Sala de Pediatr¨ªa
En la pared est¨¢ un mapa con los pa¨ªses del mundo, fotograf¨ªas de ni?os y algunos consejos para atender la gripe infantil. Es el Centro de Atenci¨®n Primaria de Drassanes, uno de los centros de mayor multiculturalidad en Barcelona.
Mientras se espera el turno, los peque?os se miran unos a otros e intercambian risas curiosas anim¨¢ndose a gatear o dar incipientes pasos para tocar al ni?o de al lado, ya sea marroqu¨ª, rumano, filipino, latinoamericano, espa?ol, paquistan¨ª o alem¨¢n. Las madres, en cambio, miran el reloj mientras remueven los mocos que escurren por las narices de sus hijos. Los peque?os hacen contacto, se quitan el biber¨®n o se ofrecen un juguete, entonces las madres interact¨²an: ?Qu¨¦ edad tiene? Ocho meses. ?Y el de usted? Un a?o. ?Y qu¨¦ le da de comer? Vienen los consejos de una y de otra, las papillas que les dan a los ni?os en Marruecos, en Nepal o en Ecuador y comparten las dudas que no se atreven a preguntar al doctor. Cuando se ha roto el hielo y a¨²n hay retraso, habr¨¢ tiempo para conocer un poco de aquellas madres multicolores. "?De qu¨¦ pa¨ªs eres?", pregunta alguna. "De Guinea Ecuatorial". "?Y d¨®nde aprendiste a hablar tan bien espa?ol?". "Es mi lengua materna. ?ramos colonia de Espa?a hasta 1968", responde la mujer africana.
La puerta se abre y se cierra, las enfermeras entran y salen. Las madres vuelven a mirar el reloj, limpian la baba del beb¨¦ y se atreven a hacer otra pregunta: ?Qu¨¦ idioma hablan en Bangladesh? La madre quiere contestar en su atropellado castellano, pero Yusef, su hijo de ocho a?os, toma la palabra y explica c¨®mo es su pa¨ªs, habla de los jardines donde juega y da la queja de sus hermanitos: "Son muy traviesos, ya no los aguanto, me sacan todos mis juguetes y me cambian el canal de la televisi¨®n". Yusef, quien habla catal¨¢n, castellano y bangla, se sube entusiasmado a la silla y estira la mano para ense?arnos d¨®nde naci¨®. Apunta Bangladesh y luego busca en el mapa el pa¨ªs donde vive ahora. "?No est¨¢!", dice Yusef. "?Si que est¨¢, busca bien!", le pide la madre. Yusef no lo encuentra porque busca Catalu?a.
La mujer de Guinea Ecuatorial descubre el suyo tambi¨¦n, en el mismo mapa que entretiene tanto a los pacientes. Ah¨ª est¨¢, apretujado entre Camer¨²n, Gab¨®n y Congo. No muy lejos del Chad. "?Vio las noticias del Chad?", pregunta alguien. Ella responde con un fuerte suspiro: "?Lo han descubierto tarde!". La mujer relata que muchas asociaciones ilegales de Europa se llevan a centenares de ni?os africanos, "lo hacen con enga?os, dicen que les dar¨¢n educaci¨®n y comida y que despu¨¦s los regresar¨¢n, pero los padres nunca los vuelven a ver". Ella, que emigr¨® por la misma pobreza que asola a su continente, cuenta que en pa¨ªses como Etiop¨ªa a veces las madres los regalan para salvarles la vida, pero en muchos otros, explica, existe el secuestro, como lo ocurrido en el Chad. "Tenemos miedo y rabia porque ninguna madre desea que le arrebaten a sus hijos aunque seamos muy pobres". La indignaci¨®n brota en la sala con comentarios m¨¢s sensatos que los escuchados en los medios de comunicaci¨®n, preocupados s¨®lo por el rescate de compatriotas y las relaciones diplom¨¢ticas. "?Y los ni?os, qui¨¦n se ocupa de los ni?os?", sueltan al aire.
"?Llegaste en patera?", siguen preguntando. "?Qu¨¦ va!, mi novio s¨ª, porque ¨¦l es de Costa de Marfil, pero yo no. A nosotros nos educaron los espa?oles y somos testarudos igual que ellos. Nadie nos convence de venir as¨ª arriesgando la vida", apunta. "?Qu¨¦ tienen que ver los espa?oles?", preguntan. "Porque tambi¨¦n van espa?oles a ?frica a convencer a la gente para que se suba a las pateras diciendo que ac¨¢ nos tienen ya trabajo y lugar donde hospedarnos, igual como sucede con los ni?os".
El consultorio se abre. La conversaci¨®n se interrumpe: "?Ni?o Marcel, pase por favor!".
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