"La guerra y la memoria no acaban nunca"

En esta casa confortable, abigarrada, de clase media alta pero modesta, en la que vive Doris Lessing en el noroeste de Londres, se nota que su inquilina es la ¨²ltima premio Nobel de Literatura porque a¨²n quedan en los rincones algunas flores de las que fue recibiendo desde el jueves 11 de octubre, cuando la Academia Sueca se las vio y se las dese¨® para poder comunicarle la noticia del galard¨®n. Estuvimos con ella el jueves ¨²ltimo, en la v¨ªspera de su 88? cumplea?os. Ten¨ªa catarro, estaba preocupada por el malhumor de su gato y nos cont¨® que acababa de terminar un libro sobre la guerra y sus padres, "un libro lleno de rabia y de coraje".

Cuando se supo que la autora de El cuaderno dorado y Canta la hierba era premio Nobel de Literatura, Doris Lessing estaba en el hospital con su hijo inv¨¢lido, al que cuida. A ella no le sorprendi¨® el premio, del que se ven¨ªa hablando desde hac¨ªa d¨¦cadas. Han aumentado las llamadas y las entrevistas, y ella acoge este inter¨¦s s¨²bito con la indiferencia con que asiste a su propia fama; sabe que esa popularidad es vol¨¢til.

"La televisi¨®n fue el final de la conversaci¨®n; termin¨® aquello de sentarnos a comer todos juntos"

"Tengo la edad que tengo y sigo enfadada. Siento como sent¨ªa mi padre: ira, ira, ira por la guerra"

"Este tipo de sociedad tan confiada en la que vivimos debe ser ¨²nica en la historia. ?Cu¨¢ndo ha pasado esto antes?"

"Blair ha sido un desastre para Gran Breta?a. Lo dije al ser elegido: nos meter¨¢ en problemas. Y nos meti¨®"

La casa es un remanso de paz; en todas partes tiene libros, y ahora lee mucho sobre la Guerra Civil espa?ola, un episodio que llen¨® de rabia y de inter¨¦s a su generaci¨®n. Habla de esa contienda con "la misma rabia" con que habla de las guerras que sufrieron sus padres, sobre cuya experiencia acaba de escribir un libro. Nosotros le llevamos champ¨¢n y un cuaderno, y le hicimos preguntas que ella respondi¨® a veces con pasi¨®n, como si por dentro se le estuviera removiendo, siempre, el fantasma de las guerras que ella sufri¨® con otros. El gato se fue misteriosamente de nuestro alcance, ella se sent¨® casi en el suelo, al lado de un libro de Yeats que estaba leyendo; luego se dej¨® fotografiar en la paz de la luz que entraba por los ventanales, y todo lo hizo en el piso de arriba de su casa. A la entrada, cuando nos ¨ªbamos y reapareci¨® el gato que adora, el suelo de la puerta de entrada estaba repleto de correspondencia, que ha aumentado con esta fama redoblada que le ha tra¨ªdo el Nobel. Pero nada m¨¢s llegar nos lo dijo: "Primero fue el Pr¨ªncipe de Asturias". Ahora est¨¢ segura de que sus editores (Lumen, en Espa?a) la pasear¨¢n otra vez, y aunque ya no est¨¢ para trotes, no ser¨ªa extra?o que la vi¨¦ramos recorrer cualquier sitio de este pa¨ªs cuya historia ("y cuyas heridas") siempre est¨¢n en su memoria.

Pregunta. ?C¨®mo est¨¢ usted ahora, despu¨¦s del ajetreo del Nobel?

Respuesta. ?Me lo pregunta en serio? Pues tengo tos, una ligera diarrea y cistitis. Pero, aparte de eso, estoy muy bien, gracias. Lo que tengo es por culpa del estr¨¦s. El estr¨¦s del Nobel, esto es muy estresante. Suena el timbre de la puerta, vienen ustedes a verme, el tel¨¦fono no deja de sonar, y as¨ª todo el d¨ªa. Y el gato est¨¢ molesto, ?no lo ve?

