Demasiado poco y demasiado tarde
Europa ha hecho demasiado poco y demasiado tarde en Afganist¨¢n. La responsabilidad es compartida: primero, EE UU no quiso aceptar la oferta de ayuda europea, que hubiera permitido a la OTAN ocupar el territorio de forma efectiva e iniciar la reconstrucci¨®n; luego, cuando Estados Unidos pidi¨® ayuda a los europeos, ¨¦stos se mostraron reticentes. El resultado ha sido un muy d¨¦bil compromiso europeo tanto en t¨¦rminos de efectivos militares como de ayudas econ¨®micas. Las consecuencias son ya visibles: los talibanes han tomado la iniciativa, Al Qaeda ha iniciado una espiral de atentados suicidas, el cultivo de opio se ha disparado y las provincias se distancian cada vez m¨¢s del Gobierno de Kabul. Como consecuencia, la seguridad se deteriora aceleradamente, la reconstrucci¨®n econ¨®mica se ralentiza y las incipientes instituciones democr¨¢ticas se debilitan d¨ªa a d¨ªa.
La divisi¨®n del trabajo entre un EE UU dedicado a la "caza del hombre" y unos europeos dedicados a la reconstrucci¨®n fue un error, y por eso fracas¨®. Ahora, EE UU intenta compaginar las operaciones militares con la reconstrucci¨®n, y los europeos se ven obligados a crear un entorno seguro en el que ¨¦sta pueda tener lugar. La seguridad y el control del territorio son objetivos b¨¢sicos para cualquier Estado: sin esas condiciones m¨ªnimas nada es posible. Por eso resulta crucial ayudar al Gobierno afgano a controlar el territorio, tanto militar como policialmente. En ello no s¨®lo va la seguridad de los afganos, sino tambi¨¦n la de los europeos.
Espa?a tiene mucho que ganar y mucho que perder en Afganist¨¢n. En Afganist¨¢n estamos por razones altruistas, pero tambi¨¦n por ego¨ªsmo: hay un v¨ªnculo claro que va desde el caos de Afganist¨¢n al caos de la estaci¨®n de Atocha el 11 de marzo de 2004, aunque esto a veces no se entienda o no se quiera explicar a nuestra opini¨®n p¨²blica. El mundo de ah¨ª fuera es un lugar peligroso, incluso brutal, donde hay que tomar decisiones dif¨ªciles, correr riesgos y, en ocasiones, estar preparados para lo peor. Estar en Afganist¨¢n es una noble tarea y debe ser motivo de orgullo y satisfacci¨®n.
Desgraciadamente, la calidad del debate nacional no est¨¢ a la altura de los sacrificios diarios en los que incurren tanto los afganos como los miles de europeos all¨ª destinados: unos s¨®lo est¨¢n dispuestos a quedarse si hablamos de guerra, otros s¨®lo quieren hablar de reconstrucci¨®n. Al otro lado, la opini¨®n p¨²blica, confusa, rechaza un mayor compromiso y harta, acabar¨¢ pidiendo la retirada. Ser¨ªa una pena.
Jos¨¦ Ignacio Torreblanca es director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations (ECFR) madrid@ecfr.eu www.ecfr.eu
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