El asalto ('neocon') a la democracia
Al Gore no s¨®lo fue senador durante muchos a?os, vicepresidente de Estados Unidos con Clinton (cuando impuls¨® una importante reforma de la Administraci¨®n) y casi presidente frente al actual Bush, sino que se ha ganado una merecida fama de publicista en defensa del medioambiente con la presentaci¨®n mundial de su pel¨ªcula y libro Una verdad inc¨®moda. Nos sorprende ahora con este interesante libro de pura pol¨ªtica, en toda la extensi¨®n de la palabra, de lectura tan f¨¢cil como intensa ya que ofrece distintos niveles que se entrecruzan a lo largo del mismo con agilidad y que ya ha desatado rumores sobre su eventual candidatura, de nuevo, a la presidencia.
Una de las vigas maestras con que construye el libro y que le permite desarrollar un juego amplio y fruct¨ªfero es comparar la realidad actual de la pol¨ªtica americana con lo que fueron principios esenciales de la revoluci¨®n americana expuestos por los "Padres Fundadores". Las condiciones iniciales de la democracia con la situaci¨®n hoy. Lo que pensaban e hicieron los primeros presidentes con lo que est¨¢ haciendo el actual inquilino de la Casa Blanca.
El ataque contra la raz¨®n
Al Gore
Traducci¨®n de Lucas Rodr¨ªguez Monge
Debate. Barcelona, 2007
335 p¨¢ginas. 20,90 euros
El resultado es demoledor y muy atractivo al situar a los neoconservadores del presidente Bush como algo no s¨®lo ajeno a esa tradici¨®n americana sino contrario a los valores esenciales de la naci¨®n. Acostumbrados como estamos a que todos los conservadores reivindiquen su vinculaci¨®n con la esencia del pasado patrio, el convincente ejercicio que hace Al Gore para demostrar lo contrario en el caso de Bush es altamente estimulante si uno lo traslada, por ejemplo, a los esfuerzos de nuestra derecha por atribuirse el protagonismo de una transici¨®n democr¨¢tica espa?ola reinventada por ellos.
Sobre esta viga construye tres discursos complementarios que se refuerzan a lo largo del libro. En el primero, reflexiona Al Gore sobre c¨®mo la televisi¨®n es uno de los elementos clave que han cambiado las condiciones en que se hace pol¨ªtica hasta el punto de cuestionar algunos de los mimbres esenciales que han construido el sistema democr¨¢tico. Promueve la pasividad de los individuos convertidos en espectadores antes que en protagonistas de los debates, simplifica los mensajes pol¨ªticos hasta hacer imposible un razonamiento que exceda de los veinte segundos en que s¨®lo cabe un eslogan o una consigna, hace que sea m¨¢s importante el color de la corbata que el contenido de lo que se diga y requiere cantidades importantes de dinero para las campa?as s¨®lo accesibles para unos pocos. Dado que la esencia de la democracia requiere ciudadanos bien informados, activos y dispuestos a debatir con argumentos, la omnipresencia de la televisi¨®n en su f¨®rmula actual reduce la calidad de la democracia como ya se?alara, tambi¨¦n y entre otros, Sartori con su hommo viddens.
La segunda l¨ªnea de debate por la que transcurre el libro es una de las mejores y m¨¢s rotundas enmiendas a la totalidad a lo que ha representado la presidencia de Bush para Estados Unidos y el mundo. La utilizaci¨®n sistem¨¢tica de la mentira en la guerra de Irak, la complacencia con la tortura en Guant¨¢namo, la fabricaci¨®n de un estado de miedo permanente e indefinido que justifique un autoritarismo creciente, el abuso del veto presidencial para reducir poderes a las c¨¢maras, la ocupaci¨®n descarada del poder judicial mediante maniobras oscuras, la sumisi¨®n de la Casa Blanca, en asuntos como el cambio clim¨¢tico, a los intereses de grandes compa?¨ªas que financiaron la campa?a electoral, la negativa a informar y rendir cuentas ante los ciudadanos utilizando de manera exagerada el secreto oficial, la introducci¨®n de la religi¨®n y los valores m¨¢s reaccionarios en la cotidianidad de la acci¨®n p¨²blica presidencial, etc¨¦tera. Y no.
Recuerdo que no se trata de un libro del intelectual radical Chomsky, o de las narraciones del periodista Woodward. Se trata de la denuncia contundente y sosegada de un patricio americano, que lo fue todo en el establishment, y que pudo ser y, de hecho, tal vez debi¨® legalmente ser el presidente de Estados Unidos en lugar de aqu¨¦l a quien critica de forma tan demoledora. Pero es, tambi¨¦n, un pol¨ªtico preocupado por la degeneraci¨®n que est¨¢ experimentando la democracia en manos de un grupo de neoconservadores que no creen en los principios fundadores de Estados Unidos, primos hermanos de los de la Revoluci¨®n Francesa, ni creen en la raz¨®n como elemento articulador de una sociedad libre. Unos reaccionarios cuya obsesi¨®n es movilizar las emociones convencidos de que la victoria rara vez se consigue con buenos argumentos.
Este asalto a la raz¨®n, que da t¨ªtulo al libro en ingl¨¦s, es la tercera, y m¨¢s importante, l¨ªnea de argumentaci¨®n de Al Gore en su critica a lo que est¨¢ pasando en Estados Unidos y en todo el mundo occidental. El debate no es nuevo y hace d¨¦cadas que el fil¨®sofo marxista Luk¨¢cs ya escribi¨® un libro as¨ª titulado. La defensa de la raz¨®n frente a la tradici¨®n o la religi¨®n como principios ordenadores de una sociedad libre y democr¨¢tica no ha estado exenta de problemas a lo largo del siglo XX. Sin embargo, pese a sus insuficiencias (ver el libro de Walzer sobre raz¨®n, pol¨ªtica y pasi¨®n) y abusos, el nuevo planteamiento impulsado por los llamados neocons demuestra que cualquier sistema pol¨ªtico basado en principios diferentes a la raz¨®n es, o acaba siendo, incompatible con la democracia y la libertad individual tal y como las entendemos y como las entend¨ªan los redactores de la Declaraci¨®n de Independencia.
Y uno de los principales valores del libro que comentamos radica en relacionar las acciones concretas de la gesti¨®n de Bush con un proyecto ideol¨®gico global, vinculado a un pensamiento supuestamente posmoderno pero realmente antimoderno, elaborado para sentar las bases de la convivencia en principios distintos a los que fundamentan nuestras democracias actuales. Principios m¨¢s injustos, porque defienden a los fuertes y ricos, m¨¢s reaccionarios porque mueven sentimientos antes que argumentos, y menos ¨¦ticos porque no se detienen ante la tortura, la mentira y la manipulaci¨®n. Estar¨ªamos ante el intento de imponer una nueva forma de poder pol¨ªtico que, liberado de las restricciones y controles que definen a una democracia, se sienta impune para redefinir la realidad a base de propaganda, sacar adelante los intereses de quienes les patrocinan y sancionar con dureza al que discrepe. En la Roma de Cicer¨®n o en la de Cal¨ªgula ya ocurri¨® algo de esto. Pero cre¨ªamos superado el estado de la naturaleza a favor de una civilizaci¨®n basada en la raz¨®n y la ciencia, como ant¨ªdoto frente a todo tipo de fundamentalismos. ?Ingenuos? Lean el libro y hablamos. Porque ya saben, Estados Unidos somos todos y nuestros neocons ya traducen del ingl¨¦s. -
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