Maragall y la pol¨ªtica
El anuncio que el presidente Maragall hizo el s¨¢bado sobre la enfermedad degenerativa que padece es impropio, por inhabitual, de los personajes p¨²blicos, y m¨¢s a¨²n de aquellos que viven o han vivido instalados en las m¨¢s altas esferas del poder pol¨ªtico. Maragall, una vez m¨¢s, rompi¨® con los moldes al uso de quienes, ubicados en el escenario p¨²blico, s¨®lo saben comportarse con guiones previsibles y declaraciones y conductas reiterativas. Probablemente el anuncio de ayer fue uno de los mas dificiles de su vida ante los micr¨®fonos. No lo s¨¦, s¨®lo lo intuyo, y en cualquier caso, lo extra?o ser¨ªa que no hubiera sido as¨ª. Pero lo que s¨ª que es evidente es que en su declaraci¨®n Maragall rehus¨® buscar la compasi¨®n como respuesta. Maragall, con el anuncio de que padece Alzheimer, no busca la compasi¨®n ni del adversario ni de la opini¨®n p¨²blica. Lo que busca, como siempre que se ha encontrado protagonizando momentos extraordinarios o excepcionales, es la complicidad de cuantos m¨¢s mejor para alcanzar un reto de innegable valor social. "Hicimos los Juegos Ol¨ªmpicos, aprobamos y refrendamos el Estatut y ahora vamos a ir a por el Alzheimer". Esta afirmaci¨®n hecha por ¨¦l el s¨¢bado pasado hace evidente que Maragall dise?¨® un nuevo espacio para la complicidad colectiva, como en tantas otras ocasiones ya hizo como alcalde, candidato, presidente y ex presidente.
Maragall ha dado una lecci¨®n magistral sobre c¨®mo lo propio y lo p¨²blico pueden y deben convivir
Pocas declaraciones sobre el Alzheimer pueden tener tanta dimensi¨®n pol¨ªtica como la que hizo Maragall. Es cierto que en esta ocasi¨®n lo personal, lo que cualquier enfermedad tiene de intransferible, da a la declaraci¨®n de Maragall una dimensi¨®n nueva. Pero es evidente que el ex presidente no quiere complicidad s¨®lo con su situaci¨®n, sino con lo que socialmente representa el Alzheimer. En pocas ocasiones como la que nos ocupa se puede apreciar verdaderamente la vocaci¨®n por la pol¨ªtica que Maragall ha tenido y sigue teniendo. La pol¨ªtica como el espacio p¨²blico por excelencia est¨¢ cada vez m¨¢s deteriorada y amenazada, entre otros factores, por el peso asfixiante de lo privado, de lo particular. Por eso es relevante la declaraci¨®n de Maragall. El ex presidente sabe del valor a?adido que para el conjunto de la sociedad tiene que una persona p¨²blica como ¨¦l salga declarando su enfermedad y a la vez buscando complicidades para vencerla. No para vencer su enfermedad, sino para derrotar la enfermedad que potencialmente nos amenaza a todos. Eso es pol¨ªtica en estado puro. Esta concepci¨®n de la idea de lo p¨²blico, de la idea de lo que es la pol¨ªtica y en lo que debe ocuparse la pol¨ªtica, es casualmente de lo que hoy estamos m¨¢s necesitados.
Hay quien cree que la gesti¨®n de lo p¨²blico o el protagonismo en la esfera p¨²blica va asociado inevitablemente a la exhibici¨®n de lo propio y lo particular ante el resto de la sociedad. Nada m¨¢s lejos de la necesidad que tienen nuestras democracias. El presidente Maragall, en su declaraci¨®n del s¨¢bado, no se exhibi¨®. Exhibirse hubiera sido salir en bat¨ªn a saludar desde una habitaci¨®n de un hospital o cualquier cosa similar a ¨¦sta. Lejos de esta teatralidad que tanto gusta a algunos de la far¨¢ndula, Maragall asumi¨® coherentemente su vocaci¨®n pol¨ªtica en un tema tan delicado como es estar diagnosticado de Alzheimer. Se comport¨® con la obligaci¨®n -moral, que no legal- de cualquier servidor p¨²blico de trabajar para el bien colectivo.
