Las v¨ªctimas recurrir¨¢n el fallo por considerar insuficientes las penas
"Ya conocemos qui¨¦nes pusieron las bombas", afirma Pilar Manj¨®n
Termin¨® de leer el fallo el juez Javier G¨®mez Berm¨²dez y el silencio se espes¨® en la sala, en todo el edificio de la Casa de Campo y en la gente que lo abarrotaba. Las v¨ªctimas, los hijos, los hermanos y las parejas de los muertos en los trenes del 11-M salieron al pasillo enmudecidos, desechos de decepci¨®n despu¨¦s de haber esperado m¨¢s de tres a?os ese d¨ªa, ese momento. Se miraban unos a otros sin acertar a hablar. Pilar Manj¨®n, la presidenta de la asociaci¨®n mayoritaria 11-M Afectados de Terrorismo, como siempre de negro, imponentemente seria, casi enfadada, asegur¨® a un periodista: "No nos gusta que haya asesinos en la calle. Recurriremos". Despu¨¦s se abraz¨® a una se?ora que hab¨ªa perdido a su marido en Santa Eugenia.
Un chico muy joven no aceptaba que Raf¨¢ Zouhier, al que acusaba de servir de enlace a los terroristas, hubiera sido condenado a 10 a?os; o que Rabei Osman, al que esta asociaci¨®n considera uno de los cerebros de la trama, haya salido absuelto. "En mi barrio, a un camello ladr¨®n le acaban de caer 10 a?os de c¨¢rcel por pasar droga, lo mismo que a muchos de estos", explic¨®, mientras miraba hacia el interior de la sala c¨®mo los encarcelados eran conducidos a los calabozos.
Una mujer que acudi¨® al juicio casi todos los d¨ªas, que lo soport¨® desde la primera fila siempre, miraba al suelo con los ojos brillantes, a punto de romper a llorar: "Admito que no a todos les caigan 40 a?os de c¨¢rcel. Pero dejar a gente en la calle es insultarme".
Manj¨®n convoc¨® despu¨¦s a los suyos a la sala de abajo para comentar el fallo, para confortarse unos a otros una vez m¨¢s.
Hab¨ªa sido un d¨ªa muy duro que hab¨ªa empezado muy pronto. La propia Manj¨®n confes¨® que se hab¨ªa pasado la noche sin dormir, oyendo la radio, desvelada. A las diez de la ma?ana acudieron todos, unos setenta, todos los que d¨ªa a d¨ªa escucharon los cientos de testimonios, muchos de ellos espeluznantes y dolorosos: Eva, la se?ora que un d¨ªa, de pura desesperaci¨®n y pena, se visti¨® una camiseta insultante de Mahoma y se coloc¨® delante de la pecera para molestar a los procesados; Ruth, la chica que perdi¨® a su padre y que agarraba su foto para darse fuerzas cada ma?ana; David, el que llevaba cumplidamente la cuenta de cada testigo...
Todos ten¨ªan ayer los nervios de punta, los recuerdos bombeando im¨¢genes constantemente a la cabeza. Era dif¨ªcil mantenerse sereno. Hubo l¨ªos por los sitios porque las plazas eran insuficientes. Despu¨¦s, todo se aplac¨® y G¨®mez Berm¨²dez ley¨® la sentencia. El juez hil¨® y refrend¨® la investigaci¨®n policial. Desmont¨® la teor¨ªa de la conspiraci¨®n ratificando el car¨¢cter de prueba real de los detonadores encontrados en la furgoneta Kangoo, o de la bomba hallada en la mochila...
Eva, David y Ruth se miraban sonrientes. Las previsiones se cumpl¨ªan, una a una. Los culpables eran los que hab¨ªan estado observando d¨ªa a d¨ªa detr¨¢s de la habitaci¨®n de cristal. Pero despu¨¦s, algunas de las condenas, consideradas bajas o m¨ªnimas, les arrastr¨® hacia una desolaci¨®n inesperada que les dej¨® helados en el pasillo. Fue entonces cuando Manj¨®n orden¨® a todos reunirse en la sala de abajo y comentar el fallo todos juntos. Tambi¨¦n el juez G¨®mez Berm¨²dez baj¨® a la sala, a explicarles algunos detalles de la sentencia.
Luego subieron todos. Los setenta. Hab¨ªa cosas en las que no estaban de acuerdo. Pero las caras hab¨ªan cambiado. Pilar Manj¨®n repiti¨® que iban a recurrir, pero, sonri¨®, por primera vez en toda la ma?ana, y m¨¢s tranquila, declar¨® ante un batall¨®n de periodistas: "Estoy satisfecha, s¨ª, porque ya hay sentencia, porque no hay teor¨ªa de la conspiraci¨®n, porque sabemos qui¨¦nes pusieron las bombas. Ahora leeremos el fallo despacito, y veremos lo que hacemos: no nos vamos a detener aqu¨ª".
"Todos abajo: somos una pi?a"
En la sala principal no hab¨ªa sitio para todos los que acudieron a escuchar de viva voz la sentencia. Los miembros de la asociaci¨®n mayoritaria 11-M Afectados de Terrorismo, presidida por Pilar Manj¨®n, se quejaron de que la otra asociaci¨®n, Ayuda a las V¨ªctimas del 11-M, m¨¢s proclive a comulgar con las teor¨ªas conspirativas, hab¨ªa ocupado demasiados asientos.
Manj¨®n exclam¨®: "Todos abajo, a la sala de la televisi¨®n; o todos o ninguno. Siempre hemos sido una pi?a y lo seguiremos siendo". All¨¢ abajo, en la m¨¢quina del caf¨¦, dos personas que hab¨ªan perdido a sus familiares comentaban el incidente:
-Los conspiradores arriba, las v¨ªctimas abajo.
-Aqu¨ª estaremos mejor. Todos juntos.
-Ya, pero a m¨ª me gustar¨ªa verles la cara a los asesinos cuando les condenen, estar cerca de ellos cuando se lo digan...
El juez intercedi¨® y un grupo concedi¨® en subir a la sala principal. Se ley¨® el fallo y al final de la ma?ana las dos asociaciones de v¨ªctimas salieron a la calle tan separadas y en desacuerdo como han estado todo el juicio.
Manj¨®n y los suyos sabiendo qui¨¦nes son todos los culpables. La presidenta de la Asociaci¨®n de Ayuda a las V¨ªctimas del 11-M, Mar¨ªa ?ngeles Dom¨ªnguez, por su parte, asegurando que la sentencia deja un importante cabo suelto, una zona de sombra: "Falta que nos diga qui¨¦n lo ide¨®, qui¨¦n fue el autor intelectual".
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