?Cultura? No, gracias
Suele decirse que tenemos lo que nos merecemos. Con la peculiaridad de que siempre se aplica a la baja. Cuando se quiere hacerlo a la alta, no funciona. O te tratan de chulo. Yo, sin ir m¨¢s lejos, creo que merecer¨ªa ser millonario. Pienso que lo har¨ªa bien, ya que me tengo por una persona comedida y solidaria (aplausos), vamos que har¨ªa un poco el bien; tampoco en exceso, no fueran a tomarme por santo. Cierto, reconozco que me gustan los cachivaches pero no aspirar¨ªa a un Ferrari ni a las m¨²ltiples chorradas de marca, lo m¨ªo son m¨¢s bien los trastos. Si fuera millonario me gustar¨ªa convertirme en husmeador de desvanes porque no querr¨ªa ser muy multimillonario; nada, que pasar¨ªa de Malib¨² y esas cosas -esas casas-, me conformar¨ªa con serlo en el grado justo para no tener las preocupaciones econ¨®micas que tengo y que son las de toda la gente (aunque a Solbes le parezca que no es como para rasgarse las vestiduras: ?no basta con que sea como para rasgarse los bolsillos?). Y ah¨ª est¨¢ el problema, que todos queremos lo mismo y no hay millones para todos. Por no mencionar que no he hecho ning¨²n m¨¦rito para amasar fortuna por modesta que sea, lo reconozco. Por eso igual tiene raz¨®n el dicho con que comenzaba estas divagaciones, estoy teniendo lo que me merezco, en la medida en que no puedo exhibir otras m¨¦ritos; s¨®lo que dentro de m¨ª sigo pensando que merezco m¨¢s, no mucho m¨¢s, sino un poco m¨¢s.
Hay un programa de la tele que parece confirmar que tenemos lo que nos merecemos
?Qu¨¦ a qu¨¦ viene esto? Pues a la televisi¨®n. Quiero decir que guarda relaci¨®n con un programa de la tele que parece confirmar que tenemos lo que nos merecemos. Adem¨¢s de la basura habitual y de los contenidos a la baja que hace que sea m¨¢s entretenido contemplar la lavadora mientras centrifuga o ponerse a leer las p¨¢ginas amarillas, hemos de celebrar la aparici¨®n de un programa que se ha convertido en el favorito de los espa?oles (y las espa?olas), pues requiere cada d¨ªa la atenci¨®n nada menos que de catorce millones de ojos.
El programita de marras consiste en ofrecer retratos de una serie de matrimonios, algo as¨ª como las Edades del Hombre pero en pareja y concentradas en el momento que nos toca vivir. Lo confieso: no he podido verlo nunca entero y ni siquiera trozos muy largos, pues me resulta ofensivo adem¨¢s de chabacano y casposo. Toda la gracia del invento consiste en ver c¨®mo se insultan las parejas entre s¨ª (sobre todo la mayor) ofreciendo variantes rebuscad¨ªsimas pero invariantemente deleznables y, lo que es peor, denigrantes cuando no incitativas (o por lo menos justificativas) de los malos tratos. Y no hay coartada posible, porque ah¨ª no hay ni humor negro ni arte, s¨®lo caspa paleada de la mejor tradici¨®n carpetovet¨®nica. Lo asombroso no es que eso se haga sino que guste y enganche.
Ya sabemos que la cultura s¨®lo vacuna contra la... incultura (basta con recordar a los refinados nazis alemanes a quienes la cultura no les hac¨ªa ver al distinto como igual sino como peor o como cosa), pero tener que bregar con un pa¨ªs que se pone a s¨ª mismo el list¨®n tan bajo tiene m¨¦rito. A no ser que apliquemos a la situaci¨®n el dicho de m¨¢s arriba, sentencia que Boecio aplic¨® precisamente a la pol¨ªtica, con lo que nuestros pol¨ªticos tendr¨ªan que estar m¨¢s bien avergonzados. Pero a lo mejor es imposible, quiero decir, que la gente cambie y deje de sacar la pistola o el mando a distancia cuando oye la palabra cultura.
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