Voto masivo contra el golpismo
El fantasma de una asonada acompa?¨® la campa?a electoral
Dos a?os despu¨¦s de aprobada la Constituci¨®n, apenas la mitad de los espa?oles prefer¨ªa la democracia a cualquier otra forma de gobierno y el resto dudaba o le daba igual, cuando no apoyaba la vuelta a la dictadura. Estos datos, procedentes del soci¨®logo Jos¨¦ Juan Toharia y su equipo del Instituto Metroscopia, refrescan la memoria sobre la fragilidad de una democracia todav¨ªa fuera de las instituciones europeas, atacada por ETA (37 asesinatos solo en 1982) y con un fantasma golpista que no dej¨® de acompa?ar la campa?a electoral de octubre del 82.
El golpe previsto para el 27-O preve¨ªa ca?ones sobre Zarzuela y Moncloa
Ocho d¨ªas antes de ganar, otro rumor de sables alarm¨® al entorno de Felipe
Veintiocho d¨ªas antes de la votaci¨®n, el coronel Luis Mu?oz Guti¨¦rrez visit¨® al teniente general Jaime Milans del Bosch en el acuartelamiento madrile?o donde ¨¦ste se encontraba, encerrado por la intentona del 23-F. Temerosos de posibles micr¨®fonos ocultos, ambos militares se enfrascaron en una amistosa charla sobre temas intrascendentes. Milans se limitaba a contestar con monos¨ªlabos y frases cortas mientras dedicaba su atenci¨®n a unos papeles que el coronel Mu?oz hab¨ªa extra¨ªdo de una cartera de mano.
Terminada la visita, el coronel introdujo la cartera en el maletero de su coche y march¨® a una cena a la que asist¨ªa el dirigente ultraderechista Blas Pi?ar. Esp¨ªas de los servicios secretos (CESID, antecedente del actual CNI), que le segu¨ªan los pasos, abrieron el coche del coronel, sacaron la cartera y fotografiaron los papeles. Los agentes pudieron colocarlos de nuevo en el coche del coronel, antes de que terminara la cena de los ultraderechistas.
Los documentos fueron llevados a especialistas en involuci¨®n del CESID, que los valoraron como un "plan de estado mayor" para el golpe. Se describ¨ªan los pasos a dar en una operaci¨®n "algo cruenta" -frase del documento clave- y fijaba la intentona para el 27 de octubre, el d¨ªa de reflexi¨®n previo a las votaciones, porque "posiblemente se encuentren en sus domicilios habituales (los l¨ªderes pol¨ªticos). Los mandos militares, l¨®gicamente, tambi¨¦n". Se preve¨ªan 82 comandos "de obediencia ciega", una mixtura de militares y civiles para practicar arrestos y/o "anulaciones". Detallaban lugares de concentraci¨®n de detenidos, de fuego artillero sobre los palacios de La Zarzuela, La Moncloa y los centros de mando militar "en caso necesario"; la declaraci¨®n del estado de guerra en la I Regi¨®n Militar y la operaci¨®n Marte para el resto de Espa?a. Todo a las ¨®rdenes del general en jefe del golpe, de cuya identidad solo hab¨ªa sospechas.
Alertados por Emilio Alonso Manglano, director del CESID, se celebr¨® una reuni¨®n de madrugada en La Moncloa a la que asisti¨® el ministro de Defensa, Alberto Oliart, entre otras personas. El presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, que semanas m¨¢s tarde iba a perder el poder en las urnas, aprob¨® el arresto de los planificadores de la intentona. Adem¨¢s, un helic¨®ptero se pos¨® en el acuartelamiento donde estaba Milans del Bosch para llevarle fulminantemente a otro lugar de detenci¨®n. Los registros de las casas del coronel Luis Mu?oz y del teniente coronel Jos¨¦ Enrique Crespo Cuspinera permitieron conseguir "legalmente" los documentos del proyecto de golpe, convirti¨¦ndolos en prueba de cargo para llevar a juicio a ambos militares y al tambi¨¦n coronel Jes¨²s Crespo Cuspinera, que fueron condenados a doce a?os cada uno. El fotografiado de los papeles por los esp¨ªas del CESID jam¨¢s habr¨ªa sido aceptado como prueba judicial, por revelador que fuera respecto a las intenciones de los golpistas. Fracas¨® la tesis defensiva de los detenidos, que presentaron el plan poco menos que como un divertimento de profesores de Estado Mayor, mientras otros militares negaban la viabilidad del proyecto. Los complicados eran m¨¢s, pero el Gobierno centrista opt¨® por los servicios m¨ªnimos en materia de arrestos.
Pese a la d¨¦bil posici¨®n de Calvo Sotelo, sus militares de confianza y su capacidad de decidir protegieron una campa?a electoral relativamente tranquila. A¨²n as¨ª, ocho d¨ªas antes de la votaci¨®n, Felipe Gonz¨¢lez estaba en un hotel de Bilbao rodeado por Txiki Benegas y otros militantes socialistas, inquietos porque les hab¨ªan llegado rumores de movimientos de tropas en Madrid. Tras unas horas de nerviosismo, el entonces director de la Seguridad del Estado, Francisco La¨ªna, asegur¨® que la alarma era infundada.
Detr¨¢s de los entusiasmos mitineros lat¨ªa el miedo a que la izquierda, perdedora de la guerra civil, alcanzara el poder. Por eso el voto masivo del 28-O sirvi¨® tambi¨¦n para conjurar el peligro de una asonada, presente en toda la Transici¨®n. Como nuevo presidente del Gobierno, uno de los primeros gestos de Felipe Gonz¨¢lez consisti¨® en compartir un acto religioso con los mandos de la Divisi¨®n Acorazada Brunete. Hecho simb¨®lico, en la l¨ªnea de los que se hab¨ªan hecho para convencer a los militares de que "los golpistas eran una insignificante minor¨ªa; de que no pod¨ªan ponerse en contra del pueblo", en palabras de Oliart.
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