Amos Oz en su tienda de palabras
Un recorrido por los personajes y las historias que nutren la importante obra de Amos Oz, un escritor y luchador por la paz que ma?ana recibe el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras
Un pueblo vive aislado en un valle. Es un valle silencioso, de noches oscuras y temibles, del que han desaparecido los animales. Fue hace tanto tiempo que ya nadie se acuerda de ellos, ni siquiera si fueron reales alguna vez. Los ni?os han crecido en ese silencio y no saben lo que es tener un gato en las manos, acariciar un caballo o sorprender en un ¨¢rbol el nido de un p¨¢jaro. Y una noche un ni?o y una ni?a se internan en el bosque tratando de resolver el enigma de esa paz tan parecida a la muerte. (De repente en lo profundo del bosque).
Un escritor cuenta la historia de su familia. La historia de sus padres y abuelos, de sus vicisitudes por la Europa de antes de la guerra, y de su llegada a Israel, donde se conocen y finalmente nace ¨¦l. Es hijo ¨²nico y se pasa los d¨ªas rodeado de mayores. Y nos cuenta c¨®mo son, y toma nota de sus palabras y sus gestos. Nos habla del amor al estudio de su padre, al que siempre recuerda rodeado de libros; y, sobre todo, de su madre, que le rodea de historias c¨¢lidas llenas de fantas¨ªa. Y c¨®mo un d¨ªa, sucede algo inesperado y terrible que acaba con ese mundo y cambia su vida para siempre. (Una historia de amor y de oscuridad).
Para Oz, ser escritor es tener una tienda humilde y atender a los que entran en ella
Sus libros est¨¢n llenos de ni?os y muchachas que piden a los seres queridos que no les abandonen
Una pareja se casa y pronto surgen problemas entre ellos. ?l es ge¨®logo, un hombre pr¨¢ctico y amable, y ella ama su nobleza y su c¨¢lido cuerpo, pero a la vez echa de menos a su lado algo que no sabe lo que es, ni si pertenece a este mundo, y se pregunta por qu¨¦ el amor no puede ser de otra manera, un mundo de fantas¨ªas, de apuestas extra?as, ni por qu¨¦ las l¨¢grimas, como le pas¨® a Miguel Strogoff, no tienen el poder de salvarnos. (Mi querido Mijael).
Un ni?o israel¨ª se hace amigo de un sargento de polic¨ªa ingl¨¦s. Son los tiempos de la ocupaci¨®n, y los otros ni?os le acusan de estar traicionando su pueblo. Pero a ¨¦l le gusta estar con ese sargento, que es apacible y bondadoso, y aprende que la traici¨®n tiene que ver con el amor, pues "si no amamos ?c¨®mo podemos traicionar?", pero tambi¨¦n que el que ofrece piedad termina encontrando piedad. (Una pantera en el s¨®tano).
A Amos Oz le complace compararse con un tendero. Su oficio, nos dice, consiste en acudir a su tienda todos los d¨ªas y levantar sus postigos. Eso es ser escritor para ¨¦l, tener una tienda humilde, y atender a los que entran en ella. Una tienda llena de palabras que cualquiera puede tomar y llevarse consigo, de la misma forma que nos llevamos las legumbres, el az¨²car o el t¨¦ de los puestos del mercado. Una tienda donde satisfacer esa necesidad tan humana de ponernos en el lugar de los otros y aprender a mirar por sus ojos. Y aqu¨ª encontrar¨¢ hermosas historias que le permitir¨¢n hacerlo y se quedar¨¢n en su coraz¨®n. Historias donde hombres y mujeres buscan lo bueno y llegan a hacerse da?o porque no es posible conocer a nadie, ni siquiera a los que est¨¢n m¨¢s cerca de nosotros; y hermosas par¨¢bolas que hablan de la vida como misterio y placer, y de la necesidad de brillar. De c¨®mo las cosas y los seres brillan, aunque no sepamos por qu¨¦ lo hacen ni para qu¨¦ sirve ese brillo.
Por ejemplo, las historias del r¨ªo que devolv¨ªa las cosas y la del ni?o que hab¨ªa aprendido a pedir. Proceden de dos de sus libros m¨¢s hermosos: Una historia de amor y de oscuridad y Una pantera en el s¨®tano. En la primera, una madre le cuenta a su hijo c¨®mo de peque?a hab¨ªa vivi-do con la idea de que todo era posible y que la persiana que arrojabas al r¨ªo pod¨ªa regresar d¨ªas despu¨¦s a tus manos. Lo hab¨ªa cre¨ªdo de ni?a y ahora se preguntaba por qu¨¦ no pod¨ªa ser. Las leyes de la naturaleza lo negaban, pero ?por qu¨¦ esas leyes no pod¨ªan cambiar? Los hombres hab¨ªan cre¨ªdo a lo largo del tiempo que la tierra era plana, que no hab¨ªa continentes, que los astros giraban alrededor en esferas de cristal, y que todas las criaturas estaban compuestas de cuatro humores, cuyas mezclas diversas daban lugar a los distintos modos de ser. Pero estas ideas hab¨ªan sido sustituidas por otras. ?Por qu¨¦ entonces las cosas que perd¨ªamos no pod¨ªan regresar de nuevo a nuestras manos?
