Hamburgo, un puerto al futuro
La renovada ciudad alemana marca una ruta por los enclaves hanse¨¢ticos
En L¨¹beck, las casas de Thomas Mann y G¨¹nter Grass. Travem¨¹nde y Wismar, otros dos lugares legendarios del comercio por mar. Y la futura Hafen City de Hamburgo, un hito urbano para 2020.
En la Hafen City habr¨¢ oficinas, viviendas y comercios, pero habr¨¢ adem¨¢s edificios singulares como la nueva sala para la Filarm¨®nica, de los suizos Herzog & DeMeuron (2010), una especie de iceberg o t¨¦mpano de material transl¨²cido
Todo en L¨¹beck es ladrillo, y casi todo g¨®tico. La ciudad conserva su cinto de murallas precedido por un foso y varias puertas, entre ellas la Holstentor, la m¨¢s acicalada, en cuyo interior puede verse un peque?o museo sobre el mundo del Hansa
Apenas lleva abierto un par de meses. No es un museo, exactamente. La BallinStadt es un espacio para la memoria y la reflexi¨®n. Para el recuerdo, ante todo, de cinco millones de personas que entre 1850 y 1939 emigraron a Estados Unidos desde el puerto de Hamburgo. En aquel pa¨ªs de acogida empezaron a llamar "hamburguesa" a un bocadillo de carne picada, barata, habitual entre aquellos emigrantes; pero nada ten¨ªa que ver con Hamburgo aquel sustituto de filete, era cosa de marinos ingleses, que copiaron con entusiasmo los m¨¢s pobres y, por supuesto, los que cruzaban el charco.
Algunos alemanes exiliados prosperaron, e inventaron productos que han llegado a convertirse en iconos norteamericanos; como los vaqueros Levi's, el ketchup Heinz o los cereales Kellogg's... M¨¢s de cuarenta millones de estadounidenses descienden de aquellos ancestros germanos. Albert Ballin, due?o de la naviera Hapag, construy¨® en Hamburgo unos hangares donde reunir a los pasajeros. Se han reconstruido tres pabellones, que son los que ahora alojan la BallinStadt; un plat¨® por donde uno puede pasear, escuchar, oler, fisgar en las listas y documentos esparcidos sobre las mesas de los aduaneros, ver pel¨ªculas mudas de Charlot emigrante. Es, en fin, un lugar de reflexi¨®n; uno se topa al salir con un panel que cifra en 150 millones las personas que en los ¨²ltimos a?os han tenido que abandonar sus hogares en todo el mundo.
El puerto sigue siendo el gran motor de Hamburgo; es el segundo de Europa (despu¨¦s de Rotterdam), m¨¢s de 10.000 empresas de importaci¨®n/exportaci¨®n canalizan por all¨ª sus mercanc¨ªas y un centenar de consulados tramita papeleos. Pero es adem¨¢s una baza tur¨ªstica. Varios barcos-museo permanecen atracados en sus muelles, 80 cruceros hacen escala cada temporada, y hasta cuenta con una especie de costa para el ocio (Oevelg?nne) y playas urbanas. Pero est¨¢, sobre todo, el proyecto que llaman Hafen City, con horizonte en 2020. Aprovechando terrenos portuarios en desuso en el estuario del Elba, la ciudad va a incorporar unas 155 hect¨¢reas, lo que supone un crecimiento del 40% en su tejido urbano. Habr¨¢ oficinas, viviendas y comercios, pero habr¨¢ adem¨¢s edificios singulares llamados a convertirse en los nuevos iconos de Hamburgo. Por ejemplo, la nueva sala para la Filarm¨®nica, de los suizos Herzog & DeMeuron (2010), una especie de iceberg o t¨¦mpano de material transl¨²cido. No menos chocantes ser¨¢n el ¨®valo de Rem Koolhaas, que alojar¨¢ el museo mar¨ªtimo y el acuario, o la nueva terminal de cruceros, de Massimiliano Fuksas, ambos edificios de formas org¨¢nicas y carnadura transparente.
Almacenes del siglo XIX
Lo que va a ser esa urbe futurista puede contemplarse en una exposici¨®n permanente en la Kesselhaus, ubicada en lo que llaman Speicherstadt (ciudad de las especias), un elegante complejo de almacenes del siglo XIX, en ladrillo, trabados por canales, rehabilitados y destinados a peque?os museos y despachos.
