El documental es un arma
Una nueva generaci¨®n de realizadoras palestinas pelea por rodar sus historias en un entorno de hostilidad
"Los primeros 45 d¨ªas de interrogatorios fueron especialmente duros en aquella c¨¢rcel israel¨ª. Empleaban un m¨¦todo de tortura distinto cada hora. Despu¨¦s de las palizas, dos hombres y una mujer soldado me metieron en una habitaci¨®n, me desnudaron y esposaron. Y mientras la mujer me pisaba la cabeza en el suelo y uno de los hombres me sujetaba, el otro intentaba violarme con un palo". A sus casi 50 a?os, la activista palestina Aysha Odeh cuenta a la c¨¢mara las torturas que sufri¨® durante su etapa como joven militante de la resistencia contra la ocupaci¨®n israel¨ª.
Ella es uno de los rostros de Women in struggle (2004), el escalofriante documental que la cineasta palestina Buthina Canaan present¨® esta semana en el Docusur de Tenerife, el Festival Internacional y Mercado de Documentales del Sur. "Tard¨¦ casi cuatro a?os en rodarlo. Entrevist¨¦ a 37 mujeres que se quedaron en cuatro preparadas mentalmente para mirar dentro de s¨ª mismas y hablar", explica Canaan. "Para ellas fue una especie de terapia", a?ade. En su ¨²ltimo trabajo, Maria's Grotto, que ha presentado en Docusur en busca de distribuci¨®n, tambi¨¦n habla de un tema tab¨²: los cr¨ªmenes de honor.
No existe industria y los j¨®venes cineastas carecen de medios econ¨®micos
Si algo caracteriza a la emergente cinematograf¨ªa palestina es la denuncia, la cr¨ªtica social de la vida bajo la ocupaci¨®n. En general, los j¨®venes realizadores prefieren hacer documentales antes que ficci¨®n, porque es una forma de contribuir a la lucha no-violenta. Y lo hacen en un p¨¢ramo. No existe industria ni disponen de medios econ¨®micos. A veces ni siquiera tienen equipo t¨¦cnico y es el director quien debe hacerlo todo; buscar los testimonios, escribir el gui¨®n y rodar. Tras la crisis del sector en los a?os setenta y ochenta -por los conflictos y los problemas econ¨®micos- se ha dado un aumento de producciones de cine con escasos medios. En The gates are open... sometimes!, de 2006 (premio en la Muestra Internacional de Florencia), la novelista y realizadora Liana Badr recorre distintos pueblos de Cisjordania y su vida cotidiana, alterada por los checkpoints. Ni?os que se levantan a las cinco de la madrugada para cruzar la valla y llegar a clase; agricultores que no pueden pisar sus tierras... "Fue peligroso grabar. No ten¨ªamos permiso y los soldados nos apuntaban con sus armas", explica Badr, asesora del Departamento de Cine del Ministerio de Cultura palestino.
En Palestina, a la dificultad de hacer cine sin medios y bajo la presi¨®n del Ej¨¦rcito, se a?ade el lastre del machismo. No se ve con buenos ojos el trabajo de las cineastas. No s¨®lo porque no est¨¢n en sus casas, sino tambi¨¦n porque se atreven a hacer preguntas pol¨¦micas. Suheir Ismail Farraj, cineasta y fundadora de la organizaci¨®n TAM-Mujeres, medios y desarrollo, ha sufrido el acoso de los soldados imberbes en los checkpoints. Trataban de tocarla a cambio de permitirle rodar. "Incluso entre mis compa?eros del equipo t¨¦cnico, todo hombres, al principio no estaba bien visto. S¨®lo por eso, pensaban que era una chica f¨¢cil".
Despu¨¦s de presentar trabajos sobre hombres-bomba o familias de prisioneros, su ¨²ltimo documental, Land in black and white (2003) establece una inquietante comparaci¨®n entre Palestina y Sur¨¢frica: el apartheid y la reclamaci¨®n de tierras recuerda demasiado a la pol¨ªtica de Israel.
"Antes pensaba que lo importante es la tierra... pero tras estar en ?frica he cambiado de idea. Lo m¨¢s importante es el ser humano, y en Palestina, aunque las cosas est¨¢n mal, nadie se muere de hambre ni duerme en la calle. Siempre habr¨¢ un familiar o vecino que te ayude. ?Y nosotros estamos perdiendo la vida por las tierras! Habr¨ªa que replante¨¢rselo", advierte Farraj.
Aunque la proliferaci¨®n de cadenas ¨¢rabes como Al Jazeera y Al Arabiya est¨¢ permitiendo difundir el trabajo de esta generaci¨®n de documentalistas, siguen siendo casi desconocidos en su pa¨ªs. Tienen adem¨¢s otro problema; el "robo de historias" por parte de los cineastas israel¨ªes, con mayor libertad de movimiento, subvenciones, acceso a financiaci¨®n internacional y permisos para grabar en sitios donde s¨®lo por estar, un palestino podr¨ªa ir a la c¨¢rcel.
"Claro ejemplo de competencia desleal", lamenta Canaan. "Aunque sea 100% una historia palestina, con personajes y problemas palestinos, pero con director o productor israel¨ª, ya tienen todas las puertas abiertas y despu¨¦s ganan premios con nuestros problemas. No s¨®lo nos roban las tierras. Tambi¨¦n nuestras historias".
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