P. Pero este Nobel es una buena noticia, aunque no sea una sorpresa...

R. S¨ª, est¨¢ muy bien. Ahora tengo muchos premios, ¨¦ste, el de Asturias, y todo eso est¨¢ muy bien.

P. Rosa Montero, la escritora espa?ola que le entrevist¨® para El Pa¨ªs Semanal hace nueve a?os, escribi¨® en nuestro peri¨®dico que le parec¨ªa una explicaci¨®n "err¨®nea e injusta" la nota con la que la Academia Sueca explic¨® la raz¨®n por la que la premiaban...

R. ?Y estoy de acuerdo con ella! Eso de "la ¨¦pica femenina" no me gusta mucho, eso de poner a hombres y mujeres en campos distintos no me parece lo m¨¢s adecuado... As¨ª es como yo lo veo, pero es evidente que a la gente le gustan las etiquetas: hombres, mujeres, el bien, el mal...

P. El Nobel le da m¨¢s lectores. Y si usted fuera su propia lectora, ?por qu¨¦ le hubiera dado este galard¨®n?

R. He escrito muchos libros, en una gran variedad de g¨¦neros y sobre un mont¨®n de temas diferentes, y hay mucha gente que me sigue leyendo, por una raz¨®n o por otra. ?Por qu¨¦ lo hacen? Pues porque algo tendr¨¦. ?Ja, ja, ja!

P. Y aumenta la cantidad de gente que va a seguir ley¨¦ndola, y el inter¨¦s de la prensa. Y ya que hablamos de eso, usted siempre ha prevenido contra las perversiones de los medios: el periodismo, la televisi¨®n, todo lo que nos rodea...

R. Y sigo alertando. De todos modos, los medios de comunicaci¨®n de masas y el periodismo son dos temas distintos, y me refiero a Inglaterra, no a Espa?a. En este pa¨ªs tenemos algunos de los peores periodistas del mundo, pero al mismo tiempo tambi¨¦n algunos de los mejores. No s¨¦ nada del periodismo en Espa?a. Y ha venido Internet, que ha introducido un nuevo tipo de civilizaci¨®n cuyo significado ni siquiera hemos llegado a comprender todav¨ªa. Y la televisi¨®n, f¨ªjese en la televisi¨®n, ha cambiado por completo la cabeza de todo el mundo, y tampoco la hemos comprendido, francamente.

P. Dice usted en uno de sus libros de memorias que la televisi¨®n interrumpi¨® la conversaci¨®n, rompi¨® la alegr¨ªa, o al menos la convivencia familiar...

R. No dije que fuera alegre precisamente esa convivencia, pero desde luego la vida familiar era distinta antes de que llegara la televisi¨®n. Yo vi llegar la televisi¨®n a una casa donde sol¨ªa escucharse la radio, donde la gente sol¨ªa sentarse todas las noches, a hablar, a comer, y a comer muy bien, por cierto... Estoy hablando de una cultura distinta a la que vino luego; la televisi¨®n interrumpi¨® esa cultura. Fue el final de la conversaci¨®n, de la jovialidad de la convivencia, termin¨® aquello de sentarnos a comer todos juntos... Aunque es cierto que muchas de las canciones que cant¨¢bamos eran muy aburridas, si es verdad que tambi¨¦n se acab¨® aquello de cantar en familia, alrededor de un piano... Todo el mundo alrededor de una mesa, un perro ladrando en una esquina, una comida maravillosa (?porque no todos los ingleses son malos cocineros!)... Todo eso se fue cuando lleg¨® la televisi¨®n, y yo tengo el recuerdo del d¨ªa en que eso ocurri¨®.

P. ?Y en qu¨¦ cultura estamos ahora?

R. Estamos en el final de la vida familiar tal como la conoc¨ªamos. Como sabe, muchas mujeres trabajan, cuando llegan a casa est¨¢n agotadas, traen a casa comida preparada, cosa que es nueva en Inglaterra; no se lee a los ni?os porque estamos demasiado cansados... Todo esto es nuevo.