Y es verdad que nada est¨¢ escrito, y que las leyes del mundo cambian a cada instante. Cuando amamos a un animal, ?no estamos a su lado en el bosque? Al perder a un ser querido, ?no le hablamos m¨¢s all¨¢ de la muerte? ?Un reci¨¦n nacido no desmiente las teor¨ªas de Cop¨¦rnico haciendo que estrellas, constelaciones y palabras giren a su alrededor? ?El cuerpo amado no contiene el mundo con todos sus frutos, sus fuentes y sus p¨¢jaros? ?No vemos en las llamas de las velas la imagen de nuestra alma, en el agua que corre la de nuestros pensamientos, en la oscuridad la de nuestros deseos? Todo vuelve, todo vive eternamente en nuestro coraz¨®n. La persiana puede regresar a las manos que la han arrojado al agua de la misma forma que basta con empezar a contar algo para que al momento vuelva con nuestras palabras todo lo que cre¨ªamos perdido. Las cosas no desaparecen, s¨®lo necesitan el hechizo que las haga regresar. Y ese hechizo casi siempre tiene que ver con las palabras.
En Una pantera en el s¨®tano una muchacha va a cuidar a un ni?o. El ni?o la ha visto desnudarse desde la terraza, lo que le averg¨¹enza y hace temer que le haya podido descubrir. Ella se queda a su lado esa noche porque sus padres han tenido que viajar a otra ciudad y le han pedido que lo cuide mientras est¨¢n fuera. La muchacha le prepara una sabrosa cena y, cuando se ponen a hablar, el chico descubre que s¨ª sabe que la ha estado espiando, pero que no le importa que lo haya hecho y le parece normal que quiera verla desnuda, por lo que a partir de ahora se limitar¨¢ a bajar la persiana de su cuarto cuando se vaya a acostar. Y le dice que lo que m¨¢s le gusta de ¨¦l es que "en un mundo donde casi todos son generales o esp¨ªas ¨¦l es un ni?o de palabras", y que le den lo que le den, "siempre se comporta como si le hubieran dado un regalo, como si le hubiese ocurrido un milagro". Y a¨²n a?ade otra cosa: que todos los problemas que tenemos en la vida surgen porque no sabemos pedir. "En la vida real, la mayor¨ªa de la gente pide to-da clase de favores pero los pide mal. Luego dejan de pedir, pero se ofenden y te ofenden. Empiezan a acostumbrarse, y una vez que se han acostumbrado ya no hay tiempo. La vida se acaba".
Los libros de Amos Oz est¨¢n llenos de ni?os y muchachas que no dejan de pedir. Piden palabras a las cosas; a los seres que quieren que nunca les abandonen; a los animales que regresen del bosque. Piden a los vestidos que vuelen a su alrededor, a los helados que iluminen sus labios, al agua que d¨¦ a su piel el aroma de la hierba. Es lo que hac¨ªa Orfeo. Iba por los caminos y, al tocar su lira, los ¨¢rboles inclinaban sus ramas para ofrecerle sus frutos, las aves dejaban de volar y las ovejas levantaban sus cabezas para mirarle. Todo porque ¨¦l les hab¨ªa pedido que estuvieran atentos.
Tambi¨¦n escribir es pedir. La escritura es una m¨¢quina de pedir deseos. Cada palabra, cada frase, una peque?a s¨²plica. Con ellas viajamos por el mundo real, pero tambi¨¦n por el tiempo buscando trasformar la arena del pasado en un pu?ado de piedras preciosas. Ese es el poder de las verdaderas historias, crear un lugar donde puedan escucharse las voces del mundo. Las voces de las fuentes y los r¨ªos, de los bosques y los animales. Las voces de los viajeros y de los que viven a nuestro lado. Y para hacerlo es preciso olvidarse de uno mismo, disponerse a recibir no lo que tenemos y es nuestro sino lo que nunca lo fue. Y as¨ª todo florece porque, como dice el poeta israel¨ª Yehuda Amijai, "donde tenemos raz¨®n no crecen las flores". Eso es una tienda (un libro), un lugar donde aprendemos a pedir. Amos Oz ha creado con los suyos un lugar as¨ª. Ser¨ªa una pena que pasaran de largo.
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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