La sociedad m¨¢s vigilada de Europa
En la tierra de Orwell, las pr¨¢cticas orwellianas avanzan
Smiley meci¨® lo que quedaba de brandy en su copa y murmur¨®: "Hemos renunciado a demasiadas libertades para ser libres. Ahora tenemos que recuperarlas". Esta advertencia del legendario agente de espionaje sobre el exceso de interferencia y de poder de las redes estatales de seguridad nacional que construimos en el autodenominado "mundo libre" durante la guerra fr¨ªa aparece en la novela de John Le Carr¨¦ El peregrino secreto, publicada en 1991. Sin embargo, en vez de recuperar esas libertades, hemos perdido todav¨ªa m¨¢s. En todo el mundo occidental, hoy son muchos m¨¢s los datos personales nuestros que est¨¢n en manos de Estados y de compa?¨ªas privadas, las libertades tradicionales sufren restricciones, hay personas detenidas sin que medie ning¨²n juicio, la libertad de expresi¨®n se ve aplastada.
El pa¨ªs que invent¨® el 'h¨¢beas corpus' tiene uno de los periodos m¨¢s largos de detenci¨®n sin cargos de Occidente
Los brit¨¢nicos debemos volver a ser lo que creemos que somos: uno de los pa¨ªses m¨¢s libres de la Tierra
Por desgracia, uno de los peores infractores, de los menos preocupados por las libertades de sus ciudadanos, de los m¨¢s derrochadores a la hora de vigilar, es el Estado brit¨¢nico. Gran Breta?a, que en otro tiempo se llamaba a s¨ª misma, con orgullo, "la madre de las libertades", tiene hoy la sociedad m¨¢s vigilada de Europa. El pa¨ªs que invent¨® el h¨¢beas corpus dispone hoy de uno de los periodos m¨¢s largos de detenci¨®n sin cargos del mundo civilizado. Y los guardianes de nuestra seguridad quieren prolongar ese periodo todav¨ªa m¨¢s. Al mismo tiempo, esos guardianes no son capaces de ver que tienen a inmigrantes ilegales trabajando en sus propias oficinas (en un caso, al parecer, incluso ayudando a arreglar el coche del primer ministro, con todas sus medidas de seguridad), ni de detener en Londres a un presunto terrorista (que result¨® ser un brasile?o completamente inocente) sin meterle un tiro en la cabeza. La compulsi¨®n de legislar nuevas restricciones sin parar va unida a paroxismos de ineficacia asombrosa. ?A alguien se le ocurre una f¨®rmula mejor para sacrificar la libertad sin ganar seguridad? Smiley debe de estar removi¨¦ndose en su tumba. O si, como se rumorea a veces, sigue viviendo tranquilamente en Cornualles con otro nombre, entonces necesitamos volver a o¨ªr su voz: "Estamos renunciando a demasiadas libertades para ser libres. Tenemos que recuperarlas".
El troceamiento de nuestras libertades civiles, incluido nuestro derecho a la intimidad, tiene dos causas, por lo menos. Una es el espectacular crecimiento de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n, la comunicaci¨®n, la observaci¨®n y el registro de datos desde la ¨¦poca de Smiley hasta hoy. La otra es la amenaza del terrorismo internacional, sobre todo el terrorismo yihadista, que se hizo dr¨¢sticamente visible en los atentados de Nueva York, Madrid y Londres. Incluso aunque no se hubieran producido los horrores del 11-S y el 7-J, la informaci¨®n personal almacenada en servidores inform¨¢ticos, historiales de tel¨¦fonos m¨®viles, bases de datos de tarjetas de cr¨¦dito, v¨ªdeos de circuitos cerrados y otros dispositivos semejantes habr¨ªa aumentado enormemente. Incluso sin esa explosi¨®n de las posibilidades tecnol¨®gicas al alcance del Gran Hermano, tanto p¨²blico como privado, los atentados terroristas habr¨ªan provocado el refuerzo de la seguridad.
Pero lo que resulta m¨¢s alarmante es la combinaci¨®n de los dos factores. Y el Reino Unido tiene el triste honor de estar en cabeza del mundo democr¨¢tico en ambos frentes. El comisario de informaci¨®n de Gran Breta?a, Richard Thomas, dice que los brit¨¢nicos ya han entrado, sin darse cuenta, en la sociedad de la vigilancia. El grupo de derechos humanos Privacy International, que observa las sociedades de la vigilancia en todo el mundo, dice que Gran Breta?a es la democracia que peor se comporta en este sentido. En el mapa que figura en su p¨¢gina web (www.privacyinternational.org), Gran Breta?a es el ¨²nico pa¨ªs del mundo occidental que est¨¢ coloreado de negro, como una "sociedad de la vigilancia end¨¦mica", junto a la China comunista y la Rusia de Putin. Gran Breta?a cuenta con m¨¢s de cuatro millones de c¨¢maras de circuito cerrado (CCTV). Para finales del pr¨®ximo a?o est¨¢ previsto que la base nacional de datos de ADN -la mayor del mundo- incluya la informaci¨®n de unos 4,25 millones de personas, es decir, uno de cada 14 habitantes. Seg¨²n el ¨²ltimo informe publicado, en el periodo de 15 meses entre enero de 2005 y marzo de 2006 hubo m¨¢s de 400.000 solicitudes oficiales para que se intervinieran tel¨¦fonos y mensajes de correo electr¨®nico. Est¨¢n autorizados a hacer esas solicitudes nada menos que 795 responsables de la polic¨ªa y los gobiernos locales. ?Hace falta que siga?