El agua est¨¢ presente por doquier, es como el alma de ese anfibio recortado que es Hamburgo. Subiendo a la torre de St. Michaelis (el faro que primero ve¨ªan los marinos) se entiende bien su anatom¨ªa. El Elba con sus brazos atiende al puerto, pero es otro el r¨ªo que articula el casco antiguo: el Alster. Un cauce auxiliado por veintipico afluentes, que los molineros del siglo XIII lograron represar, formando dos lagos interiores que los domingos se llenan de barquitos a vela, como lib¨¦lulas encendidas. Luego se fueron a?adiendo canales, hasta 19 hubo, y se tendieron 2.500 puentes, m¨¢s de los que tienen Londres, Copenhague y Venecia juntas.
No hay puerto que se precie que no tenga su barrio del pecado. El de Hamburgo es el de St. Pauli; no faltan las vitrinas con mujeres que se exhiben (en el callej¨®n sin salida Herbertstrasse), pero la zona se va decantando ¨²ltimamente por el teatro y los musicales. A prop¨®sito, fue en ese barrio rojo donde empezaron en serio los Beatles. Acudieron all¨ª en tres ocasiones, entre los a?os 1960 y 1962, y actuaron con contratos leoninos en antros que a¨²n trajinan (Indra, Star, Kaiserkeller); all¨ª grabaron su primer disco profesional, de teloneros, como los Beat Brothers, y dice la leyenda que gracias a esa grabaci¨®n tomaron contacto con el que ser¨ªa su m¨¢nager, Brian Epstein.
Por alusiones (musicales) hay que recordar que en los ¨®rganos de St. Petri y St. Michaelis tocaron Bach y alguno de sus hijos, y que otro m¨²sico genial, Johannes Brahms, naci¨® en la Speckstrasse y trat¨® de hacer carrera en su ciudad. No lo consigui¨®, tuvo que mudarse a Viena. La casa de Brahms fue destruida por las bombas en 1943, pero en los a?os setenta se habilit¨® un inmueble barroco cercano como museo; tan convincente resulta con sus fotos, partituras y memorabilia que muchos preguntan si naci¨® o vivi¨® all¨ª el bueno de Brahms; aquel hombre afable, taciturno y honrado, que no se atrevi¨® con su primera sinfon¨ªa hasta haber cumplido los 43 a?os (acabar¨ªa siendo el m¨¢s depurado maestro de esta forma musical despu¨¦s de Beethoven).
La Liga Hanse¨¢tica
La vocaci¨®n marina de Hamburgo viene de lejos. Por poner una fecha significativa, recordemos el Hansa teut¨®nica, o Liga Hanse¨¢tica, que monopoliz¨® el B¨¢ltico desde la Edad Media. Apenas fundada la ciudad de L¨¹beck, unos comerciantes avispados de all¨ª se asociaron para extender sus cambalaches a todas las orillas del B¨¢ltico. Primero firmaron un acuerdo con Hamburgo (en 1241) y luego se les fueron sumando otras ciudades, hasta llegar a unas noventa. Un mercado com¨²n avant-la-lettre (siglos XIV y XV) que s¨®lo tras el descubrimiento de Am¨¦rica (y el auge de monarqu¨ªas voraces) se fue debilitando; en 1669 la Liga se redujo de nuevo a las ciudades fundadoras, L¨¹beck y Hamburgo, m¨¢s el consuelo de Bremen.
Por eso parece aconsejable entrarle a L¨¹beck con una colaci¨®n en la Schiffergesellschaft, o sociedad de marineros, en cuyos bancos venerables, sobrevolados por maquetas de nav¨ªos, se reun¨ªan (y siguen reuni¨¦ndose) capitanes y tripulaciones, s¨®lo separados por lengua o bandera, y tambi¨¦n los turistas que puedan pagarse un suculento panfisch, a base de tres clases de pescado con salsa de mostaza. Junto a la entrada al local (en la plaza de St. Jakobi, o Santiago) hay otro portillo, marcado como Gotteskeller (s¨®tano de Dios), que es una de las muchas cavas o comedores de caridad que pose¨ªa la ciudad. El peligro de los mares crea, al parecer, inclinaci¨®n solidaria, y el mejor ejemplo es el hospital del Esp¨ªritu Santo, que est¨¢ justo enfrente. Asombroso como pieza de arte, y asombroso el hecho de que estuvo acogiendo indigentes desde 1227 hasta 1970.
Todo en L¨¹beck es ladrillo, y casi todo g¨®tico. La ciudad conserva su cinto de murallas precedido por un foso y varias puertas; entre ellas, la Holstentor, la m¨¢s acicalada, su s¨ªmbolo, en cuyo interior puede verse un peque?o museo sobre el mundo del Hansa. Desde la torre de la Petrikirche se tiene el plano vivo de L¨¹beck a los pies, y se acierta a descubrir el secreto entramado de patios (H?fe) y pasadizos (G?nge) que amalgaman algunas de las mayores y m¨¢s hermosas iglesias medievales de ladrillo en Europa.
