"?Nosotros somos nadie o qu¨¦?"
Familiares de los curas vascos fusilados por Franco claman contra el olvido
Los escasos familiares que a¨²n viven de los sacerdotes vascos fusilados por las tropas de Franco en 1936 claman contra la desmemoria. Hermanos y sobrinos de dos de estos religiosos lamentan el silencio y la politizaci¨®n de la ceremonia de beatificaci¨®n de los m¨¢rtires del llamado bando nacional, ma?ana domingo, en Roma.
En casa de los Sagarna Uriarte no se ha dejado de hablar ni un solo d¨ªa de la muerte de Jos¨¦, a los 24 a?os, el 20 de octubre de 1936. Ni sus dos hermanos supervivientes, Vicenta, de 85 a?os, y Fidel, sacerdote, de 83, ni sus sobrinas Merche o Izaskun pasan d¨ªa sin nombrarlo. Zeanuri, la localidad de la Vizcaya profunda donde viven, ver¨¢ este domingo elevar a los altares a dos lugare?os. Sobre la figura de otro de ellos, el sacerdote Jos¨¦, se abate el silencio. Es uno de los 16 religiosos vascos asesinados en los primeros meses de la guerra civil, otra m¨¢s de las v¨ªctimas silenciadas.
"No estoy en contra de nadie, pero a¨²n no nos han pedido perd¨®n"
La familia conserva como reliquia las cuerdas con las que ataron al cura Jos¨¦
"?Nosotros somos nadie o qu¨¦?", clama con rabia la matriarca Vicenta. "La sangre no es agua, por eso sentimos mucha impotencia ante la ceremonia del Vaticano. ?Y los nuestros? No estoy en contra de nadie, pero a¨²n no nos han pedido perd¨®n", se queja.
Jos¨¦ Sagarna Uriarte llevaba un a?o ordenado cuando un asunto privado le granje¨® la inquina de un pr¨®cer de Berriat¨²a, en cuya parroquia era auxiliar. "Al parecer, un se?or importante ten¨ªa relaciones extramatrimoniales y mi t¨ªo denunci¨® esa conducta como impropia en el serm¨®n, sin nombrarlo. El hombre le delat¨® a las tropas franquistas", cuenta su sobrina Izaskun, alcaldesa del PNV de Zeanuri.
El joven Jos¨¦ fue hecho preso en la parroquia, maniatado con dos cuerdas que a¨²n conserva la familia como reliquia, y ejecutado junto a un manzano en el monte, en Amalloa. Minutos antes, el capell¨¢n que le confes¨® hab¨ªa dicho a los soldados que estaba libre de pecado. "El monaguillo vio c¨®mo tra¨ªan el cuerpo desangrado en una camioneta, y c¨®mo lo enterraban, vestido, con los borcegu¨ªes puestos, en la tierra del cementerio de Larruskain, su anterior parroquia. Sin caja, como un perro", prosigue Vicenta.
La l¨¢pida de piedra colocada sobre el t¨²mulo de restos es lugar de peregrinaci¨®n de la familia Sagarna, pero tambi¨¦n de Juan Zabala, el monaguillo de Jos¨¦, hoy con 81 a?os. "Juan se encarg¨® de indicar con una estaca el lugar donde fue asesinado; cuando se ca¨ªa o pudr¨ªa, pon¨ªa otra", recuerda Vicenta Sagarna. Desde hace 20 a?os, una cruz de piedra recuerda el suceso.
Unos por nacionalistas, otros por encontrarse en el lugar inadecuado, los 16 sacerdotes vascos asesinados por Franco no fueron las ¨²nicas v¨ªctimas religiosas del bando rojo. Tambi¨¦n hubo decenas de exiliados: unos 200 vascos, el navarro Marino Ayerra o el andaluz Gallegos Rocafull, por ejemplo. "A unos los buscaban porque se hab¨ªan significado como nacionalistas o como partidarios del gobierno legal; a otros, como a Sagarna, se los encontraron", resume el historiador I?aki Goiogana, de la Fundaci¨®n Sabino Arana. "Entre los fusilados hab¨ªa figuras preclaras del nacionalismo o el vasquismo, como Jos¨¦ Ariztimu?o, Aitzol, activista y renovador de la lengua y la cultura vascas".
