La confesi¨®n del carcelero Hin Huy
Un verdugo del genocidio camboyano rememora la barbarie de los jemeres rojos
Los cad¨¢veres de cientos de miles abonaban los arrozales de Camboya cuando el carcelero Hin Huy lleg¨® a los campos de la muerte de Choeung Ek con otro cami¨®n de presos. El pelot¨®n a sus ¨®rdenes los empuj¨® hasta el borde de unas fosas que fueron su sepultura. Verdugos con barras de hierro y machetes les destrozaron el cr¨¢neo y despu¨¦s les degollaron. Murieron esposados y de rodillas, uno a uno, sin saber por qu¨¦, torturados hasta confesarse esp¨ªas de la CIA o de la KGB, imperialistas, burgueses, traidores al partido, intelectuales, o enemigos del r¨¦gimen de Pol Pot (1975-79). Los lugartenientes de aquel lun¨¢tico ser¨¢n juzgados en los pr¨®ximos meses por un tribunal internacional auspiciado por la ONU. Aquel mao¨ªsmo extremo, agrarista y xen¨®fobo se cobr¨® la vida de 1,7 millones de personas.
El 30% de los camboyanos sufre estr¨¦s postraum¨¢tico
"?Piensas en tus v¨ªctimas?". "No dejo de hacerlo", dice el verdugo
El r¨¦gimen fue obra de campesinos aislados del mundo durante a?os
"Pudo haber gente que muri¨® de hambre", dice un alto jefe jemer
El campesino Hin Huy, entonces de 25 a?os, fue destinado al S-11, una escuela reconvertida en el principal centro de tortura del Partido Comunista de Kampuchea -nombre dado por los jemeres rojos a Camboya- (PCK), hoy visitado por turistas que se espantan con el relato de los gu¨ªas: "Si negaban las acusaciones, les segu¨ªan torturando; si las admit¨ªan, eran ejecutados". Las celdas conservan las cadenas, grilletes y fotos de los supliciados. El retrato de una madre y su hijo de meses en brazos conmueve a una turista francesa: "?C¨®mo es posible que el ser humano cometa estos cr¨ªmenes?". El sexto mandamiento del r¨¦gimen interno dec¨ªa: "Prohibido gritar mientras se le aplican latigazos o descargas el¨¦ctricas".
Un guardia martiriz¨® a una adolescente hasta lograr que se confesara agente de la CIA con ¨®rdenes de defecar en los cultivos. Las palizas eran mortales: "Ejecut¨¦ las instrucciones de Ta Chey [secretario regional del partido] arrestando a Khleng y llev¨¢ndolo al centro de interrogatorio, donde muri¨®", seg¨²n consta en las anotaciones personales del interrogador Moeng Teng. "Despu¨¦s detuve a Chantha, y lo golpe¨¦ para que confesara que era esp¨ªa. No lo hizo, y Ta Chey me indic¨® que lo golpeara m¨¢s, y tambi¨¦n muri¨®". Los reos llegaban condenados: "?Traidor! ?Cu¨¢ndo entraste en la CIA? ?Qui¨¦n te reclut¨® para el KGB?". La meta es obtener el mayor n¨²mero de confesiones, entre el 70% y el 80%, seg¨²n la documentaci¨®n del Centro de Documentaci¨®n de Camboya, que jugar¨¢ un papel relevante en el juicio.
"Money, money". Un grupo de lisiados pide limosna en el memorial, situado en el centro de Pnom Penh, donde murieron m¨¢s de 14.000 a manos de una tiran¨ªa obsesionada por el espionaje extranjero y el enemigo interno, dispuesta a todo para crear una sociedad adoctrinada y arrocera, sin propiedad privada ni religi¨®n, sin moneda ni mercado, con la familia y la individualidad estatizadas y un ordenamiento aberrante. Aquella locura, de la que Camboya a¨²n convalece, es ¨²nica en la historia de la humanidad: el 30% de los 12 millones de camboyanos sufre estr¨¦s postraum¨¢tico, y el 40%, ansiedad y pesadillas, seg¨²n un estudio m¨¦dico. Y 30 a?os despu¨¦s, el genocidio no figura en los libros escolares. "Lo que saben los ni?os lo escucharon de sus padres y de sus maestros", se?ala el profesor Dacil Keo. Las respuestas de los chavales en el avispero de motocicletas y mercadillos de Pnom Penh lo certifican: todos citan el boca a boca como el cauce de su informaci¨®n.