Tambi¨¦n hay casas barrocas; como la casa Buddenbrooks, que s¨®lo conserva la fachada, el resto hubo de rehacerse. En esa mansi¨®n familiar, cuyos bajos serv¨ªan de tienda (como en casi todas), vivieron su infancia los hermanos Heinrich y Thomas Mann, ambos escritores, aunque s¨®lo al segundo le dieron el Nobel. Titul¨® su primera novela Los Buddenbrooks (1901), un fresco monumental cuyo marco son rincones de L¨¹beck que ahora se recorren en paseos literarios orquestados desde la casa, ilustrados por charlas y rematados con una cena en el Burgkloster.
La familia Mann fue toda una saga; los seis hijos de Thomas ten¨ªan talento literario (sobre todo Klaus, el mayor), seg¨²n puede apreciarse en la casa-museo, y el cine ha sacado tajada tanto de Heinrich (El ¨¢ngel azul) como de Thomas (Muerte en Venecia, adaptaciones de La monta?a m¨¢gica y varias versiones de Los Buddenbrook; la ¨²ltima todav¨ªa sin estrenar: una serie de Heinrich Breloer filmada en L¨¹beck este mismo oto?o). Tres meses antes de morir en Z¨²rich, Thomas Mann regres¨® a L¨¹beck y a su puerto de Travem¨¹nde, a despedirse de sus propios recuerdos.
Algo tienen en com¨²n Thomas Mann y G¨¹nter Grass. Adem¨¢s del Nobel, ambos unieron su celebridad literaria a un cierto compromiso moral frente al nazismo; s¨®lo que Grass ocultaba en el armario devaneos juveniles que ha tenido el coraje de airear. Grass no naci¨® en L¨¹beck, sino un poco m¨¢s al este, en Dantzig (la actual Gdansk, paisano por tanto de Joseph Conrad). Pero tiene su hogar a las afueras de L¨¹beck y su estudio cerca del hospital del Esp¨ªritu Santo. Un hogar que a veces ocupa, no es tan raro tropez¨¢rselo en la escalera cuando uno sube desde la librer¨ªa del piso bajo a la muestra de dibujos, aguafuertes, litograf¨ªas, acuarelas, terracotas y bronces suyos en el segundo piso. Aquella casa no es una ruina, sino una mina, y ajenos a cualquier pol¨¦mica, te venden como recuerdo unas botellas de vino italiano con la etiqueta dise?ada por el artista escritor, o viceversa. (En vista del ¨¦xito de las casas de autor le est¨¢n montando otra al pol¨ªtico y paisano Willy Brand, a punto de abrir enfrente casi de la de Grass).
La salida al mar de L¨¹beck es Travem¨¹nde (el estuario del r¨ªo Trave). Un lugar despejado y hermoso, con playa y paseo kilom¨¦tricos, un pueblito de pescadores, un casino y Kurhaus (balneario) que frecuentaban en el siglo XIX arist¨®cratas rusos, y un mamotreto socialista, solitario, de los a?os sesenta; desde la cafeter¨ªa del piso 36 se tiene la mejor vista de Travem¨¹nde, porque se ve todo... menos el propio mamotreto. Cruceros gigantescos pasan rozando a los ba?istas, o a los jinetes que galopan por la playa, y entre otros veleros est¨¢ anclado, ya para siempre, el Passat (alisio en alem¨¢n), un flyer que cubri¨® la ruta comercial con Am¨¦rica entre 1911 y 1954; ahora es una especie de museo, pero se puede dormir en alguno de sus camarotes por 45 euros la noche. Una buena manera de revivir el esp¨ªritu aventurero y pragm¨¢tico de las gentes hanse¨¢ticas, ungidas a lo que parece por el don bifronte del coraje y de la dicha de vivir.