P. Usted trajo aqu¨ª a su hijo en 1949 y le ense?¨® este pa¨ªs. ?C¨®mo era?

R. Mi hijo ten¨ªa dos a?os y medio, y no creo que ¨¦l recuerde gran cosa de lo que vio. Lo que yo encontr¨¦ cuando llegu¨¦ fue un pa¨ªs devastado por la guerra; no era como ahora, tan alegre y colorido. Era muy oscuro, lleno de edificios agrietados, de lugares donde hab¨ªan ca¨ªdo bombas; hab¨ªa manzanas enteras totalmente derruidas, era desolador. Y era muy duro, muy duro, no hab¨ªa suficiente para comer, hac¨ªa fr¨ªo. Todo ha cambiado mucho.

P. A mejor.

R. S¨ª, desde luego.

P. ?Y ahora c¨®mo ve Inglaterra?

R. Nunca volvi¨® a ser as¨ª, en mi experiencia. La gente tiene tanto dinero... Vas a Leicester Square y la plaza est¨¢ repleta de gente. Es medianoche, o casi de madrugada, y sigue habiendo j¨®venes queriendo divertirse. Esto es nuevo en este pa¨ªs. No creo que dure... Hmmmm, veremos. Reconozco que hay bolsas de pobreza, pero en general la gente tiene dinero, y est¨¢ c¨®moda, y no tiene miedo. Y eso sol¨ªa pasar, la gente ten¨ªa miedo: a perder el empleo, a caer enfermo... Este tipo de sociedad tan confiada en la que vivimos ahora debe de ser ¨²nica en la historia. ?Cu¨¢ndo ha pasado esto antes?

P. La historia ha hecho de Inglaterra un pa¨ªs mejor. Pero los pa¨ªses donde usted naci¨® y vivi¨® (Persia, luego Ir¨¢n, Rodesia, ahora Zimbabue) viven situaciones dif¨ªciles, a veces catastr¨®ficas... Como Afganist¨¢n, pa¨ªs al que dedic¨® mucha atenci¨®n.

R. La relaci¨®n con Zimbabue es especial. All¨ª crec¨ª, me hice, s¨¦ mucho sobre el pa¨ªs. Es distinto que con Afganist¨¢n. Creo que fue un error (de los sovi¨¦ticos) invadirlo. Pienso que Ir¨¢n es un desastre, y con respecto a Oriente Pr¨®ximo, espero que todos est¨¦n muy asustados, porque es para estarlo. Pero de todo eso no se puede hablar en un solo aliento; son todos casos muy diferentes.

P. Vayamos a Zimbabue. ?C¨®mo les ha ido, desde la liberaci¨®n?

R. Pues les ha ido muy mal, como sabe. En estos momentos, la gente se muere de hambre, y ¨¦ste era un pa¨ªs que daba de comer a toda la zona, hab¨ªa cultivos de todo tipo... Y ahora mismo tengo una amiga que me llama y me dice: "Llevamos una semana sin agua, cuatro d¨ªas sin electricidad, hay falta de comida en las tiendas, no hay pan, no hay patatas". Esta gente est¨¢ pasando hambre. Puedo contarle una peque?a historia que podr¨ªa ilustrar lo que ocurre. La gente est¨¢ escapando a Sur¨¢frica, y cuando llegan a la frontera les cogen y les deportan. Los surafricanos les est¨¢n esperando, y los que huyen de Zimbabue les dicen: "Por favor, antes de devolvernos a nuestro pa¨ªs dennos algo de pan". Un detalle horroroso, ?verdad? Y hay otra historia: los soldados de Mugabe se est¨¢n escapando porque no les pagan. Miles de esos soldados bajan hacia Sur¨¢frica, y la tragedia es que all¨ª les esperan reclutadores que les llevan a sus propias guerras. Y puede que de pronto se encuentren en Afganist¨¢n, o en Irak, o donde sea... ?Esta pobre gente de Zimbabue, qu¨¦ tragedia!