El tribunal internacional encargado de castigar el genocidio, por ejecuci¨®n, hambre, enfermedades o extenuaci¨®n en los campos de trabajo y de reeducaci¨®n, prepara el juicio: varios testigos fueron llamados en las instrucciones preliminares, entre ellos el fot¨®grafo del S-11, que ped¨ªa 400 d¨®lares por una entrevista period¨ªstica. Las vistas durar¨¢n tres a?os desde su apertura a comienzos de 2008, seg¨²n fuentes oficiales. S¨®lo ser¨¢n procesados los cabecillas jemeres, entre 5 y 10, porque el procesamiento de todos los ejecutores, decenas de miles avecindados con sus v¨ªctimas en ciudades y aldeas, es tarea peligrosa y casi imposible.
Los magistrados, 13 designados por la ONU y 17 por Camboya, escuchar¨¢n numerosos testimonios, entre ellos el de Hin Huy, filmado por el Centro de Documentaci¨®n, un organismo que clasific¨® 600.000 p¨¢ginas para su utilizaci¨®n en las vistas. El buceo en el archivo de testimonios es aterrador. "Difunda la confesi¨®n de Hin Huy para que el mundo no olvide lo que ocurri¨® aqu¨ª", pide uno de sus activistas.
El carcelero tiene ahora 50 a?os, el pelo negro y pesta?ea mucho. "?Piensa en sus v¨ªctimas?", se le pregunta. "No dejo de hacerlo, pero me forzaron. Yo no tengo la culpa", responde.
-?Cu¨¢ntos camiones llevaste?
-No me acuerdo. Les dec¨ªamos que les llev¨¢bamos a otro lado para que no protestaran.
El anochecer en que Hin Huy fue puesto a prueba por Kek Leu, alias Duch, director del S-11, parec¨ªa macabramente rutinario. No fue as¨ª: el jefe de aquella m¨¢quina de matar estaba all¨ª, observando las ejecuciones a garrotazos.
-Cuando quedaba por matar un solo un prisionero, me dijo: "?T¨² te atreves a matar gente?".
-Le dije que s¨ª. No pod¨ªa decirle que no.
-Entonces mata a ¨¦se.
Hin Huy agarr¨® la barra de hierro y destroz¨® la cabeza al prisionero, arrodillado en la fosa de Choeung Ek, a 17 kil¨®metros de Pnom Penh, una ciudad evacuada el 17 de abril de a?o 1975, a punta de fusil, por los milicianos de Pol Pot, Camarada N¨²mero Uno, que aquel d¨ªa liquidaron el r¨¦gimen del general Lon Nol, que lleg¨® al poder en 1970 mediante un golpe con el apoyo de EE UU. La capital ten¨ªa entonces dos millones y medio de habitantes; poco a poco ha conseguido sumar el mill¨®n y medio de ahora. "Nos gritaban que sali¨¦ramos porque los norteamericanos iban a bombardear", recuerda una anciana con un puesto de cigarrillos en el mercado central. Los cad¨¢veres cubr¨ªan tramos de la carretera y eran reventados por los camiones. En el caos del vaciamiento a la brava murieron miles y mujeres embarazadas abortaron en las cunetas. "A mi hijo lo mataron porque hab¨ªa sido portero de un edificio oficial. Quiero que los castiguen".
