Mitos y realidades del 'lobby' israel¨ª
Estados Unidos debe hacer mucho m¨¢s para acabar con la humillaci¨®n palestina y convertir en realidad la visi¨®n de dos Estados. Sus mejores presidentes han estado dispuestos a presionar a Israel en favor de la paz
En una ocasi¨®n, Kissinger caracteriz¨® Israel, injustamente, como un pa¨ªs que no posee pol¨ªtica exterior, sino s¨®lo preocupaciones nacionales. Parece mentira que dijera eso: su estudio sobre dos grandes estadistas europeos, Metternich y Castlereagh, muestra que el primero fracas¨® porque estaba excesivamente condicionado por sus limitaciones internas y el segundo porque las ignor¨®. Toda pol¨ªtica exterior debe tener en cuenta las preocupaciones nacionales. Sin embargo, John Mearsheimer y Stephen Walt, los autores del c¨¦lebre y pol¨¦mico El lobby israel¨ª (Taurus, 2007), han creado un paradigma nuevo. Si tienen raz¨®n -y no la tienen-, un pa¨ªs peque?o se ha apoderado, mediante sus grupos de presi¨®n en los centros del poder del imperio, de la pol¨ªtica exterior de una superpotencia a la que ha obligado a actuar contra sus intereses nacionales.
'El lobby israel¨ª', de Mearsheimer y Walt, otorga demasiada influencia a los jud¨ªos
El libro, de reciente aparici¨®n, ignora las complejas realidades de Oriente Pr¨®ximo
Al querer defender lo que es una tesis absurda y obcecada, los autores de este libro demuestran una vergonzosa ignorancia de las complejas realidades de Oriente Pr¨®ximo. Es verdad que "el Gobierno de Nixon reabasteci¨® a Israel durante la guerra de octubre", pero no lo hizo en contra de sus intereses nacionales. Precisamente la relaci¨®n especial con Israel fue lo que permiti¨® a Estados Unidos conseguir una de sus victorias estrat¨¦gicas m¨¢s sonadas, al desmantelar la hegemon¨ªa sovi¨¦tica en el Oriente Pr¨®ximo ¨¢rabe.
Mearsheimer y Walt creen que EE UU no ha hecho nada para cumplir su parte del acuerdo impl¨ªcito con el mundo ¨¢rabe: obligar a Israel a retirarse de los territorios ¨¢rabes ocupados y ofrecer a los palestinos "un Estado viable". EE UU, dicen, "ha respaldado en todo momento la postura israel¨ª sobre las negociaciones". Es rid¨ªculo. En Camp David I no hubo ning¨²n "lobby jud¨ªo" que impidiera a Begin retroceder a la frontera con Egipto de antes de 1967 y declararse dispuesto a abordar "los derechos leg¨ªtimos de los palestinos en todos sus aspectos". Los autores prefieren, pues, obsesionarse con la oferta de Camp David II, supuestamente mala, y se olvidan del acuerdo que se propuso mediante los par¨¢metros de paz de Clinton seis meses despu¨¦s, unos par¨¢metros que Israel acept¨® y que Arafat, en lo que el embajador saud¨ª en Washington calific¨® de "crimen contra el pueblo palestino y la naci¨®n ¨¢rabe", rechaz¨®. ?Acaso fue "respaldar la postura israel¨ª sobre las negociaciones" la oferta de una soberan¨ªa palestina plena e incondicional sobre el Monte del Templo, la divisi¨®n de Jerusal¨¦n y la retirada en la pr¨¢ctica de todos los territorios? ?Impidi¨® el "lobby jud¨ªo" que Clinton hiciera aquellas propuestas sin precedentes?
Es evidente que Mearsheimer y Walt otorgan demasiada influencia a los jud¨ªos. Tal vez el presidente George Bush, padre, ten¨ªa raz¨®n al hablar de que en torno al Congreso hab¨ªa "mil lobbistas" -se supone que sobre todo jud¨ªos- que hac¨ªan labor de presi¨®n en contra de su pol¨ªtica sobre Oriente Pr¨®ximo. ?Impidi¨® eso que le apretara las tuercas a Shamir, le arrastrara contra su voluntad a la Conferencia de Paz de Madrid y le negara las garant¨ªas de pr¨¦stamo para la absorci¨®n de los jud¨ªos rusos? ?Impidi¨® el lobby que Reagan lanzase una iniciativa de paz para Palestina con el objetivo exclusivo de evitar que Israel se beneficiara estrat¨¦gicamente de la aventura libanesa de Sharon? ?Le impidi¨® iniciar un giro en la pol¨ªtica exterior estadounidense cuando reconoci¨® a la OLP? Es evidente que la estrecha relaci¨®n con Israel no contribuye a proteger a EE UU del terrorismo ¨¢rabe. Pero decir que la negativa de EE UU a obligar a Israel a firmar la paz con los ¨¢rabes es lo que explica "en buena parte" el problema del terrorismo en ese pa¨ªs, es rid¨ªculo. El primer atentado contra las Torres Gemelas se realiz¨® en 1993, cuando Clinton y Rabin estaban en medio de unas conversaciones de paz muy prometedoras con los sirios e Israel estaba negociando la paz con los palestinos en Oslo. Y Osama Bin Laden envi¨® a sus hombres a Florida, a entrenarse como pilotos suicidas, precisamente el verano en el que negoci¨¢bamos la paz con los palestinos en Camp David.