P. Eso que cuenta recuerda la emigraci¨®n africana a Europa, y c¨®mo los deportan desde aqu¨ª.

R. Es una tragedia de nuestro tiempo, s¨ª, pero la gente escapa de ?frica por una pobreza generalizada, por una vida muy dura; pero la de Zimbabue es una crisis creada por un solo hombre.

P. Robert Mugabe.

R. S¨ª. Es un hombre muy malo. Un asesino. En fin, podr¨ªa seguir, pero lo que quiero decir ahora es esto: esa gente que se va de Zimbabue busca pan, no tiene trabajo. Sus perspectivas son nulas.

P. ?Usted esperaba que Robert Mugabe fuera as¨ª?

R. No. Nadie lo esperaba. Cuando lleg¨® al poder, al principio, la gente dec¨ªa de ¨¦l que era un hombre inteligente, ten¨ªa buenos asesores. Pero enseguida se produjo una matanza, con ¨¦l en el poder. Y luego se asoci¨® con los peores dictadores del mundo, como el de Birmania, porque le gustan mucho los dictadores.

P. Es como una maldici¨®n sobre ?frica. ?Ve usted, como creadora de s¨ªmbolos, alguna met¨¢fora en ese desastre continuo?

R. Hay muchos pa¨ªses distintos en ?frica, no se puede tomar el continente como si fuera una unidad. Pero s¨ª, es cierto, lo que se vive en ?frica es desalentador.

P. Volvamos a Ir¨¢n, donde naci¨®.

R. ?No, por favor! Odio Ir¨¢n, odio al Gobierno iran¨ª, es un Gobierno malvado y cruel. F¨ªjese en lo que le pas¨® al presidente en Nueva York, le llamaron malvado y cruel en la Universidad de Columbia. ?Maravilloso! ?M¨¢s ten¨ªan que haberle dicho! Nadie le critica, por el petr¨®leo; por eso nuestro encantador Gobierno brit¨¢nico le dora la p¨ªldora al de Ir¨¢n: por el petr¨®leo.

P. Como Putin.

R. Por lo mismo, porque quiere quedarse con el petr¨®leo. ?Y usted espera que los Gobiernos sean morales! No lo son, ninguno de ellos lo es. Son bochornosos, nos averg¨¹enzan.

P. ?Ir¨¢ Estados Unidos a la guerra contra Ir¨¢n por el tema de la energ¨ªa nuclear?

R. No soy profeta. Si yo estuviera en Ir¨¢n pensar¨ªa: ?por qu¨¦ no vamos a usar energ¨ªa nuclear con prop¨®sitos pac¨ªficos? Pero ni por un momento pienso que esos prop¨®sitos sean pac¨ªficos, pero eso no lo podemos probar. Estamos en un maldito embrollo. Y Oriente Pr¨®ximo es un desastre, todos los sabemos, y no s¨¦ qui¨¦n puede solucionarlo.

P. Afganist¨¢n. Usted fue, denunci¨® lo que pasaba all¨ª. ?Lo ve como una consecuencia de los atentados del 11-S?

R. Lo veo como una consecuencia de la invasi¨®n rusa de Afganist¨¢n. El 11-S no puede ser tan importante como aquello. Lo que vi en Agfanist¨¢n fueron las consecuencias de la invasi¨®n sovi¨¦tica, que result¨® un desastre. Pude hablar y ver tanto a mujeres como a soldados. La mayor parte de los periodistas no vieron nunca a las mujeres, as¨ª que puedo decirle que la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n fue uno de los grandes cr¨ªmenes de nuestro tiempo. Y quiz¨¢ habr¨ªa que recordarlo: Gran Breta?a fue derrotada tres veces por los afganos en el siglo XIX. En Espa?a, la gente no tiene por qu¨¦ saberlo, pero nosotros debemos saberlo y recordarlo. ?Qu¨¦ estamos haciendo ah¨ª? Nos han derrotado tres veces. Es una locura. Somos una gente loca. Volvemos a Afganist¨¢n, oh, debemos ocuparnos. Una broma, pero no una broma graciosa.