LA SORPRESA DE WISMAR
SI HUBIERA que elegir una ciudad hanse¨¢tica modelo, ¨¦sa podr¨ªa ser Wismar. Apenas se la conoce, porque estuvo en la frontera m¨¢s pobre de la antigua RDA. Su casco antiguo parece de manual, con fachadas medievales, renacentistas o barrocas, y varias de las iglesias en ladrillo. La ciudad es un enclave singular, ya que los suecos la tomaron en 1632 (guerra de los Treinta A?os) y en 1803 se la arrendaron por cien a?os al Estado de Mecklenburg; s¨®lo al cumplirse el plazo, en 1903, volvi¨® plenamente a Alemania. De Wismar era tambi¨¦n el capit¨¢n Jacob Anckrarstroem, quien el 13 de marzo de 1792 mat¨® al rey de Suecia en un baile de disfraces; es el asunto que Verdi aprovech¨® para su ¨®pera Un ballo in maschera. Precisamente uno de los edificios m¨¢s antiguos de la plaza Mayor se llama Alter Schwede (el viejo sueco), junto a un Ayuntamiento. Wismar fue importante dentro de la Liga. Ten¨ªa cinco puertas (se conserva bien la Wassertor), y su puerto, antes muy activo, ha vuelto a recobrar vida gracias a unos astilleros a los que no falta trabajo. Pero lo m¨¢s llamativo de Wismar son sus iglesias g¨®ticas de ladrillo: St. Nikolai, abierta al culto; Santa Mar¨ªa y St. Georgen, ambas muy da?adas en la guerra; Santa Mar¨ªa, de la que s¨®lo queda la torre, y St. Georgen, en restauraci¨®n.
GU?A PR?CTICA
C¨®mo ir- Lufthansa (www.lufthansa.es; 902 22 01 01) y Spanair (902 13 14 15; www.spanair.es) tienen vuelo directo desde Madrid y Barcelona a Hamburgo; a partir de 96 euros.- Ryanair (www.ryanair.com) tendr¨¢ un vuelo a L¨¹beck desde Girona a partir del pr¨®ximo 30 de octubre.Dormir- Hotel Hafen Hamburg (0049 40 31 11 30; www.hotel-hafen-hamburg.de) , Seewartenstrasse, 9. Hamburgo. Entre el puerto y el casco viejo. Habitaciones dobles, desde 100 euros.- NH Hamburg City (0049 40 43 23 20; www.nh-hotels.com). Feldstrasse, 53-58. Hamburgo. Desde 99 euros.- Hotel Scandic (0049 45 13 70 60, www.scandic-hotels.com).Travem¨¹nder Allee, 3. L¨¹beck. Moderno. Desde 100 euros.- Hotel Steigenberger (0049 38 41 23 92 70; www.wismar.steigenberger.de). Wismar. En la hist¨®rica plaza Mayor. Habitaci¨®n doble, 103 euros.Comer- Krameramtsstuben (0049 40 36 58 00; www.krameramtsstuben.com).Krayenkamp, 10. Hamburgo. Uno de los rincones m¨¢s deliciosos y antiguos de Hamburgo. Entre 15 y 25 euros. - Alte Schiffergesellschaft (0049 45 17 67 76; www.schiffergesellschaft.com).Breite Strasse, 2. L¨¹beck. Hist¨®rico. Delicioso panfisch. Entre 10 y 20 euros. - Ratskeller (0049 45 17 20 44; www.ratskeller-zu-luebeck.de).Markt, 13. L¨¹beck. Unos 20 euros.- Weinwirtschaft (0049 45 02 30 70 747; www.a-rosa.de). Aussenallee, 10. Travem¨¹nde. Cocina mediterr¨¢nea en el spa A-Rosa, frente al mar. Unos 35.- Zum Weinberg (0049 38 41 28 35 50). Hinter den Rathaus, 3. Wismar. En una casa del siglo XIV. Alrededor de 20.Visitas- BallinStadt (0049 40 31 97 91 60; www.ballinstadt.de). Veddeler Bogen, 2. Hamburgo. Entrada, 9,80 euros.- Johannes Brahms Museum (0049 40 41 91 30 86; www.brahms-hamburg.de).Peterstrasse, 39. Hamburgo. 3 euros.- Buddenbrookhaus, Centro de Heinrich y Thomas Mann (0049 45 11 22 41 90; www.buddenbrookhaus.de). Mengstrasse, 4. L¨¹beck. 5 euros.- G¨¹nter Grass Haus (0049 18 05 92 92 00; www.guenter-grass-haus.de).Glockengiessertr, 21. L¨¹beck. 5 euros.- Willy Brandt Haus (0049 45 11 22 42 50; www.willy-brandt-luebeck.de).K?nigstrasse, 21. L¨¹beck. Apertura el 18 de diciembre. Entrada libre.Informaci¨®n- Turismo de Hamburgo (0049 40 30 05 13 00; www.hamburg-tourismus.de.- www.hamburg-travel.de.- www.luebeck-tourismus.de- Oficina de Turismo de Alemania en Madrid (914 29 35 51).- www.alemania-turismo.com.
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