Horror

Horror real y virtual: todo cabe en la televisi¨®n. Otra cosa es c¨®mo se afectan mutuamente. El horror real, contenido en el generalizado ¨¦nfasis informativo sobre la sentencia del 11-M, trajo otra vez a esas v¨ªctimas y el dolor de sus familias. "La sentencia ha de decirnos el c¨®mo, el cu¨¢ndo, el d¨®nde y, sobre todo, el porqu¨¦", dec¨ªa, serena y contundente, el martes por la noche en el Telediario (TVE-1) la madre de Sergio, un muerto de 19 a?os. La justicia puede consolar el horror: los monstruos ser¨¢n puestos a buen recaudo. Y ¨¦ste deber¨ªa ser el final l¨®gico de esta terrible historia, seguida por todas las pantallas del globo.

Pero el horror se autoalimenta con los que opinan acto seguido sobre la manera —una sentencia— en que hombres realmente horrorizados conjuran el mal. Y la televisi¨®n transforma esa acci¨®n moral colectiva en espect¨¢culo: no puede ser de otra forma. La televisi¨®n convierte en representaci¨®n desde el desastre de los trenes barceloneses —un horror real atendido con mimo por Antena 3— hasta los cr¨ªmenes familiares y los accidentes de tr¨¢fico. El horror fascina, la audiencia sube. Hans Magnus Enzesberger escribi¨® que ese espect¨¢culo "convierte al telespectador en voyeur": inc¨®modo papel que incita a la acci¨®n o a su contrario, la impotencia.

El horror real tiene efectos: los freaks televisivos, desde Avelino y Pepa hasta A¨ªda N¨ªzar, un resucitado Joselito o los chicos de Gran Hermano protagonizan el fascinante horror virtual: un suced¨¢neo digerible ante una realidad insoportable.