El odio a Estados Unidos se remonta a mucho antes de 1967. El golpe de Estado que instal¨® al Sha en Ir¨¢n en 1953, la invasi¨®n de L¨ªbano en 1958 y el apoyo estadounidense a los aut¨®cratas de la regi¨®n contribuyeron a esa crisis de confianza entre EE UU y los ¨¢rabes. Pero sobre todo se le odia por lo que es: una naci¨®n convencida de que tiene una misi¨®n, una potencia intervencionista y amiga de los aut¨®cratas, y con unos intereses y una cultura popular a cuya penetraci¨®n se resisten las sociedades isl¨¢micas.
Mearsheimer y Walt saben muy poco sobre las prioridades de Israel si creen que "la expansi¨®n de la democracia en la regi¨®n", que "ha indignado a la opini¨®n ¨¢rabe e isl¨¢mica", es un "esfuerzo relacionado con el apoyo de EE UU a Israel". Si Israel y los aut¨®cratas ¨¢rabes de la regi¨®n est¨¢n de acuerdo en algo, es en su rechazo de la receta democr¨¢tica norteamericana para el Oriente Pr¨®ximo ¨¢rabe. A diferencia de los ingenuos estadounidenses, ellos saben que cualquier democracia ¨¢rabe que surja hoy tiene que ser isl¨¢mica, anti-occidental y contraria al "proceso de paz".
Al abordar la guerra de Irak, los autores incurren en contradicciones significativas. ?C¨®mo encaja la tesis de que la guerra se lanz¨® "para promover los intereses de Israel" con la afirmaci¨®n del entonces ministro israel¨ª de Defensa de que el verdadero problema para Israel era Ir¨¢n, y no Irak? La guerra de Irak, al final, supuso un triunfo estrat¨¦gico para los iran¨ªes. ?Y c¨®mo puede conciliarse la supuesta obsesi¨®n del lobby por la guerra de Irak con el hecho de que los jud¨ªos estadounidenses se opon¨ªan mayoritariamente a la invasi¨®n? La verdad es mucho m¨¢s simple: Estados Unidos habr¨ªa iniciado la guerra con Irak incluso aunque no hubiera existido un lobby israel¨ª. El presidente Bush es perfectamente capaz de cometer barbaridades en su politica exterior sin la ayuda de ning¨²n lobby particular.
Un argumento sorprendente que utilizan es que EE UU "no estar¨ªa tan preocupado por Ir¨¢n, el Irak baazista ni Siria si no estuviera tan estrechamente vinculado a Israel". Es decir, ?la conclusi¨®n es que la mayor coalici¨®n internacional creada por Estados Unidos desde la II Guerra Mundial, la que se form¨® en 1991 para expulsar a Irak de Kuwait y garantizar el suministro de petr¨®leo, fue un asunto "estrechamente vinculado a Israel"? ?El conflicto entre EE UU e Ir¨¢n, que comenz¨® despu¨¦s de que Carter lograra negociar un acuerdo de paz entre egipcios e israel¨ªes, tambi¨¦n estuvo "estrechamente vinculado a Israel"? Decir que EE UU no deber¨ªa preocuparse por un Ir¨¢n nuclear es ignorar no s¨®lo su inter¨¦s como potencia hegem¨®nica en la regi¨®n en impedir la proliferaci¨®n nuclear, sino el gran impacto que esta amenaza de la bomba iran¨ª tiene para otros aliados de EE UU en todo el mundo ¨¢rabe. Si Mearsheimer y Walt hubieran seguido el discurso p¨²blico en pa¨ªses como Egipto, Arabia Saud¨ª y Jordania habr¨ªan descubierto que es tal la inquietud que, por primera vez, los llamamientos a la desnuclearizaci¨®n de Ir¨¢n son independientes de la tradicional exigencia de que Israel abandone su programa nuclear. Ir¨¢n es tan enemigo de los pa¨ªses ¨¢rabes sun¨ªes aliados de EE UU como de Israel.
Es cierto que la causa israel¨ª resuena con fuerza en EE UU. Ahora bien, en su deseo de explicar los fallos de la pol¨ªtica norteamericana en Oriente Pr¨®ximo por los grupos de presi¨®n israel¨ªes, los autores, de manera grotesca e irresponsable, presentan a una clase pol¨ªtica estadounidense -incluidos los presidentes- que es o demasiado incompetente para comprender sus intereses nacionales, o, algo m¨¢s grave, est¨¢ dispuesta a vender sus intereses nacionales a un grupo de presi¨®n a cambio de su supervivencia pol¨ªtica.
Soy de los que piensan que EE UU puede y debe hacer mucho m¨¢s para acabar con la humillaci¨®n de los palestinos y convertir en realidad la visi¨®n de los dos Estados. Tambi¨¦n he sostenido siempre que los mejores presidentes estadounidenses para Israel son los que estaban dispuestos a presionarle en favor de la causa de la paz. Carter y el primer Bush fueron ese tipo de presidentes. Clinton, pese a emplear maneras m¨¢s suaves, consigui¨® dise?ar el que alg¨²n d¨ªa ser¨ªa el acuerdo de paz definitivo entre Israel y Palestina.
Por desgracia, desde el 11-S, la visi¨®n paranoica del mundo que tiene EE UU ha perjudicado gravemente su capacidad no s¨®lo de ofrecer liderazgo moral al mundo, sino de proponer soluciones a conflictos regionales. Cuando Estados Unidos tenga un presidente que proponga una visi¨®n concreta y la lleve a la pr¨¢ctica con decisi¨®n, ning¨²n grupo de presi¨®n, por fuerte que sea, podr¨¢ impedirle el paso.
Shlomo Ben-Ami ha sido ministro de Asuntos Exteriores de Israel y es vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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