Vigesimoquinto
Ayer tuvimos ocasi¨®n de reavivar nuestra memoria por dos razones opuestas. En Roma se celebr¨® la beatificaci¨®n de 500 m¨¢rtires cat¨®licos linchados en el 36 por turbas vengadoras que se tomaban la justicia por su mano asesinando indiscriminadamente a justos por pecadores. Un acto religioso (?o deber¨ªa escribir un acontecimiento medi¨¢tico?) que resulta lamentable por razones que no comentar¨¦ aqu¨ª. Y al mismo tiempo tambi¨¦n se cumpl¨ªa el 25? aniversario de la primera victoria del partido socialista tras la reinstauraci¨®n de la democracia. Una conmemoraci¨®n que despertar¨¢ sentimientos encontrados en todos los que para entonces ya hab¨ªamos superado en mucho o por poco nuestra minor¨ªa de edad.
A juzgar por las encuestas improvisadas para la ocasi¨®n, el recuerdo que el conjunto de los espa?oles tiene sobre la presidencia de Gonz¨¢lez, masivamente inaugurada hace 25 a?os, resulta inequ¨ªvocamente positivo. No llega a igualar el aprecio absoluto que hoy se guarda por Adolfo Su¨¢rez, como solitario art¨ªfice de la transici¨®n en 1977, pero tampoco le va demasiado a la zaga, en la medida en que se le atribuye su definitiva consolidaci¨®n cinco a?os despu¨¦s. Lo cual podr¨ªa parecer sorprendente si tenemos en cuenta que, cuando ambos estadistas abandonaron el poder, lo hicieron casi por la puerta de atr¨¢s, entre el abucheo de una opini¨®n p¨²blica que les culpaba por haber causado una crisis colectiva dif¨ªcil de superar.
Y por otra de esas iron¨ªas de la historia, fue precisamente Gonz¨¢lez quien m¨¢s se benefici¨® de la crisis abierta con la ca¨ªda de Su¨¢rez, al resolverla por entero con su aplastante vuelco electoral. En todo caso, de sabios es rectificar. Y el pueblo espa?ol debe ser muy sabio, hasta tal punto que ha rectificado el sumario juicio condenatorio con que despidi¨® en su momento a Su¨¢rez y a Gonz¨¢lez. Por lo dem¨¢s, ambos gobernantes tuvieron una ejecutoria formalmente parecida: un ciclo de ascenso y ca¨ªda que en el primero dur¨® s¨®lo un lustro y en el segundo casi tres. Pero por su contenido fue de signo casi opuesto. El ascenso de Su¨¢rez sobrevino en un clima de incertidumbre y ansiedad ante lo desconocido, bajo el miedo al fantasma de la Guerra Civil, y su ca¨ªda se produjo por efecto de las agrias luchas intestinas que desintegraron al partido que fund¨®, y que no supo liderar (unas luchas, todo hay que decirlo, inducidas y explotadas por la pinza contra natura que formaron el PSOE y AP).
En cambio, el ascenso de Gonz¨¢lez abri¨® el lustro m¨¢s fecundo y optimista de la historia de Espa?a: cese como por ensalmo de la crisis pol¨ªtica, domesticaci¨®n de los militares, consolidaci¨®n de la democracia, integraci¨®n en Europa, ingreso en la OTAN y, en fin, definitiva normalizaci¨®n de Espa?a, que dej¨® para siempre de ser problem¨¢tica. ?Se imaginan el recuerdo que habr¨ªa dejado Gonz¨¢lez si se hubiera retirado entonces del poder? Por desgracia no fue as¨ª, y luego tuvimos que padecer una larga fase de declive hasta acabar con su escandalosa ca¨ªda provocada por una crisis conspiratoria que no supo afrontar con sentido de la responsabilidad. Bien es verdad que, como dice el refr¨¢n, otros vendr¨¢n que bueno te har¨¢n. Y en efecto, quien precipit¨® su ca¨ªda para beneficiarse de ella demostr¨® tener despu¨¦s tal catadura moral que a su lado la memoria de Gonz¨¢lez empez¨® a rehabilitarse hasta agigantarse por simple contraste.
?Y qu¨¦ pasa hoy con Zapatero? Tambi¨¦n ha llegado al poder tras beneficiarse de la ca¨ªda de su antecesor, como le ocurri¨® a Gonz¨¢lez (igual que Aznar, por cierto). Y antes de eso, tambi¨¦n se adue?¨® de su partido mediante un golpe de mano con la ayuda de un peque?o clan para proceder despu¨¦s a una completa limpieza generacional. Pero all¨ª acaban las semejanzas con Gonz¨¢lez, pues en todo lo dem¨¢s, a quien se parece Zapatero es a Su¨¢rez. La misma incertidumbre, la misma ansiedad por el futuro, la misma sensaci¨®n equ¨ªvoca de crisis. ?Estar¨¢ condenado a repetir su mismo destino?
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