"Como un g¨¢nster de pel¨ªcula..."
"Lo ¨²nico que me preocupade ti es tu optimismo".- El presidente espa?ol Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar al presidente Bush, extra¨ªdo de la transcripci¨®n de Crawford, 22 de febrero de 2003.
Sin duda, uno de los atributos agonizantes de nuestra era posterior al 11-S es la necesidad permanente de reafirmar realidades que han sido demostradas una y otra vez, y negadas con la misma obstinaci¨®n por quienes ocupan el poder, oblig¨¢ndonos a vivir atrapados entre dos narraciones de la historia actual, una de las cuales cobra vida, color y vigor a medida que se dan a conocer m¨¢s datos, mientras la otra se vuelve cada vez m¨¢s nimia, m¨¢s precaria y m¨¢s disecada, apenas sostenida por la respiraci¨®n asistida del poder oficial.
Crawford enfrenta a los sutiles europeos con el vaquero bravuc¨®n
Es preocupante, comenta Aznar, basar el optimismo en la creencia
Bush responde a la petici¨®n de Aznar de diplomacia con una letan¨ªa de amenazas
Casi cinco a?os despu¨¦s de iniciar la guerra, Bush sigue seguro de la victoria
En el centro de nuestra vida nacional se halla la narraci¨®n maestra de esta pol¨ªtica bifurcada: la guerra en Irak, librada para suprimir la amenaza de armas de destrucci¨®n masiva que resultaron no existir, llevada a una r¨¢pida y gloriosa conclusi¨®n en la soleada cubierta de un portaviones cuya celebraci¨®n de la victoria se convirti¨® casi instant¨¢neamente en una verg¨¹enza nacional. Eso fue hace cuatro a?os y medio; el final de la guerra y, de hecho, su inicio, definido con tanta claridad por ese ¨²nico instante tembloroso, se disolvieron hace mucho en la historia en disputa.
La ¨²ltima entrada en esa historia aparec¨ªa el 26 de septiembre, cuando el diario espa?ol EL PA?S public¨® una transcripci¨®n de una conversaci¨®n mantenida el 22 de febrero de 2003 -casi un mes antes del estallido de la guerra- entre el presidente Bush y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, por aquel entonces presidente espa?ol. Aunque los l¨ªderes se reunieron en el rancho de Bush en Crawford, Texas, algunos bautizaron r¨¢pidamente la transcripci¨®n como Memorando de Downing Street II y, de hecho, el documento comparte algunos temas con ese primordial memorando brit¨¢nico, principalmente en su clara demostraci¨®n del abismo entre lo que declaraban en p¨²blico el presidente Bush y los miembros de su Administraci¨®n durante el periodo previo a la guerra y lo que dec¨ªan, y hac¨ªan, en entornos m¨¢s privados.
Aunque Hans Blix, el inspector jefe de la ONU cuyos equipos peinaban entonces Irak en busca de las esquivas armas, todav¨ªa no hab¨ªa entregado su informe -dos semanas despu¨¦s, comunicar¨ªa al Consejo de Seguridad que se necesitar¨ªan no "a?os ni semanas, sino meses" para completar "las esenciales tareas de desarme restantes"-, el presidente se muestra impaciente, incluso ansioso, por ir a la guerra. "Esto es como la tortura china del agua", dice de las inspecciones. "Tenemos que poner fin a ello".
Incluso al comentar la principal preocupaci¨®n de Aznar, la necesidad vital de dar legitimidad internacional a la guerra obteniendo una segunda resoluci¨®n de la ONU que justificara el uso de la fuerza -una resoluci¨®n que, tr¨¢gicamente, nunca se consigui¨®-, apenas se finge que la invasi¨®n de Irak no sea ya una certeza. "Si alguien veta", dice el presidente a Aznar, "nosotros iremos. Sadam Husein no se est¨¢ desarmando. Le tenemos que coger ahora mismo. Hemos mostrado un grado incre¨ªble de paciencia hasta ahora. Quedan dos semanas. En dos semanas estaremos militarmente listos... Estaremos en Bagdad a finales de marzo". El calendario ya hab¨ªa sido decidido, no por los inspectores y lo que pudieran encontrar o no, ni por los diplom¨¢ticos y lo que pudieran negociar o no, sino por el despliegue y la preparaci¨®n de aviones de combate, soldados y tanques.
