Sicilia, la pregunta incesante
No todos los escritores tienen una historia que contar. Andrea Camilleri s¨ª.
Y aunque se desempe?a en variados registros, del gui¨®n cinematogr¨¢fico a la novela, de la historia dura al relato policiaco, ah¨ª est¨¢ ¨¦l, con la mirada iluminando distintas escenas y distintos tiempos, pero sin moverse un ¨¢pice de esa especie de deber o de obsesi¨®n. La luna de papel es la ¨²ltima investigaci¨®n del comisario Salvo Montalbano. Las ovejas y el pastor es un breve y apasionante reportaje hist¨®rico. Los dos libros del siciliano Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925) aparecidos pr¨¢cticamente al mismo tiempo en castellano, aunque con dos a?os de distancia en su primera edici¨®n italiana, se complementan y encajan con una coherencia poco com¨²n, y nos acercan a esa "historia que contar" que Camilleri se empe?a en dilucidar hace tantos a?os.
La luna de papel
Andrea Camilleri
Traducci¨®n de Maria Antonia Menini Pag¨¦s Salamandra. Barcelona, 2007
254 p¨¢ginas. 13,50 euros
Las ovejas y el pastor
Andrea Camilleri
Traducci¨®n de Juan Carlos Gentile Vitale Destino. Barcelona, 2007
128 p¨¢ginas. 16 euros
Camilleri va descorriendo esas telara?as que ocultaban la verdad. Todo lo que ha vuelto Sicilia en lo que viene a ser
Curiosamente, en ninguno de estos dos libros la mano es de la Mafia. Y sin embargo... Sin embargo, la Mafia est¨¢ ah¨ª
La palabra es investigar. Sea Montalbano o sea el propio Camilleri como historiador, la narraci¨®n es la historia de una encuesta, en el sentido americano de la palabra. De un proceso de investigaci¨®n, que si en el caso de su personaje parece la convenci¨®n obvia del g¨¦nero (es el oficio de un buen comisario de polic¨ªa), en el otro -el minucioso relato de un suceso hist¨®rico- se trata de un modo peculiar de acercarse a los hechos, que, sin renunciar a la verdad objetiva y su aclaraci¨®n, incluye el ojo y la experiencia del propio historiador. Y su perplejidad.
En Las ovejas y el pastor, Camilleri cuenta hechos sucedidos en 1945. A Monse?or Peruzzo, el obispo de Agrigento que se puso pastoralmente contra los terratenientes sicilianos, le dejan malherido de bala una mala noche. En el convento de Palma di Montechiaro, diez j¨®venes monjas ofrecen su vida por ¨¦l, y se dejan morir de inanici¨®n con permiso de la superiora. El convento, a cuya clausura pod¨ªa entrar Tomasi di Lampedusa, tiene una historia de ascesis y elevaci¨®n m¨ªstica que puede explicar algunas cosas. El atentado sucede a crueles levantamientos de campesinos pobres contra los latifundistas. El propio Camilleri, en su juventud, ha conocido el primer movimiento de los curas obreros, la naciente Acci¨®n Cat¨®lica, el comunismo y los sectores m¨¢s populistas del fascismo. Y luego est¨¢ la Mafia.
Naturalmente, se trata de Sicilia, que es algo m¨¢s, mucho m¨¢s, que un escenario. En La luna de papel, Salvo Montalbano, el genial comisario de la imaginaria ciudad de Vig¨¤ta, investiga el asesinato, un poco repugnante, de un viajante de farmacia. Con un poco repugnante no quiero decir que los dem¨¢s asesinatos no lo sean, pero es que ¨¦ste presenta detalles asquerositos -el sexo a la vista, ciertas briznas de ropa entre los dientes- que meten en ambiente la turbiedad de las dos mujeres entre las que bascular¨¢ el enga?o, esa luna de papel que termina siendo un mito para ni?os, pero que alguna vez se crey¨®, y la desilusi¨®n te deja herido de escepticismo. Investiga tambi¨¦n Montalbano las muertes repentinas de ciertos pr¨®ceres, en tan pocos d¨ªas. Y pone todos los casos en relaci¨®n. No es raro que los indicios alerten sobre la familia Sinagra, que controla el tr¨¢fico de coca, porque, indefectiblemente, est¨¢ la Mafia.
