Definitivo 'Poeta en Nueva York'
Una nueva edici¨®n plasmar¨¢ las voluntades que el escritor recogi¨® en su original
El largo viaje de Poeta en Nueva York termina. Aquel borrador que Federico Garc¨ªa Lorca dej¨® a Jos¨¦ Bergam¨ªn, su editor de confianza, d¨ªas antes de conocer el destino tr¨¢gico, se cierra ahora. Qued¨® como un testamento involuntario, encima de su mesa de trabajo, y as¨ª trascendi¨® la obra: plasmada en un manuscrito de lo m¨¢s raro; corregido, aunque sin puntuar, que a?os despu¨¦s desapareci¨®.
"El manuscrito demuestra que Bergam¨ªn no se invent¨® otro libro"
El punto final, con las voluntades del poeta, lo pondr¨¢ dentro de dos a?os la edici¨®n definitiva que prepara la Fundaci¨®n Garc¨ªa Lorca -que compr¨® el original en subasta en 2003- con el trabajo de expertos que resolver¨¢n las dudas de su estructura o el orden y procedencia de algunos poemas.
Todas las grandes dudas quedan ya despejadas. Los borrones que durante d¨¦cadas han ensombrecido la obra maestra p¨®stuma del poeta del 27 ser¨¢n pasados a limpio. Un d¨ªa de julio de 1936, Federico se acerc¨® a ver a Bergam¨ªn a su despacho de la editorial Cruz y Raya, en la calle de Bartolom¨¦ Mitre, 5, de Madrid. Su amigo y colaborador no estaba. As¨ª que Lorca le dej¨® una nota tan sencilla como terrible: "Querido Pepe: he estado a verte y creo que volver¨¦ ma?ana. Abrazos, Federico".
Por supuesto, no regres¨®. Tuvo que partir hacia Granada, donde a los pocos d¨ªas del golpe militar, el 18 de agosto, fue asesinado. Ah¨ª comenz¨® la leyenda de este manuscrito. Bergam¨ªn supo el tesoro que le hab¨ªa dejado. Todo un s¨ªmbolo, una especie de Guernica en verso, que b¨¢sicamente respet¨® pero que escondi¨® a las disquisiciones de los expertos, quiz¨¢ sabiendo que el misterio engrandec¨ªa una obra cuya estructura y concepci¨®n global jam¨¢s fue rematada.
EL PA?S ha podido ver y analizar con detenimiento el manuscrito, que alterna poemas escritos a mano, otros mecanografiados, correcciones, tachones constantes e indicaciones para que se incluyan piezas previamente publicadas en revistas literarias. Todo parece discutible y en proceso. Es la copia que se presta a una persona de confianza para darle vueltas.
Lorca se lo dej¨® a Bergam¨ªn para trabajar sobre lo que ser¨ªa la edici¨®n definitiva, seguro, pero su muerte lo ha convertido tambi¨¦n en una ¨²ltima voluntad tangible y adquirida hace cuatro a?os por la fundaci¨®n en una pol¨¦mica subasta en Londres. "Lo que est¨¢ fuera de duda es que siempre ser¨¢ una obra inconclusa; Lorca habr¨ªa cambiado m¨¢s cosas", asegura Christopher Maurer, de la Universidad de Boston, que ha estudiado el manuscrito y participar¨¢ en la edici¨®n definitiva. Su colega Mario Hern¨¢ndez, catedr¨¢tico de Literatura Espa?ola de la Universidad Aut¨®noma, lo corrobora y a?ade la obsesi¨®n del poeta a la hora de concebir obras con coherencia global: "?l creaba libros unitarios, no poemarios con piezas que se juntan sin intenci¨®n".
Lo que queda fuera de duda es que ser¨¢ publicado con todas las indicaciones del poeta, sin los cambios que introdujera Bergam¨ªn y que dieron lugar a todas las especulaciones. Las pol¨¦micas que comenzaron en 1940 quedan zanjadas. Surgieron cuando las dos ediciones primeras aparecieron en M¨¦xico y en Estados Unidos. Una bajo el sello de Norton, y otra con S¨¦neca, aparentemente salidas del manuscrito en poder de Bergam¨ªn, pero muy divergentes. Hasta el punto de llevar a expertos a pensar que el editor poco menos que se hab¨ªa inventado parte. El silencio de Bergam¨ªn multiplic¨® las inseguridades. "Dec¨ªa que eran todo discusiones bizantinas", apunta Hern¨¢ndez, que se lo oy¨® de viva voz.
Pero lo que viene a probar la copia es que el amigo editor respet¨® casi en su totalidad sus voluntades. "Terminan las dos dudas fundamentales de la cr¨ªtica", asegura Hern¨¢ndez. "La primera, que no hay", como lleg¨® a sugerir el cr¨ªtico Eutimio Mart¨ªn, "dos libros: uno, Poeta en Nueva York, y otro, Tierra y luna. Y segundo, que Bergam¨ªn no se invent¨® un libro".
Adem¨¢s, se confirma por indicaci¨®n de Lorca que poemas aparentemente alejados de lo que ¨¦l hab¨ªa creado para la obra, compuesta en su viaje a Am¨¦rica entre 1929 y 1930, quedan incluidos: "Es el caso de composiciones como Amantes asesinados por una perdiz, que aparecieron en la publicaci¨®n surrealista Ddooss y que el poeta adscribe en una nota a mano en la parte VI, Introducci¨®n a la muerte".
El caos, las dudas sobre el texto -evidente hasta en las dedicatorias, con partes que llevan tres nombres tachados, como la dedicada a Concha M¨¦ndez y Manuel Altolaguirre- y los nervios de los estudiosos saltaron nada m¨¢s aparecer por vez primera la obra en Estados Unidos. Una nota del traductor de la edici¨®n de Norton confesaba su perplejidad e incluso su impotencia ante un texto que, dec¨ªa, "es una copia no del todo clara, que en ocasiones deja entrever la propia confusi¨®n del poeta". As¨ª lo recoge Piero Menarini en su edici¨®n de Austral de 1994.
Aun as¨ª, el libro empez¨® a volar. Y de ah¨ª, la fuerza de los versos que sentaron las bases de una poes¨ªa urbana, cosmopolita, de una fuerza a la vez llena de simbolismo y denuncia social, comenzaron a pre?ar toda una legi¨®n de seguidores que han santificado la obra como una de las m¨¢s grandes de la historia.
Por eso, la edici¨®n definitiva, seg¨²n anuncia Laura Garc¨ªa Lorca, responsable de la fundaci¨®n, se presentar¨¢ con todos los honores en Nueva York en dos a?os. "Ser¨¢ junto a un gran simposio en el que se analizar¨¢ la tremenda influencia de Poeta en Nueva York en todo el arte universal". La ciudad que le estimul¨® ser¨¢ testigo con su "angustia imperfecta", esa que plasm¨® con la fuerza de todo su genio en su magistral Danza de la muerte.
Babelia
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