Salvados por el sargento Bala
Un fraile de 91 a?os cuenta c¨®mo le salv¨® "un miliciano bravuc¨®n"
Si no llega a ser por un "miliciano bravuc¨®n" que se hac¨ªa llamar sargento Bala, los salesianos del noviciado de Mohernando (Guadalajara) que van a ser beatificados ma?ana no hubiesen sido nueve sino 90. Emilio Alonso, salesiano, que tiene hoy 91 a?os y una memoria envidiable, recuerda c¨®mo el sargento Bala les salv¨® la vida.
"Nos enorgullec¨ªamos de dar la vida por Dios", dice Emilio Alonso, salesiano
Si no llega a ser por un "miliciano bravuc¨®n" que se hac¨ªa llamar sargento Bala, los salesianos del noviciado de Mohernando (Guadalajara) que van a ser beatificados ma?ana no hubiesen sido nueve sino 90. Emilio Alonso, salesiano, que tiene hoy 91 a?os y una memoria envidiable, recuerda c¨®mo el sargento Bala les salv¨® la vida: "Cuando vinieron a buscarnos, el sargento se encontr¨® de frente con Felipe Alc¨¢ntara, responsable provincial de los salesianos, que hab¨ªa sido su profesor en Matar¨®".
El rosario de asaltos al noviciado, donde resid¨ªan y estudiaban 90 salesianos, comenz¨® poco despu¨¦s del golpe militar encabezado el 18 de julio de 1936 por el general Francisco Franco. Guadalajara hab¨ªa permanecido fiel al Gobierno y cinco d¨ªas despu¨¦s del comienzo de la Guerra Civil, unos milicianos se presentaron a media tarde en el noviciado con la excusa de buscar armas. Despu¨¦s de tener a los residentes tres horas con las manos en alto, tomaron en bot¨ªn dos escopetas del guarda de la finca y "se fueron sin hacer da?o a nadie ni obligarnos a blasfemar", recuerda el fraile. Esa misma tarde, los religiosos decidieron quitarse las sotanas, por precauci¨®n.
Dos d¨ªas m¨¢s tarde llegaron milicianos del mismo pueblo de Mohernando, a 18 kil¨®metros de Guadalajara, a echar del noviciado a sus moradores. Tres d¨ªas estuvieron 60 de ellos vagando a orillas del r¨ªo Henares.
Cuando se acab¨® la comida, unos combatientes republicanos que los conoc¨ªan accedieron a llevarlos al Gobierno Civil de Guadalajara. All¨ª les custodiaron unas milicianas. "Fue la primera vez que vi mujeres con pantalones", recuerda el entonces fraile veintea?ero. En el Gobierno Civil les enviaron de vuelta a la casa, pero esa vez como prisioneros porque no quedaba lugar en la c¨¢rcel. En el camino de vuelta perdieron, fusilado, al primer compa?ero, Andr¨¦s Jim¨¦nez, un novicio de 32 a?os al que le descubrieron un crucifijo que ¨¦l se neg¨® a tirar.
Pasaron unos d¨ªas y fue entonces cuando apareci¨® el sargento Bala con sus milicianos. Al reconocer a su viejo maestro, Bala no pudo negarse a hacerle un favor: Alc¨¢ntara lo convenci¨® para que los llevara a Madrid, donde esperaban salvarse de los continuos asaltos al noviciado. "Entre bravuconadas del estilo: ?les vamos a matar a todos!, para no levantar sospechas entre sus compa?eros", Bala vino por ellos y los llev¨® a Madrid, como hab¨ªa prometido.
Pero un d¨ªa antes de que el sargento llegase a buscarlos se presentaron tres o cuatro milicianos con una lista de seis quintos de 21 a?os: Florencio Rodr¨ªguez G¨¹emes, Luis Mart¨ªnez Alvarellos, Juan Larragueta Garay, Pascual de Castro Herrera, Heliodoro Ramos Garc¨ªa y Esteban V¨¢zquez Alonso.
Era el 2 de agosto. Se les acusaba de no haberse presentado a filas, de modo que los llevaron a la c¨¢rcel de Guadalajara acompa?ados por el director del noviciado, Miguel Lasaga Carazo, que no quiso dejarlos ir solos. Tras cuatro meses en prisi¨®n, fueron fusilados el 6 de diciembre de 1936 junto a otras 300 personas.
Las beatificaciones de ma?ana incluyen tambi¨¦n a 63 agustinos de la provincia de Madrid -53 de El Escorial y 10 de la capital- asesinados el 28 y el 30 de noviembre de 1936. De ellos, 10 eran menores de edad.
A los 112 agustinos que resid¨ªan en El Escorial les anunciaron el 5 de agosto que al d¨ªa siguiente saldr¨ªan para Madrid. Convencidos de que en Madrid quedar¨ªan en libertad, se reparti¨® dinero a los frailes: 25 pesetas a los estudiantes y algo m¨¢s a los mayores.
Se equivocaban. Un d¨ªa m¨¢s tarde estaban en la c¨¢rcel de San Ant¨®n, antiguo colegio de los escolapios reconvertido, donde permanecieron casi cuatro meses.
A los m¨¢s j¨®venes, explica el vicepostulador del proceso de beatificaci¨®n, Modesto Gonz¨¢lez Velasco, les encerraban en una habitaci¨®n para renegar y les obligaban a blasfemar apunt¨¢ndoles en el pecho con una pistola. "?Blasfema o te cortamos las orejas!", les gritaban, y les golpeaban los dedos de los pies con la culata del fusil.
Les obligaban a decir "lo m¨¢s soez que se pueda imaginar", asegura el agustino, de 79 a?os, estudioso de la historia de los agustinos que lleva 20 a?os trabajando en los procesos de beatificaci¨®n.
La llamada de madrugada para el fusilamiento, que se hac¨ªa evidente por la prohibici¨®n de llevar enseres personales y por el atado de manos a la espalda, era asumida con resignaci¨®n y hasta alegr¨ªa por los agustinos. Al ser condenado a muerte, Juan Monedero Fern¨¢ndez, profesor del monasterio, "recibi¨® la sentencia con alegr¨ªa, considerando el martirio una buena noticia", seg¨²n la biograf¨ªa publicada por la Conferencia Episcopal Espa?ola. M¨¢ximo Valle Garc¨ªa "se distingui¨® entre sus compa?eros por sus deseos de ser m¨¢rtir", se?ala el libro sobre este estudiante, que muri¨® sin cumplir los 21 a?os.
El 28 de noviembre de 1936 se llevaron en cami¨®n a 12 agustinos para matarlos en Paracuellos de Jarama. El 30 les siguieron otros 51. El conductor del cami¨®n relat¨® que durante el viaje iban cantando. Nunca hab¨ªa visto prisioneros con semejante paz y tranquilidad al enfrentarse a los fusiles que los enca?onaban, relata la biograf¨ªa oficial.
El salesiano Emilio Alonso, que ha vuelto a residir en Mohernando, dice que se salv¨® por no tener a¨²n los 21. Pero que habr¨ªa ido "encantado al suplicio". "Est¨¢bamos mentalizados para el martirio y nos enorgullec¨ªamos de dar la vida por Dios si hac¨ªa falta. Envidio a los m¨¢rtires y siento orgullo por ellos". Del sargento Bala nunca m¨¢s oy¨® hablar. "Me hubiese gustado volver a verle, porque nos salv¨® la vida", dice.
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