Universidades en proceso de cambio
Los hechos se suceden con gran rapidez, e incluso una instituci¨®n como la universitaria, acostumbrada a estudiar c¨®mo los dem¨¢s cambian, e incluso habituada a recetar cambios a los de fuera sin que ello se note demasiado en su interior, recibe ahora sacudidas sensibles. El modelo previsto en la LOU, que sigue b¨¢sicamente en pie, empieza a resquebrajarse notablemente. El impacto del llamado Espacio europeo de educaci¨®n superior (m¨¢s conocido como proceso Bolonia) coincide en el tiempo con la entrada en edad de jubilaci¨®n (anticipada o no) de buena parte de la generaci¨®n que ha venido ocupando la c¨²pula universitaria en este pa¨ªs desde los a?os setenta. Y, al mismo tiempo, tenemos llamando a las puertas de la Universidad a decenas de candidatos a acad¨¦micos, investigadores o tareas mixtas, formados en las mejores universidades del mundo, con doctorados excelentes, y dispuestos a perder buenas ofertas alternativas en el mercado laboral, si finalmente el sistema universitario del pa¨ªs decide afrontar el cambio interno y reforzar as¨ª su posici¨®n externa. Todo ello se da al mismo tiempo, y no resulta f¨¢cil fijar prioridades, establecer las alianzas internas necesarias para que las cosas puedan seguir adelante y conseguir que, desde fuera, se entienda de qu¨¦ va todo esto.
Los cambios deben favorecer a aquellos que disponen de menos posibilidades de investigaci¨®n
Hasta hace poco, el modelo continental de gobierno de las universidades se ha caracterizado por una combinaci¨®n de autoridad administrativa y de protagonismo acad¨¦mico (o, como dec¨ªa Josep Maria Vall¨¨s, de "autogesti¨®n estamental"). Las autoridades administrativas regulaban acceso de estudiantes, curr¨ªcula, requisitos de titulaci¨®n y evaluaci¨®n, as¨ª como acceso a la carrera acad¨¦mica, mientras los profesores estables manten¨ªan el control del resto de los elementos del sistema. Las cosas han ido cambiando. El papel de los poderes p¨²blicos se ha tendido a reforzar v¨ªa la vinculaci¨®n de nuevos recursos a acuerdos program¨¢ticos, condicionando la investigaci¨®n, y con mecanismos de evaluaci¨®n y acreditaci¨®n. Las universidades han ido usando su prestigio como emisores de t¨ªtulos, diversificando muy notablemente sus actividades y fuentes de financiaci¨®n. As¨ª, las direcciones de las universidades son muy conscientes de que las perspectivas de futuro de cada instituci¨®n dependen de las decisiones que vayan adoptando. Pero depende tambi¨¦n de la capacidad de colaboraci¨®n y de establecer sinergias en el marco de lo que se empieza a llamar Universitat de Catalunya, como marca com¨²n del sistema de universidades p¨²blicas del pa¨ªs. Es en este marco en el que las recientes tensiones que han ido apareciendo estos d¨ªas sobre titulaciones con pocos alumnos o sobre la distribuci¨®n de especializaciones de cada universidad podr¨ªa encontrar un cauce de resoluci¨®n adecuado y estrat¨¦gico.
Si hablamos de estructura universitaria, lo que observamos en pa¨ªses con modelo continental de universidad y que nos llevan una cierta delantera (Dinamarca, Holanda...), son cambios que modifican la posici¨®n institucional que nos leg¨® la LOU y que en su momento result¨® sin duda modernizadora. La actual estructura gira en torno a los departamentos universitarios como n¨²cleo b¨¢sico de investigaci¨®n y como proveedor de los recursos humanos necesarios para que los centros y facultades puedan desarrollar sus titulaciones. Cada facultad despliega un conjunto de titulaciones, y cuida de la calidad de las mismas, a partir de las relaciones que establece con los docentes que proporcionan los departamentos. La realidad nos ha ido mostrando las limitaciones que tienen los departamentos para convertirse en n¨²cleos b¨¢sicos de una investigaci¨®n, que o bien se concentra alrededor de grupos muy homog¨¦neos que anidan en su interior, o cada vez m¨¢s, busca espacios interdisciplinares para responder a retos y preguntas que desbordan el marco de un ¨¢rea de conocimiento. Van ganando as¨ª peso en todas partes las unidades encargadas de asegurar la calidad y buena marcha de las distintas titulaciones y los centros de investigaci¨®n, mientras que los departamentos se mueven peor en estos escenarios.
A fin de cuentas, el punto clave de cualquier universidad es la calidad de su profesorado y de sus investigadores. Y en este sentido, las inercias hasta ahora han sido excesivas. Dentro, bastante gente muy asentada, con pocos incentivos para cambiar sus rutinas, y al mismo tiempo, mucha gente fuera, muy preparada y con pocas posibilidades de consolidarse como investigadores y/o docentes. Las cifras indican que los que logran alcanzar una cierta estabilidad no lo hacen hasta los 40 a?os, mientras que han pasado su etapa m¨¢s innovadora y creativa saturados de preocupaciones vinculadas a su precariedad y con graves incertidumbres sobre su futuro. Todo ello genera un proceso por el cual lo mejor es quedarse lo m¨¢s cerca posible de la potencial fuente de colocaci¨®n, sin arriesgar buscando nueva formaci¨®n en el exterior. Las nuevas din¨¢micas iniciadas por algunas universidades (Aut¨®noma de Barcelona, Pompeu Fabra, Carlos III...), en la l¨ªnea de atraer futuros investigadores con un n¨²mero muy apreciable de becas predoctorales (en la UAB, 113 becas de una vez con 1.700 solicitudes procedentes de todo el mundo) e iniciar un camino de becas postdoctorales, junto con planes pactados y voluntarios de prejubilaci¨®n, resulta una novedad que destaca por su valent¨ªa. Evidentemente, no todo son ventajas, ya que tales iniciativas deben acompa?arse de medidas que aprovechen ese impulso y eviten el enquistamiento de esas personas como becarios y el aumento de sus frustraciones. Destacar¨ªa finalmente la necesidad de que estos procesos se hagan con la suficiente cautela y generosidad para evitar que las din¨¢micas de cambio s¨®lo favorezcan a aquellos que ya ahora disponen de m¨¢s recursos y de mayores posibilidades de investigaci¨®n.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB
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