Amargas orqu¨ªdeas
Volvieron los "bravos" a una representaci¨®n de ¨®pera en el Real. Con Britten, una vez m¨¢s, como en aquel memorable Peter Grimes de los comienzos de la nueva ¨¦poca del teatro, hace ya una d¨¦cada. La violaci¨®n de Lucrecia es una ¨®pera de c¨¢mara que cautiva por su intensidad. En ella aflora ese lado mozartiano de atenci¨®n prioritaria a los sentimientos, a los ecos humanos de la tragedia. Es una ¨®pera de poca acci¨®n, con los coros cl¨¢sicos que comentan lo que ocurre llevados a la m¨ªnima expresi¨®n.
Importa, y mucho, la puesta en escena. La de Daniele Abaddo es espl¨¦ndida. En el teatro de la Maestranza de Sevilla se acogi¨® con un ¨¦xito sorprendente hace cinco a?os. En Madrid la historia se repite. "Abaddo dirige teatralmente desde la contenci¨®n, organizando el ritual esc¨¦nico con atenci¨®n prioritaria a que la historia de Lucrecia sea algo m¨¢s que una an¨¦cdota, ampliando con un sistema ¨¢gil de proyecciones multimedia el alcance de lo inmediato de la historia a todas las guerras, todas las violencias, todas las violaciones de libertades, todas las ¨¦pocas. La escena ilustra con humildad y abundancia de ideas lo definido por la m¨²sica. Hay recogimiento, reflexi¨®n, poes¨ªa e invenci¨®n", se dec¨ªa en este peri¨®dico en 2002. Poco hay que a?adir.
THE RAPE OF LUCRETIA
De Britten. Director musical: P. Goodwin. Director de escena: D. Abbado. Con T. Spence, V. Noorduyn, M. Groop, M. Rose, G. Sborgi, R. Rosique, A. Schroeder y D. Rubiera. Sinf¨®nica de Madrid. Teatro Real, Madrid, 13 de noviembre.
Calidad encomiable
Musicalmente el nivel de calidad es encomiable. Goodwin dirige con precisi¨®n y emoci¨®n a una motivada Sinf¨®nica de Madrid. La tensi¨®n se transmite. El elenco vocal responde a las exigencias. Existe la sospecha de que Spence se beneficia de un refuerzo de amplificaci¨®n pero, en todo caso, no incide de forma determinante en la unidad de lo escuchado. Las mujeres est¨¢n imponentes y los hombres no se quedan a la zaga.
Britten sale reforzado. Es un compositor que acaba por atrapar, aunque no estemos en una de sus ¨®peras m¨¢s redondas. El Teatro Real juega con esta obra su apuesta m¨¢s moderna en la actual temporada. Como sucediera en El casamiento, de Mussorgski, se obtienen unos resultados asombrosos a partir de unos postulados sencillos. Le va la marcha a este teatro o, dicho de otra forma, la capacidad de sacar petr¨®leo del desierto. Mejor as¨ª que a la inversa.
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