P. Usted estuvo con las mujeres...

R. Las condiciones de las mujeres eran horribles. Los guerrilleros estaban agotados, no llevaban zapatos, luchaban en la nieve. Fue una guerra terrible, terrible. Y los rusos, ?sabe?, no son muy buenos. No s¨¦ c¨®mo ser¨ªan en la II Guerra Mundial, pero s¨¦ que en Afganist¨¢n fueron terribles. Los oficiales trataban tan mal a los soldados que beb¨ªan l¨ªquido de frenos en lugar de alcohol, vend¨ªan sus propias armas para conseguir drogas. No s¨¦ c¨®mo ser¨¢n ahora los soldados rusos, pero fueron muy muy malos en Afganist¨¢n.

P. El 11-S, el 11-M, los atentados de Londres, nosotros seguimos sufriendo a ETA. Usted ha escrito mucho sobre terrorismo.

R. Y aqu¨ª tuvimos el IRA. ?Sabe lo que la gente olvida? Que el IRA atent¨® con bombas contra nuestro Gobierno; que mat¨® a varias personas mientras se celebraba una convenci¨®n conservadora, en la que estaba la primera ministra, Margaret Thatcher. La gente se olvida. El 11-S fue terrible, pero si se repasa la historia del IRA, lo de los americanos no resulta tan terrible. Cualquier americano pensar¨¢ que estoy loca. Murieron muchas personas, cayeron dos edificios prestigiosos, pero no fue tan terrible ni tan extraordinario como ellos creen; son gente muy ingenua, o fingen que lo son.

P. Nosotros somos muy sensibles en Espa?a ante esta nueva guerra del terror. En la respuesta norteamericana hubo una foto famosa: Bush, Aznar, Blair...

R. Siempre odi¨¦ a Tony Blair, desde el principio. Muchos de nosotros odi¨¢bamos a Tony Blair, creo que ha sido un desastre para Gran Breta?a, y lo hemos padecido muchos a?os. Lo dije desde que fue elegido: ¨¦ste es un peque?o showman que nos va a meter en problemas, y nos meti¨®. En cuanto a Bush, es una calamidad mundial, todo el mundo est¨¢ harto de este hombre. O bien es un est¨²pido, o bien es muy listo, aunque hay que pensar que es miembro de una clase social que se beneficia mucho con las guerras, nos olvidamos de que una guerra beneficia a muchas personas. ?Sabe? Acabo de terminar un libro sobre la guerra. No pretend¨ªa que lo fuera, pero es un libro contra las guerras. Me asombra c¨®mo olvidamos la influencia enorme que las guerras tienen; est¨¢n ah¨ª siempre, como su memoria... Ustedes deber¨ªan saberlo. Su guerra civil fue tan terrible. En la I Guerra Mundial, Europa decidi¨® dispararse a s¨ª misma. La II Guerra Mundial fue otra historia. ?Y ¨¦stas son nuestras guerras! Somos mucho m¨¢s brutales, m¨¢s crueles. Nos gusta olvidarlo, pero no se puede olvidar. He estado leyendo novelas recientes de escritores suyos sobre la Guerra Civil espa?ola. Para la gente de mi generaci¨®n, la Guerra Civil fue tan importante. Fue tan desgarradora, tan dif¨ªcil, tan imposible de entender el comportamiento de nuestros Gobiernos... Quiz¨¢ ustedes lo hayan olvidado, pero Gran Breta?a y Francia tuvieron un comportamiento deplorable, permitieron que Hitler y Mussolini ayudaran a Franco porque en Espa?a hab¨ªa un Gobierno de izquierdas. Yo me encontraba con gente que lloraba de rabia y de verg¨¹enza por nuestros Gobiernos.