La pol¨ªtica no es s¨®lo la gesti¨®n de los conflictos entre partidos e ideolog¨ªas, ni mucho menos la escenificaci¨®n medi¨¢tica con discursos, propuestas y contrapropuestas que s¨®lo alimentan una peculiar relaci¨®n que muchas veces existe entre los medios de comunicaci¨®n y la clase pol¨ªtica. En los ¨²ltimos a?os hemos tenido un exceso de esto ¨²ltimo. Hemos reducido la pol¨ªtica a una escenificaci¨®n tras otra, con el inevitable cansacio del p¨²blico para el cual tanto medios de comunicaci¨®n como pol¨ªticos dicen trabajar. Quiz¨¢ Maragall se aparte ahora de esa dimensi¨®n de la pol¨ªtica, la cual ¨¦l tampoco evit¨®, dicho sea de paso, en momentos anteriories. Pero ese apartarse de los focos de la cotidianidad no significa apartarse de la pol¨ªtica, entendida como la revalorizaci¨®n del espacio p¨²blico. ?sa es la aut¨¦ntica batalla ideol¨°gica que no deber¨ªamos perder nunca. La desaparici¨®n del valor de lo p¨²blico, de lo que nos permite construir y sentirnos comunidad, y la emergencia o apogeo de lo privado, lo particular, lo socialmente intrascendente, es uno de los grandes problemas a los que nuestra democracia debe hacer frente .
Maragall nos ha dado una lecci¨®n magistral de c¨®mo lo propio y lo p¨²blico pueden y deben convivir en nuestra sociedad. De c¨®mo valerse de la potencialidad de la comunicaci¨®n de masas que los medios de comunicaci¨®n tienen a su alcance para construir complicidad para objetivos socialmente compartidos. Maragall supo comportarse como protagonista que era de la noticia, sin dejarse llevar ni permitir que lo llevaran a terrenos pantanosos, m¨¢s propios de situaciones morbosas que tanto parecen gustar en nuestros d¨ªas a propios y extra?os, que de personas que viven la pol¨ªtica hasta sus ¨²ltimas consecuencias. Maragall tambi¨¦n supo dar una lecci¨®n a aquellos que han utilizado la rumorolog¨ªa para desprestigiarle a ¨¦l y a sus propuestas pol¨ªticas. Lo hicieron cuando era alcalde y lo hac¨ªan ahora con afirmaciones que no dejaban indiferente a quien las escuchaba. Cabe suponer que estos amantes de la rumorolog¨ªa y del desprestigio personal vivieron el s¨¢bado con cierta incomodidad. Era cierto. Maragall est¨¢ enfermo, enfermo de esas enfermedades que socialmente no nos gustan, que apenas alcanzamos a nombrar, pero que algunos utilizan para desprestigiar y da?ar al adversario pol¨ªtico que para muchos era ya Maragall. Y mira por d¨®nde el presidente Maragall no s¨®lo no niega que padezca esa enfermedad, sino que nos invita a vencerla, nos invita a dignificar a todos, enfermos y familiares que la padecen, a sacar del espacio privado y familiar este problema y a elevarlo a categor¨ªa de p¨²blico.
Su optimismo en sus certezas y su capacidad para mirar m¨¢s el futuro que el presente es lo que marca la diferencia entre aquellos que viven por la pol¨ªtica y los que viven de la pol¨ªtica. En esta Europa necesitada de proyectos y l¨ªderes con convicciones fuertes, Maragall, sin duda, es uno de los m¨¢s genuinos representantes de los primeros. De los que han vivido y seguiran viviendo por la pol¨ªtica. Gracias, Pasqual, por todos esos gestos que nos ayudan a salvar la pol¨ªtica de tanto politiqueo. Gracias y mucha suerte.
jspicanyol@hotmail.com
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