?Cu¨¢ndo se convirti¨® la guerra en una certeza? Los matices de las actitudes del presidente son imposibles de trazar, aunque ya el mes de julio de 2002, el jefe del espionaje brit¨¢nico, Sir Richard Dearlove, en sus famosas consultas en Washington, hab¨ªa detectado "un cambio perceptible de actitud". En el pasaje m¨¢s famoso del memorando de Downing Street se citaba a Dearlove informando al Gabinete brit¨¢nico: "La acci¨®n militar se ve¨ªa ya como algo inevitable. Bush quer¨ªa derrocar a Sadam mediante una intervenci¨®n militar, justificada por la conjunci¨®n de terrorismo y armas de destrucci¨®n masiva. Pero la informaci¨®n de los servicios secretos y los datos giraban en torno a la pol¨ªtica. El Consejo de Seguridad Nacional no ten¨ªa paciencia con la ruta de la ONU...".
El drama de Crawford
Precisamente sobre este punto -la necesidad de los europeos de contar con una resoluci¨®n de la ONU que justifique la fuerza y, por lo tanto, una guerra legal o al menos internacionalmente leg¨ªtima, y la profunda ambivalencia entre los altos cargos de la Administraci¨®n de Bush respecto a seguir "la ruta de la ONU"- gira gran parte del drama de la transcripci¨®n de Crawford, convirti¨¦ndola en una especie de obra breve que enfrenta a los europeos, sinuosos, sutiles, sofisticados y preocupados por la gran oposici¨®n en Europa, y en Espa?a en particular, a una guerra por gusto con Irak encabezada por Estados Unidos ("Necesitamos que nos ayud¨¦is con nuestra opini¨®n p¨²blica", le dice Aznar a Bush), contra el vaquero estadounidense bravuc¨®n, impaciente y de gatillo r¨¢pido. Bush quiere decretar la segunda resoluci¨®n el lunes. Aznar dice: "Mejor el martes". Bush replica: "Podr¨ªa ser el lunes por la tarde, teniendo en cuenta la diferencia horaria". Ante la queja de Bush de que el proceso de la ONU era como "la tortura china del agua", Aznar manifiesta una comprensi¨®n tranquilizadora y el ruego de que se tomen un respiro:
Aznar: "Estoy de acuerdo, pero ser¨ªa bueno contar con el m¨¢ximo n¨²mero de gente posible. Ten un poco de paciencia".
Bush: "Mi paciencia est¨¢ agotada. No pienso ir m¨¢s all¨¢ de la mitad de marzo".
Aznar: "No te pido que tengas una paciencia infinita. Simplemente que hagas lo posible para que todo cuadre".
Aznar, un idealista cat¨®lico de derechas que cree en los argumentos sobre derechos humanos para derrocar a Sadam Husein, se encuentra en la cuerda floja pol¨ªtica: m¨¢s de nueve de cada 10 espa?oles se oponen a ir a la guerra, y millones de personas acababan de recorrer las calles de Madrid en airada oposici¨®n; le preocupa intensamente obtener una resoluci¨®n de la ONU que convierta la guerra en una campa?a autorizada internacionalmente y no una mera "agresi¨®n" dirigida por EE UU.
Bush responde a su petici¨®n de diplomacia con una letan¨ªa bastante sorprendente de amenazas dirigidas a los entonces miembros temporales del Consejo de Seguridad. "Pa¨ªses como M¨¦xico, Chile, Angola y Camer¨²n deben saber", declara, "que lo que est¨¢ en juego es la seguridad de Estados Unidos y actuar con un sentido de amistad hacia nosotros". Por si Aznar no lo entiende, describe al espa?ol lo que sufrir¨¢ cada naci¨®n si no reconoce "lo que est¨¢ en juego":
"[El presidente chileno Ricardo] Lagos debe saber que el Acuerdo de Libre Comercio con Chile est¨¢ pendiente de una confirmaci¨®n del Senado, y que una actitud negativa en este tema podr¨ªa poner en peligro esa ratificaci¨®n. Angola est¨¢ recibiendo fondos de la Cuenta del Milenio y tambi¨¦n podr¨ªan quedar comprometidos si no se muestran positivos. Y Putin debe saber que con su actitud est¨¢ poniendo en peligro las relaciones entre Rusia y EE UU".
Grosero y torpe
Lo sorprendente de este pasaje no es s¨®lo lo grosero y torpe que es, con el presidente de Estados Unidos profiriendo amenazas como un g¨¢nster de pel¨ªcula -por lo visto quiere que el espa?ol las transmita directamente a los diversos l¨ªderes-, sino lo ineficaz que result¨® la bravata. Ninguno de estos pa¨ªses modific¨® su postura respecto a una segunda resoluci¨®n que, llegado el momento, nunca se present¨® al Consejo de Seguridad para lo que habr¨ªa supuesto una derrota segura. Al proferir las amenazas, Bush hizo lo que un l¨ªder efectivo siempre debe evitar: dict¨® una orden que no fue obedecida, poniendo en evidencia los l¨ªmites de su poder. (La propia guerra en Irak, destinada a "conmocionar y sobrecoger" al mundo, y en especial a los adversarios de EE UU, consigui¨® m¨¢s o menos lo mismo).