Como en toda la serie de Montalbano, como en todo el g¨¦nero, en realidad, el juego es correr las telara?as que ocultan la verdad. Porque ?no es ¨¦sa la tarea del escritor? Desentra?ar, tras las apariencias, lo que se nos pueda alcanzar como verdadero. Eso exige una actitud vigilante y esc¨¦ptica, ese recelo que est¨¢ en la base de quien quiere saber m¨¢s. Y ah¨ª se igualan el investigador de la ficci¨®n y el historiador de la realidad. Camilleri y Montalbano. Los dos trazar¨¢n un mapa moral de Sicilia. O mejor, un mapa inmoral.
A veces da la impresi¨®n de que, m¨¢s que para hacer justicia, el comisario trabaja para su propio conocimiento. M¨¢s Camilleri que nunca, el Montalbano de La luna de papel se resiste pasivamente a la burocracia, pelea por igual contra las ideas negras -la propia muerte, la p¨¦rdida de memoria-, contra la comida sana y contra las tentaciones de la carne, y se deja ganar por una madura bonhom¨ªa que le ayuda a entender. Ni justifica, ni oculta: la realidad, concentrada en un asesinato y otras muertes vergonzosas y tapadas, se abre en un mosaico de miserias, de infelicidad y desgracia, pero tambi¨¦n de belleza. Hay muchos detalles, much¨ªsimos detalles privados que Montalbano no pondr¨¢ en los informes. Ni falta que hace. ?l odia los informes, y Sicilia, que como dec¨ªa Sciascia "es el mundo", con sus estructuras decimon¨®nicas, su pobreza enraizada, esa hipocres¨ªa engrasada por el poder (por todos los poderes), bosteza en una voluntaria ignorancia. (Pero s¨ª los pondr¨¢ en la novela. Los detalles, y sus sentimientos, muchas veces encontrados).
Bueno, pues la Mafia. Andrea Camilleri no ha ocultado nunca su posici¨®n frente a lo que al principio, mediado el siglo XIX, se conoc¨ªa como la secta. Los asesinatos de Falcone y Borsellino, el llamado "macrojuicio" contra las familias y sus conexiones, la operaci¨®n manos limpias, es decir, los continuados rifirrafes de las organizaciones del delito y los aparatos del Estado, tantas veces corruptos, han encontrado en Camilleri una respuesta c¨ªvica e inequ¨ªvoca. Y p¨²blica. Al siciliano no le ha fascinado nunca esa ¨¦pica cinematogr¨¢fica de El Padrino y sus secuelas, y su supuesta ¨¦tica, que parec¨ªa considerar la Mafia como una organizaci¨®n privada pero leg¨ªtima, a la que a veces se le va la mano. Ni cree que hay mafiosos "buenos" -antes de la droga- y mafiosos malos. No.
Pero ?c¨®mo explicar el enraizamiento social de la organizaci¨®n? Sin ser simplista ni maniqueo, pero sin perderla de vista nunca, Camilleri, v¨ªa Montalbano o en primera persona, va descorriendo caso por caso, personaje por personaje, esas telara?as que ocultaban la verdad. Las redes de complicidades ideol¨®gicas, pol¨ªticas, econ¨®micas. El terror, o simplemente el miedo y sus grados. Todo lo que ha vuelto Sicilia, incomprensible sin la Cosa Nostra, en lo que viene a ser.
La mirada del novelista, entonces, se vuelve minuciosa en las averiguaciones: se trata tambi¨¦n de cada individuo, de cada pobre individuo con su historia personal a cuestas. Y tambi¨¦n se vuelve, c¨®mo decir, compasiva. Este latir de las personas, las mejores y las peores, que viene de ese calor y esa implicaci¨®n del novelista en las historias que narra.
Curiosamente, en ninguno de estos dos libros la mano es de la Mafia. Quiz¨¢ pueda achac¨¢rseles el inducir al atentado contra Monse?or, de El pastor y las ovejas, pero nadie lo sabe seguro. Tambi¨¦n est¨¢n en los posos de la muerte del viajante de La luna de papel, pero tampoco. No, no han sido ellos, ya se lo digo yo. Y sin embargo... Sin embargo, la Mafia est¨¢ ah¨ª, como una fuerza ineludible y viscosa, otra estructura social, como las judicaturas, los partidos pol¨ªticos o la Iglesia. Forma parte de lo dado, impregna con su poder f¨ªsico y m¨¢s que f¨ªsico, con su maldad corruptora, todo lo cotidiano. Est¨¢ ah¨ª centrando y dibujando las causas de posibilidad del mal que ocurre en Vig¨¤ta y en toda Sicilia. Porque ¨¦se es finalmente el tema. Sicilia, que es el mundo. Y los hombres, en lo mejor y en lo peor.
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