Realidad
La realidad es mucho m¨¢s ¨²til para los seres ut¨®picos que para los pragm¨¢ticos. Los grandes ideales pierden la cabeza con facilidad, confunden el sentido original de sus ilusiones y acaban convirti¨¦ndose en una amenaza. Resulta conveniente que la historia y el futuro, esas dos grandes apuestas de los profesionales de la utop¨ªa, tengan los pies en la tierra. Cuando se procura transformar la realidad, cuando se quiere volar, es imprescindible no olvidarse de que existe la ley de la gravedad. Hay que tener cuidado con las alas de cera, porque el sol calienta mucho y los cuerpos pagan una factura mortal si caen desde los cielos. Las rocas son duras, la carne es fr¨¢gil, Dios no existe, y por eso la realidad debe formar parte de los equipajes ut¨®picos. A los seres pragm¨¢ticos, por el contrario, les enga?a con frecuencia su inclinaci¨®n al realismo. Y es que la realidad est¨¢ llena de matices, de elaboraciones y de inercias contradictorias que emergen en una perpetua transformaci¨®n. Dos y dos son cuatro, pero las matem¨¢ticas de la realidad suman factores que no son n¨²meros y provocan resultados sorprendentes. En el Buenos Aires de los a?os 40, dos exiliados republicanos, Francisco Ayala y Lorenzo Luzuriaga, pusieron en marcha una revista con el t¨ªtulo de Realidad. Pero tan importante como el nombre fue el subt¨ªtulo: Revista de ideas. La Segunda Guerra Mundial, la barbarie occidental del nazismo y la deriva totalitaria de la Uni¨®n Sovi¨¦tica hab¨ªan cambiado el mundo. Era el momento de poner los pies en la realidad, de apostar por la reflexi¨®n, de analizar el sentido de lo que estaba sucediendo. Para eso hab¨ªa que alejarse del determinismo grosero, de la comodidad de los dogmas y las verdades convencionales. La realidad depende de las ideas, y las ideas -por muy hermosas que sean- necesitan convivir con la realidad para no convertirse en locuras. El siglo XX nos ha ense?ado que las palabras, las utop¨ªas, los pa¨ªses y los partidos pol¨ªticos trabajan por su propia aniquilaci¨®n cuando no aciertan a unir sus ideas con su realidad.
La editorial Renacimiento acaba de publicar un facs¨ªmil de la revista Realidad. Es muy notable el acierto con el que esta editorial sevillana viene recuperando desde hace a?os el mejor patrimonio intelectual y literario de nuestro pa¨ªs. Los lectores interesados tienen ahora al alcance de sus ojos una de las revistas m¨¢s importantes de la posguerra mundial. As¨ª lo demuestran, por ejemplo, los art¨ªculos de Heidegger, Sastre, Eliot, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Salinas, Ferrater Mora, Gaos, Mallea, Borges y Cort¨¢zar. La revista, y eso se debe sobre todo a la mano de Ayala, resulta hoy muy ¨²til para alertarnos de los peligros de una historia protagonizada por ut¨®picos sin realidad y por realistas sin ideas. Al fin de la Segunda Guerra Mundial empezaron a percibirse con claridad los s¨ªntomas de la unificaci¨®n tecnol¨®gica del mundo. Frente a la hegemon¨ªa anglosajona, la brillant¨ªsima situaci¨®n econ¨®mica y cultural Argentina hizo posible la ilusi¨®n de una respuesta hisp¨¢nica a la homogeneidad imperialista y mercantil de los nuevos c¨®digos globales. Pero la historia posterior de Argentina confirm¨® que el futuro no es una l¨ªnea recta y que hay patriotismos que s¨®lo valen para hundir a sus patrias en la miseria. Muy aleccionador es tambi¨¦n el editorial que sirvi¨® en 1947 para abrir la andadura de Realidad. La unificaci¨®n tecnol¨®gica del mundo hac¨ªa previsible las tensiones entre diversas culturas. El llamado Occidente deb¨ªa defender los valores de la libertad y la democracia, puestos en duda por las supersticiones religiosas, los totalitarismos y el mercantilismo manipulador. Advert¨ªan los responsables de Realidad que una cultura no se impone, sino que se propone, y que para ser aceptada necesita primero formularse como una propuesta aceptable. Llamaban as¨ª al di¨¢logo entre civilizaciones. Por desgracia, los poderes pragm¨¢ticos no quisieron hacerle caso a esta ilusi¨®n cargada de ideas y de realidad. Los realistas sin ideas son tan peligrosos como los idealistas sin realidad, y coinciden con mucha frecuencia.
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