La escabechina no pod¨ªa durar mucho. A finales de 1978, una facci¨®n de los jemeres rojos se rebel¨® contra Pol Pot. Les apoy¨® Vietnam, que invadi¨® el pa¨ªs a finales de 1978. El PCK se convirti¨® en guerrilla, y a pesar de conocerse sus atrocidades, denunciadas en 1978 por el camboyanista franc¨¦s Fran?ois Ponchaud, Estados Unidos, China y Tailandia apoyaron a los jemeres rojos hasta el a?o 1989. Lo hicieron para contrarrestar la influencia vietnamita en la pen¨ªnsula indochina. Vietnam se retir¨® en 1991 y, cuatro a?os despu¨¦s, el grueso de la milicia roja, que todav¨ªa controlaba el 15% del pa¨ªs, se desmoviliz¨®. El Gobierno de Hun Sen, ex jemer rojo, tard¨® en aceptar el tribunal internacional, reclamado desde 1998 por Human Rights Watch, tras la muerte de Pol Pot aquel a?o.
"La primera oposici¨®n, del Estado y de las v¨ªctimas sobrevivientes, radica en el temor a una desestabilizaci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs, ya que los jemeres rojos continuaron activos hasta el a?o 1999", explica Albeiro Rodas, estudioso de la cultura camboyana en el centro Don Bosco de Sihanoukville.
Tan pronto como la ONU y Camboya acordaron la constituci¨®n del tribunal, en 2003, surgi¨® otro conflicto: deb¨ªa ser mixto, integrado por magistrados de talla y experiencia internacional junto a jueces, fiscales y abogados de un pa¨ªs jur¨ªdicamente analfabeto, sin apenas escuelas de Derecho. "Algo as¨ª como poner a dialogar a los chamanes de la tribu con los lores ingleses", agrega Rodas. "De todas formas, una justicia completa deber¨ªa preguntar sobre la responsabilidad hist¨®rica de Estados Unidos, China, Tailandia y muchos otros en el ba?o de sangre que les vino a Camboya, Vietnam y Laos en esa ¨¦poca".
El colonialismo, la guerra de Vietnam, el napalm y los bombardeos desde los B-52 estadounidenses sobre Camboya y Laos, con cientos de miles de v¨ªctimas, reactivaron los movimientos nacionalistas y comunistas regionales. El experimento camboyano fracas¨®, seg¨²n el socialista franc¨¦s Jean Lacouture, porque lo lideraron campesinos aislados del mundo durante muchos a?os. Odiaban el sistema y trataron de eliminarlo desde sus ra¨ªces. Se emplearon a fondo, seg¨²n el Centro de Documentaci¨®n, cuya plantilla se afana en la clasificaci¨®n de los textos, oficios e instrucciones. "Ya ve usted lo ocupados que estamos. El juicio se acerca", dice Peoudara Vanthan, subdirector del centro.
Uno de sus investigadores, Meng Try Ea, habl¨® con un grupo de jemeres rojos para conocer la filosof¨ªa punitiva del r¨¦gimen. "La cosecha, por ejemplo, era una lucha de clases, una lucha entre revoluci¨®n y contrarrevoluci¨®n", seg¨²n le explicaron. El robo de un kilo de arroz comunitario pod¨ªa costar la vida del desesperado, como c¨®mplice del boicoteo enemigo; la p¨¦rdida de una herramienta de trabajo pod¨ªa acarrear la muerte, y un varazo a destiempo al b¨²falo del arado, el apaleamiento de quien lo hiciera.
Los fiscales analizan el material probatorio y m¨¦todos usados para crear una nueva sociedad desde las cenizas de la anterior: primero fueron asesinados los militares, polic¨ªas, pol¨ªticos y funcionarios del r¨¦gimen de Lon Nol (1970-1975), con sus familias y conocidos; despu¨¦s, el resto: los burgueses y capitalistas, y los sospechosos de poder llegar a serlo y mandos del partido o del Ej¨¦rcito proclives a la moderaci¨®n. Miles fueron denunciados en falso por los vecinos o nombrados en los potros de tormento. "Camarada, usted me lo envi¨® con 18 c¨®mplices, pero he logrado que confesara 27", se jacta un torturador en un oficio al superior.
