosa que dar motivos al opresor para mantener y aumentar la opresi¨®n". El Che, recuerda el lector, "no se enfrent¨® contra ning¨²n r¨¦gimen democr¨¢tico, sino a dictaduras militares". Y subraya una circunstancia que posiblemente haya contribuido a la universalidad del mito. "El Che renunci¨® a instalarse en el poder y opt¨® por seguir luchando contra la injusticia y la opresi¨®n en otras partes del mundo".
Carlos Neri considera que el editorial "no se queda corto a la hora de escupir arrogancia". Para este lector, "no hay otra manera de definir el criterio que se aplica al dejar trascender que aquellos que siguieron el camino del Che fueron incautos sin sentido com¨²n y por eso ofrendaron sus vidas sin saber lo que hac¨ªan".
Una constante en las cartas de protesta ha sido la caracterizaci¨®n del Che como un caudillo. "En Latinoam¨¦rica, el caudillo tiene una definici¨®n y perfiles muy propios que no se ajustan a lo que fue la vida y la acci¨®n de ese latinoamericano", escribe Cristina Rotta. Y en Espa?a, despu¨¦s de 40 a?os de dictadura, la palabra caudillo tiene nombre propio.
No es tarea habitual del Defensor dar curso a las cartas que discrepan de los editoriales del diario. Ni entrar a debatir sobre la figura hist¨®rica del Che Guevara. Los historiadores desmenuzar¨¢n su vida y su obra; se levantar¨¢ su bandera o se condenar¨¢ su ejemplo, pero valorar una vida y una ¨¦poca como la suya en las 467 palabras de ese editorial es, posiblemente, una tarea imposible.
La simplificaci¨®n alimenta las peores pol¨¦micas. Aquellas en las que los sentimientos se imponen a los argumentos y las descalificaciones a los hechos.
El editorial terminaba diciendo que hoy ya son pocos los que conmemoran su ejecuci¨®n en La Higuera. Pero la pol¨¦mica que ha suscitado ese mismo comentario demuestra que su memoria, el mito, est¨¢ viva todav¨ªa a los dos lados del oc¨¦ano.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensor@elpais.es), o telefonear al n¨²mero 91 337 78 36.
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