La cripta del cementerio de Hernani, en la que a¨²n cuelgan las l¨¢pidas con el nombre de algunos de los muertos, ha sido objeto de investigaci¨®n por parte de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. El historiador I?aki Ega?a confirma que all¨ª mismo fue asesinado el grupo m¨¢s numeroso: nueve sacerdotes (otros cinco murieron en Oyarzun). "No sabemos qu¨¦ ha pasado con los restos. Puede que vaciaran la cripta en ¨¦poca de Franco, o que llevaran los despojos al Valle de los Ca¨ªdos", explica.
Celestino Onaind¨ªa fue ejecutado el 28 de octubre de 1936 all¨ª, en Hernani. Triste paradoja: el mismo d¨ªa, 71 a?os despu¨¦s, la jerarqu¨ªa celebra la beatificaci¨®n de otros muertos como ¨¦l. Su sobrina Miren Onaind¨ªa, de 74 a?os, reivindica su figura: "Apenas lo trat¨¦, pero en casa siempre se ha hablado del t¨ªo Celestino, el que mataron los franquistas. Ten¨ªa 38 a?os y volv¨ªa de oficiar un entierro. Le esposaron y llevaron a la c¨¢rcel de Ondarreta, donde estuvo ocho d¨ªas. Le fusilaron sin juicio, s¨®lo por ser un sacerdote vasco; la orden de ejecuci¨®n apareci¨® despu¨¦s en un archivo de Galicia. Muri¨® entonando un Tedeum bajo las balas".
Celestino era hermano de Alberto Onaind¨ªa, el padre Olasso, figura clave en la iglesia nacionalista vasca. "Por ser sobrinos de Alberto nos quitaron el pasaporte a todos. Hemos estado en el exilio, as¨ª que para nosotros no es algo tan lejano. Durante a?os nadie pudo decir nada. Incluso para hacernos llegar su breviario hubo gente que se jug¨® el tipo", remata Miren. El breviario, marcado por la p¨¢gina del 28 de octubre -d¨ªa de la ejecuci¨®n-, est¨¢ en poder de la sobrina. Tambi¨¦n el c¨¢liz con que oficiaba, que hoy se utiliza en las misas de una residencia de ancianos de Getxo.
"Soy creyente cat¨®lica, y me resbalan los fastos del domingo. Me parece todo muy pol¨ªtico, pero fundamentalmente me molesta el silencio de la Iglesia vasca. No tengo nada en contra de los que van a beatificar, pero no est¨¢ nada bien que los nombres de nuestros fusilados no hayan aparecido nunca en el Bolet¨ªn Diocesano. La jerarqu¨ªa de Madrid deber¨ªa pedir perd¨®n por lo que hicieron", protesta Miren Onaind¨ªa.
El historiador Hilari Raguer, de la abad¨ªa de Montserrat (Barcelona), es uno de los m¨¢ximos expertos en la Iglesia de la guerra civil y el franquismo. "He visto los archivos secretos vaticanos, recientemente abiertos a los investigadores. Pues bien, en el fondo Antoniutti est¨¢n las listas de sacerdotes represaliados", confirma. Hildebrando Antoniutti fue enviado por P¨ªo XI a Euskadi para proteger al clero. Como dijo este pont¨ªfice durante la guerra civil, "en la Espa?a de Franco se fusila a los sacerdotes igual que en la zona republicana", recuerda Raguer. Siete d¨¦cadas despu¨¦s, su sucesor en la silla de Pedro s¨®lo ve m¨¢rtires a un lado de la historia.
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