Cram Mey recordaba que "gritaban cuando les torturaba. Gritaban aunque no estaba permitido. Me daba pena, pero no pod¨ªa manifestarla. Si no los hubiera torturado me habr¨ªan matado a m¨ª". Hubiera podido hacerlo, seg¨²n los cargos en su contra, Nuon Chea, lugarteniente de Pol Pot, Camarada N¨²mero Dos, el principal reo a la espera de juicio. Volver¨¢ a exculparse cuando sea llamado a declarar. Lo hizo en una entrevista concedida a la BBC hace cinco a?os: "La situaci¨®n era muy ca¨®tica y pudo haber gente que muri¨® de hambre", afirm¨®. "Pero yo no orden¨¦ matar, aunque tenga una responsabilidad moral porque no vigil¨¦ bien lo que se hac¨ªa".
Volvi¨® a reiterar su inocencia tras su detenci¨®n. Ide¨®logo del Partido Comunista de Kampuchea (PCK), ex subsecretario general, se declar¨® inocente tras su detenci¨®n. "Dijo que el Comit¨¦ Militar del partido, del que no era miembro, ten¨ªa el verdadero poder y que ¨¦l no tuvo contacto con las bases que mataban", seg¨²n fuentes diplom¨¢ticas cercanas al Gobierno. "Pero el tribunal tiene muchos documentos y testigos que aseguran todo lo contrario". Se le acusa de cr¨ªmenes contra la humanidad desde su autoridad sobre los aparatos de seguridad del r¨¦gimen".
Su celda, equipada con televisi¨®n, radio y prensa diaria, est¨¢ pr¨®xima a la de Duch, la otra estrella del juicio, con quien no puede ni hablar, ni compartir paseos, seg¨²n Reach Sambath, portavoz del tribunal. Los dos inculpan a terceros, pero las calaveras del memorial Choeung Ek, visitado por turistas y deudos, atestiguan hasta qu¨¦ punto aquella camarilla fue consecuente en la ejecuci¨®n de su demencial proyecto de naci¨®n.
"No los interrogues, m¨¢talos"
El Camarada N¨²mero Dos, Nuon Chea, de 82 a?os, principal acusado en el banquillo del genocidio, orden¨® un d¨ªa la detenci¨®n de 300 compatriotas sospechosos de traici¨®n durante un choque fronterizo con Vietnam. Kek Leu, de 66 a?os, alias Duch, jefe entonces del centro de internamiento S-11, fue requerido para que los encarcelara, pero dijo que no pod¨ªa hacerlo porque el S-11 estaba totalmente lleno de presos. "No te molestes en interrogarles. M¨¢talos", habr¨ªa sido la respuesta del Camarada N¨²mero Dos, seg¨²n el testimonio de Duch, tambi¨¦n detenido a la espera de juicio. Nuon Chea lo niega todo: "No soy tan cruel como para matar a mi propia gente".
El ex subsecretario del Partido Comunista de Kampuchea (PCK), uno de los lugartenientes de Pol Pot, s¨®lo admiti¨® haber trabajado desde sus funciones oficiales para "purificar las mentes a trav¨¦s de la educaci¨®n, fortalecer el partido y colectivizar la propiedad, para levantar nuestra econom¨ªa". Los cargos, sin embargo, le implican en la organizaci¨®n de los 118 centros de internamiento y tortura y en las salvajadas cometidas durante la colectivizaci¨®n y evacuaci¨®n de las ciudades fusil en mano.
En libertad, pero susceptibles de ser detenidos, figuran Ieng Sary, ex canciller; Khieu Zampan, ex jefe de Estado; Sou Met y Meah Mut, generales; Keo Pok, acusado de diezmar a la etnia musulmana Cham; Mam Nay, jefe de interrogatorios del centro S-11, y Sam Mith, implicado en la masiva muerte de mujeres y ni?os vietnamitas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Camboya
- Cr¨ªmenes guerra
- Jemeres Rojos
- Pol Pot
- Genocidio
- Tortura
- Guerrillas
- Delitos contra Humanidad
- ONU
- Integridad personal
- Guerra
- Sudeste asi¨¢tico
- Organizaciones internacionales
- Gobierno
- Asia
- Administraci¨®n Estado
- Historia
- Relaciones exteriores
- Grupos terroristas
- Conflictos
- Delitos
- Administraci¨®n p¨²blica
- Pol¨ªtica
- Terrorismo
- Justicia