P. En Espa?a hay un proceso para crear una ley que repare el da?o moral de aquella guerra. Y la derecha no la quiere apoyar.

R. Lo s¨¦, tengo muchos amigos espa?oles. Y hubo una derecha extrema en Espa?a a la que el Rey puso fin mientras todo el mundo aplaud¨ªa. Fue maravilloso, ?sabe? Conoc¨ª al Principe, y a su madre, que est¨¢ muy orgullosa de ¨¦l, cuando recib¨ª el premio que lleva su nombre, en Oviedo.

P. ?Y c¨®mo sale uno de la guerra?

R. Yo estaba casada con un refugiado alem¨¢n y experiment¨¦ la guerra a trav¨¦s de ¨¦l. Los alemanes que eran anti-Hitler estaban en la terrible situaci¨®n de tener que aplaudir la destrucci¨®n de Alemania. Emocionalmente eso era muy dif¨ªcil para ellos. As¨ª que experiment¨¦ la guerra de esa forma contradictoria. La gente no dejaba de hablar de la guerra. O acababan de volver del frente, o hab¨ªan sufrido los bombardeos, y eso dur¨® hacia finales de los a?os cincuenta: la guerra, siempre la guerra, una conversaci¨®n interminable. La guerra y la memoria no acaban nunca.

P. ?Nos puede contar algo de su libro sobre la guerra?

R. Sobre mis padres y la guerra. Mis padres sufrieron mucho con la I Guerra Mundial, salieron muy da?ados. As¨ª que les he dado vida, como si la guerra mundial no hubiera ocurrido. Vidas decentes, corrientes, poco excitantes. ?sa es la primera mitad del libro. La segunda parte es lo que verdaderamente ocurri¨®, y debo decir que algunas partes son bastante tr¨¢gicas, horrendas. ?Porque fue tr¨¢gico y horrendo! Esa gente era perfectamente normal, corriente, y fueron destrozados por la guerra. Yo esto lo sent¨ªa incluso cuando era una ni?a. Ha sido doloroso de escribir, pero muy agradable dar a mis padres vidas de paz. Mi padre siempre quiso ser un granjero ingl¨¦s, as¨ª que le convert¨ª en granjero ingl¨¦s. Y a mi madre le he dado todo tipo de cosas interesantes que hacer, porque era una mujer tan sumamente lista.

P. ?C¨®mo se siente por dentro, escribiendo de la guerra?

R. Estoy enfadada. Tengo la edad que tengo y sigo enfadada. No se me va, no se me va, siempre est¨¢ ah¨ª.

P. ?La literatura no lo cura?

R. No se ha ido. No s¨¦ por qu¨¦. Siento, como sent¨ªa mi padre, ira, ira de que esto sucediera. La II Guerra Mundial hab¨ªa que lucharla, pero la primera guerra fue tan innecesaria...

P. Cuando usted era una ni?a com¨ªa naranjas mientras le¨ªa. Y so?aba.

R. Sigo so?ando, pero ya no como naranjas. Soy demasiado vieja para comer naranjas. Eso es hacerse vieja: no como de esto, no como de lo otro... Pero sigo leyendo mucho, y so?ando.

P. ?Y recuerda los sue?os?

R. Claro. Y entre escritores es l¨®gico que los use.

P. Ahora tiene mucho que celebrar. ?Qu¨¦ es lo que m¨¢s le gusta de lo que le sucede ahora, estas semanas?

R. Yo tengo una situaci¨®n en mi vida de la que no hablo. Tengo un hijo inv¨¢lido, al que tengo que cuidar. As¨ª que mi vida no es en absoluto lo que yo esperaba. Y no puedo hablar de ello. Ya no es mi vida, ya no vivo mi vida.

P. ?Qu¨¦ va a hacer en su cumplea?os?

R. Nada. Me ocupar¨¦ de eso cuando cumpla los 90. ?Oh, Dios, otra vez el tel¨¦fono!