Salud global
Nada m¨¢s natural que asociar la enfermedad con Osakidetza. Lo que no resulta en absoluto natural es que se tenga que hablar de las enfermedades del propio sistema sanitario vasco m¨¢s que de las de sus usuarios. Y es que Osakidetza est¨¢ enferma y, adem¨¢s, de gravedad. Noticias, entrevistas, reportajes en prensa, conversaciones p¨²blicas y privadas, datos presupuestarios y estad¨ªsticos, experiencias de uso coinciden en componer el retrato de unos servicios sanitarios que en unos a?os han pasado de ser referencia de calidad, a muestrario de p¨¦rdida, deterioro, descontento. Hace no tanto tiempo Osakidetza daba pie para la satisfacci¨®n, o por lo menos la confianza; hoy indigna y preocupa. Y adem¨¢s en el peor momento.
Una sociedad que envejece al ritmo de la nuestra, que plantea exigencias sanitarias cada vez m¨¢s extensas y complejas, no puede permitirse flaquear en su sistema de salud con desag¨¹es en la prestaci¨®n de servicios, frenazos de inversi¨®n o una conflictividad laboral como la que lleva demasiado tiempo ocupando titulares. Ni puede permitirse descuidar no s¨®lo la eficacia sino la imaginaci¨®n preventivas. A la prevenci¨®n hay que ponerle medios, medidas e ideas globales. Se critica de un modo insistente que los responsables de Osakidetza tienden a fragmentar los problemas y los conflictos, y a proponer por ello remedios o tratamientos parciales. Como quien dice, a parchear seg¨²n vienen pinchazos o boquetes. O, por utilizar una expresi¨®n del ¨¢mbito sanitario, tratan en Osakidetza las enfermedades sueltas, pero no al enfermo en su conjunto. Y sin embargo se imponen los abordajes globales, porque ya sabemos de sobra que lo que remedia o anestesia un mal puede provocar o avivar otro. El antiinflamatorio que te arregla el esguince, arruinarte el est¨®mago; la hormona que te frena unas c¨¦lulas, acelerarte otras, y la sustancia que te alegra el cerebro, acabar deprimi¨¦ndote el h¨ªgado o el ri?¨®n.
En mi opini¨®n, uno de los abordajes globales m¨¢s urgentes es el que une la tercera edad con la primera. Los sistemas sanitarios necesitan estar en las mejores condiciones, porque el reto de atender a una poblaci¨®n cada vez m¨¢s longeva es colosal. Pero a ese reto de madurez se le une otro, que no tiene nada de una buena noticia; que es en s¨ª mismo un desastre social, adem¨¢s de una amenaza con capacidad para colapsar nuestro sistema sanitario. Me refiero a los ni?os a los que la adicci¨®n a la comida basura o a las dietas irracionales convierte en pacientes a edades cada vez m¨¢s tempranas. Ni?os que a los diez a?os, o antes, padecen obesidad o sobrepeso con todas sus consecuencias: hipertensi¨®n, diabetes, niveles enfermizos de colesterol.
No es dif¨ªcil imaginar el gasto y el desgaste que semejante fen¨®meno puede representar para nuestra sociedad; es f¨¢cil tambi¨¦n calcular que, si no se remedia, las exigencias sanitarias van a alcanzar niveles estratosf¨¦ricos. No es s¨®lo que no nos lo podamos permitir econ¨®micamente, es que resulta inasumible desde el punto de vista ¨¦tico-c¨ªvico-democr¨¢tico. Lo que est¨¢ sucediendo con Osakidetza necesita una revisi¨®n en profundidad, pero tambi¨¦n en anchura. Necesita replantearse de arriba a abajo, pero tambi¨¦n de lado a lado, con la incorporaci¨®n transversal de debates que repercuten directa y, a mi juicio, dram¨¢ticamente en nuestro modelo de salud: lo que sucede en los comedores escolares necesita una revisi¨®n al detalle, que debe abarcar no s¨®lo el contenido de los men¨²s sino el cu¨¢nto y c¨®mo se consumen. Y requiere un repaso la decisi¨®n, que considero temeraria desde el punto de vista formativo y sanitario, de ver la educaci¨®n f¨ªsica como una materia de segunda, susceptible de ser reducida a la mitad. Pero dividir por dos el poco ejercicio regular y reglado que hacen muchos escolares vascos es multiplicar su riesgo y su coste sanitarios por una cifra imprevisible.
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