Un misterio llamado Cristina
La casi segura victoria de Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner, esposa del presidente de Argentina, en las elecciones de hoy no despeja las dudas sobre c¨®mo ser¨¢ la gesti¨®n de su futuro Gobierno
A lo largo de medio siglo los argentinos hemos querido ver en cada consorte presidencial a una Eva Per¨®n. Cristina Elizabeth Fern¨¢ndez, la actual "primera dama", c¨®nyuge del presidente N¨¦stor Carlos Kirchner y pr¨®xima a sucederlo tras el escrutinio de este domingo, no ha escapado a esa categor¨ªa. En el mejor de los pareceres, esta b¨²squeda de una nueva Evita refleja la inmadurez nacional mantenida a lo largo de seis d¨¦cadas por un populacho ¨¢vido de beneficios sin esfuerzo y sostenida por pol¨ªticos mediocres cuya m¨¢xima mentira es que la vida puede ser una serie de regalos del Estado. Reflejan, populacho y pol¨ªticos, la necesidad argentina de hallar una especie de nodriza, un ente maternal, una gran teta, que alimente las fantas¨ªas del jard¨ªn de infantes, la idea de "un pa¨ªs feliz" que supuestamente existi¨® antes de la muerte de Eva Per¨®n en julio de 1952. Esto se evidencia hasta en las leyes laborales y en los reclamos de huelguistas que permiten creer que solamente una reencarnaci¨®n de Eva Per¨®n puede restablecer el verdadero bienestar. Y la buscan en toda mujer atractiva que se acerca al poder.
Una inmadura Argentina lleva sesenta a?os buscando la teta del hada nodriza
Cristina no es Evita, pero comparte con ella el gusto por la moda, el peronismo y un marido presidente
Hoy es Cristina Fern¨¢ndez -abogada de la universidad de La Plata, emigrada a la Patagonia en 1977, cuando huy¨® con su marido de lo peor de la dictadura militar- quien tiene que seguir con este cuento en el siglo XXI. "Fern¨¢ndez" no tiene el peso sonoro de "Per¨®n", pero ella tiene el perfil de mujer argentina aspirante a la juventud interminable que permite la magia cosm¨¦tica lograda con la indudable ayuda del bistur¨ª. Todo esto, educaci¨®n, ¨¦xito, cara de nena argentina estereotipada, un chismer¨ªo de mujer apasionada con brotes furiosos en la intimidad dom¨¦stica, conforman una personalidad que se hace atractiva al electorado argentino, siempre buscador de fantas¨ªas seductoras.
Desde el derrocamiento de Juan Domingo Per¨®n, en septiembre de 1955, cada "primera dama" ha sido vista en su "potencial Eva". Obviamente hubo aspirantes mejores y menores. Estuvo la presidente Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez Cartas de Per¨®n, pobre infeliz, tercera esposa de Juan Per¨®n, y tambi¨¦n Zulema Yoma, rubia te?ida con aspiraciones de poder, mujer del ex presidente (1989-1999) Carlos Menem, que el magistrado sac¨® a patadas de la residencia presidencial de Olivos. A Menem tambi¨¦n podemos agregarle la aspirante chilena Cecilia Bolocco.
Cristina ha sentido necesario decir reiteradas veces que no es Eva. Pero hay gente que quiere que lo sea. Eva Per¨®n nunca gobern¨®. No hay duda que Cristina Fern¨¢ndez tiene una maquinaria que le permitir¨¢ gobernar. A Cristina le falta experiencia de funci¨®n p¨²blica. Eva creci¨® en la funci¨®n. Eva tuvo calle desde la cuna. Cristina tiene calle como consorte y legisladora: su marido presidente estuvo once a?os en la gobernaci¨®n de la patag¨®nica provincia de Santa Cruz, hasta 2003, y ella lo acompa?¨® desde sus m¨¢s tiernos comienzos, cuando era candidato a intendente de la sure?a ciudad de R¨ªo Gallegos.
Cristina no es Evita. Tienen elementos en com¨²n. Cristina es buena moza, con un gran inter¨¦s por la moda, dice ser peronista y tiene un marido presidente. Hasta ah¨ª llegan los parecidos. Pero, a diferencia de su modelo, Cristina es una profesional de clase media con estudios universitarios y su ascenso pol¨ªtico debi¨® poco a su atractivo sexual. Evita, por su parte, no pas¨® de los estudios primarios, manipul¨® a sus pares masculinos de la far¨¢ndula, desarroll¨® un discurso esc¨¦nico que a¨²n no tiene par y visti¨® trajes de princesa como ninguna mujer. Esa hada que los argentinos buscan reencarnar en cada caderona de buen semblante que ha subido al escenario en las cinco d¨¦cadas siguientes, nunca se hizo realidad, cosa que hace que los argentinos sigan so?ando. Si bien sus cr¨¦ditos f¨ªsicos han sido ensalzados ¨²ltimamente, y deben ser reconocidos, Cristina ha utilizado la cita erudita o el inacabable cat¨¢logo de cifras de los informes econ¨®micos como fundamento de sus discursos. Claro, no tiene que demostrar conocimiento ni cintura pol¨ªtica, tiene un marido que ha puesto a trabajar la bien financiada maquinaria estatal en su favor.