La bravuconada viene acompa?ada de un farise¨ªsmo adusto. Aznar pregunta: "?Es cierto que existe alguna posibilidad de que Sadam Husein se exilie?" ("El mayor ¨¦xito", dice al presidente, "ser¨ªa ganar la partida sin disparar un solo tiro"). Bush responde que s¨ª: los egipcios aseguran que "Husein estar¨ªa dispuesto a exiliarse si le dejaran llevarse 1.000 millones de d¨®lares y toda la informaci¨®n que quisiera sobre armas de destrucci¨®n masiva".
?Y ese exilio, pregunta Aznar, incluir¨ªa una "garant¨ªa" (supuestamente contra un proceso judicial o una extradici¨®n)? "Ninguna", asegura Bush. "Es un ladr¨®n, un terrorista, un criminal de guerra. Comparado con Sadam, Milosevic ser¨ªa una Madre Teresa". Aunque es dif¨ªcil evaluar si Sadam realmente estaba dispuesto a abandonar Irak -a los egipcios, saud¨ªes y otros que en aquel momento trataban de vender la posibilidad les interesaba que Sadam se marchara y se mantuviera la estructura de poder sun¨ª-, es inconcebible que fuese a hacerlo sin alg¨²n tipo de garant¨ªa, una posibilidad que Bush excluye.
Lo m¨¢s interesante del pasaje, y en realidad de toda la transcripci¨®n, es lo que revela sobre las actitudes y el car¨¢cter de Bush. Tan pronto fanfarronea y amenaza, como habla con reverencia y farise¨ªsmo sobre el "sentido hist¨®rico de la responsabilidad" que le gu¨ªa:
"Cuando dentro de unos a?os la Historia nos juzgue, no quiero que la gente se pregunte por qu¨¦ Bush, Aznar o Blair no hicieron frente a sus responsabilidades. Al final, lo que la gente quiere es gozar de libertad. Hace poco, en Rumania me recordaban el ejemplo de Ceausescu: bast¨® con que una mujer le llamara mentiroso para que todo el edificio represivo se viniera abajo. ?se es el poder incontenible de la libertad. Estoy convencido de que conseguir¨¦ la resoluci¨®n".
Naturalmente, no la obtuvo. Pese a su s¨®lida convicci¨®n, ni Chile, ni Angola ni Rusia se mostraron dispuestos a variar su voto, con o sin amenazas. Existe una diferencia entre estar convencido y tener raz¨®n. La convicci¨®n de Bush, en ¨¦ste y en otros temas, no proven¨ªa de un an¨¢lisis independiente de los hechos -de los intereses y las intenciones de las naciones involucradas-, sino del manantial de la fe. Confund¨ªa la ret¨®rica con la realidad. Aznar, el europeo sofisticado, vierte un comentario ir¨®nico al respecto. Es el momento m¨¢s jamesiano de la obrita de Crawford; casi podemos ver la ceja arqueada:
Aznar: "Lo ¨²nico que me preocupa de ti es tu optimismo".
Bush: "Soy optimista porque creo que estoy en lo cierto. Estoy en paz conmigo mismo. Nos ha correspondido hacer frente a una seria amenaza para la paz".
Es preocupante, como comenta Aznar, confiar en el optimismo basado ¨²nicamente en la creencia. El espa?ol sabe que conseguir la segunda resoluci¨®n del Consejo de Seguridad y, por lo tanto, una legitimidad internacional esencial para la guerra, ser¨¢ muy dif¨ªcil; en muchos pa¨ªses, el plan de lanzar una guerra contra Irak, sobre todo antes de que los inspectores de la ONU hayan finalizado su labor, est¨¢ muy mal visto. La fe no puede reemplazar los hechos, y tampoco puede hacerlo un sentido hist¨®rico de misi¨®n. Puede que ambas cosas sean reconfortantes en lo personal -est¨¢ claro que para Bush lo son-, pero no obvian la necesidad de saber.