Mientras tanto, se aprueban leyes tras leyes que merman nuestros derechos tradicionales en nombre de la necesidad de combatir el terrorismo. Durante siglos, desde que se cre¨® en Inglaterra a principios del siglo XIV, el derecho del h¨¢beas corpus significaba que a un detenido hab¨ªa que acusarle de algo o dejarle en libertad transcurridas 24 horas; en 2004 se elev¨® ese plazo a 48 horas; el a?o pasado, a 28 d¨ªas, y la polic¨ªa brit¨¢nica quiere volver a aumentarlo. En las dem¨¢s democracias importantes, como ha demostrado hace poco el grupo de defensa de los derechos civiles Liberty, ese plazo no es ni parecido, en general, a pesar de que se enfrentan a las mismas amenazas. En Canad¨¢, el l¨ªmite de la detenci¨®n sin cargos sigue siendo de un d¨ªa, y en Estados Unidos es de dos d¨ªas; incluso en Turqu¨ªa es de s¨®lo 7 d¨ªas y medio.
Evidentemente, no debemos ser ingenuos. Los terroristas, tanto locales como internacionales, representan una verdadera amenaza, que es especialmente dif¨ªcil de detectar. Si es verdad lo que dice el responsable del organismo brit¨¢nico de seguridad interior, MI5, que puede haber unos 2.000 individuos as¨ª en el Reino Unido, debemos vigilarlos y detenerlos antes de que act¨²en. El equilibrio entre libertad y seguridad es delicado. Ahora bien, en los ¨²ltimos 10 a?os, Gran Breta?a se ha inclinado demasiado hacia el lado de la seguridad. Es m¨¢s, esto no deja claro el alcance del error cometido: seguramente, al reaccionar de forma desmesurada y ganarnos la antipat¨ªa de gente que, en caso contrario, podr¨ªa no habernos negado su apoyo, y al construir la sociedad de la vigilancia -p¨²blica y privada- m¨¢s tupida del mundo libre, hemos puesto en peligro nuestra propia seguridad.
Es interesante preguntar por qu¨¦ esta patria hist¨®rica de la libertad se ha inclinado de tal manera hacia la restricci¨®n de las libertades. ?Son meros reflejos autoritarios del nuevo laborismo, como se dice con frecuencia? ?O es precisamente porque nos consideramos una tierra de libertades antiguas y evidentes por lo que dejamos tan alegremente que nos corten alguna libertad tradicional que otra (aparentemente menores, todas ellas)? El mito -el mito que los brit¨¢nicos sostenemos sobre nosotros mismos- est¨¢ tan asentado que no vemos c¨®mo ha cambiado la realidad por debajo. Me parece curioso que Gran Breta?a, tal vez la sociedad m¨¢s libre de Europa en el siglo pasado, tenga hoy la sociedad m¨¢s vigilada de Europa, mientras que Alemania, un pa¨ªs con una doble experiencia de falta de libertad en el siglo XX como ning¨²n otro (nazis y Stasi), sea hoy, seg¨²n Privacy International, el menos vigilado.
Sin embargo, m¨¢s importante que preguntarnos c¨®mo nos hemos metido en este l¨ªo es averiguar c¨®mo salir de ¨¦l. Lo que necesitamos en Gran Breta?a -y tal vez no s¨®lo en Gran Breta?a- es un cambio de paradigma: de la libertad mediante la seguridad a la seguridad mediante la libertad. Ahora tenemos un primer ministro que presenta la libertad como un valor brit¨¢nico fundamental, tal vez incluso el m¨¢s importante. Nos invita a estudiar c¨®mo "podemos escribir, juntos, un nuevo cap¨ªtulo en la historia de la libertad de nuestro pa¨ªs". Acepto la invitaci¨®n. Empecemos por no ampliar el periodo de detenci¨®n sin cargos ni un solo d¨ªa m¨¢s. Despu¨¦s, conviene que recortemos, no nuestros derechos, sino nuestro hinchado aparato p¨²blico y privado de vigilancia. Un candidato a dirigir a los dem¨®cratas liberales, Nick Clegg, ha asegurado que prefiere ir a la c¨¢rcel antes de ofrecer los datos personales necesarios para el carnet de identidad proyectado, y el otro, Chris Huhne, ha propuesto una "ley anti-Gran Hermano". Unos comit¨¦s de las dos c¨¢maras del Parlamento van a presentar en los pr¨®ximos meses un informe sobre la sociedad de la vigilancia. Los brit¨¢nicos debemos volver a ser lo que creemos que somos: uno de los pa¨ªses m¨¢s libres de la Tierra. Que empiece el contraataque. -
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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