El due?o de la casa derruida en la Ca?ada Real se enfrenta a la c¨¢rcel
Abdul rehace su vivienda con dinero de los vecinos
"Vale, gracias", "vale, gracias", es la f¨®rmula que repite Abdul Ghailan, morador de la casa demolida el pasado jueves en la Ca?ada Real, mientras acumula en la callosa palma de la mano los billetes arrugados. A su lado ya no se enmarca el paisaje desolado lleno de escombros que dej¨® la pala municipal. Un derribo causante de una batalla brutal entre vecinos y polic¨ªas que concluy¨® con 41 heridos. Ahora se yerguen, de nuevo, "cuatro paredes", como si hubiesen renacido por arte de magia de los restos de cascotes. El dinero que guarda Abdul es de donaciones de vecinos para sufragar la reconstrucci¨®n. Un desaf¨ªo al Consistorio que avanza a ritmo de r¨¦cord.
Cien veces que le echasen, cien que volver¨ªa. Eso asegura. Por el momento, el renacimiento de la vivienda ilegal va por buen camino. "En unos 20 d¨ªas o as¨ª estar¨¢ terminada", profetiza. Sabe de lo que habla. Trabaja en la construcci¨®n desde que lleg¨® a Espa?a, en 1994. Hasta que la obra est¨¦ terminada, Abdul, su mujer y sus dos hijos dormir¨¢n "en el sal¨®n de un vecino". Su ni?o peque?o, que apenas alcanza la altura de una rodilla, juega a su lado encantado entre el polvo y los ladrillos.
Abdul: "?Por qu¨¦ a m¨ª? Todas son ilegales. ?Es injusto! O a todos, o a nadie"
De lo que no est¨¢ tan convencido es de que pueda habitar su reconstruida casita junto a su mujer F¨¢tima. Dice que cuando lo detuvieron le llevaron a los juzgados de la plaza de Castilla. Y que all¨ª, "ante cuatro personas, incluidas una juez y una abogada de ellos", le pidieron de uno a tres a?os de c¨¢rcel por desacato a la autoridad y agresi¨®n. Adem¨¢s, desde ya mismo debe presentarse en el juzgado cada d¨ªa 1 y 15 de mes. "?Es una barbaridad; yo soy un trabajador!", dice, y alega: "Adem¨¢s, no tengo antecedentes".
Durante todo el d¨ªa de ayer, al menos una treintena de vecinos, marroqu¨ªes y espa?oles, se afanaron poniendo ladrillos y cemento. Hubo un momento de gran revuelo. Unas vecinas llegaron enfurecidas. "?El presidente de la asociaci¨®n ha prohibido que la empresa nos d¨¦ material!", aseguraron. Decidieron r¨¢pidamente que ¨¦se no ser¨ªa m¨¢s su representante y volvieron a la faena, enfadados.
Sobre las cinco de la tarde los muros exteriores de la casa estaban ya pr¨¢cticamente levantados. Emulando el mito de S¨ªsifo, quien, castigado a despe?ar una enorme roca volv¨ªa a encontr¨¢rsela una y otra vez ante ¨¦l, los vecinos pretenden que las autoridades tengan que derribar las casas una y otra vez.
Abdul no entiende por qu¨¦ el Ayuntamiento est¨¢ haciendo esto ahora, ni por qu¨¦ le ha tocado a ¨¦l. Asegura que las autoridades han permitido durante 30 a?os que las casas ilegales de la Ca?ada sigan en pie, y que por tanto tienen que asumir su responsabilidad. "Adem¨¢s, ?por qu¨¦ nos echan s¨®lo a nosotros?", se pregunta. "Sabemos que son ilegales, pero entonces que echen a los 40.000 que viven aqu¨ª. ?Es injusto! O a todos, o a nadie", termina. El solar le cost¨® 20.000 euros hace cuatro a?os. "Todos tienen miedo; los pr¨®ximos pueden ser ellos", revela.
Los vecinos que ayudaban a Abdul mostraron un gran enfado con los medios de comunicaci¨®n, a los que acusan de mostrar a la Ca?ada como un foco de delincuencia. "Yo soy espa?ola y vine aqu¨ª hace cuatro a?os porque era una zona agradable", explica Cristina, una mujer de 40 a?os que antes viv¨ªa en Vallecas. "Otra cosa es la zona de venta de droga. Los que vivimos aqu¨ª no causamos ning¨²n problema, y tenemos entendido que ya hay un trazado alternativo para la v¨ªa pecuaria. ?Por qu¨¦ no hacen urbanizable esta zona y nos la venden?", pregunta. "Estamos dispuestos a pagar. El Ayuntamiento cobra el IBI por nuestras casas y ahora se sorprende", dice Cristina.
Mientras, hoy, y ma?ana, y pasado, los vecinos seguir¨¢n poniendo ladrillos hasta que no quede ni huella del derribo.
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