Bush accedi¨® al cargo siendo un hombre que sab¨ªa poco del mundo, que apenas hab¨ªa salido del pa¨ªs y que no conoc¨ªa nada sobre la pr¨¢ctica de la pol¨ªtica exterior y la diplomacia. Dos a?os despu¨¦s, tras los ataques del 11-S y su revelaci¨®n como un autoproclamado "presidente de la guerra", s¨®lo sabe que esta falta de conocimiento no es un inconveniente y que tal vez sea incluso una ventaja: que no necesita saber cosas para creer que tiene raz¨®n y para estar en paz consigo mismo. Bush ha redefinido su debilidad -su falta de conocimiento y experiencia- como su peculiar fortaleza. Cree que tiene raz¨®n. Es una cuesti¨®n de generaciones, destino y libertad: "Nos ha correspondido hacer frente a una seria amenaza para la paz". Para Bush, fe, convicci¨®n y una sentida idea del destino -y no los hechos o el conocimiento- son las verdaderas necesidades del liderazgo.
As¨ª que Bush se siente seguro, seguro de que obtendr¨¢ la segunda resoluci¨®n y, por consiguiente, la legitimidad internacional; seguro porque est¨¢ "desarrollando un paquete de ayuda humanitaria muy fuerte", porque "hay buenas bases para un futuro mejor" en un "Irak posterior a Sadam". De hecho, por supuesto, en el mismo momento en que dice todo esto al presidente espa?ol en Crawford, Texas, la planificaci¨®n de posguerra en Washington es un caos, y consiste en poco m¨¢s que confusi¨®n y una salvaje guerra de destrucci¨®n rec¨ªproca entre los departamentos de Defensa y Estado.
El plan de gobierno en "el Irak posterior a Sadam" no existe, ya que todo debate sobre ¨¦l se ha visto paralizado por una agria disputa entre dirigentes del Pent¨¢gono, el Departamento de Estado y la CIA que el presidente nunca resolver¨¢. La "sociedad civil" iraqu¨ª que, seg¨²n dice a Aznar, es "relativamente fuerte", pronto ser¨¢ diezmada por el saqueo y el caos prolongado que sigue a la entrada de las tropas estadounidenses en Bagdad. La "buena burocracia" de la que presume en Irak pronto quedar¨¢ destruida por una desbaazificaci¨®n ordenada por el proc¨®nsul estadounidense que, casi con total seguridad, Bush nunca aprob¨®. El Ej¨¦rcito iraqu¨ª que, seg¨²n decide a principios de marzo, ser¨¢ retenido y utilizado para la reconstrucci¨®n, en realidad ser¨¢ disuelto imperiosamente, con unas consecuencias catastr¨®ficas.
Optimismo
Si estas desviaciones radicales del plan elegido por el presidente han apagado su optimismo y su fe -o le han llevado a tratar de descubrir qu¨¦ ocurri¨®- no hay prueba de ello. Cuando el ¨²ltimo bi¨®grafo de Bush, Robert Draper, le pregunt¨® por qu¨¦ el Ej¨¦rcito iraqu¨ª no se hab¨ªa mantenido intacto, como el presidente hab¨ªa decidido, Bush respondi¨®: "S¨ª, no me acuerdo. Estoy seguro de que dije: '?sta es la pol¨ªtica. ?Qu¨¦ ha ocurrido?".
"?sta es la pol¨ªtica. ?Qu¨¦ ha ocurrido?". Como subt¨ªtulo para una historia de la guerra en Irak desde luego podr¨ªa ser peor. El presidente Aznar se ha ido, mortalmente debilitado por su apoyo a la guerra en Irak y la incapacidad para lograr el apoyo de Naciones Unidas a la misma; casi exactamente un a?o despu¨¦s de que estallara la guerra, los yihadistas atacaron la estaci¨®n de trenes de Madrid, acabaron con la vida de casi 200 espa?oles y provocaron la derrota electoral del presidente. Tony Blair, la estrella del Memorando de Downing Street, tambi¨¦n se ha marchado, y su popularidad nunca se recuper¨® de su respaldo incondicional a la guerra.
Bush, casi cinco a?os despu¨¦s de iniciar la guerra, sigue convencido de la victoria, como tambi¨¦n lo estaba de que obtendr¨ªa esa segunda resoluci¨®n de la ONU. No existe ning¨²n indicio de que su confianza ahora est¨¦ m¨¢s enraizada en la realidad de lo que lo estaba entonces. En lugar de realidad tenemos fe; en s¨ª mismo, en la deidad y en "el poder incontenible de la libertad". Bush es el protagonista de su propia narraci¨®n de la historia, una historia cada vez m¨¢s burda y refutada, animada ¨²nicamente por la autoridad del poder oficial. George W. Bush sigue estando, nos dicen, "en paz consigo mismo".
Traducci¨®n de News Clips.
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