Si se atiende a sus rivales, Cristina tiene dicci¨®n m¨¢s s¨®lida que Eva. Esa voz, escuchada in extenso en el final de campa?a el jueves pasado, proyectada desde la residencia presidencial de Olivos, en la provincia de Buenos Aires, refleja la arrogancia del poder del matrimonio Kirchner y la soberbia del individuo. Eva mostraba la fuerza avasalladora de la revolucionaria venida de lo m¨¢s humilde. La senadora Cristina tom¨® como suya la residencia presidencial, y s¨®lo ah¨ª se reuni¨® con los medios tres d¨ªas antes de las elecciones. Eva desde?aba la residencia. Cristina no conf¨ªa en los medios; Eva se adue?aba de ellos. En cuanto a la voz misma, que persist¨ªa en extensos y pedag¨®gicos discursos ante cada pregunta que se le hizo a la noche muy tarde, puede llegar a ser cura para el insomnio de los argentinos. Como evidencia de soberbia, a esas ¨²nicas entrevistas que concedi¨® la se?ora -y que se hicieron, como se ha dicho, en la residencia presidencial de Olivos- fueron pocos medios, uno de ellos el Canal 7, la televisi¨®n estatal ir¨®nicamente llamada "televisi¨®n p¨²blica" (es tan p¨²blica como el bolsillo Kirchner, es decir para uso familiar). Desde ah¨ª soslaya la inflaci¨®n, la crisis energ¨¦tica y la corrupci¨®n como inexistentes; en todo caso, la explicar¨¢n sus laderos y ella s¨®lo hablar¨¢ a la prensa nativa cuando est¨¦ asegurado que sea tan d¨®cil como gato castrado.
Instalada en una intransigente negaci¨®n de las fallas econ¨®micas que amenazan, Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner (no est¨¢ claro qu¨¦ apellido usar¨¢ en la presidencia dado que la campa?a insisti¨® simplemente en el nombre "Cristina", como si fuera reina de Carnaval), mantiene su sonrisa seductora como m¨¦todo de conquista para luego rematar con su mon¨®logo de logros del Gobierno de su marido.
Cristina Kirchner ha hecho poco por congraciarse con los humildes. Prefiere las recepciones de cinco estrellas y los jerarcas de Gobiernos lejanos a la turba local. Y sin embargo, es el voto de la clase trabajadora, no de la clase media urbana, el que la llevar¨¢ a la victoria.
No es f¨¢cil comprender por qu¨¦ los Kirchner, Cristina y N¨¦stor, sienten tanta aversi¨®n a su prensa local, cuando ya la tienen amaestrada a trav¨¦s del destrato a lo largo de a?os en la Patagonia y ahora en la presidencia. Tampoco est¨¢ claro qui¨¦n gobierna en esta sociedad conyugal especializada en el ejercicio del poder. Cuando, en 2003, el presidente Kirchner logr¨® el Gobierno con el 22% de los votos, el rumor pol¨ªtico dijo que Cristina Fern¨¢ndez constituir¨ªa el verdadero poder detr¨¢s del nuevo trono. Hoy es evidente que Kirchner ha sido el que mandaba en la campa?a de Cristina. Interesante es recordar las elecciones para el senado en octubre de 2005, cuando Cristina Fern¨¢ndez cambi¨® su esca?o de Santa Cruz por el de Buenos Aires. Sus custodios machistas le permitieron un par de discursos, nada m¨¢s. Esto para que sus mensajes no fueran recitaciones de academia. Este a?o, sus mandantes masculinos tan s¨®lo la dejaron hablar en las ¨²ltimas horas de la campa?a, para que no trabara el camino con sus interminables digresiones.
No est¨¢ claro qui¨¦n gobernar¨¢ a la Argentina a partir del 10 de diciembre, cuando N¨¦stor Kirchner entregue la banda presidencial a su mujer, acto que en s¨ª tiene rasgos de farsa. ?Ser¨¢ ella, ser¨¢ ¨¦l? ?O ser¨¢ esta extra?a corporaci¨®n matrimonial que ha administrado a la Argentina, primero en la Patagonia y luego ya c¨®modamente instalada en la capital de la rep¨²blica?
Andrew Graham-Yooll es periodista y escritor. Ha sido director del Buenos Aires Herald.
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