'Tuning', malotes
Un cierto gusto popular tiende al efectismo barroco. En la Semana Santa sevillana o en la Piet¨¢ de Miguel ?ngel importa, y mucho, el modo de impresionar. En la comarca del Barbanza eso se manifiesta en el tuneado: la manera en que los j¨®venes de la zona aderezan sus coches. Colores llamativos, faldas y alerones modificados, volantes y salpicaderos embellecidos y, por supuesto, los inevitables equipos de m¨²sica con su inestimable capacidad de ensordecer, con los decibelios puestos al l¨ªmite de lo plausible. Aunque en estas mismas p¨¢ginas se public¨® un reportaje fant¨¢stico, La Meca del tuning est¨¢ en Galicia, en la que un propietario de taller aseguraba que entre sus clientes ten¨ªa "alg¨²n cura y alguna puta de lujo, catedr¨¢ticos, dentistas, directores de bandas de m¨²sica, futbolistas del Celta y del Depor", lo cierto es que el tuning suele ir, en la zona, de consuno con los malotes. El malote podr¨ªa definirse como la contrarr¨¦plica del hiphopero local o del pijo. Su est¨¦tica se asemeja a la de las bandas juveniles urbanas: zapatos militares con punta met¨¢lica, pantal¨®n de ch¨¢ndal, camiseta ajustada, pelo te?ido y gorra. Su ¨¦tica, tambi¨¦n. El malote suele ir en grupo, buscar gresca como forma de afirmaci¨®n y cultiva una cultura machista como las bandas urbanas equivalentes. Incluso despu¨¦s de que uno de ellos haya abandonado a una chica, hay de quien se le acerque.
Es l¨®gico, en todo caso, que se d¨¦ una cierta correspondencia entre vestir un coche y cultivar un cierto atuendo de impacto. Al fin y al cabo, el tuneador lo que hace es personalizar un producto estandarizado con complementos. A trav¨¦s del coche o de la moda lo que hace es expresarse. Lo hace, hasta d¨®nde s¨¦, de un modo m¨¢s definido que sus equivalentes que acuden a los abrevaderos de la movida de Ordes, Santa Comba o Vigo. De hecho, uno puede preguntarse por qu¨¦ esos dos rasgos, que constituyen elementos de una posible cultura juvenil de suburbio se dan en Galicia de un modo m¨¢s logrado en el Barbanza, m¨¢s bien que en las periferias coru?esas o viguesas. Uno puede imaginar que la respuesta est¨¢ en la suma del car¨¢cter costero, una sensaci¨®n de isla de ese lado de la pen¨ªnsula del Barbanza, entre Rianxo y Ribeira, y, por supuesto, el dinero, que corre con m¨¢s profusi¨®n y celeridad por la v¨ªa r¨¢pida que por las agrestes y aisladas tierras de la Costa da Morte. Si Bigas Luna intent¨® constatar en Yo soy la Juani una cierta cultura de suburbio, en Galicia tal vez es en esta comarca d¨®nde mejor la podr¨¦is encontrar.
Y las expectativas. En la cultura contempor¨¢nea, pero sobre todo en la cultura juvenil, ¨¦poca m¨¢s llena de promesas, siempre hay que contar con el clivage entre lo que hay y lo que se espera, entre la realidad y el deseo. Esa brecha es mayor all¨ª donde un modo de vida se ha disuelto con mayor velocidad. Las im¨¢genes de la cultura de masas se adaptan entonces al territorio para encontrar una forma de expresi¨®n local. Eso ha pasado siempre, con cualquier estilo. Ha pasado con el rom¨¢nico, con el barroco, y pasa ahora con las diversas formas de cultura popular. Por otro lado, es claro que la cultura del dinero r¨¢pido, ligada al tr¨¢fico de drogas, y su mitolog¨ªa asociada ha debido de cumplir un papel. La farlopa ha sido, y tal vez sigue siendo, una promesa m¨¢s o menos delirante para generaciones de j¨®venes trabajadores.
En todo caso, la creciente urbanizaci¨®n de Galicia con periferias en las que se combinan econom¨ªas florecientes, pero de creciente desigualdad social, con paisajes rotos e informes, ca¨®ticas -todo ello muy t¨ªpico del pa¨ªs en la hora actual- es l¨®gico que abra camino a fen¨®menos de los que el tuning y los malotes constituyen una avanzadilla. La contraposici¨®n econ¨®mica, social y cultural entre los centros urbanos y ciertas periferias desestructuradas ha de dar como resultado la emergencia de nuevos fen¨®menos culturales. Las ilegales carreras de coches que se realizan en diversos lugares de nuestra geograf¨ªa, y que constituyen una tard¨ªa imitaci¨®n del James Dean de Rebelde sin causa, podr¨ªan tambi¨¦n a?adirse a la lista.
No parece un azar que, m¨¢s bien que en Rianxo o en la Pobra do Carami?al, dos poblaciones de, para decirlo al modo cl¨¢sico, mayor tradici¨®n y abolengo, los epicentros de la movida nocturna de fin de semana sean Boiro y Ribeira, dos poblaciones que han crecido a una gran velocidad. Por sorprendente que parezca, esa ausencia relativa de cultura vilega produce efectos que pueden constatarse. Tampoco puede ser fruto de la casualidad que sean las clases populares las que generen estas nuevas formas de identidad.
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